LOS VIAJES DE ALEIDITA SOLITA. 5ª. PARTE. FINAL.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sexigaleno.
Que tal mi estimada comunidad, regreso con un atraso de varios meses, para darle la secuencia debida a la saga de quien ahora es mi protegida, mi buena y estimada Aleidita, quien después del trance que pasó, por el deceso a finales de diciembre del año próximo pasado, de su “casi padre”, quien fue su protector desde el año de 2012 al 2016, con el que vivió a su lado al igual que sus casi “hermanitas” Sofía y Sandrita, las cuales compartieron a ese septuagenario hombre, en las primicias que las llevó de la mano y las hizo ser mujercitas a una edad temprana, propiamente desde que eran niñas de primaria, por lo que tuvo la dicha y la fortuna de iniciarlas en los terrenos sexuales a esas tiernas edades que oscilaban entre los 12 y los 13 añitos.
Quiero hacer hincapié a los buenos amigos de esta página, colegas de relatos, a los lectores en general y los siempre asiduos visitantes que nos distinguen y a los que no han leído los anteriores relatos, les dejo los links, para que desde un inicio lean en orden las partes anteriores y le tomen el sabor debido, ya que con este capítulo se da el final de esta rica y sustanciosa saga que escribo a petición de su autora la princesa Aleidita.
Comienzo la narrativa de esta parte final, para beneplácito de ustedes mis estimados lectores de la manera siguiente:
Corría el mes de agosto del año de 2013, la hermosa Aleidita ya contaba con trece añitos y meses cumplidos, cuando una tarde don José, pasó a dejar a su casa un paquete de enseres de cocina, para la escuela donde laboraba en se pueblo, ya que no tenía llave para dejarlos en la escuela y se le hizo fácil dejarlos encargados con la madre de Aleidita, quien los recibió gustosa e hizo pasar a don José a que tomará una bebida por el calor que hacía en esos momentos, el hombre acepto de buena manera ese gesto de cordialidad y sentado en la pequeña salita tomaba el líquido que en un vaso de vidrio, tenía en la mano, Aleidita a un costado también platicaba con don José, ya que tenía varias semanas que no lo veía, en eso un llamada telefónica a su madre le estaban anunciando de junto a su casa una vecina, por lo que Salió la señora y Aleidita se quedó con don José, más tardo en salir la señora, que Aleidita sentarse en la piernas de don José, ya que ese hombre la había llevado a tener ciertos encuentros privados en la intimidad de un cuarto que tenía en la escuela, ya que se quedaba a dormir de lunes a viernes en ese lugar ese hombre, por lo que le dijo, oye Aleidita arréglate porque quiero que me acompañes a la capital y por la noche te traigo de regreso, para que no piense mal tu madre, la chiquilla presurosa se fue a su cuartito a cambiarse y ponerse ropa de calle, en lo que llegaba la mamá, quien la misma platicaba con don José de cosas sin importancia.
En eso se apareció la tierna Aleidita quien portaba una minifalda de mezclilla y zapatos altos de tacón ancho de esos escolares con calcetas por debajo de las rodillas, y le pregunta la mamá, ¿y ahora tú dónde vas?, por lo que interviene don José y le explica que por la confianza que tienen con él, ¡qué la invitó a comer a la capital!, ya que él era invitado a una fiesta y tenía un pase doble y pues por eso se atrevió a invitarla, y que la traería en el transcurso de la tarde noche, posterior a esto, y con el debido permiso, ya de camino saliendo del pueblo rumbo a la capital y en el auto de don José, se dieron a platicar, como siempre lo hacían cuando estaban solitos en la intimidad del cuartito de la escuela.
Al.
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Ay papi, me hubieras dicho que íbamos a una fiesta y me hubiera puesto mi vestido ese de la graduación con el que recibí mi certificado de primaria, ¡ya ves que qué me queda muy bien!
J.
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No hija así vas bien, no vamos a ninguna fiesta fue lo que dije a tu madre, para poderte sacar de tu casa, te voy a llevar a comer a un restaurante y de ahí te llevaré a comprarte algo que quieras y veremos para donde nos jalamos antes de regresarte al rancho.
Al.
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A su, papi que inteligente eres, nunca me imaginé que pensaras tan rápido, pero bueno ya que me llevas a la ciudad, ¿me puedes comprar algo?
J.
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Sí hija, que quieres, de seguro otro peluche o un muñeco, ¿verdad?, pero antes vamos a comer algo, para irnos de compras, ok.
Al.
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Sí como quieras papi, ¡pero no quiero muñeco ni peluche!, ¡¡¡ necesito que me compres una máquina de esas para afeitar!!!, es que me están saliendo pelitos en mi conchita ¡y pues la verdad no me gusta tenerlos ahí!
J.
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¿Qué?, bueno sí eso quieres no me opongo, ya sabes que sí, lo que me pidas te lo doy mi bebé, ¡pero eso sí, antes me vas a enseñar esos pelitos que piensas depilarte!, ok.
Al.
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Ay papi, ¡son poquitos!, como diez y están encimita donde te gusta morderme mi gordita, ¿quieres vérmelos ahora?
J.
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Mm, ¡pues sí, a ver álzate la faldita!, me paró aquí para verte, ¡¡¡uy mi bebé, que bonitos se te ven!!!, parecen una pelusita de durazno, ¡¡¡a ver deja que te los acaricie,,, ahh suavecitos!!!
Al.
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Ay papi, ¡qué tentón eres!, dijiste ver, no me dijiste tocar, ¿a poco te gustan mis pelitos suaves, papi?
J.
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Claro que me gustan esos vellitos, te los voy a comer al rato cuando vengamos de regreso a dejarte, en un lugarcito oscurito ¡te voy a comer tu totonita!
Al.
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Ay papi, ¡mejor no me digas lo que me vas a hacer!, ya ves lo que me pasa, de tanto qué me dices cosas, ¡siento muchas cosquis, aquí en mi pancita!, mejor llévame a comer.
Ya de camino y estando en la ciudad, don José llevó a Aleidita a comer a un restaurante de comida exótica, por lo que pidió un par de órdenes de carne de venado, para su niña y él, luego una langosta la cual casi toda se la comió Aleidita, un rico postre de cuatro estaciones y como aperitivo don José se tomó un par de whiskis y Aleidita una piña colada con un mínimo casi nada de ron, escucharon la música de un trio que andaba por ahí, quien contrato don José, para que le cantaran a su niña cinco canciones exclusivas para la pequeña mujercita, después de todo lo disfrutado en ese lugar, se retiraron a la compra que quería su niña, a la cual aparte de esa máquina para dama de afeitarse, le compro un gel para que se pusiera y no le causara irritación, un peluche que de camino a la caja vio y le llamo la atención, salieron de ese centro comercial, tomados de la mano como abuelo y nieta, ni quien notara algo anormal, por el cuidado que un hombre le daba a esa niña de 13 añitos.
Ya de camino de retorno al pueblo de Aleidita y ya oscureciendo, en una entrada troncal de la carreterilla, don José se internó en ese lugar con su vehículo y entre la frondosidad de unos grandes árboles se aparcó, apagó el auto, para descender e ir al otro lado a abrir la puerta de la copiloto a quien hizo bajar, la chiquilla con su peluche nuevo entre sus brazos caminaba al lado de este hombre, hasta llegar a una casita de madera, la cual abrió de un candado e hizo pasar a la muñeca de carne y hueso, con la luz de una lamparilla de petróleo se alumbraba perfectamente el lugar, una cama perfectamente echa, limpia y en la nevera unos jugos de botella helados por el hielo depositado ahí horas antes, unas copas champagneras delicadamente colocadas en una mesita antigua, era el espectáculo que brindaba ese espacio para esa desigual pareja.
Todo había sido planeado por don José, horas o días antes, la música de un diskman y una bocinas pequeñas daban un toque romántico con música suave, no se necesitaban de las palabras para describir lo que se avecinaba a la tierna Aleidita, quien con una pierna cruzada encima de la otra y sentada en el borde de la cama, aprisionaba su peluche hacia su estómago, don José de una manera sutil y suave, la tomó con su mano la hizo parar y de una manera tan delicada la hizo bailar al ritmo de una sinfonía clásica, hasta que se dio por terminada esa pieza, tomaron en sus respectivas copas el néctar de jugos que envueltos y puestos en los recipientes simulaban un moeth chandón francés, y así entre sorbos y platicas Aleidita se sentía como una princesa en un cuento de hadas, era la protagonista de la obra, los besos que don José le proporcionaba a sus manos, brazos, comenzaban a acusar recibo en la silueta de esa doncella, quien se dejaba llevar a más, hasta que por el impulso de ambos fueron a caer al lecho que sería mudo testigo de lo que se veía venir.
Los besos suaves y tiernos caían cómo una cascada en los brazos a un lado del cuellito, en la rayita que divide el aparato costal de la tierna Aleidita, para ir bajando esa boca hasta hacer pequeños círculos al pequeño orificio llamado ombligo, para seguir su camino a encontrar el alzadito monte de venus cubierto aún por un bóxer muy coqueto, el cual se veía muy sensual, y así hacer a un lado esa boca y seguir de largo por esos frondosos muslos, rodilla, pantorrillas y llegar a esos pies que al quitar las calcetas se veían muy tiernos, pero sensuales a la vez, a los cuales les proporciono unas lamidas dedo por dedito, a cada pie, para voltearla boca abajo e ir subiendo las lengüetadas por las pantorrillas duras y hacerle muchas pasadas linguales en la parte trasera del doblez de ambas rodillas y seguir subiendo por los muslos firmes libres de cualquier detalle, hasta encontrarse con el borde del bóxer el cual se lo dejó puesto y siguió su camino hacia esas montañas de carne a las cuales besó apretó suavemente, siguió por el camino que dirige la espina dorsal desde la vértebra coxal hasta llegar a la última cervical y lamer la parte trasera de su occipital, arrancándole a la nena una serie de gemiditos parecidos a cómo si estuviera llorando, la puso boca arriba y siguió atormentando con esa labor lingual las partes bajas de sus senitos, subió a lamer muy delicadamente esas axilas que aún no manaban aromas de mujer.
Hasta que por fin se decidió a retirar la prendita íntima que cubría su pequeña intimidad femenina de niña aún, bajó lentamente situándose bajo el ombliguito de Aleidita, en ese lugar ubicó un caminito suave de vellos que llevaban a encontrarse con la delicada pelusilla suave de ese montecito de venus que se alzaba y retrocedía de una manera lenta, cómo invitando a ser devorada, ya que por instinto de las múltiples lamidas inducidas en ella, hacían un breve baile sensual previo a lo que estaba por llegar, la boca ávida de don José fue a situarse en la alzada vaginita a quien le daba pequeños mordiscos, sin llegar a lastimarla, hasta que ella de una manera natural y sin forzar la apertura abrió sus gruesas piernitas y dar permiso a seguir más internamente, la lengua traviesa fue a posarse muy delicadamente entre los pliegues vulvares de ese capullo en flor, a la que una serie de pasadas linguales hacían que se estremeciera más de lo que ya estaba y abundantes líquidos salían al exterior de ella, por lo que presuroso don José degustaba hasta el sació, las caderas de Aleidita eran un ir y venir y de ves en cuando las rotaba sus gemiditos se iban convirtiendo en jadeos, hasta que una y otra vez sentía la necesidad de orinarse, logrando don José arrancarle dos orgasmos intensos con la boca, hasta casi Aleidita quedar desmayada.
Después de ese par de intensos orgasmitos de Aleidita, la tormenta se volvió calma, sentados en la cama degustaban sus vinos de fruta helados, se decían cosas muy calientes entre este septuagenario y la tierna Aleidita, al grado de volverse a calentar el ambiente, la luz de la lamparilla de petróleo bajo su intensidad el lugar estaba casi a oscuras, y el dialogo continuaba entre la penumbra de ese espacio oscuro así:
J.
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Aleidita, ¿te gustó lo que hicimos?, porque estoy muy caliente ¡siénteme!
Al.
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¡Ay papi, hiciste que me orinara mucho!, no sé qué me paso, pero uff, estoy como algo temblorosa de mis piernitas, nunca me habías echo eso como hoy, ¡¡a ‘su papi, tienes el pene bien duro!!, ¿quieres que te lo sobe, cómo en la escuela?
J.
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Sí Aleidita, ya sabes lo que tienes que hacerle para que se me baje lo duro, ¡pero hoy me lo vas a bajar con tu cosita!, nadie nos ve, y estamos solitos, nadie te escuchará, ya ves que eres bien gritona, ¿quieres?
Al.
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¡Pero papi, esto no me va a entra aquí!, mira pareces hermano del burro, y mira mi totonita es muy pequeña para lo tuyo, ¡pero sí quieres papi me dejo!, nada más qué sí me duele ya no me hagas, sale.
J.
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Ya sabes que siempre te hago con cuidado, pero hoy es especial, ya que debes de acordarte, que te dije una vez, ¿qué cuando cumplieras los trece te iba a reventar el virguito?
Al.
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Sí me acuerdo de eso, ¡pero me da miedo!, ya vez que dicen que duele y sale sangre del hoyito de la cosita, ¡y mira tú papi ese pajarote, me da temor!, que me vaya a destrozar mi gordita.
J.
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Si Aleidita la primera vez le duele a cualquier mujer, pero ya sabes que soy cuidadoso, cuántas veces hemos estado juntos, y nunca te he lastimado, y te vas contenta y siempre dices ¡¡¡papi me das más mañana!!! Y siempre te ando consintiendo, ¡ahora te toca a ti consentirme!
Al.
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Pero papi, ¡ya te dije que si me dejo, pero no me lastimes!, creo no voy a aguantarte, pero bueno ¡lo intentamos!
J.
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Orale mi pequeña, tómate más jugo, tres copas más para que no te me vayas a deshidratar, mientras le echo más combustible a la lámpara, o ¿quieres hacerlo con la luz apagada?
Al.
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¿Ay, papi me va a dar miedo con la luz apagada?, ya vez que soy muy miedosa, ¡pero sí mejor apagada, para que me abraces bien pegadita a ti!
Don José se levantó a poner más combustible al quinqué y bajó la intensidad al mínimo de la flama que hacía de lámpara a fin de que nada más se observaran ambas siluetas en la penumbra de esa acogedora habitación, para enseguida subirse a la cama que esperaba algo nerviosa la princesa de esa ocasión, ya una vez ambos juntos se abrazaron como si fueran una pareja de las mismas edades, restregaban sus cuerpos calientes, las manos de José se dieron a quitar la única prenda que cubría la intimidad de Aleidita, para darse un festín de amasar con mucho cuidado las carnes de ese traserito de nalgas alzaditas, y acariciar de vez en cuando el canalito que divide ambas carnes, sin llegar a tocar el anito inviolado que acusaba recibo en ese momento por las caricias a que era sometida.
En un momento ambos cuerpos se observaban en la semioscuridad y en las paredes las siluetas, de que la nínfula estaba siendo encimada por José, ya que ambas piernas femeninas estaban aperturadas para recibir el cuerpo másculino que se frotaba encima de ella de una manera excitante, y ella soportando el peso de esa masa encima y con su peluche nuevo abrazándolo del cuello, hasta que la voz se escuchó de José.
>>> ¡Abre tus piernitas más!, para que sientas bonito, recuerda que esta vez será inolvidable para ti, <<< >>> ¡sí papi pero no me vayas a hacer llorar!, te siento muy alborotado hoy y me das miedo <<< >>> ¡tú sólo déjate hacer, te va a gustar esta vez, piensa en las muchas veces que hemos estado a solas en el cuartito de la escuela y casi lo hacemos cómo ahora, ¡tú tranquila que ya casi eres mía completamente! >>> ¿Cómo voy a olvidar eso papi?, sí me haces muy bonito y no me lastimas nada, ¿pero no me va a doler tu cosote cuando me vaya entrando? >>> ¡Sí, un poco, pero pronto pasará!, eso déjamelo a mí, que sabré cómo manejarte en tu primera vez.
¡Bueno papi, sí tú lo dices que no me dolerá mucho!, pues ya me abrí más mis piernitas, José con una mano se sostuvo el peso de su cuerpo con el codo en el lecho y con la otra mano a base de pasadas con el glande ubicó esa puertita, que lo había hecho verterle infinidad de eyaculaciones en su entrada inviolada, con una erección total fue calmadamente introduciendo de a poco el glande, hasta que qué logro acoplarlo limpiamente en la vulvita de Aleidita, que por los roces e introducción de este, ella misma hacia que su músculo perianal se contrajera de una manera involuntaria, pero muy exquisita, por lo que José en otro empujoncito suave logró penetrar más a la chiquilla, por lo que su mano fue abajo a sentir lo que había metido, y sintió en la oscuridad que un buen pedazo de músculo peneal, estaba dentro de Aleidita, que aún no se quejaba de dolor alguno, ya que abrazada a su oso, lo apretujaba fuertemente con los ojos cerrados, así estuvo unos minutos quieto encima de ella y con calma retrocedía y penetraba hasta donde había llegado varías veces, hasta que se decidió a profanar con más fuerza lenta, pero certera y decididamente, ¡el pene de José traspasó el himen intacto!, que hasta ese momento mantenía la pureza de Aleidita, un grito se escuchó entre ellos, pues lágrimas y reclamos de Aleidita se escuchaban así;
¡¡¡ no papi, noo, sácalo, sacamelooo, me matas ayyy !!!, espera no te muevas ese dolorcito pasará pronto, tu quietecita yo también no me moveré, mientras abraza el oso, y así entre palabras y al paso de unos minutos, sin que ella lo notara, José fue saliendo y penetrando lentamente, hasta que Aleidita sólo sentía la fricción entre sus paredes y el canalito vaginal, de ese ariete que salía hasta el glande y volvía a entrar hasta más allá donde hubo una barrera denominada himen, ella aún abrazaba fuertemente el oso de peluche, el cual estrujaba del cuello como si quisiera ahorcarlo, hasta que por fin ella misma y por las enseñanzas anteriores de José, ella solita comenzó a ondular sus caderas de arriba abajo, encontrándose en el viaje con la cadera de José, haciendo que la penetración fuera más profunda, ella misma sus chillidos y quejas se volvieron una melodía de gemidos de niña-mujer, ahh, papi, me estás abriendo mucho ahhh, ahhh, sí mi amor esto es lo que tanto me gusta de ti, que eres muy ardiente, ahhhh, ahhhh, siiii, siiiii, métemelo otro poquito, ayyy, ayyyy, ¡ya no, con eso, con esooo!, ayyy, ayyyy, quédate quieto papi, no te muevas, ¡quiero sentirlo dentro de mí un ratito!, uyyy, que rico es esto, no papi, no lo muevas déjalo quieto, y así, después de unos breves minutos, ¡ella solita comenzó con movimientos copulatorios ondulando esa caderita!, levantando y bajando la pelvis acoplada al ariete que estaba comiendo, cuando inminentemente un torrente de esperma inundaba por vez primera ese estrecho conducto que en ese momento imponía una serie de contracciones que espasmódicamente hacía, José no aguantó ese evento, la nena con voz infantil aún y sorprendida decía; ¡¡ papi me está quemando tu leche !! Ay, ayy, me llega hasta la pancita, ayyy, ayyyyy, quemaaaa, no me eches mássss, ayyyy, ayyyyyy, pero era inminente el torrente espermático fluía sin parar y José lo que menos quería era dar marcha atrás con su pletórica venida, hasta dejar inundada por vez primera esa vaginita que era un volcancito en ese momento, ya que le quemaba con su calor interno el glande que incrustado a la mitad de su hombría gozaba de la fiebre uterina y gemiditos grititos que hacía Aleidita.
Así acoplados ambos cuerpos se pusieron de lado, pero era obvio que a Aleidita le molestaba ese intruso que tenía a media penetración, entre lagrimitas de ella y muchas caricias a su cabello y carita, José la fue reconfortando de a poco, hasta que sintió de nueva cuenta una nueva erección dentro de Aleidita, quien sorprendida le dijo; ¡papi te está engordando otra vez tu pene!, ¡sí princesa es que tú haces magia con tus apretones que me das con tu florecita!, ay papi, pero no puedo dejar de hacer eso, siento que te muerde mi huequito, pero la erección estaba otra vez arriba y así él la tomó de sus axilas y la hizo montarse de a caballito, sin introducir más de lo que estaba dentro, y con sumo cuidado la movía lentamente, hasta que por fin después de varios minutos Aleidita lo cabalgaba suavemente, con no más de diez a once centímetros de carne dentro, ella ya a estas alturas ya gozaba de tener algo dentro y sus gritos se fueron convirtiendo en unos gemiditos muy tiernos, pero eróticos, ¡ella más de excitaba por verse reflejada en la pared!, la sombra de ambos, ella arriba cabalgando y el abajo gozando de esa ninfa en pequeño, ahhh, papi, ahhhh, que rico siento ahhhh, ahhhh, ¡esto me lo hubieras echo desde hace mucho!, ahhh, que rico, que ricoooo, ahhhhhhh, ahhhhhhhh, ahhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhh, y un orgasmito se apoderó de la nena, que no lo aguanto, ¡era su primer orgasmito que le arrancaba José!, con el pene dentro de ella, y cayó en el pecho de él cómo convulsionándose por esa primera experiencia que estaba viviendo.
Poco a poco José la fue acomodando en la cama, pero eso sí, sin sacar ni un solo centímetro de ella, hasta quedar nuevamente encima haciendo movimientos copulatorios, ¡ya que él no se había desahogado!, no duró mucho sólo unos minutos, ya que la estrechez de Aleidita y las fricciones que hacía al entrar y salir lo hicieron culminar en otra eyaculación interna, la vaginita de Aleidita aceptaba esa carga de nueva cuenta, pero inconsciente, así que después de esos eventos la retirada la hizo con calma y cuidado hasta que por fin el grueso tronco del pene y por último el glande abandonaron ese territorio que era de él, por vez primera, y cómo descorche de un champagne escuchó José el retiro total de esa vaginita que rebalsaba una cantidad abundante espermática festoneada de unos grumos de sangre, ya que se había levantado para intensificar la luz del quinqué, lo que significaba que eran residuos de la membranita que se había llevado José de esa flor tiernita que abierta de sus labios mayores y menores parecía un capullo de orquídea por la apertura que había sido objeto, poco a poco fue tomando su figura de casi cómo estaba antes de ser penetrada.
Con un paño mojado José se lo puso en la frente a Aleidita, quien casi al instante abrió sus bellos ojos pardos e igual al instante su manita se fue a posar en su recién desvirgada intimidad, a la cual se tocaba impacientemente, buscando yo creo un agujero de un tamaño considerable, pero ya su vulvita se había contraído a casi su tamaño normal, sólo que sentía dolor en su vientre y sus dedos llenos de semen la hicieron devolver el estómago, así que José le dio agua mineralizada y a tragos se le fue pasando el asco, mientras él, con mucho cuidado secaba el desastre que había realizado en esa bebé treceañera, para después asearla íntimamente, con agua caliente de un termo ya preparado con anticipación, José compuso unos sobres de una ducha vaginal y con una perilla con cánula la lavó internamente varías veces, hasta sacar todos los residuos de esperma de dentro de esa mujercita que era en lo que se había convertido esa noche Aleidita, le aplico con un abatelenguas infantil muy delgado una crema antiinflmatoria y antidolorosa dentro del cavidad vaginal de una manera muy delicada, y le fue acomodando toda su ropita desde las calcetas hasta la blusa, para dejar por ultimo ese bóxer húmedo aún de la entrepierna de Aleidita, al cual le acomodó una toallita sanitaria y se lo colocó a fin de que sus inflamados labios vaginales externos reposaran acolchonadamente en el suave cojinete que se hace al momento de acomodar la prenda íntima, la abrazó, la besó en la frente, en sus manos, brazos y le dijo que desde ese momento era de él, y le agradecía continuamente la gracia de haber sido el primer hombre en ella.
Desde esa edad Aleidita se daba mañas para encontrarse en la intimidad con José, a veces él se la llevaba en su carro, otras veces ella lo buscaba en la primaria, ya que en esos momentos ella ya cursaba el secundario en otra escuela, y otras veces se veían en una finca que se encontraba abandonada y nadie habitaba la casita, que fue muda testigo de múltiples encuentros que se desarrollaban ahí, hasta que una mañana una noticia de ella le daba a José de que su madre se había ido al país del norte de México y la había dejado con una tía, pero que no le gustaba quedarse ahí, ya que los primos varones la molestaban constantemente de manera grosera y le decían cosas de sexo que le iban a hacer, por lo que acudió a don José y este hombre en el acto pensó en llevársela a vivir a la capital del estado de Veracruz, en donde él tenía su residencia, habló previamente con la tía de Aleidita y ella aceptó que se la llevara, ya que no podía cuidarla de sus hijos varones ni de su marido, ya que escuchaba que entre ellos hablaban que se la iban a coger, por lo que procedió en ese momento a llevársela a vivir a su lado, ya que él era viudo y sólo tenía familia algo alejada, por lo que la instaló a su lado, la acomodó en una escuela secundaria particular, para que no perdiera sus estudios y así cada fin de semana él se trasladaba a encontrarse con su pequeña amante a la que consentía de sus más mínimos caprichos, hasta que por azares del destino unas ahijaditas que provenían de Canadá de unos dieciséis años las cuales eran trillizas, tuvieron ciertos acercamientos sexuales con José, por lo que el para aguantar tanta juventud exigente en los terrenos sexuales, le dio por tomar medicamentos denominados viagra y otros, lo cual lo hacían tener excelentes erecciones, para copular con sus ahijaditas ya que él estaba de vacaciones en el plantel educativo, pero esos medicamentos los acompañaba con whisky y llegó el momento en que el cuerpo rechazaba los medicamentos y fue a parar al hospital, en el cual después de una penosa enfermedad hepática se complicó con sus riñones y el desenlace fue fatal, ya que el 22 de diciembre de 2016 feneció, dejando sin apoyo a Aleidita, quien se me acercó y hasta la fecha por la buena amistad con José, yo decidí apoyarla y hasta la fecha ella y mis demás niñas viajan conmigo a donde quiera que voy, por el momento estamos en Brasil ya que soy director de un hospital particular que es matriz de otros ocho más diseminados en algunos países de Suramérica, hasta este momento la respeto, mis demás niñas así como ella estudian en este país.
Nota:
Sí quieren saber de mis otras nenitas los invito a visitar mi perfil, ahí encontraran entre mis relatos, que por cierto están ordenados uno a uno los capítulos de las sagas que he realizado de ellas, todos mis relatos son originales en su totalidad de principio a fin.
Con este capítulo me despido de todos ya que es el final, por lo que espero haya sido de su agrado este relato que decidió darle fin mi bella princesita Aleidita, yo sólo plasmo las vivencias de quien se me acerca y quiere publicar algo de su vida, ellas son las responsables de lo que se vierte en cada espacio y que se articula con mucho esmero, dedicación y erotismo, el morbo es aparte y cada quien lo siente a su manera, saludos y hasta la próxima.
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hola, delicioso relato, varias pajas en el inter, ojalá continúes, un saludo