María: Experiencia Laboral (3 de 5)
La nena adolescente se deja embaucar por su jefe para aceptar nuevas responsabilidades laborales y comienza a conocer más «a fondo» sus deberes..
Ruiz le mostró el pasillo de la derecha de la tienda, donde antes una cortina de satín bloqueaba el paso, había dos puertas en medio del pequeño pasillo que se abría detrás, la de la derecha era el baño con una pequeña ducha incluida y la de la izquierda era el cuartito para los clientes donde las cajas esperaban, eran dos: una para las mamadas y otra para coger.
—Lo hacemos por citas aunque de vez en cuando recibo clientes nuevos y… bueno, tu decides si aceptas o no porque verían tu rostro antes de entrar, ¿no? —explica Ruiz, abriendo las puertas de las cajas para ella, dejándole ver el cómodo asiento y extractor de aire en el cajón para las mamadas—. Antes, como te digo, tenía más chicas aquí, pero se casaron o hicieron el dinero que necesitaban y me dejaron tirado el negocio, tú sabes.
El cajón para las cogidas era más una cama de madera pulida y encerada con un agujero para que ella pudiera sacar su cadera, pero igual tenía extracción de aire y almohadones por si quería ponerse más cómoda. Al cerrar las puertas del cajón quedaban a la vista correas en la parte superior e inferior para sujetarle las piernas e impedirle que se mueva a toda costa, estaría a disposición de quien la quisiera coger y eso la hacía mojarse aún más de lo que ya estaba después de la masturbación de Ruiz. En el interior una pared corrediza separaba a una chica de la otra, por aquellos momentos en que un cliente quisiera a dos chicas para un trabajo especial al mismo tiempo, y en la parte exterior una cortina corrediza separaba un cliente del otro nada más.
—Algunos clientes que tengo vienen con amigos y les gusta compartir a las chicas, por eso la cortina es opcional —continúa el enano—, también está la opción, si tú quieres, de hacerlo de frente. —Al decirle se gira y le muestra el sillón tantra a disposición, junto a una mesilla; el cuarto, pintado de blanco con luces led color rojo va de acuerdo con el tapizado del sillón.
—Nunca he usado éstos sillones —dice ella, acariciando la curva más alta del mismo y de medio lado dando una mirada curiosa al enano, éste tiene una vista erótica y espectacular de la jovencita con el culo redondo y gordo hacia él.
—Podría enseñarte cómo se usan si quieres, preciosa. —La respuesta viene acompañada de un ademán con el que le indica a ella que cierre la puerta, dejándolos a los dos sumergidos en la luz roja—. De rodillas en la parte baja, viendo hacia la pared —ordena él en cuanto ella vuelve a su lugar, por un segundo no entiende, pero Ruiz la toma de la mano y la lleva al sofá, inclinándola sobre la curva baja de éste y enseñándole a poyarse en él.
—Est… —María no puede ni formular una pregunta porque el enano se coloca de pie detrás de ella y le baja el pequeño pantaloncillo y el short de una vez para enterrar su cara en su culo, chupándolo directamente, estremeciéndola por esa lengua que intenta penetrarla y la humedece mientras las manos regordetas del enano la palpan al frente y masajean su clítoris, introduciéndose en su vagina tan pronto como la punta de la lengua se entierra en su ano virgen—. ¡Uh! Sucio, eso no me lo han hecho nunca, ¡mmm!
—Tienes el culito apretadito, preciosa, lo que daría porque me dejaras cogerte por aquí —replica él, ensalivándose un dedo para jugar alrededor de su anillo y empujar de a poquito en el interior de la chiquilla. María gime, afianzándose en el sofá, resistiendo la tentación de dejar caer las caderas por el placer que las manos del enano le causan. Poco a poco y con mucha saliva el ano de la chica acepta el dedo de Ruiz y lo abraza con estrechez—. ¡Uy! ¡Cómo aprietas, preciosa! Vamos a hacer mucho dinero juntos, pero primero, déjame disfrutar de éste coñito, ¡levántate!
Con una nalgada que resuena en el pequeño cuarto María se yergue y el enano la lleva hasta la curva más alta del sofá y le indica que se eche hacia el frente, de cabeza hacia la parte inferior, dejando su coñito expuesto y a una altura perfecta para que él devore sus labios carnosos y húmedos, con ambas manos abrazando ese culo de mula color canela que por la luz led ahora se ve rojo y brillante como embadurnado en aceite.
—¡Estás hecha para esto, Mari! ¡Eres una perrita obediente! Déjame cogerte, preciosa —le dice él, metiéndole dos dedos en el coño y cogiéndola con velocidad, volviendo a arremeter con su lengua contra su anito cerrado que al sentirlo intentar penetrarlo le aprieta aún más—. ¡Uff! Eres la perrita más rica que he tenido, Mari, preciosa, chúpamela, ven aquí, perrita.
Levantándola y llevándola al otro extremo del sofá, en la curva más baja, el enano se desnuda y se apoya. Su polla de no más de diez centímetros luce erecta debajo de una extraña barriga y torso, sus piernas atrofiadas lucen más fuertes de lo que parecería, así también sus brazos mucho más definidos de los de muchos hombres. Ella se arrodilla frente a él, deshaciéndose del top de una vez y abre sus labios carnosos para recibir en su boca la verga más pequeña que ha recibido.
—¡Ay! ¡Madre mía, pero qué rico, preciosa! ¡Uff! Es que tienes una boquita carnosa de mamadora, lo supe en cuanto te vi. —Ruiz le desliza sus manos pequeñas por sus hombros y sus mejillas, acariciándola mientras ella escupe en su verga, alcanza su cabello largo y lo hace una coleta en su puño, entonces la sostiene con fuerza y comienza a tomar el control y a coger la boca de la chiquilla bajo la luz roja del cuartito—. ¡Así, así, chúpamela, perrita, chúpamela, zorrita! Que rico mamas, Mari, que rico mamas, vas a ganar mucho dinero, mucho mucho, y mucha lechita. ¿Te gusta la lechita, Mari? ¿Te la tomas? —Con la pequeña verga en su boca Mari asiente—. Eso, que buena perrita eres, las mejores son las que se tragan la lechita.
—Me encanta tomar lechita —dice Mari, sacándose la pequeña verga de Ruiz y sonriendo antes de dejar que el enano le golpee las mejillas con ella y se incline para besarla—. ¿Vas a darme lechita?
—Primero te voy a dar verga, perrita, ven aquí, cabálgame de espaldas con ese culo de caballo que tienes, ¡madre mía!
De nuevo la guía hasta el sofá y él se sienta apoyando bien la espalda en la curva más grande, le muestra a ella cómo apoyarse de espaldas a él y tras colocarse un condón que saca de la pequeña mesita ella se deja caer en su verga, tragándosela con su gordo y gran culo. Ruiz echa la cabeza hacia atrás sintiendo la caliente y húmeda vagina de la niña envolviendo su verga erecta y luego los sentones que parece que le van a sacar el aire de los pulmones. Mari es más putita de lo que parece porque cuando menos lo espera le está haciendo un twerk con la verga dentro mientras él la azota en el culo con fuertes nalgadas que a ella encienden más.
—Eres una putita, me harás ganar mucho dinero con éste culo… ¡Uh!, ¡sí! ¡Cógeme, perrita! ¡Sácame la leche!
—¡Dame la leche! —replica ella entre bramidos y como resultado un dedo intruso vuelve a invadir su ano apretado, ella se retuerce y acelera los sentones al sentirse doblemente penetrada, el dedo de Ruiz no para y ella sigue pidiendo leche. Entre dedo y polla Maria aúlla y se corre con la verga de Ruiz en su interior y el un dedo en su culo y pronto, el enano también se corre dentro de ella con el condón puesto, abrazado a su ano y a sus nalgas.
El enano la deja respirar abrazada al sofá y él toma su ropa para dejar el cuartito y visitar el baño, poco después María lo sigue y se asea antes de volver a salir a la tienda con su ropa de putita ya en su lugar. Ruiz la espera en la oficina de nueva cuenta, recién cuelga una llamada recibida en su celular. El enano le sonríe como siempre, como si no hubiese pasado nada.
—¿Lista para tu primer cliente, preciosa?
María sonríe y asiente.
—Lista.
***
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