Mercado de esclavos. El marcado de Montsum- Amber (V)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Ricardo.
Dedicado a montse, inspiradora de toda esta fantasía
Ya en la primera jornada de mercado, se había producido una gran cantidad de ventas de esclavos. Como siempre, la escuela del norte, a la que pertenecía amber, había dado salida a una grana cantidad de sus existencias.
Amber pertenecía a la feliz parte del ganado que había sido vendido en el primer día, por lo que pasados los tramites burocráticos necesarios, y la ceremonia del "marcado de las bestias", podría dormir en el jergón que se le asignara en el castillo de su amo. Los otros esclavos deberían permanecer otros dos días más pendientes de las demandas de los compradores.
Amber, que hacia auténticos esfuerzos por olvidar su antiguo nombre, había sido llevada a través de la cadena que llevaba enganchada al collar de su cuello, al lugar en donde los esclavos vendidos eran preparados para la ceremonia. Allí antes del anochecer se encontraron unos veinte esclavos, que iban a ser marcados antes de su salida. Como era tradición, eran introducidos en barreños, y se les entregaba una pastilla de jabón, a fin de que extremaran la limpieza de su cuerpo y, especialmente de todos sus orificios y órganos sexuales que esa noche, pagado el precio por sus compradores, serían usados sin ningún tipo de limitación por sus dueños.
Después de lavados, se les obligaba a repasar el rasurado de sus cabezas, pubis y axilas. En el futuro, cada amo decidiría si se permitía el crecimiento del pelo a cada esclavo, pero a la ceremonia de marcado llegaban completamente rasurados.
Por primera desde su captura recibían. En aquella noche alcanzaban un status del que hasta ese momento no gozaban: esclavos en propiedad, y no novicios como habían sido hasta la fecha.
Por este motivo, a los machos se les entregaba un pequeño suspensorio y a las hembras una pequeña braguita que remarcaba las rajas de sus coños pelados. Los culos, en todos los casos al aire, prestos a recibir todo lo que se les daría en aquella noche.
Todas las reses, salvo disposición en contrario de sus amos, eran decorados con todos los arietes y argollas que podía ser insertadas en sus cuerpos. Así, amber portaba los aretes de sus pezones, los de sus labios vaginales, y el de la nariz que remarcaba sus facultades anales, que su amo esperaba poder utilizar en aquella misma noche.
Amber fue, además, obsequiada por su amo con dos pequeñas joyas que fueron colocadas en su lengua y en su ombligo mediante sendas incisiones en el cuerpo de la esclava, una vez terminó el baño. La esclava sufrió bastante dolor con la inserción de los aros complementarios, pero aquello no tenía comparación con lo que le esperaba para aquella misma noche.
Limpios, vestidos, rasurados y decorados, fueron sacados de los abrevaderos en donde, por cierto, aún permanecía atada cerda, la esclava del amo Ricard. Los esclavos tenían prohibido hablar sin autorización pero la mirada de cerda no hacia necesaria palabra alguna, para saber el odio que ya profesaba a amber.
Al salir de esta zona de servicio, los esclavos eran encadenados de nuevo por sus cuellos, formando un alegre carnaval de bestias obligadas a moverse a cuatro patas. La distancia entre los culos de los esclavos y esclavas y las caras de los que se encontraban justamente detrás, era mínima, de forma que de esta penúltima manera se pretendía reforzar el sufrimiento de la privación de sexo que padecían, ante la visión de las nalgas, coños y pollas que les precedían. A ello se sumaba el indisimulado olor a sexo que todos los esclavos y esclavas percibían ante tamaña proximidad.
Así ataviados y colocados, y próximo el anochecer, los esclavos se desplazaban a la llamada sala de ceremonias, que no era sino una refinada sala de torturas, en la que finalmente alcanzaban la buscada dignidad de siervos. Algunos esclavos, ya vendidos y poco considerados con las limitaciones aprovechaban un descuido de la soldadesca para lamer el sexo o las nalgas que le antecedían. Si eran descubiertos, los azotes eran inmediatos sobre sus nalgatorios. Los funcionarios del mercado se despreocupaban a estas alturas del trato, con el precio ya recibido, de las condiciones en que finalmente quedara el material.
Finalmente, los veinte esclavos llegaron a su lugar destino. Amber ocupaba un lugar principal, en función del precio alcanzado en la venta. Nada mas entrar vio a su amo, sentado en las primeras filas del estrado, lo que le produjo una inmensa alegría. A sus pies, no sabia como había podido llegar allí, se encontraba totalmente desnuda la esclava cerda que acariciaba los pies del dueño.
El amo, al igual que los demás compradores, lucia una ligera túnica de rápida apertura. Amber sabia, con profunda emoción, que en aquella noche sería por fin usada por su amo, y que con gran seguridad podría desahogarse por primera vez en mucho tiempo, tal y como autorizaba la tradición.
Cerda acariciaba y lamía los pies de su amo, sabedora de lo que se avecinaba a amber y a los demás esclavos de aquella primera jornada de venta: el marcado como ganado en las nalgas de los esclavos. Tal vez el momento mas depravado y doloroso en la vida de un esclavo. Esta ceremonia se mantenía en un prudente secreto para con los esclavos en formación. Tan solo sabían del momento mágico que en sus vidas representaría, pero no los costes que sobre su piel conllevaría, ni los contenidos de la ceremonia. Cerda ya había pasado por este trance y sabia lo que acontecería.
Los animales seguían en circulo y a cuatro patas. Pronto se acercaron dos criados por esclavo, que los desenganchaban de la rueda, y a cuatro patas, eran llevados a un pedestal de escasa altura. Junto a él se encontraba una cazuela con carbón ardiente y unos hierros que sobresalían de él. También un cómodo sillón destinado al amo que presenciaría la escena de marcado junto al sumiso siervo, se encontraba al lado del pedestal.
Todos los amos eran consultados sobre la postura en que deseaban que el esclavo fuera marcado. Amber presenciaba como los siervos eran encadenados al pequeño pedestal mediante argollas que fijaban las muñecas y los tobillos a la placa, manteniendo la postura perruna de la esclava, a la que hacían descansar el abdomen sobre una especie de bajo capitel Los machos, normalmente, eran sujetados en el pedestal boca arriba, de formas que las amas que los habían adquirido aprovechaban de esta forma los embites que el marcaje imprimía en sus culos.
El miedo comenzó a apoderarse de amber, al igual que de los demás animales, al comenzar a comprender lo que les iba a ocurrir. Era tarde para cualquier reacción. Nuestra protagonista ,y la mayor parte de los demás cerdos estaban sujetos a sus lugares de tortura, escoltados por dos criados semidesnudos que se iban a hacer cargo del marcado de la bestia que le correspondiera. Los que aún no se encontraban aprisionados estaban siendo , en ese momento reducidos a latigazos. Amber se sintió verdaderamente humillada en aquella posición , inmovilizada y la vista de unos cuantos esclavos como ella.
Desde su posición podía observar los culos abiertos de varios esclavos y esclavas, las vergas tiesas, y los coños mojados, insoportablemente mojados, tal y como se encontraba el suyo.
Los amos se aproximaron a los pequeños pedestales. Algunos se sentaron en sus sillones junto a sus jóvenes bestias. Otros, asistidos por otro esclavo o esclava, se desnudaban, aprestándose a tomar directa posesión de su compra.
Ricard, tremendamente excitado por la visión de su esclava amber atada, deslizó la túnica al suelo, dejando ver el enorme pollon que portaba. Los criados habían empezado la tarea del marcado en la mayoría de los animales. Los primeros gritos de dolor llegaban a los oídos de amber, así como el olor a carne marcada. La esclava situada justo delante de ella acababa de ser definitivamente poseída con la señal del ganado al que pertenecía. Su amo se había colocado de forma que su polla era enterrada en la boca de la puerca, de forma atroz. Uno de los criados, junto con el esclavo de aquel señor, sostenían la cabeza de la res, que se agitaba sin control ni dignidad alguna ,ante la presencia del hierro candente en su culo. Aquel loco movimiento proporcionó un inconmensurable placer al falo que ocupaba de forma tan feroz aquella boca. El semen de aquel amo bautizó la garganta de la pobre sumisa que, agradecida, tragaba y tragaba después de tantos meses sin percibir el más mínimo placer.
Amber había sido dejada para casi el final, siguiendo las instrucciones de su amo. De esa forma amber pudo experimentar el terror de presenciar el bárbaro trato a que eran sometidos los restantes animales.
El amo miraba satisfecho la reacción de la pequeña. Amber, contra todo pronostico gritaba, lo que en su dignidad de esclava era un autentico pecado. Ricard, satisfecho, indicó a los criados que marcaran a la joven yegua. Cerda, la otra esclava, había abierto el culo de la pobre amber que sin ninguna posibilidad de defensa gritaba ante tanta agresión propia y ajena. Cerda abrió todo lo que pudo el culo de exquisita esclava. Amber, presa de los nervios casi no apreció que la deseada verga de su amo se introducía en su agujero trasero de forma bestial e invasora. Una vez dentro, cerda hizo un gesto al criado que portaba el hierro candente, el cual lo aplicó sobre la nalga derecha dejando, indeleble, la "R" que ponía de manifiesto la pertenencia de la cerda.
Amber, presa del dolor comenzó a culear de forma salvaje, estrechando el ojete de su culo ante cada reverberante embestida de dolor. A ello se sumaba el precioso espectáculo de sus movimientos hacia delante y hacia atrás, que provocaban en el amo un indecible placer. Pocas veces una esclava proporcionaba en toda su vida, gusto tan refinado y exquisito como en aquellas circunstancias. Por ese motivo la ceremonia revestía tanta importancia en la vida de un esclavo.
Amber, sin haber recibido orden alguna, continuó con las infernales contracciones iniciadas, así como con los movimientos de todo su cuerpo. Su programado cerebro luchaba por volver a recuperar el control de si misma. No sabia, sin embargo, que toda su educación había soslayado este importante momento, precisamente para dejar un margen de improvisación del que el esclavo nunca mas gozaría. Amber no pudo ocultar las lagrimas que fluían por sus mejillas, lo que provocó una tremenda ofuscación en su alma. Amber nunca había llorado desde su captura, si no se le había ordenado. Tampoco había jadeado, como en ese brutal momento, sin autorización. Amber descubría en ese momento que, a pesar de la formación recibida, seguía siendo un autentico animal sin limites, al que solo había que elevar el listón del castigo para recuperar su animalidad.
La esclava sentía pasar de ella cierta parte del dolor, y emocionada descubrió la verga de su amo que penetraba su culo, no sin dejar de advertir la inmensa tortura le suponía el ensanche de su pequeño agujerito. Amber lloraba de felicidad, al sentir la proximidad del orgasmo, y la conclusión de una importante fase de su vida. Los movimientos de su grupa consiguieron en pocos minutos mas que Ricard se vaciara en aquel pozo de sexo. Amber seguía gritando y llorando por el dolor de la marca, aunque la felicidad de la posesión sufrida era de mayor intensidad. La puta, que pensaba que recibiría un increíble castigo por las lagrimas vertidas y los sollozos proferidos sin permiso, se sorprendió cuando su amo extrajo la verga de su culo, y se la acercó a la boca. Como una posesa amber comenzó a limpiar la polla de su amo, llena de rastros del semen vertido en su culo. Amber, profundamente emocionada, pudo proferir entre sollozos un alegre "gracias amo", que insufló una cierta sensibilidad en el corazón de Ricard por aquella desvalida cerda.
Algunos amos, no gozaban de los alaridos de sus sufridos esclavos, por lo que antes del marcado habían colocado bolas enmudecedoras en las bocas de sus esclavos. Otros sofocaban los gritos con sus pollas, aprovechando la apertura de las gargantas para introducir las vergas hasta limites que devendrían en irrepetibles. Las amas posaban sus coños y culos sobre las gritonas bocas de sus muchachos entre alegres risotadas y resoplidos, aprovechando el placer que los espasmos bucales podían producir en sus sexos.
Una vez lamido el nabo del amo Ricard, y aun sin haber sido soltada, cerda se aprestó a agitar la verga de su amo para poder volver a recuperar la tensión necesaria. En pocos minutos el joven amo estaba preparado para el nuevo combate.
Los esclavos fueron liberados en su mayor parte para, una vez marcados ser utilizados de nuevo en otras posturas. Amber fue soltada de sus argollas, y emocionada se dirigió diligentemente a los pies de su amo el cual permitió que los lamiera diligentemente. Tras el homenaje, el amo se sentó en el sillón situado junto al pedestal. Por un gesto de cerda, amber supo que el amo deseaba volver a utilizar su sucio culo. Se aprestó a ello, sentándose sobre la enorme verga recuperada , introduciéndosela en su ano de una sola vez. El amo le dijo "grita puta, quiero oír como se corre mi furcia ¡vamos mueve ese culo". Amber, contenta ,no paraba de agitar su hermoso cuerpo, gritando bien fuerte "si amo, gracias amo", y presintiendo la enormidad del orgasmo que sus movimientos perseguían.
Con la cara convulsionada, el cuerpo tenso, el culo prieto, y los pezones absolutamente endurecidos, amber luchaba por introducir mas y mas la polla de su dueño dentro de sí. Apretaba los dientes, y jadeaba como la furcia que era. El amo estaba satisfecho de su adquisición. De pronto, y al borde del deseado milagro, el amo extrae la polla de su culo mediante un sonora extracción de su cueva menor. Amber casi llora de furia, pero lo evita a tiempo, al sentir que el amo tira de las argollas de sus pezones para elevar su cuerpo, consiguiendo así el espacio necesario para que su polla penetre, por fin, en el coño de la hembra. Amber no lo cree, y comienza de nuevo a llorar de emoción. La polla la penetra, la taladra, la utiliza luchando por ocuparla toda. Amber no deja de moverse buscando el placer de su amo y además, el suyo propio.
En la estancia, los demás esclavos son pasto de las demás depravaciones y entienden , por fin, para que se les ha reservado durante tanto tiempo. Algunos amos azotan por diversión los cuerpos de sus esclavos, una vez que se han saciado. Algunos han terminado de gozarlos y otros continúan con la tarea. Es tradición que, después del marcado, todos los esclavos puedan orgasmar. Se les ve como locos por ese motivo.
Algunos amos rodean el cuerpo penetrado de amber y admiran el resultado que pronto se va a obtener de ella. Amber chilla, jadea, nombra a su amo, y disfruta como la puta que es. La emoción final llega para la esclava y el amo, saliendo de la verga del amo en forma de leche blanca, que la cerda de amber se apresta a tragar emocionada. Amber apura su orgasmo con su mano, mientras bebe el flujo de la verga, no sin antes dirigirse al amo y decirle respetuosamente "¿puedo tocarme amo?. Ricard, displicente, le da su atorización.
Satisfecha y sucia, ella y los demás esclavos descansan en sus pequeños altares. Amber recibe la rencorosa visita de la esclava cerda que, envidiosa ha presenciado toda la escena. Ricar hace un gesto a cerda la cual coloca a la recién iniciada de rodillas. Con un gesto , cerda indica a amber que abra la boca.
Cerda baja sus vestiduras pegando su coño a la boca de amber. Después de un pequeño esfuerzo, cerda brinda su liquido dorado en la boca y en la cara de amber que ,sorprendida ,traga alguno retazos del liquido que recibe. Mira al amo, en aquella humillante posición, y observa como sonríe la acción de cerda.
Después del placer , esta había sido la forma de poner de manifiesto la jerarquía existente entre las esclavas y esclavos del castillo al que ahora pertenecía , y en la que cerda ocupaba un lugar preeminente ,que la meada en la boca de la sucia amber había puesto de manifiesto. La humillación sufrida y el largo tiempo de contención, volvieron a excitar a la esclava recién iniciada. Pero era tarde.
Todos los concelebrantes se levantaban de sus sitios, no sin que cada amo meara a su esclavo o esclava ,antes de iniciar la marcha al abrevadero, en definitiva señal de posesión. Amber, mas desgraciada que el resto, recibió pues dos meadas en su sucia boca: la de cerda y la de su amo.
Por fin, próximo el amanecer, los esclavos eran de nuevo higienizados. Se les entregaba la capa que protegería sus cuerpos de ahora en adelante. Amber, además , vio como su collar de cuero era sustituido por otro de terciopelo rojo, en donde figuraba una anilla para ser llevada con cadena , y una pequeña placa con su nombre. La cadena fue entregada definitivamente a Ricard, que la portó sin mediar palabra hasta las caballerizas.
Desde allí Ricard montado en su caballo, partió con las dos esclavas a pie sujetas por sendas cadenas, con sus muñecas atadas a la espalda, orgullosas y felices de ser dos cerdas cautivas prestas a dar el placer a su amo, que la educación recibida les obligaba.
A la mañana siguiente llegaron al castillo del que raramente saldrían, y en el que prestarían un reñido servicio a su amo en el futuro.
Pero eso será objeto de otra crónica en la que se narrará la competencia entre las esclavas del castillo
Se agradecen sugerencias e ideas, en general sobre este relato y sobre los del resto de la serie. En particular, puedes sugerir ideas sobre la evolución del personaje de la esclava protagonista, en el sentido que mas te apetezca. Ricardo ( xxman24@hotmail.com)
Mi intención es crear nuevos ciclos sobre esta esclava y sobre otros personajes secundarios.
Animo, os espero
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