Mi sensual vecina pelirroja de 10 años, Dana. 2
Mi sensual vecina pelirroja de 10 años, Dana. 2.
Gotas de lluvia golpean contra la ventana de mi cuarto. Delgadas, delicadas y reconfortantes. La mañana es fría. Dana titirita un poco de frío sin despertar, la mitad de su cuerpo está afuera de las sabanas y el edredón, la acomodo y la tapo bien. Qué ternura siento por aquella criatura tan delgada, delicada y reconfortante. Sus cabellos carmesí se acomodan en la almohada, sus delgadas piernas y su coñito rosa y sin vello alguno rozan desnudos con las cobijas de mi colchón. Nadie pensaría que esa pequeña que aún no tenía ni 10 años me había dado la mejor noche de sexo de mi vida apenas unas horas antes.
Camino al baño también desnudo, orino con la verga semierecta. Despertar con Dana a lado mio y luego verla acostada tan contenta y complacida me habían puesto caliente, pero intenté controlarme. Me metí al baño para bajarme la excitación y pensar más racionalmente. No pude. No podía pensar en nada más que esa pequeña y sensual niña de nalguitas de marfil y vagina de diosa. Me lavé bien, dejé que el agua corriera un poco. Salí secándome todo y aún desnudo y veo que mi pequeña niña se estira y bosteza. Me lanza una sonrisa hermosa, tierna y encantadora y yo sin poder resistirme a ella voy a la cama y la abrazo. Dana me abraza también, me ve desde abajo y yo simplemente no soporto la situación. Sentír su piel contra la mía, ambos desnudos. Tomo su cabeza, y la empujo hacia abajo, la nena no sabe bien qué hacer pero yo la controlo. Mi verga está parada de nuevo y pongo su rostro frente a ella. La niña me ve desde abajo perpleja. Tal vez fue porque la noche anterior estaba muy oscuro, pero parece más sorprendida por mi verga. Sin darle tiempo de exclamar o preguntar cualquier cosa, le abro la boca apretando sus cachetes con mis manos y le meto la verga de un solo golpe hasta el fondo. Ese instante fue glorioso, mi verga entró en el calor de esa rica boca y yo me empecé a mover de atrás para adelante queriendo follarle esa boca, penetrarle y reafirmarle quién era su hombre. La escuincla se ahoga con mi trozo dentro suyo, yo aumento la velocidad, mis embestidas eran más profundas y potentes con cada metida. Tomo con una mano su barbilla y con la otra su nuca para controlar bien mis movimientos, para violarle bien la boquita de puta que tenía. Ella se ahogaba, tosía y empujaba con sus manitas blancas de muñeca mis muslos queriendo zafarse, pero yo no podía… no quería sacar mi verga de esa esos labios y esa lengua. Estaba a punto de venirme cuando el teléfono sonó. “No puede ser” pensé. Creí que podría ignorarlo pero el sonido era molesto y angustiante, y la misma niña se había desconcentrado por completo. Voltee a ver el celular y era Alexia, la mamá de la niña. “¡Carajo!” Pronuncié en voz alta de forma involuntaria. Contesté rápido para que no se asustara y no me generara problemas.
-Bueno ¿amor? Alexia, ¿cómo estás? – dije mientras hacia que Dana no dejara de tragarse mi trozo de carne dura y caliente
-¡Amor! Hola, apenas estoy en Copenhague, mi tren sale en unas horas más para llegar a Gotemburgo, ¿Ustedes cómo están? ¿Qué hace mi nena?
Oh su nena estaba demasiado ocupada satisfaciendome como una buena mujer, como una perrita en celo que necesita verga para estar bien alimentada. Sus labios apretaban mi mástil, en sus cachetes se marcaba el contorno de mi verga al golpear con sus paredes interiores y con su lengua acariciaba mi glande con una pericia increíble que solo mujeres de 22 años me habían hecho sentir. Esta niña tenía talento de puta y un hambre innegable de verga. Pero obviamente no le diría eso.
– Oh sigue dormida, Alexia, ¿quieres que la despierte para que te salude?
-¿Dormida? Ay por lo general Dana despierta más temprano
-Es que anoche nos quedamos viendo películas hasta tarde
-No me la malcríes por favor, eh.
-Claro que no amor, tu estate tranquila que aquí la voy a cuidar y como nadie más – le contesté, intentando mitigar mis gemidos producto de las succiones que Dana me hacia en la verga, la empujaba bien el fondo y ella aleteaba con las manos queriendo zafarse.
-Esta bien, amor, les llamo en un par de horas más para saludar a Dana. Te quiero y te extraño.
– Yo también a ti, hermosa, tan pronto despierte la niña hacemos lo posible para comunicarnos contigo
– Esta bien, al rato les hablo, bye.
Alexia era de verdad una madre cuidadosa, responsable e inteligente. O al menos tan inteligente como una mujer podía ser. Pero se había topado conmigo, y ahora su pequeña adoración estaba bien prendida a mi verga. Aventé el teléfono y con ambas manos en su nuca, me empecé a follar su boquita. Se la metía duro hasta el fondo, a veces no la dejaba respirar y hasta que veía que ya no podía más, la soltaba. Su boquita infantil me satisfacía como no tienen idea, le dí un par de cachetadas mientras mi verga se marcaba en su mejilla, la escena me provocó tanto morbo que no pude aguantar más y empecé a venirme dentro de su boca. La sostuve con fuerza, ella quería apartarse pero yo no la dejé, me vacié todo adentro suyo, la tomé de los cabellos, me saque la verga y limpie mi punta en sus labios, era tanta la leche que había sacado en esa corrida que no se pudo tragar toda a pesar de mi empujones. La leche se le fue escurriendo por su boquita, al principio estaba algo asustada y desorientada, pero luego me sonrío con timidez y ternura mientras mi semen se le regaba por la barbilla y hasta sus pequeñas pero bien formadas tetas.
Caí sudado en la cama y acaricie las piernas de mi joven amante, quien yacía de rodillas sobre la cama, sentada sobre tus talones. Le dije que se metiera a bañar, que un momento la alcanzaba. Ella se levanto y pude ver sus suaves nalguitas contonearse mientras caminaba a mi baño. Quedé acostado un rato, respiré y me recuperé. Luego me levanté para ir a bañarme con la bella Dana.
Alexia pasó dos semanas en Suecia, le llamaba a su hija al menos tres veces al día, una por la mañana antes de que Dana se fuera a la escuela, otra por la tarde cuando volvía, y otra por la noche antes de dormir. Era disciplinada en eso. Pero no es que importara mucho, yo me cogía a Dana la misma cantidad de veces el día. Una antes de que ir a dejarla a la escuela, a veces con uniforme, a veces completamente desnuda; a veces (por fantasía mía) con dos coletas, a veces con el cabello completamente suelto. Era mi ninfa, mi sílfide. Durante dos semanas enteras me drenó la leche a diario, fueron días de mucha lujuria y deseo mutuo. Ella se moría por mi y por lo que le hacía, le gustaba sentirse querida y valorada. Fueron semanas decisivas no solo para consolidar nuestro amor y mi control hacía ella, sino para toda su vida (ya les iré contando).
Cuando volvió su mamá tuve miedo, miedo de que fuera más difícil tener a Dana. Y si bien sí se redujeron drásticamente las veces que cogiamos a la semana, aún hallábamos espacios para hacerlo. Cuando la niña volvía de la escuela y su mamá seguía trabajando, y los fines de semana cuando Alexia se iba al club deportivo y podíamos quedarnos todo el día disfrutándonos. Fue una época maravillosa, durante año y medio fue así. Por las noches me cogía a Alexia, quien también me daba momentos de gran placer; y por las tardes estaba con Danita. Ambas se convirtieron en mis mujeres.
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Un fenómeno extraño, poco estudiado pero profundamente útil son los efectos que tiene en las niñas el semen de macho maduro. Durante poco más de año y medio Dana estuvo recibiendo mi rica leche, por su vagina, ano y boquita, no tengo la certeza pero creo que todo ese néctar que ella exigía con singular alegría y placer lograron que se pusiera mucho más hermosa y buena para su edad. A sus 12 años sus pechos eran grandecitos, firmes y con una forma perfecta. Su cintura también se había tornado más definida y hasta sus nalguitas habían crecido (eso, la verdad, más por las clases de natación y gimnasia que tomaba). Se ponía cada día más hermosa, más sabrosa, más apetecible, más mujer. Estaba tomando la figura que una mujer fina, con clase y alcurnia, debía tener. Y todo gracias a mis cogidas constantes.
Después de un tiempo, cuando Dana recién había cumplido sus 12 años, le pedí a Alexia que me dejara salir con la niña a un viaje solo nosotros dos, como “padre e hija”. A Alexia siempre le alegró la facilidad con la que yo me había relacionado con Dana, no era ingenua ni tonta, pero confiaba mucho en mi y jamas se le cruzó por la mente todo lo que yo hacía con su hija. Aceptó y decidí rentar una cabaña en noviembre y llevármela por 4 días al bosque, quería que la niña gritara , sin pena ni impedimentos, con el frío del bosque, la tranquilidad, el viento y las hojas de los arboles golpearse una a otra en un canto natural.
En el viaje le pedí a Danita que se quitara el calzón, me gustaba irla tocando, sobando su rica vagina rosada. A pesar de todo lo que me la cogía, seguía hermosa y perfecta. Bendita juventud. Después de un rato la verga del pantalón me apretaba mucho, así que le dije a Dana que me sacara la reata y la metiera en su boquita de zorrita. La niña obedeció como buena mujer y me la empezó a mamar mientras yo conducía por la carretera libre, estaba sola, ya sea por la hora o porque en general no es un camino muy transitado. Apenas vi un par de carros, un par de camiones en las 3 horas de viaje, a todos los veía con una sonrisa burlona, sin saber lo bien que la estaba pasando en ese auto. Le tocaba la cintura y las tetas a mi nena, le apretaba las nalgas y empujaba fuerte tu cabeza para que se le metiera bien hasta el fondo mi verga, la sostenía ahí aun cuando ya no podía respirar, lo hacía con malicia, una forma de recordarle quien mandaba. La nena se la sacaba y respiraba hondo. Al final me vine en un gran chorro de semen espeso dentro de tu boquita que ella apenas y pudo tragar, hice que se lo comiera todo y que me limpiara bien la verga, que no quedara nada, cada gota contaba para que esa mujercita creciera grande, fuerte y buenota.
Llegamos y Dana se asombró por el lugar, lleno de arboles enormes y frondosos, y la cabaña era igual: Una estructura de dos pisos con varias habitaciones, aunque apenas y usaríamos una sola. La niña corrió de arriba a abajo, se subía y bajaba de los sillones y camas, parecía estar en un patio de juegos, brincaba y se reía y se me aventaba a mis brazos para besarme. Yo la abracé y la cargué desde sus pompitas, se las apreté por debo de su falda y la empecé a besar en la boca. Así, sin esperar nada más me la llevé cargando directamente al que sería nuestro cuarto, abrí la puerta y la aventé a la cama. Su macho estaba listo para poseerla y encamarse con ella. Me bajé el pantalón dejando mi pito erecto a su vista, la nena la buscó con los labios deseosa de poder chupar su más preciado dulce pero se lo negué, antes de chuparlo debía ganárselo.
Me acerqué a ella y le apreté el cuello, apenas y podía respirar la pequeña e infantil puta pelirroja que estaba a punto de cogerme. A Dana eso le excitaba, movía sus piernitas como queriendo escapar pero mi fuerza era mayor. Con la otra mano metí dos dedos a su vagina rosada y la empecé a penetrar así. Si la niña hubiera podido hablar o respirar apropiadamente seguro habría gritado al sentir mis dedos dentro suyos. Su carita se ponía más roja, decido soltarla cuando vi que ya no soportaba más. La dejé respirar, me levanté orgulloso frente a ella, le arranqué la blusa y la manga, se las rompí como un maldito desquiciado, no me importaba que su madre preguntara por su ropa, me aventé sobre ella y le empecé a tomar como un verdadero hombre toma a una mujer. La abrí de patas, abrí sus piernas y con mi venuda verga me abrí espacio en su vagina, la niña gritó, pataleo, se revolcó en la cama pero yo no me quité de encima suyo. La veía como aquella primera vez, sin impedimentos, sin inhibiciones, sin nadie que pudiera escuchar los gritos de una niña de 12 años siendo penetrada por la verga de un hombre de más de 40. Entraba y salía, lento pero duro. Con cada metida me esforzaba porque llegara más profundo, más hondo, que mi verga entrara más y más, que esa nena sintiera toda mi hombría. Estaba tan entrado en mis penetraciones que no me di cuenta que mi nena lloraba. Me calmé, respiré profundo, y le dije a mi niña si estaba bien. Ella solo asintió, sin decir palabra. Tal vez me había emocionado demás. La besé en las mejillas y dejé que me abrazara, la seguí perforando pero con más ternura y compasión. Ahora era turno de hacerla gozar un poco más, de premiar su buen comportamiento. Le acariciaba rápido el clítoris sin dejar de cogermela, empecé a subir la velocidad hasta que la niña tuvo varios espasmos en señal de que se había corrido.
Ella cayó como desmayada, sin fuerzas en su cuerpo, y ahí aproveché para hacerle lo que quise. La voltee para verle esas ricas nalgas, y la empecé a coger así por su rico ano, ya estaba bien adaptado a mi verga así que no fue difícil. Dan empezó a gritar cuando se le quitó lo adormecida, mis huevos chocaban contras sus ricas y blancas nalgas, le di duro, muy duro hasta que mis huevos se vaciaron por completo en su delicado orificio trasero. Mi leche se embarró por sus ricos glúteos y su caí cansado a su lado. La tierna niña me abrazó, me besó, se entregó en cuerpo y alma a mi ese fin de semana. Cogimos en la sala, en el comedor, a veces era tanta mi excitación que no la dejaba ni terminar su comida. Descansábamos un poco viendo películas pero pronto volvimos a la acción. No hubo lugar ni tiempo en esa cabaña que Dana no fuera mía, que no me la cogiera como solo un verdadero hombre saber hacerlo. Y ella era una princesa hecha a medida para mi, una hembra cuyo vagina parecía guardar mi verga como un guante hecho a medida. Yo era el amor de su vida, y la educaría para ser una jovencita de bien, pero sobre todo, una jovencita sabrosa que me satisficiera.
Excitante y con morbo, deberias continuarlo y que participe la mamá.
Buen relato bro… continuarás lo de la sobrina daryela?