¿Quiere un dulce el Señor? – El Reencuentro.
La endiablada putilla movía sus caderas en círculos y refregaba su chochito ardoroso en mi boca, era increíble la cantidad de fluidos que esta lampiña chiquita emanaba de su conchita, su vagina rosácea y apretadita bullía casi a formar gorgoritos ….
Estuve toda la semana pensando a ese fortuito encuentro con esta niña desamparada, no podía sacarme de la cabeza ese chocho minúsculo y mojadito, el goce de la pequeña al sentir mis caricias, para finalmente tener un formidable orgasmo con las lamidas de mi sedienta lengua, luego su pequeña boca cerrándose sobre mi pene hasta recibir mi descarga de esperma y engullirlo hasta la última gota, toda esta situación me mantenía con mi verga con constantes erecciones, me calmaba con una que otra chaquetica, pero las imágenes no me daban paz.
Me encontraba en una situación para nada agradable, porque soy un hombre maduro, divorciado, pero con sobrino-nietas de edades similares a la de esta pequeña, me sentía bastante en culpa, pero a su vez tenía una calentura por esa chiquita que me hacía sentir vigoroso, vivo, pero también un viejo verde e inmoral, mi conciencia me machacaba el alma, pero por las tardes mi huevos hervían al pensar en el guante aterciopelado de la pequeña concha de esta chiquilla.
Después de esa semana comencé a girar por los alrededores de la estación Metro de Cal y Canto, cruzaba el Mapocho y volvía por la misma ruta, después de girar por el sector una o dos horas, me retiraba, evidentemente se había ido a otro sector, sé que hay bandas que no permiten que interfieran con sus ventas callejeras, no admiten vendedores extraños y los amenazan y ahuyentan, pensé que algo así podría haber pasado con esta pequeña particularmente indefensa y vulnerable.
Había renunciado a buscarla, pero al regreso de mi trabajo debía pasar por el sector y no cesaba de transitar a velocidad reducida y la buscaba barriendo con la vista ambos costados de la avenida, hasta que un día que ya me iba y la divisé como saliendo de la estación del metro, era una tarde muy fría, estaba descendiendo una ligera neblina sobre la ciudad, me acerqué con mi vehículo hacia la acera y le toqué la bocina, ella un poco desorientada se volteó a mirar, pero no me vio, por lo que volví a hacer sonar mi claxon, ella se fijó en mi carro y comenzó a caminar hacia mí, baje el vidrio y ella me reconoció − ¡oh! Señor … ¿cómo esta? … − me dijo con una amplia sonrisa − ¡Hola! Nenita … ¿que estas vendiendo esta vez? – le pregunté − ¡ah! … tengo estos Super ocho … dos en mil y estas mentitas también a dos en mil – me dijo como esperanzada de hacer una buena venta conmigo − ¿y cuantos tienes? – me miró y escarbó en su caja de cartón − ¡oh! Señor … son muchos … no sabría decirle – me dijo masticando su chicle y preocupada que no le comprara nada – si subes al carro te los compraré todos – le dije apurando la situación, su carita se le iluminó instantáneamente y corrió a subir al auto, esta vez ella vestía unos jeans rosados que le andaban estrechos para su cuerpecito, un polar fucsia muy ancho, quizás era de su hermano y un cortavientos sin mangas de un verde oscuro.
La pequeña se sentó y acomodó en el asiento y me mostró sus jeans −estos me los compré con la venta que le hice a usted la última vez – me dijo como orgullosa de haber podido cambiar algo de su guardarropa, yo estaba pensando donde llevarla porque no quería estar con ella en la incomodidad del vehículo y con el peligro de que alguien nos sorprendiera, además yo la quería conmigo por un tiempo más largo, como vivo solo, me decidí a correr el riesgo y llevarla a mi departamento, total normalmente cuando yo me retiro es tan tarde que no me cruzo con vecinos fisgones ni otras personas que pudieran reparar en esta pequeña.
− ¿Has visto cuantos confites te quedan? – le pregunté – no lo sé Señor … espere un poco – y comenzó a contar su mercadería – Señor … son quince Super ocho y veinte bolsitas de menta – me dijo un poco compungida por la cantidad − ¿y cuánto sería eso en plata? – dije haciendo como que examinaba el contenido de la cajita − ¡oh! es mucho Señor … pero podría dejárselo en dieciséis mil pesos todo – me dijo negociando el precio de su mercancía, pero yo estaba interesado en otra cosa y no sé si ella lo percibía o no, era tan dulce su inocencia, real o no − ¿estás segura? – le pregunté levantando una ceja y frunciendo el ceño, ella me miró algo acongojada − ¡oh! Señor … por ser usted se lo dejare en quince mil todo – agregó apresurada para no perder el cliente − ¿te recuerdas que la otra vez te hice una propuesta? – le dije y ella bajo la vista mordiéndose su labiecito – Sí Señor … me recuerdo muy bien – dijo tímidamente − bueno la propuesta es la siguiente … visto que son tantos los dulces … ¿estarías dispuesta a acompañarme a mi casa? … así me ayudas a bajarlos … − le solté si saber a ciencia cierta su respuesta – además, te los compraré todos … por … digamos veinte mil pesos … y aquí tienes algo más por acompañarme … − le dije pasándole treinta mil pesos, ella ávidamente tomó el dinero, lo revisó y lo guardó – ¡gracias! Señor … ¡gracias! … − dijo, yo no quise agregar nada más, ya había aceptado de ir a mi departamento, ya habría tiempo para seguir negociando.
− ¿Me permite de escuchar música, Señor? – dijo la nena haciéndose cargo de la radio, como la vez anterior colocando una alocada música – no le subas mucho el volumen … estamos por llegar a mi casa – le dije cuando estábamos a un par de calles de mi departamento – altiro le bajo el volumen … disculpe, Señor … − me dijo la chicoca – deja de llamarme “Señor” … mi nombre es Jorge … y a propósito ¿Cuál es tú nombre? … − le pregunté – mi papá me llama Verónica … pero mi pololo me llama Vanessa … − me dijo muy suelta de cuerpo – pero como … ¿tienes nueve años y ya tienes pololo? … − le dije un poco sorprendido − ¡sí! … mi pololo se llama Manuel y conduce un colectivo de esos amarillos … de esos que van para Curacaví … − me dijo – él a veces me lleva para su casa, pero no me deja quedarme … − agregó un poco desencantada – entonces él te da dinero – aseveré − ¡no! … compramos un pollo asadito y nos vamos a la casa de él … y eso … a veces me compra la mercadería … como usted … − concluyó – pero cuando vas a casa de él ¿hacen alguna cosa? – le dije inquisitivamente − ¡pero claro! … él es mi pololo … hacemos lo que hacen los pololos … obvio – me dijo con toda seguridad.
Llegamos en las cercanías de Matucana y di toda una vuelta de manzana para ver si había alguien a la entrada del edificio, no había tráfico ni nada, así que retrocedí unos metros y entre al estacionamiento, como siempre no había nadie, tomé mi maletín y la chica bajó con la caja de mentas y chocolates, subimos al sexto piso y no nos cruzamos con nadie – no vayas a hacer ruido – le dije en voz baja – no Seño … umh … Jorge … − entramos y cerré la puerta cautelosamente.
Yo me moría de ganas de saltarle encima, pero la noche era joven y estábamos al fin solos y en la seguridad de mi casa − ¿te gustaría tomar un baño? – le pregunté − ¿a esta hora? – me retrucó, yo la quedé mirando y ella colocó sus manitos en sus caderas y con cara de niña mañosa − ¿y agua caliente tienes? – a este punto la cosa me resultaba hasta divertida – por supuesto que hay agua caliente, incluso si quieres podemos lavar tu ropa mientras nos bañamos y luego la pondremos en la secadora … ¿te parece? – ella me miró un poco perpleja − ¿de veras tienes todos esos adelantos? – me dijo dubitativa – así es Vanessa … hay de todo lo que tú quieras – le dije – debe ser muy rico usted para tener todas esas cosas tan modernas … − me dijo indagatoriamente − ¡no! … no soy rico, pero tengo un buen trabajo … ¿te va de bañarnos juntos? – le pregunte para apresurar las cosas − ¡sí! … pero quiero algo … − me dijo y yo imaginé más dinero – dime chiquilla … ¿qué es lo que quieres? – pregunté – quiero comer algo y también que me laves la ropa … umh … Jorge – me dijo con una mirada escurridiza – niña por dios … primero iremos a la ducha para bañarnos y luego comeremos unos huevito fritos con un jugoso bistec, tengo pan de molde también y una torta de ayer … ¿te parece bien como comida? – dije yo − ¡uy! que rico … porque no alcancé ni siquiera a almorzar hoy día … − me dijo sonriendo animosamente.
Me la llevé a mi cuarto y ella se desvistió en un abrir y cerrar de ojos, la tenía toda desnudita delante a mí y con una manito se tapaba su almejita, yo me desvestí con la verga dura como palo, ella me miraba e inocentemente trataba de cubrir esos senos inexistentes en su pechito, le tomé la mano y me pareció tan pequeñita al lado mío, yo soy alto 1,86 y ella poco más de un metro o quizás menos, no me resistí a tomarla en brazos como a una muñeca de porcelana, sus pezoncitos quedaron a la altura de mi boca y les pasé la lengua, ella reía divertida, lo más sorprendente es que no demostraba ningún temor, la alcé hasta tener su conchita a la altura de mi nariz, su olor era embriagador, mientras el yacusi se llenaba, la deposité en el agua y comencé a enjabonar sus muslitos y con mucha espuma en mis dedos comencé a buscar la rajita de su sexo.
Me senté en la vasca con burbujas de jabón por todos lados, ella estaba maravillada con todos esos chorros de agua caliente que salían de diferentes partes, la senté en mi regazo con mi verga entre sus delgados muslos, ella se apoyó en mí pecho y yo extraje la ducha teléfono para lavar sus cabellos, no le gustó mucho porque dijo que le iba a costar peinarse, yo le dije que no se preocupara, porque le daría dinero para que fuera a peinarse a una salón de belleza del centro, se tranquilizó inmediatamente, permitiéndome echar bastante shampo a sus gráciles cabellos, una agua oscura salió de esa maraña que tenía en su cabeza, aproveche a mirarla bien y no tenía piojos, lave su cuerpecito deleitándome con sus gemidos y chillidos de niña, una vez que estuvo bien lavada, sus cabellos tomaron un tono más claro y brillante, sus cabellos eran largos y lisos, su piel blanquísima y su carita de ángel, con unos labios casi dibujados, rosados y carnosos, le di un beso en la boca y ella la abrió permitiendo a mi lengua tocar la suya, moví mi mano a su culo, con la esponja llené sus pequeños y mullidos glúteos de jabón, luego inserté un dedo en su ano, ella se apretó a mí y me besó con más fuerzas, entonces intenté meter un segundo dedo − ¡ay! … no tan fuerte … y más despacito … si no me duele – dijo moviendo su culito en círculos.
Comencé a culear su estrecho culo con un solo dedo, ella tomó mi verga y comenzó a masajearla como lo haría cualquier mujer, solo que su manita apena si podía con la envergadura de mi pene, cada vez me maravillaba más de cómo una nena pudiese tener toda esa experiencia, pero mi miembro estaba a punto de explotar, ahora ella estaba a horcajadas casi sobre mi verga, sin soltar mi pene Vanessa comenzó a refregar su conchita sobre mi glande y poco a poco lo iba introduciendo, no podía imaginar lo suave y estrecho de este pequeño coño, no sé cuanto de mi miembro se había adentrado en su chocho, pero no me pude aguantar y me corrí dentro de ella, ella lo sintió y se apretó a mi pecho gimiendo, mi semen inundó su vagina, lubricándola más, mi pene perdió solo un poco de la erección, gracias a esto, el resto de mi verga se clavó mullidamente en esa panocha infantil, ella movía sus caderas facilitando una profunda penetración, Vanessa se estremeció un par de veces, abrazándose con fuerza a mí, pequeños gritos salían de su boca y me mordió una oreja con la excitación de su propio orgasmo.
La mantuve apretada a mi pecho mientras ella continuaba a estremecerse y a gemir, yo también estaba gimiendo y gozando de su estrecho sexo, se separó un poco de mi − ¿te sientes bien, Jorge? – me preguntó la nena con un tono de preocupación – estoy perfectamente bien, nenita … me has hecho muy feliz – le dije, ella me beso en la nariz – estas jadeando mucho … como si estuvieras cansado – dijo ella alzándose despacito para hacer deslizar mi verga fuera de su chocho, cuando estaba saliendo la punta de mi verga, ella se abrazó a mí gimiendo – también tú me has hecho sentir muy feliz – dijo levantándose y sentándose en mi vientre, yo le tome sus pechitos planos y pasé suavemente la esponja en sus diminutos pezones, ella dócilmente abrió sus muslos y mi polla comenzó a revivir una vez más – ¡esta nenita es mejor que el viagra! – pensé lascivamente.
Estuvimos por cerca de media hora inmersos en la tibieza del yacusi, probé a meterlo en su culito, pero dada las muestras de dolor desistí por el momento, pero antes de salir del agua la chiquita se enderezó y comenzó a jugar con mi pene − ¡oh! cómo es grande … me llega al ombligo – decía con su vocecita divertida, puso sus dos manitas y comenzó a hacerme una paja, yo me relajé y la deje hacer, me puse duro como palo y ella espontáneamente se levantó y se dejo caer sobre mi miembro en un instante, puso sus manos en mis rodillas y comenzó a mover sus caderas con rapidez, sus glúteos hacían espuma subiendo y bajando en el agua, había un ruido como chapoteo y ella se deleitaba dando chillidos y risotadas, se quejaba y chillaba, pero no disminuía sus movimientos, mis ojos estaban fijos en esos dos huequitos que se formaban al final de su espalda antes de sus nalgas, su pequeño trasero tenía una forma de corazón perfecta, hizo vibrar el agua y saltó haciendo salir mi pene de su conchita, tuve la intención de tomarla por las caderas y empalarla en mi verga, pero el espectáculo de su orgasmo me tenía subyugado, miré como sus glúteos se movían con sus músculos y ella continuaba a mover sus caderitas en el agua y a gemir casi sollozando.
La deje que se recuperara de sus convulsiones y exaltación de su goce, era también para mí un gocé tremendo ver a esta mujer en un cuerpo de niña, pues ya no había razón de dudarlos, la pequeña tenía mucha experiencia sexual y había aprendido precozmente a disfrutar plenamente de una penetración a su cartuchona vagina, nos salimos de la vasca y la sequé bien, puse sus ropajes a lavar y envuelta en una gran toalla me la llevé a mi dormitorio, me parecía de transportar una muñeca, ella arrebollada en la toalla se dejaba mimar, la deposité sobre mi cama y le encendí la Tv, me había olvidado de que había dejado el lector con un video porno, así que apareció una imagen de un muchacho de color dándosela por el culo a una muchachita adolescente, le dije si quería cambiarla y ella respondió negativamente, así que le dije que iba a preparar algo de comer y que ella disfrutara del video.
Preparé una sartenada de carne picadita con huevos, calenté un poco de pan en el microondas y me fui a buscar a mi pequeña huésped, estaba con su mano tocando su conchita mirando como la muchacha que follaba con el negrote, abría sus nalgas con sus manos y se tragaba una y otra vez la gruesa verga por su estrecho culo – ¡señorita! … deberías estar viendo “La Sirenita” o “El Rey León”, no esas – le dije en son de broma − ¿por qué? … si es lo mismo que tú querías hacerme en el baño … − me dijo en forma tan sensata que me dejó sin palabras – tienes razón tesoro – le dije, luego le pasé una remera mía y también unas viejas pantuflas – vamos cariño … vamos a comer algo … − le dije, se me escapó una carcajada verla tan pequeña con esa inmensa polera que le dejaba sus hombros al desnudo y esas viejas chancletas que debía caminar arrastrando los pies para que no se le salieran, el verla tan digna en tan indigno ropaje, con esos hombros desnudos, le daba una carga erótica relevante, también el modo en que había arreglado sus largos cabellos, un moño elegante y sofisticado que la hacía lucir como una mujer adulta refinada
Nos fuimos a la cocina y nos sentamos a comer, me asombró la cantidad que podía comer esta pequeña, luego recordé que había dicho que no había ni siquiera almorzado y ya no me pareció tan sorprendente, no hablaba solo comía y comía con verdadero placer – así que tienes un novio que también te lleva a su casa … ¿verdad? – le pregunté interesado en saber más cosas de esta picara ninfa sexual – sí … él me compra toda mi mercadería y luego me lleva pa’ allá – me respondió mientras atiborraba su boca de torta – ¿y él vive solo? … así como yo … − le dije − ¡no! … el tiene señora, pero ella trabaja en el hospital y cuando tiene turnos me puede llevar a su casa … obvio, ¿no? – no quise seguir preguntando pues ya había entendido suficiente − ¿te ha gustado la comida? ¿te sientes mejor ahora? – indagué – estaba todo muy rico – me dijo la nena sorbetéando su leche chocolatada y su nariz sucia de merengue de la torta, parecía realmente una de mis nietas, excepto porque vestía una vieja remera y bajo esa prenda yo sabía que estaba sentada completamente desnuda, me volvieron los pecaminosos pensamientos – vamos a mi dormitorio … − le dije y ella bebiendo el poco de leche que le quedaba, me respondió inocentemente − ¿y no me vas a hacer lavar todas estas cosas? – me volvió a sorprender su candidez – ¡no! … Vanessa … luego en la mañana lo haré yo mismo – le dije alzándome de la mesa.
Me fui a hacer una limpieza bucal antes de ir a la cama y ella se fue a continuar a ver el video triple “X”, me acerqué a ella y simplemente sentí olor a mujer, la diablilla se estaba tocando su conchita y mordiendo sus labios, me metí en pijamas a su lado − ¿nos vamos a dormir? – me preguntó frunciendo el ceño – ¡por supuesto que no! – le respondí prontamente – ¿y entonces para que el pijama? … ¡sácatelo! – me saqué mi pijama y ella hizo lo mismo con la remera, nos quedamos desnudos, ella arrimó a mi cuerpo su frágil humanidad y mi pene comenzó a reaccionar, su manita se apoderó de mi polla y la sicalíptica doncella bajó sus labiecitos hasta tocar mi glande y besuquearlo y lamerlo con abandono, como la más expertas de las putas, me hizo gemir, estiré mis manos y tire sus caderas hacia mí, la subí en vilo hasta que coloqué su conchita en mi boca, su sexo rosadito y diminuto empezó a recibir los ataques de mi lengua, pronto ella comenzó a gemir.
La endiablada putilla movía sus caderas en círculos y refregaba su chochito ardoroso en mi boca, era increíble la cantidad de fluidos que esta lampiña chiquita emanaba de su conchita, su vagina rosácea y apretadita bullía casi a formar gorgoritos, le hice abrir más sus piernecitas y alcance con la punta de mi lengua el puntito rugoso de su ano, la pequeña exhaló un lascivo quejido y apretó sus nalguitas, poco a poco penetré su ínfimo orificio, deleitándome de las contracciones de placer que estaba procurándole a la pequeña ninfómana, mientras tanto la chicoca engullía mi verga una y otra vez con algunas escandalosas chupadas, haciendo ruido de arcadas y ahogos.
El exquisito sexo oral que me procuraba su diminuta boca, me tenía moviendo mi pelvis para sentir la estrechez de su garganta, su delicioso culito rosado estaba bañado con mi saliva y mi lengua se insinuaba en su interior, la chiquilla apretaba los músculos de sus glúteos incesantemente, me concentre en su liliputiense clítoris y la chica dejó mi polla para iniciar un seductor y entusiasta movimientos de sus minúsculas ancas y chillando bramidos guturales y lujuriosos se corrió en mi boca convulsionando en un espasmódico orgasmo, sus pequeñas uñas arañaban mis muslos y su rostro se aplastaba contra mi pene casi en adoración.
Limpié de mi rostro el charco acuoso que la ninfa caliente había derramado y la tomé acomodándola sobre la cama, su exigua humanidad me obligó a colocar un cojín bajo su trasero, la nena abrió sus piernecillas y apoyé mi glande en sus minúsculos labiecitos, su muy apretado chochito dio la bienvenida a mi verga dura como palo, la penetré centímetro a centímetro hasta que la pequeña puso sus manitos en mi pecho y comenzó ella solita una danza del vientre que hizo espacio a toda la longitud de mi miembro, luego cuando se sintió cómoda se aferró a mis hombros y en susurros de su vocecita infantil, la escuche decir – culéame papito … culéame rico … pero despacito papito … la tienes muy grande … − sus murmullos eran como el trino de un avecilla recibiendo la primavera, sabía gozar la pendeja y me hacía deleitar de este momento que dentro de su morbosa inmoralidad e ilicitud, hacía que mi fuerza de macho fuese realzada superlativamente, transformándome en el semental que nunca fui.
Le hice el amor, dentro de la grotesca situación de ver a un adulto mayor sobre el cuerpo menudo y desnudo de una nenita, la dulzura con que ella recibía mi verga me tenía cogiéndola con el máximo de ternura, mi cetro se hundía una y otra vez en su conchita infantil, la pequeña ninfa besaba mis pectorales y yo no alcanzaba su boca y solo lograba besar sus cabellos que olían a shampo, la cogí delicadamente como si fuese una muñeca de porcelana, cuando sus muslos comenzaron a presionar mis flancos, aumenté ligeramente la velocidad y escuche su voz enronquecida – ahora papito … ssiii … ooohhh … más fuerte papito … aaahhh … ssiii … papito ssiii … − las contracciones producidas por su vagina fue más que suficiente para hacerme apretar mis nalgas y expulsar un hectolitro de semen dentro de su estrecho canal vaginal, ella convulsionó – ooohhh … ssiii papito … dámela toda … dame tu lechita papito … ssiii – no sé si la pergenia se volvió a correr o simplemente prolongue su orgasmo, pero creo que a mi edad estaba recibiendo un regalo … la aterciopelada calidez de la apretadita concha de esta diminuta doncella ninfómana – ¡Uuff mi dios! … ¡que placer! – pensé mientras me derrumbaba al lado de mi pequeña amante.
Vanessa acariciaba los pelos de mi pecho apoyando uno de sus muslos sobre mi vientre, poco a poco su manito comenzó a hacer círculos y a derivar hacia mi verga, se detuvo en mis tibios huevos – ¿todavía hay lechita aquí papito? – me decía la perversa jovencita con una voz de niña caprichosa, sus aterciopeladas caricias tuvieron el efecto de hacer que mi verga comenzase a endurecerse, con gran asombro para mi condición de adulto mayor, besando mi pecho y mi vientre se fue deslizando hasta que sentí su lengüita cosquilleando mi cabezota brillante de su saliva y la reciente rociada de esperma, con su aparato lingual escarbaba en el orificio de mi glande y bebía los restos de semen que lograba succionar, lo asombroso de todo era su experticia, la naturalidad con que esta pendeja se comportaba, como si fuera una mujerzuela cualquiera de esas que se encuentran en algunos parques o esquinas de la ciudad, pero no me importaba si era la prostituta de Babilonia o la Mesalina de Roma, su modo maduro de enfrentar el sexo era asombroso, recibía y daba con placer, increíblemente mi pene reaccionó una enésima vez y ella sin mucho preámbulo me monto a horcajadas y apuntando mi glande a su estrechez, con el peso de su cuerpo se fue empalando hasta incrustar mi pene hasta apoyarse con sus glúteos en mis bolas.
− Así papito … así … culéame riquito papito … hazlo papito … hazme sentir … culéame – la nena había comenzado a cabalgar mi herramienta con voracidad, su chochito resbaladizo engullía con ganas mí verga, se abrazó a mí y trataba de alcanzar mi boca, me incline a recibir su lengua y su boca abierta a mi lengua, nos fundimos en un beso inter generacional, mi chiquita, mi putita, me tenía otra vez duro como el acero con sus concupiscentes caricias y naturaleza lujuriosa, me mordía los labios y se colgaba de ellos mientras saltaba con su bajo vientre sobre mi pija, la levanté un poquito tratando de alcanzar sus pezoncitos, pero no fue posible, así que los atrape entre mis dedos y se los jale suavemente y luego los apreté con una cierta energía, la nena me mordió el labio casi con violencia, luego se enderezó con los ojos cerrados, apoyó sus manitos en mí pecho y comenzó un agresivo vaivén con sus caderas, tenía su boca entreabierta y jadeaba tiritando sicalípticamente, tomé sus flancos y la ensarté en mi polla reiteradamente con fuerza, ella gritó finalmente − ¡ay! sí papito … ssiii … más … culéame más fuerte papito … ssiii … − se desplomó sobre mi pecho casi sin fuerzas, pero sin dejar de mover sus caderas para no cesar en el mete-saca de mi verga, luego se enderezó y moviendo sus caderas, gradualmente fue aumentando su movimiento, su rostro ya no era el de una chicoca, más bien el de una pequeña mujer insaciable – acaba papito … acaba … dame tu lechita … déjame llenita … acaba … papito … acaba – la succión de su vagina, arranco desde el fondo de mis pelotas la totalidad de mi semen, mi corazón latía a mil, hasta tuve la sensación de un infarto, mi pecho comprimía mi corazón para forzarlo a latir y generar los espasmos necesarios a expulsar toda mi esperma, la chicoca con una sonrisa de oreja a oreja me dijo – ¿te gustó, papito? – mi agitado respirar no me permitía responder, así que moví mi cabeza afirmativamente y ella me abrazó con cierto ímpetu y pasión.
Me quede sintiendo ese cuerpecito que reposaba sobre mí, mi pene resbaló fuera de su chocho y cuando quise moverla me di cuenta que se había adormecido, así que como mejor pude, la arrebujé con las sabanas y cubiertas de la cama y la deje ahí inerme y consumida, la sentí indefensa y un poco de remordimientos de conciencia pasaron por mi mente, pero fue algo fugaz que no me disturbó, el sentir su frágil cuerpo femenino, era suficiente para disipar cualquier remordimiento, sentía que estaba mejor protegida por mí que rondar sola por las calles de la ciudad en valía de quizás quien, por lo menos conmigo tenía cobijo y protección.
Mis pensamientos iban y venían, algunos de quererla solo para mí, pero luego me decía que no podía ser posible, confundido con un torbellino en mi cabeza, me sentí cansado, pero más vivo que nunca, quizás me había transformado en un viejo verde, sentía mi ser renovado de energías, algo de su juvenil e infantil juventud, había sido absorbida por mi ser, así me quede dormido con una feliz sonrisa….
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Esta bueno, pero tambien de dos nenitas , una primita o hermanita?
Esperando la continuación, muy buen relato
Impecable👍