reencuentro con el viejito del chat
el viejito me demostró lo díficil, que es alejarse de alguien con quien estás destinada a encontrarte..
Luego de sentir sus chorros golpeando mi interior. Conmigo en brazos subió unas escaleras y entramos en un enorme cuarto, donde con mucho cuidado me acostó en una enorme cama. Cuando creí que ya no habría más cosas por hacer, se tiró sobre mí y con mucha ternura comenzó a besarme y lamerme. Primero mi rostro, luego mi cuello, unos segundos después mi pecho y así sucesivamente, luego al llegar a mi cintura, fue directamente a mis pies y desde allí inició a subir. Me acariciaba, me besaba y lamia las piernas que decía que tanto le gustaban, pero ese no fue el límite, al llegar a mi vagina, la lamió de tal modo que comencé a retorcerme de placer.
– Tenés la conchita más rica que he visto – comentó al hacer una pausa.
Yo amordazada por el placer no pude ni siquiera moverme. Esos lengüetazos eran anestésicos. Varios minutos más tarde, comenzó a meter sus dedos en mi vagina, primero uno, luego dos, hasta llegar a tres, que fue el límite. A continuación me volvió a levantar y cuando creí que volvería a meterla por mi trasero, su pene intentaba entrar a mi vagina.
– Ay, me duele – dije clavando mis uñas en su cuello.
– Tranquila – me dijo mientras seguía forzando la entrada.
– Ay, por favor deténgase – le supliqué antes de que entrara y me hiciera pegar un grito tan agudo que parecía cantante lírica.
Desde ese momento comenzó a entrar y salir y cada vez que llegaba al límite de mí vagina ejercía fuerza y lograba meterla uno o dos centímetros más. Así lo hizo hasta que logró meterlo entero.
Al principio dolió muchísimo; pero luego ese sentimiento fue desapareciendo y fue remplazado por placer, se sentía demasiado bien y me aferré tanto a ese hombre que cuando hubo terminado no lo quería soltar.
– ¿te gustó mi amor?
– Si – le respondí con la vergüenza que se había instalado en mí.
Él se acercó y me besó acariciando su lengua con la mía, fue mi primer beso y fue muy bueno.
Al llegar a casa eran las seis y media de la tarde. Y me recosté a pensar en lo que había pasado y en que me había dicho que no le dijera a nadie porque era nuestro secreto. A ese recuerdo lo tuve en la cabeza por mucho tiempo. Recuerdo que luego lo comencé a evitar, porque me sentía avergonzada supongo, al menos se sentía así.
Un mes y medio más tarde hubo una fiesta en el pueblo, cerca de un cerro. Siempre que había un evento, a mis amigas y a mí nos encantaba jugar a las escondidas, porque al haber tantos lugares para esconderse en el cerro, que era un poco difícil encontrar a las participantes.
Esa noche jugué con tres amigas, Rocío, Laura y Julia, la primera en contar fue Julia y no me pudo encontrar, tuve que salir yo misma de mi escondite. Luego contó Roció y ella si me encontró, por lo que cuando contó Laura me escondí en un lugar más alejado y mejor.
Cuando estaba en mi escondite, escuché una voz conocida detrás de mí, al mirar era el viejito.
– No me escribiste más, ni me volviste a visitar- dijo poniendo cara de tristeza.
Yo con ese sentimiento que desconocía albergado en mí, no pude responder solo agaché mi cabeza.
– Tranquila, no tengas miedo – me dijo con cara de preocupación.
Y entonces se acercó a mí, me abrazo y me dijo que nunca tuvo la intención de lastimarme, confesó que me deseaba tanto que no se pudo resistir. Luego me pidió perdón.
– Bueno – le respondí. Me sentí obligada a perdonarlo.
– Te puedo dar un beso – me preguntó.
– Y yo acepté.
Cuando Laura nos empezó a buscar, ya el viejito me la estaba metiendo salvajemente por el chocho, por suerte no me dolía, al contrario, se sentía tan bien, que el placer me obligaba a cerrar los ojos.
– Si, que rico, ay, ay , ay – decía el viejito en voz baja.
Luego de sentir sus tres largos chorros en mi vagina, uso como lubricante el semen que le quedaba en la salchicha y comenzó a meterla por mi trasero. Pensé que me haría encima o mejor dicho, le haría encima, al menos tuve esa sensación; pero por suerte no sucedió. En total me cogió cuatro veces, uno por el trasero, dos por la concha y uno en la boca, me agarró la cabeza, me metió su larga y gruesa salchicha en la boca que apenas cabía, y metiéndola y sacándola, luego de unos minutos, soltando un quejido, me llenó la boca con su salado y espeso semen.
Continuará…
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