Samantha de 11 (12) y su maestro pt.3
Sam se había vuelto muy buena en las mamadas; verla de pie frente a mi con su uniforme de taekwondo puesto y su cabello meneándose con el movimiento de su cabeza..
Hola nuevamente, comunidad de SST3. No esperaba escribir una tercera parte, gracias por los comentarios. Me gustaría aclarar antes de comenzar, a partir de esta parte Samantha ya contaba con 12 años.
Sin más que decir, vamos allá.
Desde mi último encuentro narrado con Sam (lo sucedido en la parte 2) había pasado todo un mes, debido a las clases y a que su madre ya no me la dejaba tanto tiempo después de clases, nuestro tiempo era muy reducido. Aún así, unas cuantas ocasiones nos las arreglamos para follar un rato. Algo que si era más fácil y en lo que Sam se había vuelto muy buena era en las mamadas; verla de pie frente a mi con su uniforme de taekwondo puesto y su cabello meneándose con el movimiento de su cabeza. Suele jugar con su lengua en la punta de mi verga, la da besos, y cuando menos me lo espero, hace su mayor esfuerzo para introducirla toda en su boquita. Luego de eso sonríe para si misma y repite unas cuantas veces más.
Aprendió también a tragarse mi corrida, al inicio no le gustaba, pero uno de esos pequeños encuentros, de lo bien que la estaba pasando, la tomé de su cabeza y no la dejaba salir, así hasta que vacíe toda mi carga dentro de su boca. Le decía que la tragara, tras unos segundos así lo hizo, podía escuchar su garganta haciendo ese típico ruido cuando te cuesta tratar algo. Aunque me dijo que no le había gustado, la próxima vez ya no se lo tuve que pedir, en incluso en la actualidad se la saborea. Ver como una nena de 11 años (12 actualmente) hace eso, nunca lo esperé, pero pocas cosas han superado la hermosura de esa imagen.
Como dije, había pasado un mes. Se me permitió aumentar el límite de alumnos a 10, pero no asistían más de 8, así que no cambiaba mucho el asunto.
Una tarde, después de una clase, Aurora (la madre de Sam) entró al Dojo, lo cuál era extraño, ya que ella siempre le tocaba la bocina a Sam para que ella saliera.
— Buenas tardes Maestro —dijo con su usual tono incómodo.
Como siempre, no fui más allá de la educación y me limite a responder.
— Mire, es que pronto será el cumpleaños de mi Samantha, y a pesar de que le dije que no, ella insiste en que quiere llevar a cabo un festejo aquí con sus compañeros —al escuchar eso vi a Samantha, estaba al otro lado del Dojo platicando con otros alumnos—. Ya ve lo desconsiderada que es la niña, no entiende los problemas e inconvenientes que sus caprichos pueden causar.
A decir verdad no era ningún inconveniente, pero si me molestó un poco que me enterara de sus intenciones por medio de su madre y no de ella, aún así, me seguía fastidiando más que Aurora hablara mal de Sam.
— Para nada es un inconveniente Sra. usted dígame que día quieren hacerlo y suspendemos las clases ese día para festejar a Sam.
Estábamos a miércoles, y la celebración sería el próximo lunes 13, aunque Sam cumplía el día domingo, 12 de julio.
El lunes llegó, se había avisado a los estudiantes que ese día no habría clases y que podían llegar con la ropa que quisieran.
Sam y su madre llegaron desde las 4 de la tarde, las clases suelen comenzar a las 6.
Es la primera vez que veía a Sam sin su uniforme, traía un overol casual café y una blusa blanca debajo. Traía su cabello recogido, no traía gafas, sino lentes de contacto. Se me hizo más hermosa que de costumbre.
Entre los tres preparamos todo el Dojo, acomodamos la mesa con el pastel y típicas bolsas de dulces. Incluso había un par de piñatas de no sé que personajes. Sam se apenó cuando las vi, insistía en dejar claro que era su madre quien las había pedido, fuera cierto o no, eso me hizo ver que a pesar de todo, ella seguía siendo en parte una niña.
La madre de Sam me había advertido que al ser lunes ella tendría trabajo y no estaría en el festejo, aunque eso me alegro, tuve que hacerme el decepcionado.
5:30 y estábamos Sam y yo solos. Tras terminar las preparaciones, solo bastaron uno instantes para que ella estuviera en mis brazos y nuestras lenguas que ya se conocían a la perfección, se encontrasen una vez más.
El dojo seguía cerrado y para no causar desastre, lleve a Sam al segundo piso en brazos. Al subir por las escaleras le iba desabrochando su overol. Apenas llegamos la tumbe en la cama y le dije que se quitara la ropa, pues no se podía mojar ni manchar, por mi parte hice lo mismo. En cuanto estuvimos desnudos, ella se inco al borde de la cama, se inclinó y comenzó a hacerme una mamada.
Su manita se deslizaba de arriba hacia abajo con rapidez, sentía su lengua recorriendo en círculos la la cabeza de mi verga, un flequillo de cabello de meneaba por los movimientos. Sus ojos permanecían cerrados, disfrutaba de aquel momento tanto como yo. En un momento comenzó a hacer algo que nunca había hecho, pero que fue una delicia. Pues se puso a succionar la punta de mi verga, sus labios ejercían fuerza como si quisiera sacar lo que venía ahí dentro, con suavidad pasaba su lengua, me miraba de reojo hacía arriba y sonreía. Por más que quise, no pude aguantar y terminé en su boquita, ella lo recibió gustosa, en cuanto se tragó mi corrida volvió para limpiar lo que había quedado.
Después de un rato la puse boca arriba en la cama, busque las braguitas que ella me había dejado anteriormente para marcar el límite que tendríamos (ya no era el mismo que el de la pt. 2), sin embargo en cuánto lo encontré y me lo estaba poniendo frente a ella, vi su rostro, oía sus suspiros, y sus ojos ansiosos por tener aquel trozo de carne dentro de ella, fue cuando entendí que ya no necesitaba marcar límites y que estaba lista.
Su cara se iluminó y desprendía emoción y temor al mismo tiempo cuando vio que me acercaba a ella sin marcar el límite.
Me iba a poner sobre ella cuando escucho que tocan el timbre del Dojo, sin darnos cuenta faltaban cinco minutos para las 6, y los alumnos comenzaron a llegar.
Ambos corrimos por nuestra ropa. Un minuto después, ya estábamos abajo recibiendo a sus compañeros con la excusa de que ella estaba en el baño y yo en el segundo piso terminando de arreglar unas cosas.
Su fiesta transcurrió de lo más normal, jugaron entre ellos, se sirvió el pastel, y pasaron a romper las piñatas.
Dos horas después, ya solamente quedaban Samantha y Mauricio (el niño que gusta de Sam). Estaban hablando al otro lado del dojo mientras los veía desde lejos.
No es que Mauricio estuviera feliz, pero pudo notarse como en cierto momento su expresión cambió a un semblante triste.
Quería seguir viendo su conversación, pero me marcó la madre de Sam para avisarme que tardaría en llegar aún, pero que «me lo recompensaría luego», al escuchar eso solo pude tener escalofríos. Le respondí que no tenía problemas con ello.
Cuando finalice la llamada, Mauricio estaba viniendo hacía mi, sus ojos estaban algo mojados, se despidió de mi con una voz apagada, (creo que no tengo que explicar la razón), y se fue con sus padres que habían llegado por él.
Nuevamente me encontraba solo con Sam, y obviamente no quería perder el tiempo. Cerré el dojo y esta vez fui yo quien sorprendió a Sam desde atrás, me agache un poco para estar a su altura y la comencé a acariciar, acariciaba su coñito sobre su ropa. Quería ahí mismo quitarle su ropa ponerla contra la pared y follarla entera, aquello de someterla contra la pared se había vuelto… una fantasía (creo que es la palabra más acertada). Sin embargo aún estaba consciente de que hacerlo abajo era peligroso, además, estaba sucio, así que la cargue como si fuese un costal, así podría ir tocando sus muslos mientras subía las escaleras.
Al llegar la tumbe sobre la cama y comencé a bajarme el pantalón y ropa interior, al igual que mi camisa, ella hizo lo mismo con su overol y tenis quedando solamente en braguitas y con su blusa blanca. Ya no me importaba si se le mojaba algo de su ropa, le había dado tiempo suficiente y no se lo había quitado, tomé sus piernas, la jale hacía el borde de la cama, las abrí y comencé a mamar su coñito sobre sus bragas, ya no me importaba que se mojaran, lo hacía como si estuviera desesperado, succionaba por encima de la tela, besaba sus muslos. Tomé la parte delantera de sus bragas y la estire hacia arriba haciendo que se le metiera en su rajita, ella lanzó un gemido, yo proseguí mi tarea y continúe chupandola.
— Feliz cumpleaños Sam —le dije mientras continuaba mi labor—. ¿Quieres tu regalo? Eh, ¿quieres que te la meta?
— Si maestro, por favor. —gemia mientras su espalda de arqueaba por el placer que sentía en su coñito.
Me alejé de ella, me puse de pie frente a la cama y le sonreí.
— Es tu cumpleaños, pero pido amablemente, ¿qué tanto lo quieres? —le dije mientras me masturbaba de pie frente a ella.
— Si. —respondió suspirando.
— No, no, no, pídela.
Se quedó en silencio un rato, desvió la mirada y dijo— Maestro, por favor, quiero su verga.
Aquello fue suficiente para mi y me acerque a ella, estaba acostada al borde de la cama con las piernas de fuera, le quite sus braguitas, levante sus piernas, las puse alrededor de mi torso y apunte a su coñito.
La cabeza se deslizó fácilmente, y entre de golpe hasta donde solíamos llegar. La voz que dejó salir se iba deshaciendo instante a instante. Metí el resto que faltaba de un pequeño golpe haciendo que ella tuviera un pequeño espasmo en reacción.
No fue necesario esperar más que unos instantes y comencé a moverme, como ya lo habíamos hecho anteriormente, sabía que no debía ser necesariamente «gentil» así que no inicie suave, sino que fue de un último tirón.
Procedí a sacar y a meter consecutivamente, a pesar de que entraba y salía sin dificultad, sus gemidos y reacciones musculares eran más fuertes que nunca.
Esto es algo que aún a día de hoy hacemos, me encanta verla retorcerse en la cama de placer, a veces me mira mientras lo hace y suele pasar su lengua por sus labios.
En cierto momento sentí como ella comenzó a apretarme del torso con sus piernas como si quisiera que llegara más dentro.
Tome sus dos manos y cuando tenía mi verga dentro de ella la jale hacia mí, la tenía cargando con sus piernas rodeando mi torso y sus brazos en mi cuello. La tomé de su culito como la primera vez y comencé a follarla en esa posición, la levantaba y la dejaba caer, cada vez más rápido, aunque no tan fuerte. Me acerque hacia la pared y recargue su espalda ahí, comencé a besarla, sus labios, cuello, orejas, todo eso mientras la seguía penetrando.
— ¡Dios, Sam! ¡Te amo, me encantas! —le decía entre beso y beso, olía delicioso, el aroma de una nena que acababa de cumplir 12, pero al mismo tiempo el de una chica que amaba el sexo—. Eres la putita más deliciosa que conozco. Quiero follarte siempre.
— ¡Maestro… quiero,… si! —decía sin completar alguna de sus frases.
Estábamos enloquecidos y poco me importaba que llegara su madre dentro de 5 o 10 minutos, quería someterla contra la pared. La bajé al suelo, le dije que se apoyara contra la pared con su culito parado y las piernas abiertas, aún así, traté de pararlo más.
La tomé de la cintura y ya sin avisarle la incruste de un golpe haciendo que ella casi pierda el equilibrio, la sostuve y comencé a follarla así. Tomé uno de su brazito derecho y lo aprisione contra su espalda, le agarraba ese brazo para que no pudiera moverlo mientras que con el otro se sostenía contra la pared, todo eso mientras seguía metiendo y sacando mi verga de su coñito.
Solo saber que aquel cuerpo tierno, aquellas caderas delgaditas, esa vocecita y varita de ángel estaba a mi voluntad, solo saber eso me daba demasiado placer.
Tras unos minutos dejé libre su brazito, pero no había terminado, levante su pierna derecha, la pegue más contra la pared, con cada empujón que daba para metersela, su cuerpo de alzaba un poquito. Ambos estábamos gimiendo demasiado, ella era la primera vez que sentía mi verga completa, y yo, tenerla de ese modo, quería ser más brusco, de seguro si fuera más joven o más idiota lo hubiera sido y lastimado a mi pequeña Sam, pero no.
Con mi mano izquierda busque su cuello y rostro, lo jale hacía mi, sin bajar su pierna derecha y sin dejar de metersela. Sentía sus labios chupar mis dedos y su lengua jugar con ellos. Ella misma metía y sacaba mis dedos, era como si me estuviera haciendo una mamada.
Todo aquello era demasiado y sin avisarle terminé dentro de su coñito. Sentí como su pierna, su torso comenzaron a tensarse, e incluso sus labios en mis dedos me apretaba.
Ella también había tenido un orgasmo.
Saque mis dedos de su boca, con esa misma mano me dirigí a la entrada de su coñito y comencé a darle palmadas, estaba empapada, sus jugos y mi corrida se escurría por sus muslos. La dejé inclinarse al frente para que se recargara en la pared (yo seguía sosteniendo su pierna al aire). Sin sacarle mi verga comencé a masturbarla ahí mismo, ahora incluso sus gemidos se entrecortaban, pero podía escuchar el placer en ellos, incluso cuando volteo para atrás, pude ver sus ojos casi idos y como de su boca había escurrido saliva.
Bajé su pierna y sentí como mi verga se salió de ella. Sin decirle nada, ella misma se dio la vuelta, se inclino hacía mi y comenzó a limpiar los restos que habían quedado en mi verga. A pesar de todo lo que habíamos hecho ella aún tenía energías, pues se lanzó y comenzó a mamar con ansias, como si la vida le fuera en ello, la introdujo en su boquita de un solo intento y la mantuvo ahí, incluso cuando nuevamente comenzó a endurecerse un poco no quería sacarla, hasta que comenzó a dar arcadas fue que la sacó unos segundos, para luego volver a introducirla y comenzar a meter y sacar. Me miraba con sus ojitos tiernos, no era una sonrisa pícara, si pudiera describirlo es como si ella estuviera feliz, y al mismo tiempo llena de placer.
Recuerdo ese momento y pienso en cómo me hubiera gustado grabar un video de aquello.
Sam continuó con su mamada durante varios minutos más. Hasta que logró que nuevamente estuviera erecto.
— ¿La pequeña putita Sam quiere más? Eh —dije con una sonrisa mientra la veía terminar de limpiar mi miembro.
Ella como de costumbre, no dijo nada, y se limitó a asentir. Ella quería más y yo quería dárselo. Su pequeño cuerpecito es (aún hoy día) la gloria para mi, ver su carita, como disfruta, se deja llevar. Aunque no sea muy expresiva con las palabras es algo que no cambiaría.
Me acosté sobre la cama boca arriba, ahora ella tendría el control. Lo entendió rápidamente y se montó sobre mi, se quito la blusa que era lo único que le quedaba, buscó la entrada de su coñito y dirigió mi verga hasta ese punto. La tenía de las caderas. Como dije, ella aún tenía energías suficientes para continuar, se dejó caer completa haciendo que entre de un golpe. Comenzó a levantarse y dejarse caer. Escuchaba el húmedo golpe de nuestros cuerpos chocar. Ver mi verga aparecer y desaparecer de ese cuerpecito, era increíble. Se inclinó hacia delante si dejar de meter y sacar, pensé que querría besarme, pero me sorprendí cuando el lugar de eso, buscó mis pezones, se acomodó el cabello y comenzó a lamerlos, nunca antes me lo habían hecho, y me sorprendió mucho lo buen que se sentía, su lengua paseando de aquí para allá, sus labios succionando, el leve roce de sus dientes. Dejaba caer su saliva y se dedicaba a esparcirla por todo mi pecho con su lengua. Fue lo mismo durante un par de minutos.
Seguía dando sentones, así que volvió a incorporarse, aún mantenía mis manos en su cintura. En una de esas que se dejó caer no volvió a sacarla, y en lugar de eso comenzó a menear su cadera, para adelante y para atrás, en círculos. Me llevó al cielo instantáneamente. Acariciaba su cuerpo, la dejaba bailar sobre mi como quisiese. La flexibilidad era increíble, era una excelente estudiante, muy flexible de por sí, y que usará eso a su favor a la hora de follar me volvía loco. Quería tener el control nuevamente, así que la sostuve fuerte y comencé movimientos veloces de mete y saca, ella saltaba sobre mi.
No la sacaba completamente, pero si lo suficiente para que se sintiera como entra de nuevo. Sus gemidos volvían a aumentar.
La traje hacía mi para besarla, esta vez fui yo quien metió mi lengua en su boca. Con una mano apreté fuerte mi rostro contra el suyo, una de sus manos se clavaba en mi brazo mientras que la otra se aferraba a las sábanas. Seguía sujentándole por su culito, follandola con velocidad e intensidad. Se despegó de mi y veía sus rostro, estaba lleno de placer.
— Pronto este será mío también, quiero romperte por ahí, quiero escucharte gritar Sam. —dije mientras le metía mi dedo índice en su culito, hizo una expresión de dolor que me provocó comenzar a moverlo, sin embargo no el tiempo no iba a dar para disfrutarlo ese día, la traje hacía mi para besarla nuevamente.
Estaba por correrme una última vez ese día, la abrace fuertemente por las caderas y terminé nuevamente dentro de ella. Quería aprovechar ese tiempo que no debía preocuparme por embarazos.
Tras unos segundos, la solté, se sentó sobre mí y comenzó a menearse nuevamente haciendo que mi corrida se salga de su coñito y escurra por sus piernas.
Cuando terminamos se dejó caer, estaba agotada ahora si. Estuvimos tumbados unos 25 minutos, hablando poco realmente. Ella me abrazaba y a cada rato me apretaba.
Cuando vi que se estaba quedando dormida la mande a lavarse. Mientras yo me cambiaba (pensé en meterme a la ducha con ella, pero no daría tiempo).
Nuevamente, unos minutos más tarde, llegó su madre, yo ya me había cambiado, así que baje a abrirle, ella seguía en la ducha.
Le comenté a Aurora (la madre) como había visto la fiesta, que todo estaba en orden, le ayude a subir a su camioneta los obsequios y cualquier otra cosa que debía llevarse. También aproveche ese tiempo a solas para comentarle de unas clases privadas para Sam (que en partes eran ciertas y en parte era para pasar tiempo con la niña). Los torneos se reanudarían pronto, y estaría mintiendo si digo que Samantha no merece estar ahí, (claro, si ella quiere).
La madre aceptó gustosa, así que le dije que la decisión final era de Sam. A los pocos minutos Samantha bajó vestida con su overol, me pareció increíble como tan solo un rato antes ese overol estaba tirado en mi habitación y yo me estaba follando a esa hermosa niña de ahora 12 años, cumpliendo esa fantasía que tenía de someterla contra la pared.
Y así terminó la primera vez que no marcamos un límite con Samantha. Aunque aún conservaba algunas actitudes, había dejado de ser una niña. Estaba seguro que a partir de ahora era más fácil que aguantara casi todo. Ya solo me faltaba darle por su culito.
Muchas gracias por haber leído nuevamente hasta el final de esta aventura con Samantha, sinceramente creía que sólo escribiría 2 partes (y eso sí gustaba). Sam es una joven tierna, si, ha probado ya los placeres del sexo, pero sigue manteniendo gran parte de la esencia de una niña pura y dulce.
La parte 4 será la última, ya que no veo que más podría contar de mis vivencias con Sam, no quiero ser repetitivo solo por sacar partes y partes, así que si, decidido. En la siguiente parte narraré como le di por el culo la primera vez, y será el final.
Puedes seguir con las historias de Sam, son geniales.
Muchas gracias amigo!! Pronto subiré la parte 4
Tus relatos están muy bueno espero como llegastes a su culito
Gracias por seguir la continuación de relatos y por comentar en ellos, espero subir pronto la parte 4, respecto al tema de la madre que comentaste en la parte 2, en el comentario de abajo hablé un poco al respecto.
Y… Si tienes sexo con esa hija de puta??? Me refiero a la mama. Pinche vieja. Parece que ni quiere a su niña… Pero, por que no tienes sexo con esa mujer??? Pareciera que te tiene ganas
Tú comentario me hizo el día amigo, pero ciertamente, eso parece en ocasiones. La madre es ese tipo de personas que si bien no pasan carencias, aparenta cosas que no son.
Alguien ya en la parte dos comentó lo de tener sexo con ella, y creeme que hace unas semana lo medite, pues me daría chance a pasar más tiempo con la niña, la contra sería la actitud nefasta de la madre. Y si, sus intenciones fueron claras e incómodas desde el inicio. Muchas gracias por comentar.