Samantha de 11 y su Maestro Pt.1
Samantha, 11 años, cabello liso hasta el cuello, color castaño claro, piel bonita y suave, ojitos tiernos color café acompañados con unas gafas que la hacían ver aún más tierna, boquita pequeña, delgadita, no más de 40kg, mide aproximadamente 1.35cm.
Hola a toda la comunidad de SST, espero estén bien. Éste es mi primer relato el cuál tras un tiempo me anime a escribir.
Aunque mi nombre es de poca importancia, me presento, soy Rafael, tengo 37 años años, mido 1.88, me intento mantener en forma gracias al deporte, aunque he de reconocer que los últimos meses he subido un poco la panza (estómago, o que subí a de peso).
Lo siguiente comenzó hace un par de meses, me permitieron reabrir mi Dojo para dar clases, eso sí, con las medidas sanitarias adecuadas y no podía tener a más de 8 alumnos por clase. (la edad de mis alumnos abarca desde los 6 años hasta los 20).
En esa reapertura se inscribió una niña a la cuál llamaré Samantha, 11 años, cabello liso hasta el cuello, color castaño claro, piel bonita, blanquita y suave, ojitos tiernos color café acompañados con unas gafas que la hacían ver aún más tierna, una boquita pequeña, delgadita, mide aproximadamente (calculando a ojo) 1.35 (quiero aclarar que cuando la vi por primera vez no la vi de manera morbosa, pero si me pareció una niña linda).
Su madre había ido a inscribirla, hasta donde sé, era capricho de la madre y no de la niña, pues ella siempre parecía tener cara de no querer estar ahí.
En fin, las clases transcurrieron con «normalidad» puesto que aunque 8 alumnos era lo permitido, nunca llegaban más de 5 o 6, aunque fueran pocos, yo tenía que dar la clase, al final es parte de mi sustento.
Uno de tantos días (era un lunes), llegó Samantha con su madre 20 minutos antes de comenzar la clase, ya iba con su uniforme puesto. La señora me comentó que esa semana su trabajo sería pesado y me pidió el favor de que si podía recibirla esos 15 minutos antes y que fuera a traerla una hora después de finalizar. Le dije que si, que no habría problema con eso, en total la niña estaría 2 horas 20 minutos conmigo.
Entramos ambos al Dojo y le dije que si quería podía comenzar a hacer su calentamiento, o bien podía descansar hasta que comenzara la clase.
Fui a la bodega por unas cosas que se usarían para las clases y cuando regrese vi a Samantha, la misma niña que había visto durante las últimas semanas, sentada en la colchoneta frente al espejo, inclinada hacia delante y con la piernas completamente abiertas, siempre la había visto, pero nunca le había prestado demasiada atención. Un cosquilleo me recorrió, estaba excitado. Dejé las cosas por la que fui a la bodega, tomé un bastón que me sirve para dar las clases (cuando un alumno hace mal una pose le golpeó ligeramente la parte que debe corregir o poner firme).
Samantha que estaba frente al espejo enorme de la pared, vio que me acercaba a ella, pero se limitó a seguir estirando.
—Abre más tus piernas —le dije golpeando levemente con el bastón sus piernas—, inclinate más hacía delante y mantén la postura. —todo lo estaba haciendo bien, pero buscaba cualquier pretexto para tocarla con él bastón y «corregirla».
Me puse de rodillas detrás de ella, puse el bastón a un lado, coloqué mi mano sobre su espalda y presione ligeramente— arquea un poco más tu espalda. —al mismo tiempo con la otra mano iba presionando acariciando su pierna derecha acercándome cada ves más a su muslo, de manera lenta fui acercando mi mano hasta que mi palma estuviera justo sobre su coñito (sobre la tela de su uniforme), al comenzar a tocar reaccionó pero no sé quitó, volteé a ver al espejo para ver su rostro, cuando nuestros ojos se cruzaron bajo la mirada rápidamente. Comencé a juguetear con mis dedos sobre la tela, los pasaba de atrás hacia delante ejerciendo un poco de presión, para mi sorpresa, Samantha se inclinó un poco más hacia delante, levantando la parte de su entre pierna para que mi mano tuviera más movilidad.
Comencé a escuchar gemidos despacitos provenientes de ella, no sabía si ella entendía lo que estaba pasando, éramos una especie de cómplices. Ya se había comenzado a formar una erección sobre mi pantalón del uniforme. Guíe una de sus manos hasta el bulto, sin embargo justo cuando estaba por tocarlo, suena mi teléfono, lo que me hizo volver a mis sentidos recordando que en cualquier momento podría llegar un alumno, y así fue, unos segundos después el primer alumno iba entrando al Dojo, un niño de la edad de Samantha. Cuando ella escuchó al chico, se levantó y salió corriendo en dirección al baño, ignorando al niño que la había saludado.
— ¿Qué le pasa a Samy? —(así le dice).
— No sé, cosas de chicas supongo. —me limité a responder.
Unos días después me enteré que a ese niño le gustaba Samantha (osea, él a ella).
Para cuando Samantha salió del baño los demás alumnos ya habían llegado, ella fue a tomar su lugar, apenas cruzamos miradas durante la clase, no es una mala estudiante, así que no podía usar frente a todos el pretexto de «corregirla» para acercarme a ella, ya que lo hacía bien.
Las cosas volvieron a tomar el mismo rumbo cuando la clase finalizó y todos los alumnos se fueron salvo ella que estaría una hora más allí.
Cuando por fin estuvimos solos me acerqué para preguntarle si se encontraba bien, estaba preocupado por lo que ella pensara o sintiera respecto a lo que hicimos, me respondió que salió corriendo al baño porque le entraron ganas de hacer pipí. Iba a seguir la conversación para ver si ella pensaba decir algo al respecto a alguien cuando me interrumpió.
— Maestro, lo que hicimos ¿fue incorrecto, cierto? —preguntó con sus manos sobre su pierna como si hubiera sido regañada.
— ¿Tú lo sentiste incorrecto?
— Es que se sentía bien, distinto a cuando lo hago yo sola… —dijo temerosa—, pero nunca lo había hecho, solo lo había visto.
— Espera, ¿no será que tú ya?…
— ¡Ah, no! Me refiero a videos…
Me confesó que ella veía esos videos mientras su madre no estaba en casa, pero dejó de verlos cuando se inscribió a Taekwondo, es por eso que venía con ese disgusto.
— ¿Puedo ver videos aquí? —preguntó.
— De acuerdo.
La guíe hasta una puerta trasera del dojo que da a unas escaleras para un segundo piso.
Mi Dojo es parte de mi casa, pero los alumnos (salvo por otra alumna con la que también he follado) no la ven ni entran.
Nos sentamos en un sofá de mi sala y pusimos los videos en la tele, al cabo de unos minutos ella había comenzado a tocarse, pero quería disimularlo.
Mi entre pierna que ya tenía una erección nuevamente. La acerqué hacía mi, ella se dejó llevar, la iba a sentar sobre mí para que quedáramos frente a frente, pero en el último momento recordé que su por accidente su ropa se manchaba de cualquier cosa habrían problemas.
— Espera, quítate el pans —le dije—, no puede mancharse.
Ella titubeó y me quedó viendo, se acercó a mí oído para decirme que no traía ropa interior, se la había quitado cuando fue al baño porque se había mojado cuando la toque antes de clases. Al final si decidió quitárselo, y nuevamente se encontraba sentada sobre mi con nuestros rostros frente a frente. Su entre pierna y mi verga solamente estaban separadas por mi ropa. Nos dejamos llevar y en esa posición comenzamos un vaivén, ella movía las caderas de tal manera que casi llegó a olvidarme que sólo tenía 11 años.
Ella ya gemia agitada, la tenía sostenida por su pequeña cintura, nuestras miradas se cruzaron y ambos nos acercamos para besarnos, mi lengua recibió a la suya en mi boca.
Al poco rato estaba tan frenético que poco me importo, me bajé el pans y la ropa interior. Así el tallo de mi verga entró en contacto con su coñito. Pensé que diría algo, pero cuando sintió el roce lo único que hizo fue moverse más, ella misma se acariciaba con mi verga.
— ¡Oh Dios, Sam! Que buena eres, es difícil creer que no lo habías hecho antes. —dije con dificultad debido al placer.
— Se siente muy rico. —respondió entre gemidos.
— Te gusta la verga ¿eh, Sam? Que suerte tuve de encontrar a una putita como tú tan cerca.
La abrace y así con ella me puse de pie, ella se aferró a mí con sus piernas y brazos, yo la sostuve de su culito. El tallo de mi verga se rozaba de arriba hacia abajo por la entrada de su coñito, era deliciosos.
Siempre he tenido afición por hablar de manera vulgar a la hora de follar, intenté contenerme con Sam, pero era demasiado.
— ¿Sientes rico eh pequeña putita? Dímelo.
Sam se limitó a decir «Si» varias veces entre gemidos.
En mi interior moría por follarmela, pero sabía que podría lastimarla y no había suficiente tiempo.
Seguimos un buen rato en esa posición, hasta que ambos nos cansamos (ya que antes de eso habíamos tenido la hora de clase de Taekwondo).
Si no podría follarmela al menos quería sentir sus labios, me sente en el sofá y el dije que se incara en el suelo, ver su rostro justo a un lado de mi verga me ponía peor aún. Erecta me mide entre 19 y 21cm, al poner su manita en mi tallo, sus dedos apenas alcanzaban a tocarse entre ellos.
Le quite la parte de arriba de su uniforme que aún tenía puesto, al verla, decidí dejarle los lentes, pues eso a mi parecer la hacía lucir aún más tierna e inocente.
— ¿Sabes los que tienes que hacer, no? —apenas había terminado de preguntar cuando su lengua ya recorría de arriba para abajo, una y otra vez, besaba el tallo, cuando llegó a la cabeza/punta se detuvo a contemplar, sacó su lengua y se puso a jugar con ella, lamía en círculos, posaba sus labios sobre la punta y repetía otra vez.
Tras repetir eso unas cuantas veces intentó meterse un poco a su boquita, pero es pequeña y aparte de que sentí un poco de sus dientes, entraba menos de la mitad. Eso sí, ver como la mitad de mi verga desaparecía en aquella boquita mientras me miraba con sus ojitos y su rostro parecido al de un angelito, casi hace que termine ahí mismo.
Saque mi verga de su boca le dije que la abriera y así hizo.
El tiempo se acababa así que dispuse a correrme, bastó con recordar todo lo que habíamos hecho para que soltara mi corrida dentro de su boquita, que ella me esperaba con la lengua de fuera como una linda perrita.
Sabía perfectamente lo que tenía que hacer.
Al terminar de correrme, hizo el intento por tragarselo, pero no pudo, así que lo escupió. (cosa que no me gustó, pero poco podía hacer).
Al finalizar nos cambiamos, y descubrí que ella es más pícara de lo que aparenta, pues me obsequió su ropa interior, al menos hasta el siguiente día.
Minutos después de terminar de cambiarnos mi teléfono sonó, era su madre para avisar que estaba abajo.
La madre (Aurora), me dio las gracias nuevamente y se disculpo por cualquier inconveniente que pudiera causarme.
Y así terminó mi primer encuentro con Samantha, a pesar de ser una niña de 11 años y pensar que no podía exigirle tanto, nuestro siguiente encuentro llegó hasta donde no pensaba que me atrevería a llegar.
Espero poder subir pronto la segunda parte.
Y espero que les haya gustado esta primera.
Me ha gustado mucho. Ha resultado natural y excitante. Sigue así.
Desde que leí tu publicación he querido saber como sucedió, muchisimas gracias y espero el siguiente relato con anciedad.
Un relato muy exitante y sobre todo creíble, te felicito por tan buena entrega espero pronto las siguientes parte y por favor no los hagas cortos eso hace parecer que son una falacia
Muy buen relato, da la sensación de la realidad y si es cierto, te felicito por esa inolvidable experiencia. Continúa escribiendo amigo.
Muchas gracias a todos por sus comentarios, estoy escribiendo ya la parte dos, y espero poder publicarla pronto.
Que buen relato me gustaría vivir algo así me encantan las niñas
Muy buen relato, ojalá puedas seguir narrando el resto.
Hola!! @Gaferoy me alegra que te haya gustado, gracias por tu comentario.
Ya subí la parte 2 (tiene el mismo nombre, solo que dice pt.2) y pronto subiré la parte 3