Samantha de 11 y su maestro Pt.2
Me incline hacia ella y comencé a besar su cuello, se dejaba llevar. Ella misma se acariciaba sus piernas sobre su uniforme. — Recuestate —le dije al mismo tiempo que la empujaba ligeramente..
Nuevamente soy yo, y quería comenzar agradeciendo sus comentarios en la primera parte (si no la han leído, se llama igual, pero dice Pt.1). Sin más dilación, comienzo.
Al siguiente día de mi encuentro con Samantha no esperaba a nadie, puesto que mis clases son lunes, miércoles y viernes. No esperaba a nadie, pero estando yo en el segundo piso (mi casa se encuentra sobre mi dojo), escucho que tocan.
Al bajar, me topé con la sorpresa de que era Samantha y su madre, en un principio me asusté, ese día no habían clases, así que lo primero que pasó por mi cabeza fue que Aurora (la madre) se haya enterado de lo que hice con su hija. Los nervios disminuyeron un poco cuando note que Samantha traía puesto el uniforme, pero me desconcertó de igual manera.
— Maestro, ¿será mucha molestia que igual que ayer me la cuide un tiempo aún después de la clase? —preguntó la madre.
— Sra. es día martes, solamente tenemos clases los lunes, miércoles y viernes. —le comenté.
Samantha había tenido la mirada desviada todo el tiempo evitando el contacto visual.
— ¿Por qué no me dices que no tienes clases hoy? Vengo manejando rápido como una pendeja para que me salgas con tus estúpidos juegos Samantha. —reclamó la madre enojada, le dijo mucho más cosas a la niña, pero realmente ni lo recuerdo y no vale la pena.
— Lo siento. —respondió Sam con pena sin alzar la mirada.
— Súbete, tendrás que acompañarme a mi reunión y vas a esperar en la camioneta, te guste o no.
A pesar de lo incómodo que resultaba estar presente en aquel regaño, me percaté de que si Samantha no dijo nada sobre no haber clases era por algo. Frente a mi había una oportunidad de oro, y no pensaba dejarla pasar— Si le parece bien Sra. Aurora, puedo cuidar a Samantha y usted pasa a la misma hora de ayer por ella, como si fuera un día de clases normal.
— ¡Ay no, maestro! Que pena con usted, no podría.
— ¡No! No representa ningún problema, Sam es de mis mejores alumnas y me gustaría que participe en torneos cuando estos se reanuden —mire a Samantha—. Pasa Sam. —le dije.
La niña entró cabizbaja sin hacer contacto visual.
— Entonces, vengo por ella en dos horas Maestro.
— Claro que si, con gusto Sra. Aurora.
Antes de subirse a su vehículo me quedó viendo y me sonrió— dígame solo Aurora, por favor, que me hace sentir vieja.
Aquello fue incómodo, pues aunque Samantha era una niña encantadora, no podía decir lo mismo de la madre, su actitud hacía su hija me es desagradable, y físicamente no es mi tipo. Aún así, y por educación, me limité a devolverle la sonrisa.
Entre al dojo, cerré la puerta. Samantha sentada contra el espejo junto a su mochila.
— ¿Estás bien con lo que te dijo tu madre?
— Siempre es así cuando se enoja. De cualquier manera, siento haber venido hoy.
— No tienes que sentirlo, me alegra verte Sam. —comencé a acariciarle el cuello haciendo a un lado su cabello.
— Lo de ayer se sintió mejor que solo ver videos. —dijo.
Me incline hacia ella y comencé a besar su cuello, se dejaba llevar. Ella misma se acariciaba sus piernas sobre su uniforme.
— Recuestate —le dije al mismo tiempo que la empujaba ligeramente. Me coloque sobre ella, la diferencia de tamaño hacía que mi cuerpo tapara por completo el de ella.
Entre caricias le ayude a quitarse la parte de arriba del uniforme (Dobok o Casaca, como lo conozcan). Pude ver sus tetitas, eran apenas nos montes pequeñitos, sus aureolas color rosado, no pasaron ni diez segundos y ya me encontraba lamiendo, pasaba mi lengua sobre sus pezones, hacía círculos alrededor, susccionaba la punta de ellos y la escuchaba gemir, sin llegar a morderla hice que sintiera mis dientes a lo que ella saltó repentinamente como reacción, pero siguió disfrutando. Sus pezones se habían puesto ya duritos. Dirigí dos de mis dedos a su boca para que los lamiera, (parecía ya no tener pena), jugaba con mis dedos entre su lengua, le hacía simular una felación metiendo y sacando. Una vez que ya estaban empapados por completo me dirigí a su tetita izquierda y con los dedos mojados de su saliva comencé a pellizcarlos y tirar de ellos, primero despacio, pero aumentando la fuerza cada cierto tiempo. Podía sentir como su cuerpo se ponía rígido, tensaba sus brazos y sus caderas como si intentara evitar sus movimientos de reacción, continuaba gimiendo con su respiración agitada. Con mis dedos seguía pellizcando uno de sus pechitos mientras que al otro lo lamía, y lo disfrutaba cómo si en ello me fuera la vida.
Sentí una de sus manitas sobre mi cabeza presionando contra su pecho, fui descendiendo despacio, llegué a su ombligo y me detuve unos segundos ahí, luego seguí bajando, aún tenía su pans puesto. Me dedique a bajarselo poco a poco, pude ver una braguita color amarillo claro.
— Ahora si traes puestas. —le dije.
— Ayer también traía, pero se mojaron… —reosoondio. Intentó desviar su mirada, pero se topó con el enorme espejo; el reflejo de ambos, no pude adivinar lo que ella pensaba cuando se vio al espejo—. Quítemelas maestro, no quiero mojar estas también.
Terminé de despojarla de su pans y sus braguitas, a mi clase suelen ir descalzos o en sandalias, por eso no había problema con eso. En un instante quedó desnuda casi al 100% salvo por sus gafas, era lo único que conservaba. Me quite la camisa yo también, la extendí debajo de ella, en un intento por que no se mojara la colchoneta sobre la que estábamos. Acaricie sus piecitos, que son un poco más pequeños que mis manos, chupe sus deditos y fui subiendo con mi lengua y labios, le daba besos, soplaba.
Me tomé el tiempo para llegar a la parte alta de sus muslos, conforme me iba acercando su agitación y respiración eran mayores. Su coñito era rosadito, apenas tenía unos pelitos castaños visibles. Se veía completamente cerrado.
En cuando mi lengua tuvo el primer contacto con su entrada, su reacción fue arquear su espalda e intentar cerrar las piernas, se las detuve y pose una mano sobre su estómago para tranquilizarla y me detuve un rato. Fue ella misma quien segundos después volvió a abrir sus piernas.
— Sam —le dije pícaramente—, sé que te gusta, pero quiero oírte.
Guardó silencio unos minutos, respiró profundamente.
— Si, me gusta —dijo lo más tranquila que pudo—. Maestro, por favor chupeme ahí. —dijo mientras ponía una de sus manos arriba de su coñito instando a acercarme.
— Que putita más bonita. —dije al verla. Me inque, mientras ella seguía acostada levante sus piernas y las puse sobre mis hombros, haciendo que parte de su espalda quedara al aire. La sostenía con mis manos en su espalda y ella se apoyaba también a sí misma con sus codos y sus piernas alrededor de mi.
Quedó ante mi su apretado coñito, desprendía un suave aroma, olor a niña virgen, pureza. Mi verga se paraba cada vez más al ver esa vista y pensar que pronto sería mía. Una vista que si tuviera que describirla, yo diría que era el balance perfecto, entre lo más tierno y dulce y al mismo tiempo, lo más excitante. Sumergí mi rostro entre sus piernas y comencé a pasar mi lengua por su rajita, de arriba a abajo, sus labios estaban cerraditos y se abrían levemente con el paso de mi lengua. Su coñito estaba ya algo mojado. Comencé a succionar con mis labios, intentaba meterle un poco la lengua a lo que ella respondía con gemidos y movimientos erráticos, tenía sus ojos cerrados y su boca abierta. Pasé a sostenerla con una mano, y la otra la dirigí a uno de sus pechitos, los cuales seguían duros; con mi dedo pulgar y mi índice tomé el pezón y lo pellizque, era un tirón más fuerte que los anteriores— ¡Duele! —gritó Sam al sentir aquello, pero eso no hizo detenerme, seguí apretando más y más el pellizco, su piel se estiraba, estrujaba la punta de su pezón. Todo esto mientras seguía chupando sus coñito. Sus movimientos eran cada vez más violentos, su espalda se extendía y se arqueaba, parecían espasmos.
Desconocía si Sam ya habría tenido un orgasmo antes de nuestros encuentros, pero sabía que tendría uno, o que bien, se estaba haciendo del baño. Pero algo seguro es que su coñito estaba bien mojado, tanto de mi saliva, como de humedad de ella misma.
Unos segundos después sentí algo caliente en mi boca, efectivamente, se había hecho del baño, pero también tenía sabor a orgasmo, había hecho ambas cosas. Las recibí gustoso.
Al soltar su pecho pude notar que este quedó rojo a causa de los tirones, pero que ahora era ella quien se apretaba el otro, le había gustado a pesar de que dijo que le dolía. Quedé viendo su imagen, recostada y desnuda en la colchoneta, con las piernas abiertas escurriendo orina y orgasmo de su coñito y sus pecho rojos y duritos.
— Parece que te gusta sentir dolorcito —le dije sonriendo—. Ayer no estaba seguro, pero hoy quiero intentar metertela.
Sus ojos se abrieron de golpe, volvió a desviar la mirada con aquella expresión indiferente que la caracteriza— Yo también quiero sentirlo maestro.
Subí al segundo piso unos instantes y baje con sus braguitas del día anterior y un preservativo— Eso no será necesario maestro—dijo al ver el objeto—, esos días aún no llegan para mi.
Esto me pareció algo increíble en su momento, la niña no había tenido sus menstruación ni una sola vez y estaba a minutos de follarmela. Con un poco de inseguridad dejé el preservativo a un lado.
— ¿Mis bragas para que son? —preguntó.
— Sin importar tus ganas (y mis ganas) de tener sexo, no dejas de tener 11, me amarraré tus braguitas a la mitad de mi verga, así me aseguraré de topar con un límite para lastimarte.
Y dicho y hecho. Me puse de pie, me quite el pantalón y la ropa interior, mi verga se incorporó de inmediato de un salto, Samantha se puso de pie frente a mi, tomó mi verga con sus dos manitas las cuales apenas le alcanzaban a dar la vuelta, no necesitaba incarse, le bastaba con inclinarse un poco hacía delante para quedar a la altura adecuada. No pude negarme a sentir sus manitas y posteriormente su boquita antes de follarla. No llegaba más allá de la mitad, pero aparecía y desaparecía dentro de su boca en una fracción de segundo, al mismo tiempo que estimulaba el resto de mi verga y mis huevos. Recogí y sostuve su cabello con una mano, tenía ahí a Samantha, una hermosa niña de 11 años mamandome la verga. Era una mamada mucho mejor a la del día anterior.
— Mejoraste Sam, ¿estuviste practicando desde ayer? —le pregunté.
— Si, con unas salchichas —respondió con dificultad por la boca llena—, pero tú verga me gusta más.
— ¿Te gusta eh putita? Escúpele —le ordené y lo hizo—. Eso es, obecede. ¿Te gusta ser mi putita, te gusta todo lo que hacemos?
Ella solo asintió con la cabeza.
Estuvimos así un rato más, pero nos detuve porque no quería correrme aún.
Amarre su braguita amarilla a la mitad de mi verga. Recosté a Sam en la colchoneta y me inque nuevamente frente a ella, me hubiera gustado que ella estuviera arriba, pero así no podría controlar hasta donde llegaría mi verga.
Comencé a estimular nuevamente su coñito con mi mano. Metí un dedo, ella se retorció y gimió, luego dos, tres— ¡Duele, duele! — decía fuertemente.
— Si no soportas esto no podré metertela, ¿quieres que los saque?
— ¡No! Puedo soportarlo —dijo con voz entrecortada—, solo que despacio por favor.
Comencé a mover mis dedos dentro de ella, sus quejidos fueron disminuyendo, pero sabía que no era el final. Saqué mis dedos, me aseguré de que sus braguitas estuvieran bien amarradas a mi verga y dirigí la punta a la entrada de su coñito. Con ayuda de mi mano comencé a rozarla, arriba y abajo. Sus labios se abrían con aquellos roces. Sin soltar mi verga, me incline hacia Samantha quedando sobre ella frente a frente.
En un solo instante introduje la cabeza, aunque solo era esa parte ya se sentía muy distinto a todo lo que había hecho hasta ahora. Sam apretó sus dientes, tensó sus piernas y se aferró a la colchoneta con sus uñas. Fui introduciendo un poco más lo que hacía a ella aumentar la fuerza de sus acciones. Sus ojitos comenzaban a lagrimear y su rostro parecía como si no pudiera emitir ni una palabra más que quejidos. Topé con algo, era himen.
— De acuerdo, todo lo anterior que sentiste no va a ser nada comparado con esto que viene, ¿de acuerdo? —le advertí.
— Estoy lista. —dijo.
En realidad yo creo que por más que la hubiera preparado toda la noche, nunca hubiera llegado a estar lista por más que ella lo creyera así, pero pensé que decir eso podría espantarla, así que solo seguí mis acciones.
La saque casi toda de su coñito, la vi a los ojos, y empujé, llegué a su himen nuevamente y un instante después ya lo había atravesado. Su rostro cambió inmediatamente: las lágrimas que había intentado contener ahora comenzaban a desbordarse, sus ojos se abrieron de golpe, quiso gritar, pero su voz se ahogó. Sabía que le dolía, era realmente apretado, y aún faltaba un poco para llegar hasta donde estaba amarrada su braguita como señal de límite.
Tras quedarme quieto unos segundos, pensé que podría comenzar a moverme, pero apenas hice el mínimo movimiento, Sam se quejó y apretó mi brazo, así que me detuve. Su rostro ya estaba empapado en lágrimas y estaban llegando a su cuello. No soy fan del BDSM, pero sus lágrimas me parecieron tan excitantes, que comencé a lamerlas, cuello, mejillas, le quite sus gafas y me dirigí a sus ojos, después de eso ubiqué su boca y decidí besarla. Ella respondió igual, con un beso, está vez fue ella quien recibió mi lengua en su boquita. Su nariz y ojitos estaban un poco rojos por el llanto.
Sin darme cuenta de cuánto tiempo había pasado, cuando sentí que se había dejado llevar por nuestro beso, comencé a moverme, reaccionó, pero ya no parecía quejido, sino un leve gemido. Su coñito me seguía apretando muchísimo. Primero lento, casi todo para fuera y luego otra vez hasta donde estaba. Mi verga salía con manchas de sangre.
Sin que me diera cuenta fui aumentando el ritmo del mete y saca y ella el de sus gemidos, no tarde en llegar a la marca que había hecho con sus braguitas, topaba, sacaba, metía y repetía el proceso.
— ¡Que rico, maestro! —gemia.
— Tu cuerpecito es delicioso Sam, tu coñito de 11 años me aprieta demasiado. Dime Sam ¿qué eres? —pregunté con esperanza de escuchar aquello que le había repetido varias veces.
— So… soy una… soy su putita, maestro. —dijo de manera entrecortada.
Escuchar aquello de ella por primera vez me hizo estremecer. Volví mis mete y saca más agresivos y rápidos, la entrada de su coñito se encontraba violentamente con sus braguitas amarradas a mi verga, habíamos topado con el límite que establecimos.
Con un brazo la rodee por la espalda y levante su cadera para que ella lo sintiera más profundo sin necesidad de quitar las bragas. Seguimos con ese ritmo por varios minutos; incluso en algún momento, sentí como ella también movía rítmicamente sus caderas.
El tono de sus gemidos, sus movimientos de cadera y la velocidad que llevábamos me hacían ansiar tomar aquel límite marcado y romperlo para terminar de introducir todo. Mil y un ideas pasaron por mi mente en un segundo: quería follarla por completo, darle por el culo, embestirla contra la pared; pero sabía que no estaba lista aún, afortunadamente mi juicio pudo más que el placer en ese momento, y me límite a seguir el ritmo. Mi verga aún tenía sangre, pero cada vez salía menos.
Había estado aguantando el venirme desde que sentí su mamada.
— ¡Sam! Ayer no te tragaste mi lechita, así que hoy para asegurarme de que no se desperdicie terminaré dentro de ti. —terminaba de decir eso cuando siento como comienzo a venirme dentro de ella, nuestros movimientos iban cesando, hasta que solamente ella quedó moviéndose un poco. Terminé de correrme, me deshice de sus braguitas en mi verga, la saqué y me tumbe junto a ella.
— 25 minutos hasta que llegué tu mamá, aproximadamente. —le comenté viendo el reloj en la pared.
— Maestro… quiero seguir haciendo esto con usted, pero… —se detuvo.
— ¿Todo bien?
— Es solo que me gustaría la próxima vez hacerlo sin que tengas mis bragas ahí.
— Mira, también me gustaría, pero como te dije: no dejas de tener 11 años, no deberías estar aquí tumbada y desnuda con un hombre panzón como yo. —dije burlándome de mi mismo, puesto que como dije anteriormente, había estado subiendo de peso.
— Ya casi tengo 12, y no creo que estés panzón.
Entendiendo que probablemente no iba a parar hasta yo ceder un poco, hicimos la promesa de cada vez ir superando el límite impuesto siempre que ella hubiera terminado bien la ocasión anterior. También le hice prometer que me dijera en cuanto ella tuviera su primera menstruación y le explique el porqué, aunque ella ya lo sabía.
La mande a lavarse su entre pierna y cambiarse mientras yo limpiaba el espacio donde lo hicimos. Después fui yo quien se fue a lavar. Al salir la encontré viendo videos, pero sin tocarse, me dijo que le dolía un poco, y yo sabía que era normal. Estuve listo justo a tiempo cuando su madre nos aviso que estaba abajo fuera del Dojo. Antes de abrir la puerta y encontrarnos con su madre, Sam me hizo inclinarme hasta ella y me regalo un beso en los labios, y me comentó al oído que llevaba puesta las braguitas que use para marcar el límite.
Al encontrarnos con su madre lo primero que hizo fue recordarle su travesura llamándola «estúpida» otra vez. Quise decirle algo, pero pensar en que ella se lo podría tomar a mal y alejar a Samantha, en lugar de eso, le comenté que podría traer a la niña si ocupaba quien la cuide, incluso en fines de semana.
Cuando Samantha subió al vehículo, ella se dedico a agradecerme con uno que otro momento incómodo. Afortunadamente Sam me salvó tocando la bocina para llamar a su madre, quien se despidió, no sin antes criticar a su hija otra vez frente a mi, dando por hecho que yo pienso igual que ella de la niña.
De esto ya hace algunos meses, y como no estoy seguro aún de escribir una segunda parte, resumiré un poco lo que ha sucedido.
Los días posteriores a ese, Sam faltó a clases varias veces, así que pensé que igual y había enfermado o la había lastimado (es curioso como ahora en retrospectiva, en su momento tarde en siquiera pensar en qué su madre se habría enterado). Pero un par de semanas después volvió y tras eso nos vemos mínimo 4 veces a la semana.
Actualmente, Sam tiene 12 años, tiene el cabello un poco más largo y sus pecho le han comenzado a crecer. El único límite que tenemos es usar condón, pues ella ya puede quedar embarazada. Por todo lo demás, ya lo superamos, la primera vez que no marcamos un límite con una de sus braguitas fue en su cumpleaños, y para el mio que fue hace unas semanas, le dí por primera vez por su culito. Aún con todo esto dicho, no es que follemos tan seguido, la mayoría de las veces solamente es oral, o simples manoseos.
Por su parte, su madre me ha invitado a salir y siempre la rechazo.
Como mencioné, no estoy seguro aún de escribir una tercera parte de lo sucedido, aún así, les agradezco haber leído ambos relatos y también haber dejado o invitarlos a dejar sus opiniones. Muchas gracias.
Que rico cogerse a una nena de 12 años y que le encanta la verga
Sigue escribiendo por favor muy cachondos tus relatos
Siguele por favor es un excelente relato bien redactado y todo continua escribiendo esperaba la segunda parte con ansias
No nos dejes con la intriga , escribe la tercera parte , quiero leer cómo le abriste su culito a la nena . Gracias .
Esta bueno el relato pero hay partes que las veo como fantasías pero que lindo es estar una nena de 11 y se entregue con tanta facilidad
Que rico…! ❤️ … Mas relatos asi, por favor…
Con tan buenos relatos espero la tercera entrega quiero saber que paso el día de su cumpleaños y por la madre te la follas a veces y tienes más confianza que te dejen la niña más tiempo para follartela hasta en la casa
Muchas gracias, ya subí la tercera parte por cierto
Que buena esta la niña…
Si nos ha gustado escribirme
Y intercambiamos…