SE ME DIÓ…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ariano_19.
Soy un joven de 34 años, de un lugar en la provincia del Neuquén, desde ya les aclaro que mi locura son las mujeres maduras, son mi perdición. Me encanta lo salvaje y sexuales que se sienten cuando se les da lo que buscan y esperan de una relación sexual.
Esta historia por suerte mía es real y creo que si lo hubiese buscado no me habría podido salir mejor. No me considero un sex simbol, ni un galán, pero me han dicho las mujeres con las que me he relacionado (maduras la mayoría) que soy muy simpático y tierno. Esta historia se trata de, vamos a llamarle, Ana. 48 años. Yo le tenía unas ganas terribles desde la primera vez que la vi. Ella era la dueña de un hotel en el que trabajaba mi señora. Es una morocha divina, con unas lolas que volvían loco a cualquiera.
Pero lo mejor era su cola. Un monumento al orto era lo que llevaba, y como era de cuidarse haciendo gimnasia lo tenía mejor que una de 20. La conocí a través de mi señora y de a poco fue surgiendo una amistad más allá de la relación laboral cosa que hacía que los visitara muy a menudo o compartiéramos alguna cena de vez en cuando. Iba más seguido cuando ella no se encontraba o estaba de viaje ya que su marido me llamaba para que le ayude con las reservas que solicitaban a través de internet, dado que él no era muy ducho con esto. Pero hubo una ocasión en que mi señora dejó de trabajar con ellos y la relación se distanció un poco. Un día en que yo andaba de compras la encuentro a Ana en el mercado y me dice que cuando iba a ir a visitarlos ya que hacía un tiempo que no nos veíamos, le contesté que cuando pudiese iba a ir, y la charla quedo solo en eso. Creo que fue la casualidad lo que desencadenó lo que les voy a contar.
Un día salí a dar una vuelta en bici por la ruta y al regresar pasó por el frente del hotel y sin dudarlo me dirigí allí con la intención de saludarlos y ver como estaban. Al entrar al hall de entrada noté que allí no había nadie y decidía esperar un momento a que alguien de los dos baje a ver quien estaba. Esperé unos segundos y desde el piso de arriba (Dado que ellos tenían su vivienda en el mismo hotel) me llega un: -¡Ahora voy!-. Era la voz de Ana, por lo que me alegré que fuese ella quien bajaría. Escuché sus pasos en la escalera y cuando la veo aparecer creo que la cara se me desencajó por lo que vi. Estaba con conjuntito blanco, de aerobic, que se le adhería al cuerpo marcando su hermosa figura. Tenía un top que dejaba ver unas hermosa lolas que me moría por chupar y morder. Tenía un poco de pancita, pero era mínimo, considerando el resto de su humanidad. La parte de abajo era una calcita ajustada que le dibujaba sus piernas y le marcaba los labios de su vagina como si quisiera comer esa ropita.
Estaba con un poco de sudor, lo que hacía que su piel brillara como si estuviese bañada en aceite. Bajó a recibirme y se alegró al verme: -¡Pablo, (no es mi verdadero nombre) que alegría, ¡tanto tiempo sin vernos!- me dijo dándome un beso en las mejillas. -¡Estaba paseando en bici y decidí pasarlos a saludar! ¿Y Jorge no está?- (Su marido). Me respondió que no, que había viajado a visitar a su hija que estudiaba en otra ciudad y que por unos días estaba solita, me dijo, con una sonrisita pícara en sus labios. Estaba hermosa. -¡Me agarraste haciendo un poco de gimnasia!-, me dijo. -¡ ah, entonces vuelvo en otro momento! Dije yo. ¡No quiero interrumpirte!-. -¡Pero no, que vas molestar, aparte ya estaba por terminar. Solo me falta estirar un poco!- Subí, me dijo. La seguí y como iba delante de mí podía ver ese orto maravilloso, fruto de algunas pajas de locura. Se le marcaba una tanguita chiquita, símil hilo dental, que se solo verla me puso la pija a mil. Lo que me costaba disimular dado que llevaba unos pantalones cortos por la época de calor. Al llegar arriba me dijo que sentara que ella iba a terminar de estirar. –A este cuerpo hay que cuidarlo, porque como ya estoy viejita nadie lo va a cuidar por mí- me dijo sonriendo. Le comenté que no, que estaba muy bien físicamente y que más de una pendeja le envidaría el cuerpo. –Ay gracias, que caballero- dijo. Al agacharse para estirar las piernas podía ver toda la redondez de sus tetas, las que se veían libres de corpiño alguno.Yo estaba a full.
Entonces se tiro de espaldas al piso sobre una colchoneta y me dice: -Pablito, ¿me harías un favor?-, le contesté que sí, lo que quisiera. Me pidió que me sentara sobre sus tobillos o que se los sostenga con las manos para poder hacer unos abdominales. Yo ni lerdo ni perezoso corrí para hacerlo. Me dijo que mejor me sentara sobre sus piernas para trabarla y poder hacer un mejor ejercicio. Lo hice. Me pidió luego que la tomara de sus muslos para que la traba funcionara mejor. Lo hice y pude sentir la fuerza de esas piernas duras. Ella comenzó a hacer el ejercicio y yo podía sentir mi pija al borde de explotar. Así estuvo unos minutos hasta que decidió cambiar de posición y ponerse de espaldas a mí. Me pidió que hiciera lo mismo, es decir que me sentara sobre sus piernas y sostuviese sus muslos. No podía creer lo que veía.
Su cola era hermosa, con unas nalgas duras y por lo que se apreciaba a través de la calza, sin celulitis, o por lo menos yo no lo veía y si así lo hubiese tenido para mí era maravilloso igual. Después de unos minutos, gracias a Dios, gira su cabeza hacia mí y me dice: -¡Ufff, que cansada!. Te animás a hacerme unos masajitos en mis piernas?, para que se aflojen un poco-. Yo no me podía aguantar más y sin dudarlo le dije que sí, pero que no era muy bueno en los masajes, pero que iba a hacer lo posible para que se sintiera a gusto.
Comencé a masajearle las piernas desde sus tobillos, por lo que decidía desatarle las zapatillas para que estuviera más cómoda. Comencé suavemente, de abajo hacia arriba por sus piernas. Podía escuchar su respiración como de gusto. Luego fui subiendo por sus muslos hasta casi llegar a su entrepierna, que dejaba ver unos labios grandes y carnosos. Me esmeré en ese punto y me pidió que siga un poco más arriba, por lo que mis pulgares podían rozar su vagina suavemente. Al primer contacto se le escapó un suspiro y un pequeño temblor. –Ay, que lindo masaje me estás dando, si seguís así te voy a terminar contratando- dijo soltando una pequeña risa. –Mirá que soy muy caro- le dije y nos reímos juntos. Mi pija de lo hinchada que estaba me dolía a través del pantalón y al agacharme para masajearla se la apoyaba en sus piernas, cosa que notó, pero no dijo nada. Yo al ver que no le molestaba se la iba apoyando más fuerte tratando que se diera cuenta. Fue en ese momento que levantó su cabeza, me miró y me tomó de las manos apoyándolas ella misma en su cola. Se rió y me dijo: – masajéame aquí, que también se merece un poco de cariño – . ahí no aguanté más y lo mío ya no era un masaje sino un manoseo casi a ciegas. Apretaba sus nalgas sintiendo su dureza y lo de ella ya no eran suspiros sino gemidos. Mis dedos se metían a través de la raya de su cola como queriendo atravesar la calza. Bajé su calcita y pude apreciar uno de los culos más apetecibles que vi en mi vida.
Tenía una tanguita blanca la que fui besando y lamiendo sin parar. Ana se daba vuelta y con sus manos me apretaba contra su cola. ¡ Chupame, por favor, haceme mierda – me decía agarrándome de los pelos. Yo le subí el top hasta sacarlo por encima de su cabeza para hacer lo mismo con mi remera. Me levanté un poco y tome sus calzas deslizándolas hacia abajo junto con su tanguita. Aproveché a quitarme el resto de mis ropas. Luego me tiré encima de ella apoyando mi verga en la entrada de su cola, pero sin meterla, solo quería que me sintiera. Ella echaba su cola para atrás. Yo besaba su espalda y su cuello.
Ella gritaba que se la meta, que la coja, pero yo quería disfrutar ese momento que tanto había esperado. Tomaba desde atrás sus tetas apretando sus pezones, cosa que la hacía vibrar. De repente me empujó hacia atrás y se levantó. Me miró con una cara desencajada y colorada por la excitación. Arrodillados nos besamos y nuestras lenguas exploraron todos los rincones de nuestras bocas. Me tomaba de mis nalgas y me empujaba hacia ella, apoyando la cabeza de mi pija en su húmeda conchita. Su entrepierna estaba mojada y despedía un olor exquisito. Su mano acariciaba mi pija haciéndome una paja. Yo estaba como en el cielo. Luego se agacho y se metió mi pija en la boca. – Hmmm, que rica pija tenés – me dijo. Yo veía como mi verga se perdía entre sus labios. La verdad y a diferencia de algunos relatores, yo no voy a decir que tengo una superporonga, la verdad la considero chica (tiene unos 12 cm por unos 4 de diám.) pero no me quejo porque las minas que la han probado han gozado y aparte me han dicho que la manejo muy bien. Yo ya estaba por acabar y la tomé de los pelos, la subí y le dí un beso muy largo.
Ella siguió con su mano pajeándome. La volví bajar y metí mi pija en sus labios derramando mi leche dentro. La que se tragó toda sin dejar una gota sobre mi pija. Me miró y me dijo: – y a mí ¿no me toca nada? – la tiré de espaldas en la colchoneta y tome sus pies que empecé a lamer dedo por dedo, los metía en mi boca y pasaba mi lengua por ellos, rodeándolos, chupándolo. Los mordía suavemente. Ella se tomaba los pechos y pellizcaba sus pezones, los retorcía dejando escapar unos grititos de placer. – Me encanta lo que me haces – me dijo entre gemidos. Fui bajando lentamente lamiendo poco a poco cada pliegue de sus piernas, hasta llegar a sus labios vaginales. Los que mordí despacio, estaba muy mojada, y con un olor riquísimo mezclado con lo salado de su transpiración.
Metí mi lengua entre sus labios, haciendo un movimiento arriba y abajo mientras con mi mano los separaba y con la otra acariciaba y le daba golpecitos en el clítoris que se veía muy hinchado. Metí unos dedos en su conchita y mis labios se apoderaron de su clítoris, los mordí y chupé como un niño a un chupetín. De repente la sentí temblar y tomó mi cabeza como queriéndome meter dentro de ella. Sentí su orgasmo explotar en mis labios, lamí sus jugos hasta la última gota. Ya para ese momento mi pija estaba dura nuevamente por lo que me fui deslizando hacia arriba, hasta sus pechos. Primero lamí los pliegues debajo de sus pechos. Ana me tomaba de los pelos mientras me decía que la coja, que se la meta.
Tomé uno de sus pechos en mi boca y los chupaba estirándolos hacia arriba, para soltarlos con fuerza. Los mordí, los besé, pellizqué por largo tiempo. Mi pija se encontraba en la entrada de su vagina, y sentía como si sus labios chuparan la cabeza de mi pinga. Poco a poco se la fui metiendo. Metía la cabeza y la mantenía allí, ella se doblaba y me pedía que se la meta toda, pero yo la hacía sufrir. Seguí así por un ratito hasta que se la fui metiendo despacio pero con un momento continuo. Ella echaba su cabeza para atrás y yo besaba su garganta. Cuando la tenía toda adentro se la dejé haciendo movimientos acompasados de vaivén con su cuerpo pero si sacarla ni meterla. Era solo movernos disfrutándonos.
Ella me decía que estaba por llegar a su segundo orgasmo, entre gritos y suspiro. Sus piernas se enredaron en mi cintura y me atraían hacia ella. Yo comencé un movimiento de mete y saca aumentando el ritmo. Ella gritaba y me decía que hacía rato que no cogía de esa manera. Yo se la sacaba entera y de golpe se la volvía a meter. Solo escuchaba el golpeteo de nuestros cuerpos al chocar. Aceleré mis movimientos a punto de acabar y la tomé por la cola. Con uno de mis dedos comencé a presionar la entrada de su culito y cuando hacía su cuerpo hacia atrás se lo iba metiendo poco a poco. En una de esas me dijo que su culo también iba a ser mío cuando yo quisiera.
Comencé a meter y sacar el dedo en sintonía con mi pija muy rápido hasta que de repente se apretó con fuerza a mí lo que hizo que ambos llegásemos a un orgasmo espectacular. Nos quedamos un rato en esa posición sin despegarnos y sin que mi pija se saliera de dentro de ella. Estábamos súper transpirados. Nos acariciamos y besamos por un rato. Hasta que sentimos que desde abajo se abría la puerta de entrada, ella se cambió a las apuradas y bajó. Luego al subir después de atender al cliente entramos juntos al baño para ducharnos. Allí me hizo jurarle que lo íbamos a repetir otra vez. Yo la abracé y tomándola de los cachetes de su cola le dije: – En esa ocasión voy a ocuparme de este – se rió y me dijo – ya te dije que podés tomarlo cuando quieras -.
Espero que les haya gustado mi relato y, si hay alguna madurita interesada en compartir experiencias que no lo dude, prometo responder. No me interesa su edad ni su estado físico, solo que quiera pasar un buen momento de sexo y diversión. Escribime a aries_19_74@hotmail.com. Besitos.
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