Sexo con la vecina (1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por blackbird.
Lo que les comparto esta vez es algo que inició hace unos cuantos meses atrás.
Tengo una vecina llamada Rosa, ella es una mujer de unos cuarenta y pocos años (la edad exacta no lo sé) y es, lo que comúnmente se le llama, una mujer solterona y vive con la compañía de sus dos perros.
Todos en nuestra calle no tenemos duda de que Rosa es amigable y una buena persona, cosa que hace que se lleve bien con todos.
No tengo muy en claro el motivo de su soltería, sin embargo, entre los vecinos se oyen rumores que van desde motivos religiosos hasta mala suerte en el amor, en fin, sea cual sea el caso, no me parece malo el hecho que una mujer de esa edad se encuentre soltera.
Lo que sí tengo un poco más de conocimiento es el hecho de que viva sin la compañía de familiares en tremenda casa.
Para hacerlo corto les diré que los padres son fallecidos y que cada hermano hiso su propia vida, algunos con familia y otros no como el caso de Rosa.
Un día por la tarde estaba parado afuera de mi casa viendo la calle y de pronto veo, en la vereda de enfrente, a Rosa con muchas bosas de compras.
Sin pensarlo dos veces, cerré mi puerta y me acerqué para ayudarla con las bolsas.
La acompañé hasta su cocina, Rosa me agradeció muchísimo y me invitó un vaso de gaseosa como recompensa.
Tengo que decir que Rosa no es una mujer fea, es blanca, de cabello negro y largo, es un poco alta y tiene buenas caderas.
Sus pechos no son grandes pero tampoco pequeños, digamos que sus pechos entran en ambas manos, su culo es de tamaño normal pero sí tiene ricas piernas.
Tal vez el hecho de que no sea madre hiso que no pierda mucha figura y estoy convencido de que Rosa, de joven, debió de ser bonita.
Empezamos a conversar de cosas simples y sin importancia cosa que me aburrió y cuando terminé de tomar el vaso de gaseosa intenté irme, sin embargo, Rosa me ofreció otro y por respeto acepté.
Luego de esto noté a Rosa un poco más suelta, nutría la conversación haciendo que sea más agradable.
Luego de un rato sucedió lo que marcaría un antes y un después en nosotros.
Rosa se me acercó y con una mano me tocó el pene haciendo que quedara helado.
Rápidamente se me paró debido al masaje y solté una sonrisa de nervios.
“No se lo digas a nadie” fue lo que dijo antes de darme un beso.
La situación se calentó tanto que solo me dejé llevar por la calentura.
Saqué mi pene del pantalón y Rosa se puso de rodillas para chuparlo.
El oral fue delicioso, bajaba y subía con mucha sensualidad, por momentos se tragaba todo mi pene cosa que me excitaba aún más y lo lamía desde la base hasta el glande como si fuese una paleta.
Esta mujer me llevó al límite haciendo que eyaculara en su boca y Rosa, para mi sorpresa, se lo bebió todo.
Siguió chupando por unos minutos pero ahora con más calma hasta que mi compañero recobre sus fuerzas.
Rosa se puso de pie y fue hacia la mesa de la cocina, se bajó el pantalón y su calzón dejando su culo blanco y redondo al descubierto.
Fui tras ella con el pene afuera, coloqué mi pinga en la entrada de su vagina y lentamente fui entrando en su interior.
En ese momento no llevaba un condón conmigo, sin embargo, no me importo, la calentura pudo más.
Mis embestidas hacían que su culo rebote, le di manotazos en sus nalgas haciendo que se pongan rojas al instante.
Rosa se movía bien, para qué negarlo, se notaba que tenía muchas ganas.
Sus gemidos y el sonido de nuestros cuerpos al chocar invadieron la casa, haciendo que uno de sus perros, Lucas, un labrador, apareciera.
El perro nos miró con mucha atención, veía como su ama era hembra de alguien más.
Me causó gracia el hecho de que el perro se excitara, a Lucas se le paró y andaba inquieto por la cocina.
-Ay que rico, dame tu leche.
– decía ella.
Rosa no paraba de pedirme leche, cosa que hiso que me excitara más.
Desde atrás llevé mis manos hacia sus senos, tenía los pezones muy duros y parados.
Toqué sus tetas como si fueran los últimos pechos que tendría en mi poder, llenaba las palmas de mis manos con ellas y piñizcaba y jalaba sus pezones.
Siguió pasando el tiempo hasta que el placer pudo más y le di toda mi leche a Rosa llenando su interior.
Nos quedamos en nuestros sitios por unos segundos más mientras calmábamos nuestra respiración.
Salí de ella y rápidamente Lucas se acercó a Rosa queriendo montarla, si no hubiera tenido la respiración todavía algo agitada, me hubiera partido de la risa.
Rosa sacó al perro de la cocina y cerró la puerta y me volvió a repetir que no le dijera a nadie sobre lo sucedido y obviamente le dije que sí.
-¿Te volveré a ver? –pregunté dando a entender de qué quería otro encuentro con ella.
-Ven sábado por la noche, pero que no te vea nadie.
–respondió luego de pensar unos segundos.
Me despedí de ella luego de unos minutos de conversación.
Caminé, muy satisfecho, camino a casa, no creyendo lo que me acabada de suceder.
Y así empezó los encuentros con Rosa y algo que me marcaría de por vida.
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