Un viejo vecino
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Tengo un cuerpo normal, solo que soy muy alta.
Mido 1.
75, pero tengo unos pechos grandes y un trasero redondo y bien paradito.
Mis piernas están torneadas pues bailo mucho.
Mi cabello es castaño oscuro, largo hasta la cintura y lacio.
Mis labios son gruesos, mis ojos son cafe claro y tengo unas mejillas regordetas.
Aún así no me gusta usar cosas como shorts o faldas, menos para viajar, se el peligro en el que puede ponerme.
Por eso, ese día iba con unos leggins negros, gruesos, una playera de tirantes negra también y un suéter abierto.
Ese día salí temprano de la escuela y como prefería estar en mi casa me regresé luego luego.
Durante el trayecto no hubo mucha gente, era un horario poco concurrido en ese camión, las 10 de la mañana.
Yo tenía mucho sueño, y como estaba del lado de la ventana decidí dormir un poco.
Me desperté unos 10 minutos antes de llegar al paredero.
No abrí los ojos, pero pude sentir porque me levanté.
Sentí unas caricias suaves, apenas perceptibles en mi cadera.
Me moví un poco y se calmaron, de reojo pude observar a un hombre viejo y gordo sentado a mi lado.
Me quedé quieta de nuevo y el señor volvió a acariciar mi cadera.
Por un momento tuve miedo, pero también sentí mi corazón acelerarse y mi intimidad me empezaba a dar cosquillas.
No he tenido mucho sexo, de hecho, solo había tenido mi primera vez con un amigo y no fue la gran cosa.
Así que sentir las caricias sobre mi me empezó a excitar.
Me quedé quieta para saber si el hombre haría algo más y lo hizo, pasó su mano hacia atrás, rozando mi trasero y mis piernas se agitaron, cosa que él noto porque de nuevo no volvió a tocarme.
Tuve el impulso de demostrarle que estaba bien así que me incline, sacando el trasero hacia él y haciéndome de nuevo la dormida, pero no pude evitar la sonrisa en mis labios.
Él lo notó porque paso su mano sin descaro sobre mi nalga y la apretó.
No le cabía en la mano, pero la sensación me dejo súper caliente.
Sentí que se inclinaba hacia mi y me susurraba —Si quieres seguir, vamos a mi casa.
Abrí mis ojos y vi que ya casi llegábamos, podía llegar caminando a mi casa si me bajaba con él y en un arrebato de osadía lo hice, me paré y me baje del camión, quedando a su lado.
No era más alto que yo, pero si era muy gordo, como de unos 45 o 50 años.
Volteó a verme y me sonrió empezando a caminar.
Lo seguí por detrás, sintiendo mis rodillas y mis manos temblar.
También tenía ganas de llorar, supongo que por el miedo, pero eso se fue muy rápido en cuanto cerró la puerta de su casa.
Estaba a solo 10 minutos a pie de la mía.
En cuanto entramos, me agarró de la cintura y me besó con todo y lengua.
Me dio un poco de risa el tener que agacharme para besarlo, cosa que noto y también se rió —¿Cómo te llamas?— me preguntó sin dejar de besar mi cuello y masajear mis tetas por encima de la playera.
—Cassandra— le respondí, mordiendo mi labio para que no escuchara lo difícil que era para mi el respirar con normalidad.
—¿Cuanto tiempo tenemos Cassandra?— el solo imaginar que estaría ahí por horas me hizo gemir.
—Mi mamá no sabe que salí temprano, llego a las 3 a mi casa normalmente— dije, un poco más tranquila pues se había separado de mi mientras se quitaba la ropa.
"Perfecto" lo escuché decir, y entendí porque lo dijo, apenas eran las 11 —Desvistete— me ordenó y sin chistar empecé a hacerlo.
Me deje el brasier negro y mi tanguita a juego.
Él se acercó y volvió a besarme mientras me dirigía al sillón.
Se sentó primero y me hizo sentarme sobre él.
Nos besábamos sin importarnos llenarnos la boca de saliva, mordíamos nuestros labios, sacábamos la lengua y las rozábamos desesperados.
Sus manos inquietas aprovecharon y me quitaron el brasier, dejando libres mis pechos grandes —Que tetas, preciosa— el hecho de que me hablara así me encantaba.
—Son para ti, chupalas, muerdelas— le dije, más que excitada.
Cuando lo estaba mi boca no paraba.
en todos los sentidos, al menos eso descubrí con él esa mañana.
Complacido lo hizo, tomo mis pechos, los junto y se metió a la boca mis pezones, chupándolos duro, succionando y mordiendo, yo no podía dejar de gemir y mover mi cadera sobre el bulto en su bóxer.
Estaba tan deseosa, quería que me hiciera lo que quisiera.
—¿Sabes cabalgar, bebé?— me preguntó y yo le dije que si, era mi posición favorita, aún cuando solo la había visto en el porno, era buena bailando y la había intentado muchas veces con mi consolador.
Se sacó la verga, dura, venosa y sin pensarlo, y a pesar de que me jaló para que no me bajara, me arrodille entre sus piernas y me la metí a la boca.
Amaba tener vergas en mi boca.
Gemí de puro gusto y menee mi cadera mientras bajaba y subía sobre ella, chupaba el glande y lo lamía, dejaba besos sobre la longitud, e incluso chupe sus bolas que estabas muy tensas —Eres una sucia putita mamavergas, mi amor, me encantan tus labios de mamadora— con esas palabras mi vagina se contrajo y empezó a palpitar.
Puso su mano sobre mi cabeza y me lo empujo hasta la garganta.
Me quité por la sorpresa y empecé a toser.
Lo miré enojada, pero jalo de mi cabello y me lo restregó por los labios, dandome palmadas con él sobre mi cara —Abre bien tu boquita, putita, que te voy coger esa linda boquita— saque la lengua y abrí mis labios dejando que metiera su verga y lo empujara hasta el fondo.
Y solo con eso tuve mi primer orgasmo.
Fue intenso y él se dio cuenta pues me quito de su regazo —Eres más perra de lo que pensé.
Voy a cogerte bien rico, mami— Lo necesitaba dentro tan desesperadamente después de esas palabras que me paré, me senté sobre él otra vez y haciendo a un lado mi tanga que ya estaba muy húmeda, casi chorreando, me lo metí gimiendo como la zorra en celo que me sentía.
No tarde nada en moverme, él no dejaba de morderme todo, mi cuello, mis labios, mis pechos, y de darme nalgadas.
Saltaba gostosa sobre su pene duro y rico.
Poco me importó no usar condón.
Sus gruñidos y las palabras sucias que usaba me provocaban ir más rápido.
Me paró, me la sacó y me puso en cuatro.
Yo deje caer mi torso sobre el sillón y abrí más las piernas, esa era mi segunda posición favorita.
—Sabes mucho putita ¿Cuantos te han cogido? Mira nada más que par nalgas de puta zorra tienes.
¿Te rasuras para cogerte viejos como yo?— sin responder, menee mi culo hacia él.
—Cogeme, cogeme ya, meteme tu deliciosa verga.
—Así me gustan, bien putitas.
Esa mañana me cogieron como nunca.
Me la metió de perrito, de misionero, lo cabalgue otra vez, pero de espaldas.
Me hizo sentir la más sucia y puta mujer en el mundo y eso me encantó.
No se vino dentro, me los echo en la tetas, en el curo, y cuando se la chupe otra vez le pedí que acabara en mi cara.
Quedé exhausta, y solo estuvimos dos horas y media cogiendo.
Me desperté y me sentía refrescada, un poco adolorida, pero bien.
Me dejó bañarme, incluso me prestó un bóxer nuevo porque mi tanguita estaba sucia y él se la quería quedar.
Hablamos un rato y era bastante gracioso.
Incluso almorzamos y me cayó muy bien.
La vergüenza de verlo después de lo que hicimos se me olvido por lo amable y divertido que era.
Me dijo que cuando quisiera podíamos pasarla rico de nuevo y me dio su número.
Me despidió en la puerta de su casa y yo le besé, apasionada y deseosa otra vez.
Nos reímos y me dio una nalgada diciendo que no lo provocara o o me dejaría ir.
Así me fui caminando, feliz y emocionada hacia mi casa.
Lo hicimos unas 6 veces más antes de que se mudara, pero yo nunca voy a arrepentirme de haberme bajado del camión con él.
Ese viejo vecino casi me enamora.
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