Una Segunda Oportunidad.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por lilith369.
Segunda oportunidad:
Primero que nada me presentare, diré que mi nombre es Rodolfo, soy un hombre ya maduro de 56 años de edad, médico de profesión, pero siempre he amado el campo, aunque la mayor parte de mi vida la he vivido en la capital de mi país, mis planes siempre fueron retornar a mis inicios y continuar con legado de mis padre y trasladarme al fundo que ellos que dejaron.
Vengo de una familia de hacendados bien acomodado, hijo único y descendientes de colonos alemanes.
No soy un hombre que haga mucho ejercicio, pero me mantengo bastante bien para mi edad, lo que supongo se lo debo a mis antepasados alemanes, soy bastante robusto, pero no extremadamente gordo, mido más de un 1.
90 y mi cabeza tiene bastantes canas y una panza que se ha formado con los año, que nos siempre es fácil de disimular.
Mi vida era tranquila y sin mayores preocupaciones, tengo un buen vivir, me case ya bastante grande a los 35 años, con una mujer 4 años mayor, a la creí amar, tuvimos una vida feliz, hasta que el hecho de que ella no podría ser madre se hizo presente, Adela – mi esposa- se lo tomo como un fracaso personal y entro en una gran depresión.
Yo quería ser padre, pero entendí que mi esposa no pudiera serlo y me olvide ese sueño.
Ella nunca volvió a ser la misma, y aunque vimos a toda clase de profesionales ninguno pudo sacarla del hoyo en el que se hundió, cuando teníamos 10 años de matrimonio nos trasladamos a vivir al campo buscando encontrar la paz que en la ciudad no teníamos, yo nunca abandone del todo la medicina, pero si me aboque a mi pasión, dedicándole cada vez más tiempo a la cosas propias del campo-
La casa que herede de mis padres, esta cerca de la frontera en un sector montañoso y bastante alejado a uno 15 kilómetros del pueblo mas cercano, este es un caserío donde no viven más de 50 familias todas descendientes de colonos Alemanes, son un circulo bastante cerrado, todos muy devotos católicos.
Adela encajo bien entre ellos, mejor que yo, era la esposa del dueño del fundo más productico a 100 km a la redonda y eso a ella le encantaba, se volvió una devota cristiana, cuya vida giraba en torno de la iglesia y el pueblo.
En ese momento fue que Arturo llego a nuestras vidas, él era hijo de una amiga de Adela, la que murió en un accidente de tránsito dejando al niño huérfano y al no tener familiares que pudieran hacerse cargo de él, decidimos adoptarlo, no fue una buena decisión, ya que en vez de unirnos con mi mujer, nos distancio más, Arturo no era un niño fácil de tratar, sufría crisis de ira, las cuales no era fácil controlar, pero mi esposa lo justificaba diciendo que el niño era así, por lo que le había tocado vivir.
Cuando creció se volvió más inmanejable ya los 19 años de edad, era un caso perdido y aunque el pueblo en que vivíamos era chico solía meterse en problema, a su corta edad ya había abandonado 3 carreras universitarias, vivía en fiestas y era adicto al alcohol y las drogas.
Yo lo quería, pero no soportaba su inmadurez.
En cuanto a mi matrimonio, con Adela no éramos más que dos conocidos, hacía años que no compartíamos la cama, y que solo aparentábamos frente a la familia y los amigos que éramos una pareja consolidada.
En el aspecto sexual yo nunca tuve vocación de monje, por lo que solía visitar el burdel del pueblo para obtener mi liberación cuando lo necesitaba y aunque me hubiese encantado que las cosas con mi mujer fuera diferentes, me había resignado a pasar mis días de vejez de esa forma.
Llevaba una vida tranquila, dedicado a mi trabajo como médico, atendiendo los escasos casos que se daban en el pueblo y a mis inversiones agrícolas, no tenía un mal pasar, pero en ocasiones mi tranquilidad se iba al infierno por cualquier problema que causa Arturo, y fue en una de esas ocasiones en que ella, llego a mi vida.
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Magdalena era una chiquilla tímida, que recién había cumplido los 17, demasiado flaca para mi gusto, pero de unos hermosos y grandes ojos color miel, unos labios rojos carnosos y una piel demasiado blanca, que la hacía parecer un poco enferma, su pelo era de un extraño color chocolate.
Largo y frondoso.
Ella era la hija menor del vicario de la iglesia y eran los únicos no descendientes alemanes del pueblo, y hasta Adela estuvo de acuerdo que frente a un embarazo adolescente, Arturo no tenía más opción que casarse con ella, era eso o la cárcel.
Evidentemente mi hijo no estuvo feliz con el paso que debió dar y por más que intento explicarnos que solo se había involucrado con ella por una apuesta, no le quedo de otra que casarse con la chiquilla, pero él no cambio su forma de ser y continuo con su vida de excesos, como si nada hubiese pasado, solía ignorarla y tenían constantes discusiones en las que Arturo solía enrostrarle que lo había amarrado dejándose embarazar y nuevamente Adela lo apoyaba.
Soy un hombre viejo, pero no soy frio o déspota, por lo que al contrario de mi esposa que solía ser igual de frío que mi hijo con ella, yo no podía dejar de sentir cierta lastima por una chiquilla, que solo había cometido un error, que ocasiono que hasta su familia la dejara de lado, Por lo que nos hicimos relativamente cercanos, conmigo era la única persona que conversaba en casa, ya que por orden de mi esposa hasta los empleados la ignoraban.
Al comienzo solo solía venirse a mi despacho a leer o hacer alguna tarea del colegio, ya que por mi insistencia no abandono los estudios, pero poco a poco se fue interesando en lo que yo hacía, y comenzó ayudarme con algunos papeles, Magdalena es una chica humilde no acostumbrada a la opulencia en la que solía moverse mi mujer, pero inteligente y muy despierta, yo nunca la vi como una mujer, sino como la niña que solía ver en la iglesia los domingos.
Pero poco a poco ella se fue ganando un espacio en mi vida, e inevitablemente comencé a verla con otros ojos, era una adolescente en plenitud, siempre solía usar polerones anchos pero en algunas ocasiones se los sacaba, y solo usaba un jenns apretados que me permitían admirar su culo respingón, o una pollerita ajustada que dejaban ver sus tetas pequeñas, que ya habían crecido un poco por embarazo, siempre me cuestionaba por mirar a una adolescente embarazada, pero me cautivaba ver día a día los pequeños cambios que se daban en un cuerpo.
A Magdalena no le gustaba mostrarse embarazada, porque en el colegio la molestaban y le decían que era una puta, y aunque a sus tres meses no se le notaba casi nada, yo le decía que tenía que sentirse orgulloso, después de todo era creadora de vida, como médico siempre he admirado esa faceta de las mujeres, y como en el pueblo no abundaban los médicos era yo quien le hacia los controles de rutina, por lo que poco a apoco fuimos dándonos confianza y ella me dejaba que le acariciara su vientre y yo solía hablarle a mi nieto, no le veía nada de malo en eso.
Arturo era un idiota en vez de cambiar en estos meses y vivir a plenitud esa etapa tan preciosa y única con magdalena, empeoro y mi mujer como siempre lo excusaba, en varias ocasiones me toco intervenir entre él y Magdalena cuando las discusiones subían de tono, yo sabía que Arturo tenia ataques de ira, pero esperaba que nunca fuera violento con ella.
Pero en más de una ocasión Magdalena termino durmiendo en mi cama después de una discusión con mi hijo, quien amenazaba con dejarla durmiendo fuera, esas eran noches de tortura, ya que la chiquilla se aferraba a mi como si fuera su tabla de salvación, y mi cuerpo reaccionaba como hacía años que no lo hacía, y me sentía un canalla por tener esos pensamientos por una niña desvalida, pero su culo pegado, su olor a lavanda, eran una invitación para que mi verga se empalmara.
Ella parecía no darse cuenta de lo que ocasionaba en mí, porque solía dormirse inmediatamente.
Mis visitas al prostíbulo del pueblo se hicieron más frecuente, y aunque siempre me habían gustado las mujeres mayores y con buenas tetas y un culo grande, ya no buscaba eso, buscaba mujeres delicadas, de tetas pequeñas y culo respingón, con olor a lavanda y ojos grandes, pero un puterio de pueblo olvidado no tiene eso para ofrecer, por lo que la mayoría de las veces me iba insastisfecho.
la quería a ella, por lo que tenía que conformarme con esos momentos robados.
Yo solía salir del pueblo por negocios, tenía que visitar diferentes ferias ofreciendo ganado o los productos de estos, y aunque Magdalena me acompañaba en la mayoría de mis viajes, no siempre era posible, por lo que intente reducirlas solo a las urgentes, o solo salir por el día, fue en uno de estas ocasiones, en que Arturo llego bebido y en una discusión, Magdalena cayo por las escaleras y perdió al bebe.
Fue evidente que para Magdalena la pérdida fue más importante que para mi hijo o esposa.
Pero yo decidí tomar cartas en asunto ingreso Arturo en un centro de rehabilitación y hable con los padres de Magdalena para que volviera con ellos, porque evidentemente el matrimonio era un fracaso, pero ellos se negaron a recibirla, por lo que no quedo de otra que ella se quedara en la casa.
Arturo duro menos de un mes en el centro de rehabilitación, cuando mi esposa lo saco volvió a la casa, pero se trasladó al cuarto de invitados, Magdalena se hizo más cercana a mí, ante la evidente antipatía de todos en la casa, mi instinto protector se volvió más fuete y solía defenderla de todos, me decía a mí mismo que la veía como a una hija, pero algo dentro de mi decía que no era así, mi obsesión por ella aumentaba día a día.
La hice parte de mi empresa y poco a poco comenzó ayudarme en cosas más complejas, se volvió mi mano derecha, tenía buenas ideas, Adela le molestaba pero yo no tomaba en cuenta sus reclamos, Magdalena era mi ráfaga de aire fresco.
Arturo por su parte se había ido a estudiar nuevamente a la capital, por lo que estaba tarde mal y nunca en la casa.
Fue cuando viajamos a una feria que las cosas cambiaron.
En los viajes que hacíamos con Magdalena siempre se quedaba en un cuarto al lado del mío, y siempre salíamos a comer o tomar un trago, a veces paseamos por algún lugar turístico, pero nada más, en esta ocasión hicimos la misma rutina, pero para nuestra sorpresa cuando estábamos comiendo, vimos pasar por fuera Arturo con una hermosa chica de la mano, él no nos vio.
-Lo siento.
– atine a decirle después de un momento de silencio.
-¿Porque me pregunto?- pregunto ella.
-Yo no lo quiero, y honestamente no creo que sea la primera vez que este con otra mujer.
– dijo mientras siguió comiendo.
-¿No te molesta?- insistí
-Claro que me molesta, pero no por lo que crees, sino porque él puede seguir con su vida, olvidarse que está casado y buscarse una novia y yo no.
-¿Quieres un novio?- le pregunto dolido.
-Quiero ser amada.
Responde mirándome de frente.
-Quizás debas buscarte alguien de tu edad.
Ella se ríe, y luego me dice.
– Me estás diciendo que le sea infiel a tu hijo.
Yo también me rio.
-No quiero un niñato, quiero un hombre.
– me dice de pronto descolocándome.
-¿Un hombre? le pregunte integrado.
-Si un hombre que sepa lo que quiere y no un niño inmaduro como Arturo, me gusta uno.
pero creo que me ve como una niña.
– me dijo mirándome fijo, una sensación cálida recorrió mi cuerpo.
-Vamos a bailar.
– dijo de pronto sacándome de mis ensoñación.
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Habíamos bebido lo suficiente como va volvernos desinhibidos, Magdalena no ha querido dormir sola en su cuarto y ha insistió en compartir el mío, no quiere dormir e insiste en bailar, me siento en sillón de cuero que hay una esquina y la observo moverse, es una chica hermosa, aún muy flaca para mi gusto, pero con unas curvas precisas, es pequeña, no más de un 1,60, pero tiene un buen culo y unas tetas que me hacen alucinar, quiero tocarla y lamerla, tirarla en la cama subirle la faldita que lleva y follarla hasta que me sacie de ella.
En momentos como estos la chica tímida que es la mayor parte del tiempo, se va a otra parte y sale una chica coqueta, creo que sabe lo que provoca en mí, quizás siempre lo ha sabido y le gusta jugar conmigo, se agacha y se saca las zapatillas, tienes unos pies pequeños y sus uñas están pintadas de color negro.
Viene hace mí y mi polla salta de anticipación, se sube a mis piernas y coloca cada una de sus piernas a un lado, me monta y yo quedo de piedra, estoy nervioso y ansioso a la vez, quiero que ella me seduzca.
Me besa, sus labiosson cálidos y húmedos.
Mi primera reacción es alejara, algo dentro de mí me decía que esto no era no social, ni moralmente correcto, pero otra parte, una más oculta lo deseaba más que nada.
-Por favor – me susurra al oído.
Mientras va dejando besos en mi cuello, hasta llegar a mi oído y succionarlo, enredando su lengua en mi lóbulo, una corriente eléctrica recorre mi cuerpo, haciendo saltar mi verga.
La ayudo acomodarse sobre mi cuerpo y mis manos se dirigen a su culo, presionándolo y sobándolo contra mi verga ansiosa por clavarse en su coño joven.
Ella suelta un quejidito que parece más un maullido de un gatito.
Es hermosa, más moviéndose sobre mí.
Magdalena con dedos inexpertos comienza a desabotonar mi blusa, mientas sigue besándome de manera ansiosa, mientas yo solo puedo pensar en que quiero follarmela duro, como hace años que no me follo una mujer, darle tan fuerte que me suplique por un descansó.
Pero permanezco inmóvil y expectante mientras ella va bajando poco a poco, dejando una hilera de besos en mi cuerpo, soy un hombre entrados en años, que ya va de vuelta en la vida, agradezco conservarme relativamente bien, y eso es algo que no puedo dejar de agradecer mientras veo a magdalena abrir la bragueta de mis pantalones y sacar mi miembro de su confinamiento.
-Eres grande, no si eso quepa en mi.
– dice dudosa, mientras toma mi verga sus manos delicadas, se pone entre mi piernas, verla mirar mi verga con asombro me enorgullece, y hace olvidar la inseguridad que me provoca mi edad, mis canas y mi cuerpo viejo.
Su boca se acerca y con su lengua lame mi polla, que suelta unas gotas de líquido pre seminal, ella lo limpia con uno de sus dedos y se lo lleva a su boca para degustarlo, nunca había visto a nadie hacer algo así y es de lo más erótico, la beso probando mis propios fluidos en su boca.
Ella es caliente.
Quiero tenerla, quiero estar dentro de ella, Magdalena se despoja de su falda, ropa interior y monta sobre mí, su coño se refriega sobre mi verga, lubricándola, mientras mi lengua se introduce en su boca devorándola, no soy suave, no soy tierno, llevo mis dedos a su centro y compruebo que esté lista para mi invasión, busco un condón en la cartera de mi saco, pero al verme me detiene.
-Estoy limpia.
– me dice mientras me mira con sus grandes ojos color miel.
-No es por eso.
– le explico.
– Es para no embarazarte.
-¿Pensé que no podías tener hijos?- pregunta dudosa.
-Es Adela quien no puede.
– le explico, mientras abro el cartucho plateado del preservativo, e intento ponerlo en mi falo.
-No te lo pongas.
– dice poniendo su mano para impedirlo, la miro dudoso, sin comprender.
– Quiero ser madre.
– me explica.
– No era consiente de cuanto quería serlo hasta que perdí a mi bebe.
-Pero que dices.
– la cuestiono.
– Eres solo una niña y tienes mucho que vivir aun.
si aún ni siquiera cumples la mayoría de edad o siquiera terminas el colegio.
Magdalena me mira y sonríe, se acerca y me besa, luego se pone de pie y yo no puedo dejar de admirar sus piernas desnuda, son delgadas y largas, tiene unas caderas prominentes y su monte de venus está adornado con una leve mata de bellos, quiero probarla.
Ella se pone de rodillas en el suelo nuevamente, y comienza a masturbarme con una de sus manos.
El placer que siento es inmenso, ella es suave y delicada.
Una ninfa seduciéndome.
-Se lo que quiero.
– Dice en un susurro.
– Sé que quiero esto por ejemplo.
– agrega mientras introduce mi verga en su boca, es una sensación húmeda y caliente e inevitablemente mi cabeza de va hacia atrás, disfruto de la sensación de tenerla mamando mi polla.
No es experta y por momentos le cuesta tener todo mi miembro en su boca, se ayuda con su manos e intenta encontrar el ritmo, intento guiarla poniendo una de mis manos en mi cabeza, ella me mira y juro que nunca olvidare su rostro mientras mama mi verga, estoy en el cielo, hace mucho que no disfrutaba de una mamada, me dejo hacer y gozo del momento, sin cuestionarme si esto es correcto o no.
Soy un hombre y ella es una mujer dispuesta.
Cuanto siento que voy a explotar ella deja mi verga y vuelve a subirse entre mis piernas, yo solo puedo admirar lo hermosa que es.
-Quiero ser madre y no es solo un capricho, y quiero que tú seas el padre.
Dice mientras con su mano sujeta mi verga y la deja quieta, mientras ella lentamente se la va introduciendo en su coño.
En mi vida he estado con varias mujeres, pero ninguna de ellas me había provocado las sensaciones que Magdalena me provocaba, la tenía respirando entre cortado, con los ojos cerrados, montada sobre la mitad de mi verga, y no era suficiente quería adentrarme hasta sus entrañas, penetrarla hasta que mis testículos chocaran con su pubis, con mis manos en sus caderas la empujo hasta el tope, sus carnes húmedas me apretaron de tal manera que llegaba a ser doloroso.
Ella soltó un gemido mezcla de dolor y placer y se aferró a mi espalda.
-Si esto es lo que quieres muévete.
– le digo con dificultad, mientras le beso y succiono el cuello marcándola, ella huele a flores a frescas a juventud y placer prohibido.
Al comienzo nuestros movimientos son lentos, buscamos el ritmo que nos acomode a los dos, su coño se siente como terciopelo húmedo sobre mi verga, el calor es insoportable, me succiona, esta pietra y bien lubricada, hace años que no disfrutaba del sexo como lo estaba haciendo en este momento
Después de unos cuantos segundos, encontramos el ritmo para movernos juntos, Magdalena es apasionada, una pequeña felina hambrienta de sexo, termino de sacarme la camisa y yo como puedo me saco los pantalones y los zapatos, ella aún tenía su blusa puesta.
Mis manos van a esa prenda e intentan abrir los botones, pero en mi desesperación por tenerla desnuda, termino rompiendo su ropa, su corpiño es de encaje y eso me calienta más, sus tetas son pequeñas pero perfectas, duras y paraditas, sus pezones son dos botones rosas que me lanzo a chupar, lamer y besar.
La quiero toda para mí.
-Eso tócame.
cómeme entera – dice ella entre quejidos y suspiros.
No es para nada silenciosa, sus gritos llenan el cuarto y eso me gusta y calienta a la vez.
Le digo mil cosas, mientras muerdo su oído, cuanto me gusta, como es que su coño me aprieta, que es deliciosa, húmeda, caliente, que me enloquece, que quiero follarmela hasta morir, y que he deseado esto desde hace mucho, eso le gusta porque ella se queja más fuerte mientras me araña la espalda y yo con cada embestida bufo como un toro, porque es así como me siento, como un semental, cogiéndose a su hembra.
A ella le gusta mi estilo porque me monta con desenfreno, mis manos están su cintura, guiando los movimientos, mi boca baja a sus tetas, mordiéndolas y succionándolas, no soy suave, soy bruto, la aprieto contra mi aumentado la ficción, nuestros líquidos suenan, en el vaivén del sexo y son música que completan están sinfonía, su cabeza va hacia atrás y su pelo marrón cayendo en cascada es una imagen que no quiero que se borre de mi mente.
Ella es mi hembra.
Ella me pide más.
Yo quiero darle más.
Siento que su clímax se acerca porque su coño se contrae contra mi verga, y ese hormigueo que comienza en las bolas, se hace presente anunciando que mi descarga se aproxima.
Magdalena se pone rígida y suelta un grito, su coño me aprieta y ella se deja ir, hundo mi verga lo más que puedo en su coño, mientras suelto un quejido animal y por fin me dejo ir, es un orgasmo que se alarga y dura por lo que parecen minutos, los espasmos se suceden uno tras otro soltado choros de semen, que van directo a su útero.
Magdalena esta exhausta sobre mí, me cuesta recuperarme, pero después de unos minutos mi respiración de calma y encuentro las fuerza para cargarla hasta la cama.
Antes de dormirse me sonríe, y yo nos cubo bon una manta.
No me importa que pueda suceder el día de mañana solo que hoy está entre mis brazos.
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Espero sus cometarios para ver si sigo contando como va esta historia
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