Así comencé….
Un joven cuenta como fueron sus primeros pasos como gay, y posteriormente travesti,.
A mis 18 años siempre fui un chico problema, soy el menor de dos hermanos, y mi madre como pudo nos crio sola, después de la desaparición de mi padre.
Fue cuando conocí a Pepe, quien de una forma u otra me fue llevando poco a poco a conocer los placeres del sexo, con otros hombres.
Un día, en que entré en la pequeña tienda que estaba cerca de casa, dando tiempo a que la mayoría de mis compañeros entraran a clases, Pepe el dueño del pequeño negocio, un gallego, se dio cuenta de que yo no tenía ninguna intención de dirigirme a la escuela, mientras yo me tomaba un jugo, me buscó conversación, ya que me conocía de hacía tiempo, y yo siempre que podía paraba a comprar en su negocio mi merienda.
Mientras hablábamos de no sé qué, me comentó que se acercaba la subdirectora, además Pepe comentó. “De seguro anda buscando a los chicos que no quieren entrar a clases.”
Lo que en cierta manera me preocupó, hasta que Pepe me dijo de pronto. “Si quieres te puedes esconder en la parte de atrás, y cuando ella terminé de pasar te aviso.”
En ese instante me pareció la mejor idea del mundo, rápidamente pasé a la tras tienda. Claramente escuché la voz de la subdirectora, pidiéndole a Pepe le vendiera algo, y después de eso se marchó.
Al poco rato entró Pepe a la tras tienda, y me dijo que ella ya se había marchado, pero que, si yo quería, me podía quedar viendo algunas revistas dando tiempo a que no quedase nadie de la escuela por la calle, y al terminar de decirme eso regresó al frente de su tienda.
La idea me pareció buena, así que me senté en una pequeña cama que había en ese lugar, lleno de cajas de varios productos, un pequeño baño, un televisor portátil, y una gran cantidad de revistas, colocadas sobre una mesa de noche.
Hasta ese momento no me había fijado en las revistas, pero cuando lo hice de inmediato atraparon toda mi atención, eran revistas de mujeres desnudas, cosa que yo en mi vida había visto tan de cerca.
Si las había visto en uno que otro lugar que vendían revistas, pero una cosa era ver una portada, a una chica apena vestida con un pequeño traje de baño, y con una pose sugestiva.
Otra cosa era el tener la revista entre mis manos, en las que la mayoría de las fotos presentaban a las chicas completamente desnudas, y mostrando claramente su coño. Yo me quedé como hipnotizado, ojeando rápidamente una revista tras otra, hasta que Pepe regresó a la trastienda.
En ese momento me dio algo de vergüenza, y sin saber qué hacer, comencé a despedirme, con unas ganas locas de llevarme, aunque fuera una sola de esas revistas. Pero Pepe me dijo de inmediato, si quieres verlas, puedes hacerlo aquí, pero no te las lleves, después te la encuentran, y te metes en tremendo problema.
Rápidamente me di cuenta de que él tenía toda la razón, pero antes de que yo decidiera seguir mi camino, Pepe me volvió a decir. “Si quieres verlas puedes hacerlo aquí, nadie te va a molestar.”
Tras lo cual salió nuevamente de la tras tienda, regresando al negocio. Desde ese día por las siguientes semanas, yo era un asiduo visitante a la tras tienda de Pepe.
En ocasiones me daban unas tremendas ganas de masturbarme, pero me las aguantaba hasta llegar a casa, hasta que un día mientras veía unas de las fotos, comencé a pasar mi mano por encina de mi pantalón acariciando sin darme cuenta mi erecto miembro bajo la tela.
Hasta que escuché a Pepe decirme. “Si quieres hacerte una paja, por mí no te detengas, que yo también me la hago cuando veo esas fotos.”
Al levantar mi vista, Pepe se encontraba bien cerca de mí, y también acariciando su verga bajo el pantalón. No sé porque, pero por sus palabras entendí que tenía su permiso de hacerme una sabrosa paja, mientras miraba la foto de una rubia con sus piernas bien abiertas e introduciendo sus dedos dentro de su coño.
Pepe de inmediato dio vuelta dejándome a solas, y sin perder tiempo yo saqué mi parado miembro y comencé a masajearlo entre mis dedos, al principio lentamente, pero a medida que seguía viendo la foto de esa rubia, comencé a acelerar los movimientos de mi mano una y otra vez hasta que sentí la sabrosa sensación de venirme entre mis dedos.
Con el pasar de las semanas, cada vez me sentía mucho más cómodo el hacerme la paja en ese lugar, y en ocasiones ante la presencia de Pepe, que con una amplia sonrisa en su rostro me observaba.
Por eso un día en que yo ojeaba una de sus muchas revistas, no me extraño que tomase asiento a mi lado, y mientras yo me comenzaba a masturbar, Pepe sacó su tremenda verga. Que para mí era inmensa, y al igual que yo comenzó a masturbarse justo a mi lado. Y así por lo menos una vez a la semana, tanto Pepe como yo nos masturbábamos juntos, mientras que lo escuchaba decirme que me imaginase a esa chica con su coño abierto frente a mí.
Pero un día de esos, en que estábamos a punto de comenzar, me preguntó si lo dejaba tocar mi verga, y que si yo lo deseaba podía también tocar la del.
En esos momentos me detuve a pensarlo, lo cierto es que no pensaba aceptar, pero al nuevamente preguntármelo, y después decirme. “Deja que yo te la toque un poco para que veas lo rico que se siente.”
Eso me dio curiosidad por saber que se sentía y al decirle que sí, rápidamente colocó toda su mano sobre mi miembro, y de inmediato comenzó a moverla de arriba abajo, y el placer que sentí fue tremendo.
Tanto que rápidamente me vine entre sus dedos, después de eso él se fue al baño, se lavó las manos, y me dijo que nos veríamos la siguiente semana. Lo cierto es que no me presionó, pero a la semana siguiente, me propuso que al mismo tiempo que él me tocaba a mi yo sé la tocase a él. Tomando en cuenta lo bien que me había sentido, y como Pepe era tan bueno conmigo, finalmente acepté.
Cuando agarré por primera vez, su verga entre mis dedos, y la sentí tan caliente, y palpitante, me quedé impresionado. Pepe también agarró la mía, y como la primera vez no hizo nada más que tocarla que me vine inmediatamente, pero él a diferencia mía por más que yo movía mi mano sobre su verga Pepe no se venía. Hasta que después de un rato salió lanzado hacía el frente un fuerte chorro de leche.
Yo me quedé bastante sorprendido con lo que había pasado, pero al terminar Pepe me dio las gracias, y justo antes de irme a casa, introdujo un billete en mi bolsillo, cosa que a mí no me molesto.
En las siguientes ocasiones en que yo pasaba a visitarlo a su negocio, sin perder tiempo comenzaba a masturbarlo, cosa que me comenzó a gustar mucho, y así continué hiendo a su tienda una, y otra vez, hasta que un día Pepe, me preguntó si lo dejaba tocar mis nalgas, al tiempo que sacaba otro billete y lo colocaba nuevamente en mi bolsillo.
Por lo que sin pensar en las consecuencias le dije que sí. Además, ya las fotos de las chicas no me llamaban tanto la atención, como el ver su erecta verga entre mis dedos y el sentirla en mis manos. Aparte de eso, ya me había comenzado a preguntarme a mí mismo, si yo no era marica, ya que en ocasiones cuando veía a una de esas chicas en las fotos me ponía a imaginarme que era una de ellas.
En ese momento, calmadamente me bajé tanto los pantalones como mis interiores, y sin que él me lo pidiera me los quité completamente, y en el rostro de Pepe vi esa sonrisa de satisfacción que tanto me agradaba.
Pepe tomó asiento en la cama, y suavemente comenzó a pasar sus gruesos dedos por sobre mis nalgas, lenta y suavemente. Con toda su calma continuó acariciando mis nalgas, hasta que, de la misma manera suave y constante, continuó presionando sus dedos entre la unión de mis nalgas. Lo que en cierta forma y manera me estaba agradando bastante.
Casi como un susurró me pidió que abriese un poco mis piernas lo que cuando terminé de hacerlo, continué sintiendo la yema de sus dedos entre mis dos nalgas hasta que llegó a donde debía llegar, a todo el centro del medio de mi hueco.
En ese instante di un pequeño respingo, cuando sus dedos me comenzaron a tocar más profundamente. A medida que Pepe me tocaba, yo por mi parte comencé a masturbarme, y cuando sentí sus dedos acariciando mi esfínter, sin poder controlarme finalmente me vine. En esos momentos Pepe se detuvo, me dio una suave nalgada y me dijo que nos veríamos otro día.
Yo estaba tan deseoso de que Pepe me volviera a acariciar mis nalgas, que al día siguiente después de que salí de clase, me dirigí directamente a su negocio, como de costumbre, pasé a la tras tienda, y de inmediato me quité toda la ropa, por no dejar mientras lo esperaba comencé a ojear unas nuevas revistas, en las que cuando me di cuenta se trataba de chicos con tetas, algunos vestidos de mujer, pero a los que en su mayoría otro hombre se encontraba tras ellos empujándole la verga.
Esas imágenes capturaron toda mi atención, y hasta desee ser una de esas chicas, o chicos a los que le empujaban esas vergas. Pero al entrar Pepe a la tras tienda dejé de ver las fotos, no quería que se diera cuenta que las estaba viendo.
Al él parase a mi lado me puse de pie y le di un abrazo, y de inmediato sentí como sus manos comenzaban a toquetear todo mi culito, lo que sinceramente me agradó mucho. Pepe tomó asiento en la cama, y me coloque de espaldas a él, abriendo ligeramente mis piernas y mostrándole todo mi culo, el cual Pepe siguió acariciando, tal y como lo había estado haciendo el día anterior, solo que cuando yo comencé a masturbarme, de manera suave y colocando una de sus manos sobre las mía impidió que continuase haciéndome yo mismo la paja.
Justo en ese instante al voltear a verlo, me di cuenta de que ya tenía fuera del pantalón su erecta verga, y supe lo que me esperaba. Sin decir una palabra permanecí de espalda y con la misma suavidad que me había tratado me tomó por la cintura, y lentamente fue dirigiendo mis nalgas sobre su verga.
Pepe antes de continuar, untó mi culo con algo como mantequilla, tras lo cual continuó acercando más y más mis nalgas a su verga. Cuando sentí el calor, y la dureza de la cabeza de su glande contra mi esfínter, fue algo increíble, si me dolió, pero a medida que me comenzó a penetrar, ese insoportable dolor fue dando paso a una rica sensación, la que aumentó increíblemente al finalmente encontrarme totalmente empalado por él y bien sujeto entre sus gruesos brazos.
No sé cómo se me ocurrió comenzar a mover mis nalgas, de un lado a otro a medida que Pepe sacaba, y metía por completo, toda su inmensa verga dentro de mi culo. Era tanto el placer que sentía que insistentemente le pedía una y otra vez que no parase de hacerme eso.
Lo que Pepe no dejó de hacer hasta que finalmente llenó toda mi tripa con su leche. Cuando sacó finalmente su verga de mi culo, una rara sensación de haber sido utilizado se apoderó de mí por unos instantes, pero de inmediato también sentí que yo a mi manera también lo había utilizado a él para darme el gustazo de que me comieran el culo.
Al terminar Pepe me indicó que podía entrar al baño, después de que salí me entregó mis pantalones y después de ponérmelos, aunque caminando con mi pierna ligeramente abiertas por cierto dolorcito que sentía entre mis nalgas, me marché a mi casa.
En siguientes ocasiones que visité a Pepe, una y otra vez volvimos a tener relaciones y en una de esas ocasiones, apenas había terminado de desnudarme totalmente, me pidió que le mamase su verga. Como de costumbre no lo pensé mucho, así que mientras él tomaba asiento en la pequeña cama, yo me agaché para acercar mi boca a su verga, pero además Pepe antes de que yo colocase mis labios sobre su colorado glande, derramó un poco de leche azucarada sobre su colorada cabeza.
Yo tomé su gruesa verga entre mis manos y lentamente me dediqué a lamerla completamente, retirando la con mi lengua los hilos de leche azucarada que corrían por su largo tallo, y apenas se la limpie completamente comencé a mamársela, sentía la calentura y dureza de su verga entrando dentro de mi boca, hasta donde ya no podía más.
Pepe colocó sus manos sobre mi cabeza, y de esa manera fue guiando la sabrosa mamada que le estaba dando, hasta que finalmente mi boca se llenó con toda su leche la que en gran parte me trague. Por unos momentos me quedé satisfecho, pero con unas ganas locas de continuar, Pepe se dio cuenta de ello, y me dijo que me acostase en la cama boca arriba, separando mis piernas, y untándose sus dedos en vaselina, comenzó a introducirlos dentro de mi culo, al principio uno después dos, luego tres hasta que finalmente creo que llegó a meterme casi toda su mano dentro de mis nalgas, mientras que yo como una loca movía mis caderas y me masturbaba.
En siguientes ocasiones, Pepe me fue convenciendo poco a poco de que en ocasiones me pusiera algunas prendas femeninas, hasta que un buen día terminé completamente vestida como toda una niña.
Ese día Pepe ni tan siquiera abrió su negocio, los dos nos quedamos encerrados, mientras que Pepe me besaba intensamente, y acariciaba casi todo mi cuerpo, yo procuraba hablarle todo el tiempo como si fuera toda una chica.
La que a medida que él la besaba, le pedía incesantemente que me lo metiera, hasta que finalmente lo volvió hacer. Subiendo la pequeña falda a cuadros que estaba usando en esos momentos y tras bajar mis pantis sentí divinamente como me volvía a penetrar.
Esa fue la manera, en que, desde bien joven, comencé a disfrutar de los hombres. Mientras estuve con Pepe, un día estando en el baño de la escuela, accidentalmente me le quedé viendo la verga a uno de mis compañeros mientras se daba una ducha después de la clase de Educación física. Pero de eso y otras cosas les hablaré más adelante.
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