Como inicié a Ani, en el mundo travesti gay
Apenas lo vi en el Pub, supe que sería mi esclavito..
Mi nombre es Ramiro, pero mis amistades me dicen la Rami. Soy travesti, gay versátil es decir lo mismo funciono como pasivo que como activo, pero mi preferencia es ser pasivo, y en ocasiones también me he llegado a acostar con mujeres.
Mis padres, lo menos feo que utilizan para referirse a mi persona es, el depravado ese, así que se pueden hacer una idea del porque ya no vivo con ellos, desde que me fui de casa a los dieciocho años.
Recientemente en una salida que di a un Pub del ambiente, lindamente vestida como si fuera una nena, con una mini a cuadros roja tipo escocesa, una ajustada blusita blanca de mangas larga y zapatos de colegiala con las medias tobilleras, además de un par de trenzas hechas con mi propio cabello.
Después de estar baila que baila casi toda la noche, conocí a un chico menudito llamado Aníbal, recién había llegado de la provincia, y que se dedicaba a las labores del campo, de unos diecinueve o dieciocho años, me dijo que después de visitar a unos parientes decidió salir a conocer la ciudad y un tipo algo viejolo lo invitó al Pub, pero cuando estaban comenzando a beber, llegó otro tipo y el viejolo se marchó con el recién llegado, por lo que Aníbal se había quedado solo.
Al rato de estar hablando y bailando él y yo, me di cuenta de que al parecer se comenzó a creerse el cuento de que yo era toda una chica, hasta que, al salir del Pub, cuando llegamos a mi auto le dije. “Si quieres acompáñame a mi apartamento, antes de que te montes en el auto, quiero decirte que soy travesti, gay…”
Por la cara que puso me pareció que no me había entendido, ni papa de lo que le había dicho. Por lo que levantándome la minifalda me puse a orinar, justo al lado de mi auto.
Su cara de asombro fue tremenda, pero aun y así, cuando le volví a preguntar, si me quería acompañar, dijo que sí. De camino a casa me confesó, que aparte de que era la primera vez que hablaba con una persona como yo, tampoco tenía donde quedarse a dormir.
Como en si Aníbal me había caído bien, nos fuimos a mi apartamento. Al llegar, le ofrecí un trago, mientras que decidí ponerme algo más cómoda. Realmente parecía un chiquillo, por su cara, por su manera de hablar, y lo bajito que es.
Cuando regrese a la sala, tan solo con un transparente camisón de encajes que uso para dormir, lo encontré ojeando un álbum de fotos mías que, salvo la última foto, en todas las demás me encontraba vestidito de nena, con lujuriosas y provocativas poses.
Bueno Aníbal una vez en que comenzamos a charlar, en los ojos de él podía ver que se moría de las ganas de meterme mano, con toda intensión lo deje ver mis pequeños pero parados pechitos. Que, según alguno de mis amigos más íntimos, parecen los de una nena de trece.
Mientras hablábamos de todo un poco, lo invité a que tomase asiento a mi lado, claro que todo el tiempo, con mis manos tapaba mi propio miembro. Aunque Aníbal me había visto orinando de pie junto a mi auto, me pareció que debía seguir manteniendo la ilusión, de que él estaba con una chica.
Ya al poco rato al ver que él no podía quitar la vista de mis pechos, de manera algo descarada lo invité a que me los tocase. Cosa que cuando escucho que se la dije, se puso rojo como un tomate. Pero ante mi constante insistencia terminó por hacer, al principio de manera bien tímida, apenas pasando la punta de su dedo índice por encima de la piel de mis pequeños pezones.
Pero con la ayuda del fuerte trago que le serví, al poco rato fue ganando más y más confianza. Al punto que comencé a disfrutar de cómo Aníbal, me agarraba sabrosamente mis tetillas. Lo demás fue como dicen, pan comido.
En cierto momento su boca buscó la mía, y disfrute tanto de ese primer beso, que nos dimos en el sofá. Sus torpes manos acariciaron casi todo mi cuerpo, mientras que yo lentamente sin prisa, le fui abriendo su pantalón, hasta que sentí bajo la tela de su interior su erecto y duro miembro, aunque al igual que su dueño nada más, al medio palparlo con mis dedos, me di cuenta de que también era algo pequeño.
Aníbal al sentir mis dedos prácticamente agarrando su cosita, se emocionó bastante. Yo por mi parte hasta contemplé el pasarlo por la piedra, es decir clavármelo yo a él, ya que su pequeña cosita, pensaba yo que no me lograría satisfacer realmente.
Pero fue tan impetuoso en su manera de besarme y tocarme por casi todo mi cuerpo, que decidí sin decírselo, en darle una oportunidad. Así que a medida que Aníbal continuaba besándome, le fui dando poco a poco la espalda hasta que mis nalgas quedaron apuntando hacía su cuerpo.
Como si fuera un niño al que le dan un regalo que siempre ha deseado, él comenzó a tocármelas acariciarlas y hasta besarlas. Yo me fui poniendo en posición y recogiendo ligeramente la transparente bata que estaba usando le dejé el paso libre a mis nalgas, al tiempo que discretamente con mi otra mano, coloqué hacía adelante mi miembro, ocultándolo de su vista, por aquello de no acomplejar al pobre.
Aníbal rápidamente dirigió su pequeña bala, al centro de mis nalgas. Lo cierto es que me causó al principio algo de risa, pero poco a poco eso se fue convirtiendo en un rico placer. A medida que él continuaba clavándome su cosita, yo disfrutaba sin dolor alguno de todo lo que él me hacía, hasta que vi en una de mis mesas de centro, un lubricante que siempre tengo a mano por aquello de estar prevenida.
De momento se me prendió el bombillo, y le pregunté en medio de nuestra sesión de sexo, si alguna vez le había hecho eso a una chica, pero con su mano.
Aníbal rápidamente me respondió que no, y la pregunta obligada fue. “No te gustaría probarlo.” casi de inmediato su respuesta fue un rotundo y enfático no, para a los pocos segundos decirme sin dejar de meter y sacar su cosita de dentro de mis nalgas, que se lo clavasen por el culo, a él eso no le interesaba en lo más mínimo.
Fue cuando caí en cuenta que, o que yo no me había sabido explicar. O fue Aníbal que no me entendió. Cuando se lo volví a proponer, por segunda vez. Le dije, que mi interés no era que él me diera el culo, sino todo lo contrario, que si él deseaba meter sus dedos dentro de mío, que eso me volvería loca de la alegría, y que además mientras me hacía eso yo se le mamaría su verga.
Aníbal como que lo pensó por unos instantes, y sin dejar de clavarme su cosita entre mis nalgas me respondió que sí. Así que cambiamos de posición, primero él, después de que se embadurnó sus dedos con el lubricante que le di, comenzó a introducirme uno a uno dentro de mi culo, hasta que prácticamente los tenía casi todos dentro de mí.
Fue cuando le comenté a medida que me enterraba y sacaba sus dedos, que presionase un poquito más, a ver si también me podía meter el pulgar. Aníbal siguió al pie de la letra mis instrucciones, y cuando vinimos a ver ya prácticamente tenía casi toda su mano derecha dentro de mí.
Yo disfrutaba de lo lindo, por lo que cumpliendo mi ofrecimiento a medida que el chico me empujaba su mano entre mis nalgas, yo busqué su pequeño miembro con mi boca.
Al verlo tan de cerca, me di cuenta de que realmente era bien pequeño, pero que mucho me había hecho disfrutar, mientras que lo tuve dentro de mi culo.
Como si fuera un pirulí, comencé a chuparlo con mi boca, sin besitos ni nada de esas cosas que acostumbro a hacer, cuando me toca mamar. Aníbal disfrutaba tanto de meterme casi por completo su mano, sin salir de su asombro, como de la regia mamada que yo le fui dando.
No sé por cuánto tiempo, disfruté de sentir su mano y gran parte de su muñeca dentro de mí. Cuando finalmente él llegó a correrse dentro de mi boca, yo continué chupando una y otra vez su miembro hasta que no pude más, y tragándome gran parte de su semen terminé de mamar.
Pero Aníbal estaba extasiado de cómo su mano prácticamente desaparecía por completo dentro de mí, hasta que ya después de un buen rato me la ha sacado dejando mi culo tan o más abierto que un zafacón.
Después de eso nos bañamos juntos, y en cierto momento, en que se nos cayó el jabón. Aníbal dándome la espalda se dobló a recogerlo, dejando ante mis ojos, sus paradas nalguitas.
Lo cierto es que estuve a punto de clavarle mi verga, pero me contuve. Pensé que si en algún momento eso pasaba sería porque él así me lo pediría. Tras bañarnos nos fuimos a mi cama, donde divinamente dormimos abrazados, hasta la mañana siguiente.
Cuando al despertarme, encontré su parada pero pequeña verga prácticamente saludándome. Acariciándola suavemente me la fui llevando nuevamente a la boca, y por un buen rato así continuamos.
Por unos cuantos días, Aníbal se quedó en casa, la idea era que eventualmente se marcharse a su pueblo, pero como al quinto día de estar viviendo juntos, en medio de nuestra acostumbrada orgía, me preguntó si eso dolía.
Le dije la verdad que si un poco al principio, pero una vez que ya lo tenía adentro él se podía dar cuenta de lo mucho que yo disfrutaba cuando me enterraba su cosita o algunas de sus manos dentro de mí.
En ese momento Aníbal se quedó callado, pensando seguramente, y yo supuse que no me diría más nada sobre el tema, cuando de momento lo escuché decirme. “Bueno házmelo, pero si te digo que lo saques me lo sacas.”
Después de eso nerviosamente se puso en cuatro, y creo que estaba tan tenso que de haberlo nada más tocado con mis dedos, seguramente hubiera salido corriendo. Por lo que mi primer paso, después de separar sus paradas nalguitas con mis manos, fue el de darle un buen beso de lengua, en el centro de sus pálidas nalgas.
Aníbal no pudo o no quiso disimular el placer que sentía él, cada vez que mi lengua rosaba su esfínter. Hasta que comencé a introducir mis dedos uno a uno dentro de él, hasta que llegué a dilatar lo suficiente su cerrado esfínter.
A cada lambetazo que recibía de mí, Aníbal se entusiasmaba más y más. Hasta que prácticamente, casi me rogaba porque le enterrase mi verga. Cosa que hice poco a poco, no fuera a ser que se me rajase en ese preciso instante.
No fue hasta que nuestros cuerpos quedaron completamente unidos que volví a escuchar su voz, diciéndome que le diera más duro al tiempo que con bastante sabor comenzó a mover sus nalgas restregándolas contra mi cuerpo.
Mis pequeños senos los tenía clavados en su espalda, mientras que con mi boca mordisqueaba su nuca, al tiempo que él quebraba sabrosamente su cuerpo. Si en algún momento, disfruté plenamente de clavarme a un hombre fue en ese. Aníbal movía sus caderas deliciosamente, mientras que yo no dejaba de meter y sacar mi tiesa verga de entre sus nalgas.
El placer que sentía teniendo el culito de Aníbal bajo mi cuerpo era infinito, su voz se quebraba, pidiendo que le diera más y más hasta que comencé a masturbarlo al mismo tiempo que me lo seguía clavando divinamente.
Cuando nos vinimos, fue un derroche de semen por todos lados, yo saqué mi verga de su culo y él instintivamente la tomó para llevársela a la boca, al igual que hice yo con la de él, quedándonos ambos disfrutando de un delicioso 69, tanto su pequeño pirulí como mi verga los chupamos intensamente, hasta que ya no pudimos más, y riéndonos nos quedamos recostadas sobre la cama.
Cuando finalmente nos separamos, Aníbal de repente se comenzó a portarse de manera tan o más femenina que yo, así que después de bañarnos juntos, no tuve que hacer mucho esfuerzo para que me dejase que lo depilase y finalmente lo vistiera de chica, que en el fondo creo, era lo él o mejor dicho Aní buscaba desde un principio.
Después de eso le presté una de mis pelucas, que ya no uso, porque desde hace tiempo acostumbro a usar el cabello largo, la maquillé y quedó lindo, perdón, linda y bella como una estrella. Aní se olvidó de regresar su pueblo, trabaja como mesera del restaurant de comida rápida que yo administro, claro que con una linda apariencia de chica.
Vivimos juntas, y ambas ahorramos para en un futuro operarnos, por lo menos las tetas, lo otro ya veremos.
Hermoso Relato me encanto como hiciste de Anibal una Putita Deliciosa,. Besitos