Como llegué a ser de un delicado jovencito a toda una putita.
Yo me quedé tirado en el piso con mi culo completamente abierto, y toda mi cara llena de su leche. Algo que no podía quitarme de la mente era la manera en que mi novio, me miraba mientras que esos dos tipos me clavaban sus vergas, dentro de mi cuerpo..
Hoy en día me hago llamar ocasionalmente la Coquí, pero desde luego que no siempre he sido así.
Desde pequeño al ser el menor y único varón de toda la casa, ya que mi padre murió después de que yo nací, por lo que sin querer copié muchas conductas y maneras de hablar tanto de mi madre, de mi abuela, como también de mis seis hermanas mayores.
Lo que, durante toda mi vida, me trajo problemas en todo momento. Por ejemplo, en mi último año, un par de chicos mayores y de mí mismo salón de clase, no perdían oportunidad para agriarme la vida, la mayor parte del tiempo golpeándome, dando fuertes empujones contra las paredes, en fin, ellos dos eran un par de abusadores.
Lo triste del caso es que yo nunca pude evitar que eso siguiera sucediendo, aparte de que ni tan siquiera sabía cómo defenderme. Por lo que cuando ya cansado de sus abusos, al final de uno de los oscuros pasillos donde me llevaron prácticamente arrastrado, llorando decidí hacerles frente y preguntarles qué era lo que ellos querían conmigo.
El más grande me respondió, al mismo tiempo que me doblaba el brazo, tras mi espalda y con su otra mano me agarraba las nalgas. “Queremos que nos des el culo, aquí y ahora mismo o te rompo la cara y el brazo.”
Por una parte, yo estaba tan y tan cansado de que a cada rato me dieran golpes, empujones y que se burlasen de mí llamándome señorita. Y por otra parte sé que, si le hubiera respondido que no, aparte de romperme la cara, no dudo que también me hubiera roto el brazo.
Por lo que cuando lo escuché decirme eso, aunque me asusté mucho, y en cierta manera entré en pánico, entendí que era una especie de sacrificio que tenía que hacer, para que no me siguiera molestando, pensé que, si hacía eso, era la única manera en que me dejasen en paz, ignorando lo mucho que cambiaría mi vida a consecuencia de esa decisión, por lo que sumisamente les respondí que sí.
Al escuchar mi respuesta, los dos se sonrieron maliciosamente, y sin aun soltarme, me hicieron entrar en la covacha de limpieza, a la que por la gran cantidad de polvo en el piso se veía, que no había entrado persona alguna durante mucho tiempo.
Ya dentro me ordenaron que me desnudase completamente, traté de negarme diciéndoles que yo no era maricón y de inmediato me han dado un golpe en el estómago, para luego ordenarme nuevamente que me quitase toda la ropa, cosa que hice de manera resignada, hasta quedar completamente desnudito.
El más grande después de caminar a mí alrededor y volver a tocar mis nalgas, me ordenó que me arrodillase, yo al ver lo sucio del piso me demoré un poco, pero él me obligo a que me arrodillase.
Aunque en ese momento no tenía idea del porqué de su orden, le obedecí. Al hacerlo casi de inmediato él sacó su miembro del pantalón, y manteniéndolo semirrecto entre una de sus manos, mientras que con la otra me agarró por el pelo con fuerza y me dijo. “Bueno nena, primero quiero que me lo mames, y después me vas a dar el culo.”
Al principio me resistí en obedecerle, y de inmediato me ha comenzado a cachetear con su verga, diciéndome ponte a mamar o te rompo la cara, ante el temor de volver a ser golpeado nuevamente, me limité a obedecerle, con la esperanza de que después de eso me dejasen tranquilo.
Así que cuando acercó su verga nuevamente a mi cara, no me quedó más remedio que abrir mi boca y dejar que metiera la cabeza de su verga dentro de mí boca, a pesar de su olor a orines y de la repulsión que sentí, mayor era mi miedo a que me volvieran golpear.
Al principio me costó algo de trabajo ya que en par de ocasiones sentí nauseas por lo que estaba haciendo, pero ya saben el miedo a ser golpeado me hicieron continuar chupando su verga la que ya dentro de mi boca se puso bien dura y caliente, hasta que de momento el otro chico le dijo. “Bueno Carlo Juan ya que tú le vas a dar por el culo, deja por lo menos que me lo mame, mientras tú te lo coges.”
Así que sin decirme nada sacó su verga de mi boca y su compañero sacando su miembro del pantalón de inmediato metió su verga dentro de mi boca. Su olor a orines era tan repulsivo como el de su compañero, pero de igual forma ya con su verga dentro de mi boca, no me quedó más remedio que seguir mamando.
Mientras que él colocando sus manos sobre mi cabeza, la guiaba. Mientras que el más grande se colocó tras de mí y me ordenó qué me pusiera en cuatro patas, por un rato dejé de mamar su verga al otro chico, mientras cambiaba de posición y al principio me puse en posición de gateo, pero una fuerte nalgada que me dio el que se llamaba Carlo Juan, diciéndome. “Maricón te dije en cuatro patas no que gatearas, hizo que realmente me pusiera en cuatro.”
Ya al terminar de hacerlo, él estaba tras de mí, me ordenó que separase las piernas y parase el culo, lo que hice lleno de miedo. Carlo Juan, apenas se colocó tras de mi comenzó a pasar la cabeza de su verga por entre mis nalgas, embadurnándolas con su propia saliva y diciéndome, en tono sarcástico. “Bueno nena ahora vas a dejar de ser virgen.”
Que él se refiriera a mí como si fuera una chica me molestaba, y pensé en protestar, pero al sentir la cabeza de su verga rosando mi esfínter me dio un pánico tremendo y entré en llantos, pidiéndole que no me hiciera daño, que yo no era una chica, mucho menos trolo, ni maricón.
Pero sin dejar de pasar la cabeza de su verga entre mis nalgas, me fue diciendo. “Querrás decir que no lo eras, pero caminas, te mueves, y hasta hablas como una chica, solo que no tienes coño, ni tetas, ¿así que eres?”
Al terminar de decir esas palabras movió furiosamente sus caderas y de un solo viaje me ha enterrado dolorosamente toda su verga dentro de mi culo, creo que estuve a punto de desmayarme por el dolor.
De por sí ya las lágrimas corrían por mis mejillas, el grito que pegué fue bien fuerte, solo que su compañero tapó mi boca con sus manos, y por suerte no le había seguido mamando su verga, porque de seguro se la hubiera mordido.
Carlo Juan en ningún momento tuvo piedad de mí, una vez llegó a enterrarme toda su verga y me apretó contra su cuerpo como si yo fuera de su propiedad, volviéndome a dar otra fuerte nalgada, me dijo. “Deja de llorar que eso se te pasará, así que comienza a mover el culo putita.”
Aun llorando, por los golpes y el dolor que sentía, aparte de la vergüenza de haber sido clavado por el culo, por miedo a seguir siendo golpeado, obedientemente comencé a mover lentamente mis caderas.
Carlo Juan me tenía bien sujetado por mí cintura, entre sus brazos, metiendo y sacando toda su verga de entre mi adolorido culito, cuando el otro chico insistió que se lo continuase mamando, así que abrí mi boca y tras él penetrarla con su verga, me dediqué a mamársela.
Carlo Juan no dejaba de seguir metiendo y sacando su verga de mi culo, pero al mismo tiempo continuaba diciéndome cosas, no sé si para tranquilizarme o por joder nada más. Pero a medida que él me seguía dando por el culo, además del dolor comencé a sentir algo muy diferente, y de momento a pesar de todo el dolor, la vergüenza, y la rabia que sentía, creo que comencé a disfrutar, lo que ellos dos me estaban obligando a hacer en contra de mi propia voluntad.
A tal grado que a medida que fui moviendo mis caderas, me fue gustando más y más, lo que ellos dos me hacían. Cuando escuché a Carlo Juan, que le decía al otro chico que yo lo hacía mejor que la sirvienta de su casa, en cierta forma me sentí orgulloso, por lo que seguí moviendo mi culo y chupando con más fuerza.
Eso era toda una nueva sensación para mí, en ocasiones a solas en mi cuarto o en el baño de casa me había masturbado, ocasionalmente o mismo tímidamente me introducía mis propios dedos dentro de mí culo, pero el sentir esa caliente verga entrando y saliendo de mi cuerpo, al tiempo que él me sujetaba entre sus brazos, era algo completamente nuevo y diferente para mí.
De momento Carlo Juan me sujetó con más fuerza contra su cuerpo y diciéndome. “Mi amor que rica están tus nalgas.”
Comenzó a derramar todo su semen dentro de mi culo. A los pocos segundos el otro chico se corrió dentro de mi boca, prácticamente obligándome a tragar también todo su semen.
Cuando Carlo Juan sacó finalmente su verga de mi culo, yo me quedé tirado en el piso, todo adolorido, y llorando, él y su amigo se dirigieron a la puerta y me amenazó, diciéndome. “Si se lo cuentas a alguien ya sabes lo que te espera.”
Tras decir eso salieron de la covacha. Por un largo rato permanecí tirado en el suelo, con mi culo todo adolorido, y con ganas de vomitar. Cuando finalmente me levanté mi cuerpo estaba todo lleno de polvo, me vestí y sin importarme que aun tuviera clases, me marché a casa sin decir nada a nadie.
Al llegar a casa, nada más al verme mi mamá supo que algo me había pasado, por lo que llorando le mentí en parte, le dije que un par de hombres que nunca había visto me asaltaron, me montaron en un auto y me llevaron a una calle sin salida donde me quitaron la ropa y lo demás no hizo falta que se lo contase, a que ella se lo debió haber imaginado.
Mi madre llamó a la policía, y hasta me llevaron a una clínica donde el médico, después de entrevistarme y realizar un bochornoso examen de mi culo, junto con un grupo de estudiantes de medicina, indicó que, viendo las laceraciones de mi ano, la cantidad de semen y sangre que había expulsado durante el examen previo, concluía que había sido sodomizado a la fuerza.
Hasta la prensa se enteró, y como que fue peor el remedio que la enfermedad, ya que todo el mundo en el colegio y en mi vecindario, se enteró que me habían dado por el culo. Por unos cuantos días permanecí en casa, sin querer salir, no quería ir a ningún lado, me daba una vergüenza tremenda, hasta que finalmente por la presión de mi madre, regresé al colegio.
Era una especie de celebridad, los primeros días, pero después pase a ser el chico al que un par de pillos, le comieron el culo. Carlos Juan por un tiempo no me volvió a molestar, pero al pasar las semanas, me agarró descuidado y nuevamente él solo me llevó a la covacha.
Ya dentro me dijo. “Fuiste muy listo al decir que fueron un par de pillos los que te comieron el culo.” yo estaba todo nervioso, asustado, con miedo que me fuera a golpear, cuando colocó su mano sobre mi nuca y atrayéndome hasta su boca me ha dado un tremendo beso.
Yo me quedé sin saber qué hacer, no esperaba que él me hiciera eso, hasta que al tiempo que su lengua entraba en mi boca sus manos me comenzaron a quitar mi ropa. Casi sin que yo me diera cuenta.
De esa manera Carlo Juan me desnudo completamente, y me dijo al dejar de besarme. “Mira mi amor, te prometo que no te voy a golpear, pero tienes que portarte bien conmigo.”
Yo asentí con la cabeza, y lo vi sacar su verga del pantalón, sin que me lo dijera me arrodillé frente a él, y resignadamente me dediqué a mamar su verga. A medida que se la mamaba, Carlo Juan me decía. “Así me gusta nena, que me lo chupes con ganas.”
Después de un buen rato me ordenó detenerme, y me dijo. “Ahora te voy a dar por tu culito, pero no te asustes, que de verdad ya no te va a doler como la primera vez.”
Yo sin otra opción que el obedecerle, me puse en cuatro, y casi de inmediato comencé a sentir como las manos y dedos de Carlo Juan me comenzaron a acariciar las nalgas, hasta que poco a poco me fue introduciendo uno a uno alguno de sus dedos.
Además de hacer eso, embadurnó con su propia saliva todo el ojete de mi culo, y seguramente toda su verga también. Cuando sentí el calor de su glande contra mi esfínter, tuve ganas de salir corriendo, por una parte, pero por la otra, como que deseaba que me lo volviera a enterrar.
Así que cuando nuevamente sentí que era penetrado, a diferencia de la primera vez, el dolor no fue nada desgarrador ni desagradable. Si me molestó algo, pero lo que comencé a sentir casi de manera inmediata fue algo bien diferente, algo que me producía un intenso placer, y sorprendido me encontré a mí mismo moviendo mis caderas, buscando una mayor satisfacción.
Mientras que Carlo Juan me decía una y otra vez que yo era su hembra, su novia, su chica, en fin, para él yo era una mujer, por el hecho de que me estuviera dando por el culo. En toda mi vida nunca me habían llamado la atención los chicos, y hasta ese mismo día tampoco el ser clavado por el culo.
Pero a medida que Carlo Juan continuaba bombeándome, yo me decía a mí mismo que eso se debía repetir otra vez. Así que cuando ya él estaba acabando sabrosamente dentro de mí, y me dijo. “Para la próxima te vas a poner unas pantis y sostén, cariño.”
Yo sin pensarlo mucho de inmediato le respondí que sí. En la misma covacha había un gran lavado para limpiar mapos y coletos, en el que después de que Carlo Juan me volvió a besar intensamente, y se marchó.
Después me las arreglé para lavarme el culo y expulsar lo que él había dejado dentro de mi cuerpo. Desde ese momento, nuestros encuentros fueron algo de casi todos los días. En los que al principio Carlo Juan me trajo unos pantis, algo grandes para mí, pero posteriormente, yo comencé a tomar prestadas algunas de las prendas íntimas y hasta uno que otro vestidito de mis hermanas.
Ropa que me ponía para que Carlos Juan, me tratase como a una chica, de la que supuestamente él estaba enamorado. Yo por mi parte me comencé a dejar el cabello largo, iba a clases en ocasiones con los pantis puestos, claro sin que nadie lo notase.
Hasta me arreglaba las uñas y usaba suavemente un perfume de mi madre. Yo estaba de lo más envuelto en mi relación con Carlo Juan, que cometí varios descuidos, descuidos que una de mis hermanas, para colmo de males, la que no le gustan los hombres, se dio cuenta y al poco tiempo me dijo que ya sabía que era lo que a mí me gustaba.
Yo no le hice mucho caso hasta que me dijo. “Aparte de ponerte nuestra ropa a escondidas, como que te quedó el gusto de que te dieran por el culo, ¿verdad?”
Al escucharla me asusté y tonta o inocentemente le pregunté cómo se había enterado, pero al ver su rostro me di cuenta que con la respuesta que le di, confirmé sus sospechas, de inmediato, le supliqué que no se lo dijera a mamá, Mari Sara que es como se llama esa hermana mía, me dijo. “Está bien, yo guardaré silencio, pero a cambio de eso tu harás lo que yo te ordene, sin chistar.”
Lo cierto que no pensé jamás que, a los pocos días, cuando nuestra madre nos indicó que iríamos a la finca de un tío nuestro, Mari Sara, me dijo que le dijera a mamá que yo prefería quedarme en casa. Por aquello de que aún me sentía incomodo, por lo que me había sucedido.
Así lo hice y nuestra madre entendió mi supuesto malestar, por lo que no me obligó a que las acompañase, además Mari Sara también había decidido quedarse en casa y que estudiando para un examen.
Apenas mi madre, mi abuela y el resto de mis hermanas se marcharon, Mari Sara me ordenó que fuera a su habitación. Cuando entré me dijo, que me quitase toda la ropa, y me recordó que yo debía hacer todo lo que ella me ordenase sin chistar, así que no me quedó más remedio que obedecer a mi hermana.
Para colmo de males, ese día estaba usando uno de sus pantis, y ella se dio cuenta, pero no me dijo nada. Una vez que estuve completamente desnudo me dijo. “Ahora vamos a jugar un rato, así que lo primero que vamos hacer es depilarte, una chica linda como tú, no puede tener pelos en los brazos o piernas a menos que sea evangélica y de seguro tú no eres evangélica.”
Durante todo ese tiempo me sentía sumamente incomodo, mi hermana me depilo todo mi cuerpo, mis axilas, las piernas entre mis muslos y nalgas, así como mis brazos, e incluso hasta los pelos de mis testículos.
Cuando terminó mientras ella me veía mis nalgas me comentó, al tiempo que me daba una suave nalgada, diciendo. “Ahora si pareces una nena, por lo menos de espalda.”
Yo no decía nada, en realidad me sentía muy raro, solo permanecía con mis manos ocultando mi miembro, ya que en algunos momentos se me ponía algo duro, y no sé, pero creo que mi hermana no debía verlo así.
Al terminar de depilarme, mi hermana me arreglo el cabello, con una tijera recortó las puntas, y al terminar me dijo. “Este corte es estilo paje, te permitirá peinarte tanto como una nena como un nene.”
Después de eso comenzó a maquillarme, después hasta me pinto las uñas de las manos y pies, para finalmente indicarme que me pusiera todo lo que ella había sacado de su closet y dejado sobre su cama.
Sus pantis me quedaban a la medida, a pesar de que ocasionalmente mi miembro se ponía duro, pero ella solucionó eso ajustándolo entre mis piernas, en cambio el sostén debió sacar unos de cuando ella tenía trece o catorce años, ya que era talla doble A, los que al ponérmelos me quedaron ni que mandados hacer.
El esto fue un vestidito bien simple, luego me puse unos zapatos altos de mi hermana mayor, con los cuales caminé el resto del día hasta que aprendí a dominarlos. En fin, al verme al espejo parecía que estuviera viendo a Tina, la menor de mis hermanas, Mari Sara fue cuando me dijo, que la acompañaría a casa de una de sus amigas, pero que no le dijera a ninguna persona en esa casa, que yo era un chico.
Al principio tuve miedo de salir a la calle, pero basto que una de las vecinas al verme me confundiera con la propia Tina y me dijera, adiós Tina. Para que caminase de lo más tranquila hasta la casa de las amigas de Mari Sara.
La verdad lo único que hice fue sentarme y después de un buen rato regresamos a casa. Mari Sara estaba molesta no sé por qué, pero ya en casa, cuando me disponía a comenzar a quitarme la ropa, me preguntó, “¿Quién te dijo que hicieras eso?”
Y entendí que debía quedarme vestido de nena hasta que ella quisiera. Al poco rato me dijo que trajera de su cuarto una botella de ron, y apenas se la fui a dar me ordenó que me diera un trago, lo que hice, solo para que no se molestase conmigo.
Después ella también se dio un trago y me dijo que pusiera algo de música, lo que hice y Mari Sara se puso a bailar conmigo, diciéndome que la verdad parecía una verdadera quinceañera, aún más bonita que la propia Tina.
Por un corto rato bailamos y ocasionalmente mi hermana se daba un trago y me obligaba a que yo también me lo diera. Cuando comenzó a acariciar mi cuerpo, y a besarme en la boca. Lo que hizo que me pusiera bien nervioso, al punto que traté de evitarlo por lo que mi hermana, se molestó conmigo regañándome, recordándome que yo debía hacer todo lo que ella me ordenase, o le diría a todo el mundo lo que a ella le diera la gana.
De momento se subió su falda, se bajó los pantis y agarrándose su coño me dijo enseñándomelo de manera bien vulgar. “Quiero que me lo mames chiquita.”
Yo jamás pensé que mi hermana me fuera a ordenar algo así, pero al verla a la cara supe que debía hacerle caso o atenerme a las consecuencias. Por lo que me arrodillé frente a ella que tomó asiento en una de las butacas de la sala, desde bien chico yo había estado viendo en muchas ocasiones a mis hermanas sin ropa alguna, por lo que ver a Mari Sara así no me hizo sentir nada nuevo, pero al ella agarrarme por el cabello, y pegar mi rostro a su coño al tiempo que me ordenaba que se lo chupase, me gustó.
No precisamente porque fuera un coño, sino más bien en la manera en que me obligó hacerlo. Por un rato permanecí mamando el coño de Mari Sara, era evidente que ella lo disfrutaba, lo que yo obedeciendo sus órdenes le hacía con mi boca a su coño, hasta que de momento me dijo que dejase de mamar su coño, y tomándome por la mano me atrajo hacia ella y de inmediato me comenzó a besar, al principio me resultó algo bien raro el estar besando a mi propias hermana, pero a medida que lo seguíamos haciendo, aun contra mi propia voluntad sentí que todo mi miembro se ponía duro, y una excitación tal, como cuando Carlo Juan me besaba y acariciaba todo mi cuerpo.
Mari Sara me recostó sobre el sofá de la sala, donde nos encontrábamos, sin vergüenza alguna se terminó de desnudar y prácticamente se arrancó sus bragas, casi de inmediato me subió la falda del vestido que yo usaba, me bajó las bragas que yo tenía puestas, tomó mi miembro entre sus manos y lo dirigió a su coño, una vez que de un solo golpe prácticamente se lo enterró todo, comenzó a tratarme nuevamente como si yo fuera una chica.
Era una especie de locura, se portaba tal y como Carlo Juan lo hacía cuando él me penetraba, mientras que yo creo que me comportaba como si realmente fuera una chica, al principio con mucho miedo y lleno de vergüenza.
Mi hermana montada sobre mi cuerpo empujaba su coño contra mi verga, una y otra vez, me pedía que me moviera, me besaba de manera salvaje y aunque no tenía tetas me agarraba las tetillas mías, las acariciaba y chupaba como si realmente fueran tetas.
Así estuvimos un largo rato hasta que en cierta manera se puede decir que alcancé un orgasmo, al momento de venirme dentro del coño de ella. Y ella prácticamente eyaculo sobre mí, ya que un fuerte chorro de no sé qué, que salió de su caliente coño me empapó casi todo de la cintura para abajo.
Finalmente, mi hermana me dio un largo beso, y levantándose me dijo, al tiempo que me agarraba por la mano, acompáñame a mi cuarto.
Ya dentro de su habitación me dijo que me fuera a lavar, y que regresase, lo que hice casi de inmediato. Encontré a Mari Sara recostada sobre su cama con sus piernas bien abiertas, y acariciando su coño, al verme nuevamente me ordenó que le mamase su coño, y al momento en que comencé a pasar mi lengua por entre los labios de su vagina, sentí ese inconfundible sabor a semen que brotaba de su coño.
Yo continué chupándoselo, imaginándome en cierta manera que se lo chupaba a Carlo Juan, hasta que después de un largo rato, y de haberle limpiado todo mi semen, me dijo. “Querida te voy a mostrar mi nuevo juguete.” y extrayéndolo de una caja de zapatos, sacó un grueso y largo pene de goma, que en su centro se encontraba pegado a unas correas, al principio no comprendí cual era el fin de todo eso, hasta que frente a mí se lo colocó, introduciendo dentro de su coño peludo coño, una parte de eso, mientras que la otra mitad quedaba fuera dando la impresión de ser una verdadera verga.
Sin perder tiempo me ordenó que se lo mamase, y al colocar mis labios sobre ese negro pene de goma, prácticamente me sentí como si realmente estuviera mamando uno de verdad. Y por otro largo rato cabecee sobre su coño empujando y chupando esa cosa, que a medida que yo hacía eso, mi hermana terminó disfrutando de otro orgasmo.
Yo pensé que finalmente me dejaría en paz, pero me equivoqué, ya que cuando pensaba salir de su habitación me ordenó que me acostase boca abajo en su cama. Que separase mis piernas y me quedase quieta hasta que ella terminase de meterme su verga entre mis nalgas.
Yo estaba sorprendido o mejor dicho sorprendida, obedientemente le hice caso a mi hermana y a los pocos segundo comenzó primero por pasar sus dedos sobre mi culito, acariciando mis nalgas, y embadurnándome con una crema, todo el ojete de mi culo.
Yo en el fondo me moría de la alegría, quizás fue eso que me hizo beber, pero me sentía deseosa de ser clavada por ella, así que en cierta manera le seguí su juego al decirle que por favor no me hiciera daño, y sé que solo eso la excitó más.
Cuando le dije que mi culito era virgen, aunque era mentira, ella me siguió el juego, diciéndome. “Prepárate mamita que te lo voy a partir en dos ese parado culito, putita viciosa.”
Yo comencé a sentir, como su verga negra de goma, me comenzaba a penetrar por mi aro de la felicidad. Quizás la crema que me puso lo facilitó mucho, se deslizaba dentro de mí de manera increíble, y al igual que me hacía Carlo Juan, Mari Sara, me apretaba contra su cuerpo mientras que su boca me mordisqueaba mi nuca, produciendo un muy raro placer, al sentirme completamente dominada, y para colmo de mi felicidad por mi propia hermana lo que hacía mucho más morbosa y excitante la situación.
Por mi parte cuando comencé a sentir que me lo metía, en cierta manera me quejé de un falso dolor, le pedí que no me hiciera daño y con más fuerza me lo metía.
Mi cuerpo temblaba de placer, las dos perdimos la noción del tiempo, ya que quien sabe por cuantas horas mi hermana me estuvo dando por el culo, yo en par de ocasiones volví a venirme, apenas y sin tocar mi pene, mientras que ella alcanzó un sin número de orgasmos.
Por lo que ambas quedamos exhaustas y dormidas. En la mañana al despertarme, después de darme una rápida ducha y ponerme algunas de sus prendas íntimas, me dediqué a preparar el desayuno, mientras que Mari Sara aun dormía.
Al levantarse, me dijo que lo había hecho muy bien, y que seguramente lo repetiríamos en otra ocasión. Ella después de desayunar se vistió y se fue a la universidad diciéndome, que regresaría como a las diez de la noche que me preparase para que la acompañase a una discoteca.
Yo pensaba quedarme en casa sin hacer nada, aparte de probarme la mayoría de la ropa de mis hermanas el resto del día, pero se me ocurrió llamar a Carlo Juan y darle una pequeña sorpresa, al invitarlo a que pasara por mí casa, ya que me encontraba solo.
Carlo Juan llegó a eso de la una de la tarde, cuando abrí la puerta, se puede decir que no me reconoció, para él la chica que tenía enfrente era Tina una de mis hermanas mayores. Hasta que lo sorprendí plantándole un besote en su boca, Carlo Juan se me quedó viendo de pies a cabeza, y a los pocos segundos me preguntó aun como quien no lo puede creer, “¿Eres tú Javi?”
A lo que coquetamente le respondí. “No mi amor soy yo la Coquí tu mujer.” Lo conduje entre besos y caricias a mi dormitorio y ya dentro nos seguimos besando y él tocándome el culo vulgarmente, constantemente me decía, pero eres toda una linda putita, hasta que parece que no pudo aguantar más y me dijo. “Mi amor dame ese culito.”
Yo coquetamente le dije que no, y él me lo volvió a pedir al tiempo que yo bajándome los pantis, le volvía a decir que no pero solo para provocarlo. Carlo Juan me tomó entre sus gruesos brazos, y casi apenas bajándose sus pantalones, se colocó tras de mí, y con un ímpetu salvaje me clavó su verga entre mis nalgas, gracias a que me puse la crema que usó Mari Sara conmigo, su verga se deslizó completamente dentro de mi culo.
Sin pérdida de tiempo, comencé a mover mis nalgas de manera lujuriosa, hasta que, a los pocos minutos, la excitación de mi macho fue tal que rápidamente se vino, completamente dentro de mí culo.
Por un largo rato los dos nos quedamos sin movernos, hasta que se me ocurrió, pararme y traer una toalla húmeda, limpiar su verga y cuando menos lo esperaba me puse a mamársela voluntariamente.
A los pocos segundos la sentí como crecía entre mis labios, y continué chupándosela hasta que finalmente se vino dentro de mi boca y extraje hasta la última gotita de su leche, la que gustosamente me tragué toda.
Al ver que yo hacía eso, Carlo Juan me dijo que me amaba, y al poco rato me invitó a que saliera con él así vestido de nena. Al principio me dio algo de temor, pero un salvaje beso de él me dio el valor necesario para atreverme.
Por suerte Mari Sara llamó por teléfono indicándome que no la esperase despierta, que había decidido quedarse en casa de una de sus amigas. Durante un tiempo me escapé de casa por la ventana de mi habitación, para que ni mi madre ni mis hermanas se enterasen, me encontraba a mi amante en la esquina y en medio de la noche iba completamente vestidita de chica y del brazo de Carlo Juan, paseábamos, nos besábamos, y bueno ocasionalmente se lo mamaba, cuando no era que él me penetraba escondidos en el parque, o en una vieja casa abandonada que había en el vecindario.
También ocasionalmente Mari Sara me obligaba a mamar su coño, o me penetraba con alguno de sus juguetes, cuando no era que deseaba que yo la penetrase a ella, pero siempre vestida de mujer.
En una de nuestras salidas durante las noches, sentí que Carlo Juan actuaba de manera algo rara, y cuando nos encontrábamos en la vieja casa abandonada, a punto de que él me volviera a dar por el culo, aparecieron un par de tipos armados con navajas, rápidamente sometieron a Caro Juan y colocándole una navaja en su cuello, uno de ellos dijo amenazando a mi novio con cortarle el cuello. “Nos das el culo o matamos a tu novio.”
Desde luego que yo me asusté, y de inmediato dije que sí. A Carlo Juan lo ataron contra una de las viejas columnas de la casa, mientras que yo levemente me levanté la falda dejando mis nalgas a su entera disposición, fue cuando uno de ellos de golpe me levantó el vestido y tras ver mi miembro le dijo al otro. “Pero si es un puto maricón vestido de mujer.”
El otro no pareció sorprenderse, y le dijo a su compañero. “Que noticia, acuérdate que yo ya te lo había dicho, pendejo.” Esa noche los dos tipos me dieron por el culo como les dio gusto y gana, aparte de que me pusieron a mamar sus vergas hasta el cansancio.
Pero si me di cuenta de algo, y fue que a medida que ellos me daban por el culo, Carlo Juan no quitaba su mirada de mi cara. Esa noche, aunque al principio estaba que me moría del miedo, no dejé de disfrutar lo que esos dos tipos me obligaran a darles el culo y mamar sus vergas.
El primero fue bien convencional, me ordenó que me pusiera en cuatro patas, y tras escupir el hueco de mi culo, dirigió su mazo de carne contra mi hueco. Y sin consideración alguna de su parte, me enterró toda su verga de un solo viaje, se puede decir que vi las estrellas del dolor que salvajemente me produjo.
El otro fue algo más original, ya que después de que su compañero terminó conmigo, me ordenó limpiarme el culo, y que me acostase boca arriba sobre una tabla, tras lo cual me agarró por los tobillos, separó mis piernas y de idéntica manera que su amigo sin consideración alguna también me clavó su enorme verga, haciendo que varias lagrimas me corrieran por mis mejillas.
Cuando los dos terminaron conmigo, simplemente se marcharon, mientras que yo me quedé tirado en el piso con mi culo completamente abierto, y toda mi cara llena de su leche. Algo que no podía quitarme de la mente era la manera en que mi novio, me miraba mientras que esos dos tipos me clavaban sus vergas, dentro de mi cuerpo.
De camino a casa, no dijimos ni una sola palabra, pero la siguiente vez que salimos, me sorprendió que Carlo Juan me preguntase, como me había sentido, a medida que cada uno de esos dos tipos me daba por el culo.
Aunque inútilmente traté de explicárselo, Carlo Juan seguí preguntándome, hasta que en tono de bromas le dije. “Bueno si tanto interés tienes en saber lo rico que se siente que te den por el culo, deja que yo te lo meta.”
No pensé nunca que Carlos Juan, me fuera a responder que si, por lo que cuando me lo dijo lo tomé como una broma de él, pero cuando de inmediato cuando me comenzó a besar, me preguntó que, si le dolería mucho, entendí que él hablaba en serio.
Carlo Juan se puso de espaldas a mí, se bajó los pantalones, y prácticamente puso sus nalgas en mis manos. Mi verga se me puso tiesa, nada más de pensar en él deseaba que yo se lo metiera. Así que me subí la falda de vestidito que cargaba puesto, me bajé las bragas y tras poner en mi verga un poco de crema, comencé a acariciar el hueco de mi amante.
Introduciendo suavemente mis dedos, hasta que pensé que él estaría listo. Dirigí mi verga al centro de sus nalgas y poco a poco comencé a penetrarlo. Al principio Carlo Juan se quedó paralizado, no decía nada, hasta que nuestros cuerpos se unieron, y mis bolas golpearon sus peludas nalgas.
Yo comencé a meter y sacar mi verga de su apretado culo, y él comenzó a mover sus caderas tal y como yo lo hacía cuando él me lo metía a mí.
Sus gemidos de placer me desconcertaban, pensé erróneamente que eso no le gustaría, pero definitivamente me había equivocado.
Era algo raro el encontrarme tras de él, clavando mi verga en su cuerpo, y más raro era que él al igual que yo también lo disfrutase plenamente, al punto que mientras se lo metía y sacaba Carlo Juan se comenzó a masturbar, hasta que finalmente se vino al momento en que yo también lo hacía, pero dentro de su culo.
Al terminar nos quedamos tendidos sobre la hierba del parque, ocultos tras unos arbustos, yo no dije nada y él tampoco, nos levantamos y ya cuando íbamos de camino a dejarme en casa me dio las gracias, y me dijo dándome un beso que en otra ocasión lo repetiríamos.
Bueno ocasionalmente Carlo Juan me pide que se lo vuelva a meter, pero a pesar de ello, yo no dejo de vestirme de mujer para salir con él.
Excelente experiencia. (mi correo está en mi perfil) Besitos.