Como me convertí en una putita I
Este relato trata una de mis muchas fantasías que he plasmado en papel. Espero que os guste.
Todo comenzó a mis veinticinco años. Finalmente pude comenzar a vivir por cuenta y me centré en cuidar mi cuerpo. Desde hacía unos años había perdido el gusto por el porno. Estaba saturado de ver siempre lo mismo, poco a poco y con curiosidad fui leyendo relatos sobre relaciones entre hombres. También entre hombres y trans o travestis. Al principio me chocó un poco pero no podía negar la realidad. Cada vez que leía un relato así, mi miembro se ponía duro como una piedra y al masturbarme soltaba una cantidad de leche como nunca antes. Fue en ese entonces en el que decidí tener un cuerpo lo más femenino posible, ya que quería sentirme igual de bien que en todos los relatos que había leído.
Empecé por cambiar mi alimentación y también a hacer ejercicio. Tomó algo de tiempo en encontrar un balance entre mi alimentación y tener un peso razonable. Pero el saber que antes o después conseguiría mi propósito, me inspiró en seguir adelante. Y finalmente, lo conseguí. Obtuve el cuerpo que siempre había deseado, el de una mujercita.
Con el corazón a mil, compré un dildo, un pequeño plug y un jaula de color rosa para mi pene. Nunca me había introducido nada en mi culito, pero la sola idea hacía este comenzará contraerse por si solo, como si dijera “quiero comerme una buena polla”.
Lo primero que hice al recibir mi pedido, fue concienciarme e intentar relajarme. De nuevo, el corazón me latía a mil. Empecé a jugar con mi culo con mis dedos y un poco de lubricante. Costaba un poco encontrar el punto pero cuando lo hice, no paré de mover mis dedos. Quería asegurarme de que podría introducirme aquel pedazo de silicona en mi interior. Pero antes de eso, lo pegué en el suelo usando su ventosa y comencé a lamerlo.
Al principio solo usé mi lengua, pero la lujuria en mi interior me pedía más y me lo tragué lo más profundo que pude. Cuando me acostumbré a tenerlo en mi boca, lo comencé a mamar con furia. Mis dedos también trabajan con mayor ansia en mi culo y con un éxtasis final que recorrió todo mi cuerpo, me corrí como nunca antes.
Me tomé unos minutos para descansar, tumbada en el suelo, y para asimilar lo que había hecho. La vergüenza había desaparecido de mi mente y de la habitación. Miré de nuevo al dildo que tan ansiosamente había devorado instantes antes y pude sentir como una nueva ola de lujuria me ponía nuevamente mi pene como una roca. Sin pensármelo dos veces, me puse más lubricante en mi culo y en el dildo. Si había llegado hasta aquí, tenía que llegar hasta el final.
Inspiré profundamente y de una sentada me introduje el falo hasta lo más profundo de mi. Quise contener un gemido de placer para evitar que me escuchasen mis vecinos, pero fue imposible. Detrás de ese gemido vino otro y otro y otro más. Con cada sentón que daba sobre el dildo salía un gemido cada vez más agudo, cada vez más femenino.
No supe cuantos fueron en total, pero al poco de ponerme a cabalgar mi primera polla (aunque fuera de silicona), volví a correrme con más fuerza y placer que la primera vez. Cansada y agotada me caí rendida sobre el suelo. Lo último que escuche antes de cerrar los ojos y dormirme fue el “plop” que hizo el dildo al abandonar mi ya saciado culito. No podía esperar el momento de tener un buen cacho de carne real dentro de mi…
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