Como me convertí en una putita II
Continuación de la primera. Esta es más larga que la anterior y con más sexo.
Ya habían pasado dos meses desde que me folle mi culito con mi dildo por primera vez. Aprovechaba cada día para cabalgarlo hasta quedarme agotada. Incluso entre semana me ponía el plug para sentir que tenía algo dentro de mi. Así también aprovechaba para entrenar mi culo y que siempre estuviese listo para ser penetrado.
Para acercarme un poco más a mi figura deseada, empecé a probar distintos tipos de maquillajes. En principio no fue nada serio, pero le había cogido el gusto a llevar las uñas pintadas y también a usar lápices para pintarme la raya del ojo. También me compré algo de ropa sencilla de mujer como una falda corta, unas medias y unas braguitas muy suaves al tacto. Viéndome delante del espejo con la ropa y el maquillaje puesto pude sentir como se me aceleraba el corazón. Y por supuesto, empecé a tener una erección que la mini-falda no era capaz de ocultar. Miré con picardía a mi dildo y con un sensual movimiento lo cogí con mi mano derecha. Me mordí el labio mientras pensaba en todas las cosas que iba a hacer con el y me fui a mi cama para comenzar una larga sesión de sexo.
Fue una noche intensa, pero ya tenía ganas de probar algo más, algo nuevo. Aún tenía dudas de si hacerlo o no, pero la lujuria tomó las riendas de la situación y busque información de aplicaciones para quedar con alguien. Con un poco de suerte, podría finalmente tener una buena polla perforándome mi culito. Sin embargo, antes de contactar con un desconocido recordé que conocía a alguien que quizás pudiera cumplir mis deseos más ardientes.
Manuel y yo nos conocíamos desde hacía mucho y sabía que su vida sexual con su mujer no era la más plena y satisfactoria en aquel momento. A pesar de llevarme quince años de diferencia, yo le encontraba un cierto atractivo. Se cuidaba lo suficiente y su aspecto no me desagradaba. También había que tener en cuenta que había comentado en varias ocasiones que se follaría a un chico con figura femenina, así que podía sacar ventaja de ahí.
Intenté no ir muy a saco pero me puse en contacto con él. Le hice las preguntas típicas para entablar conversación. Que tal estaba, como le iban las cosas y en un par de minutos no tardó en sacar el tema del sexo. Como supuse, las cosas seguían sin ir del todo bien y él estaba que se subía por las paredes. Si por él fuera, se tiraría a la primera persona que se lo pidiera con tal de desquitarse y saciar sus ganas de follar. Entonces vi mi momento, al principio dudé, pero finalmente me lancé.
-¿Te tirarías a un chico si te lo pidiera igual? -pregunté.
-Si, si fuera lo suficientemente atractivo y tuviese un buen culo donde meter mi polla -contestó sin tapujos.
Yo ya estaba prendidísima y le envié una foto mía donde estaba de espaldas enseñando mis nalguitas y vestida solo con mi mini-falda y las medias.
-Yo te dejaría que me cabalgases toda la noche si me dejaras…
Pasaron unos minutos sin obtener respuesta y creí que había metido la pata, pero cuando estuve a punto de perder los nervios, llegó un mensaje. Era una imagen de su miembro, que a ojo podría medir fácilmente entre 17 o 18 centímetros, y que iba acompañada de una sola frase “¿seguro que puedes aguantar todo esto tu solo?”
Entonces sonreí nervioso y le contesté “Solo hay una forma de saberlo ;)” ¡Verdaderamente íbamos a hacerlo, no me lo podía creer! Pero aún quedaba un problema. Su mujer. Ella no podía enterarse o se podría liar un buen problema, así que le pregunté.
-¿Y como haremos para que tu mujer no se entere? No creo que le haga mucha gracia que nos vea en la cama mientras cabalgo semejante herramienta.
-Cierto, sería un problema, pero estamos de suerte. El próximo fin de semana ella se va a ver a su familia, así que podemos follar a gusto todo lo que queramos hasta que vuelva.
Ciertamente era una oportunidad que no podía dejar pasar, así que lo preparamos todo para que nuestra cita pudiera ocurrir sin problemas. Lo primero que hice fue comprar varios lubricantes y condones. También compré unas medias nuevas y un liguero. Por último, me fui a la peluquería para que dejaran mi largo cabello a la perfección. Si quería parecer una señorita, tenía que cuidarme y prepararme como tal.
La semana pasó en un instante y para cuando quise darme cuenta, ya estaba en la puerta de la casa de Manuel. Toqué el timbre y pocos segundos después pude escuchar como sus pasos se acercaban a la puerta. Lo que vi cuando la abrió me dejo boquiabierta e hizo que me ruborizara de vergüenza. Él se encontraba completamente desnudo y con polla tiesa como un mástil.
-¿Era esto lo que buscabas? -preguntó con sorna.
Yo solo pude tragar saliva y contestar con un tímido si… Por supuesto sin poder quitar mis ojos de ese gran pedazo de carne. Acto seguido me invitó a entrar y yo pasé a su lado. En ese instante, aprovechó para pellizcarme las nalgas. Con solo esa breve interacción, consiguió que mi corazón pasara de cien por hora a mil por hora.
En cuanto escuché que había cerrado la puerta, perdí el control y me puse de rodillas. Para cuando se dio la vuelta, mis manos fueron en busca de su polla para llevármela a la boca. Él por supuesto se sorprendió y dejo escapar un gemido de placer. Pero tuvo que detenerme un instante.
-Me gusta que seas tan lanzado, pero deja que primero me siente. Luego podrás seguir comiéndome el rabo.
Dicho y hecho, Manuel se sentó en su sofá y yo me acerqué a él caminando a cuatro patas.
-Si no te importa, quiero que me trates como una mujer el resto del día -le pedí.
-¿Como una mujer? -respondió pensativo-. Entonces creo que mejor te trataré como una putita. Ahora haz tu trabajo y sigue comiéndome la polla, puta.
Esas palabras hicieron que me prendiera aún más y volví a chuparle el rabo como me había pedido. Comencé primero por la cabeza y estuve jugando un rato con ella. Los gemidos de Manuel eran constantes y en un momento de sorpresa, me cogió por detrás de la cabeza e hizo que me tragara todo su miembro de una vez.
Eso me sorprendió, pero pude aguantar la embestida. Menos mal que llevaba mucha práctica con mi dildo, aunque su rabo era como dos centímetros más grande de lo que estaba acostumbrada. En cuanto vio que podía mantener su polla al completo dentro de mi boca, me dio un par de embestidas más. Y sin darle el más ligero aviso sentí como su semen comenzaba a salir a chorros. Esta vez no pude aguantar y me aleje de él. Pero aún así sus chorros de leche seguían saliendo y alguno me dio en la cara, mientras que el resto comenzaban a manchar el suelo.
Tosí un poco y restos de semen comenzaron a caer por mi cara. Era una sensación que no había experimentado nunca, pero me estaba gustando. Miré a Manuel y pude verlo completamente echado hacia atrás en el sillón. Estaba respirando muy fuerte.
-¡Joder, si! Hacía mucho que no me corría de esta manera. Y mucho menos por una mamada. Vete preparando tu culo, porque el día todavía dura y no pienso parar hasta vaciar mis pelotas.
-No puedo esperar -le respondí mientras me tragaba los restos de semen que tenía en mi cara-. ¿Podrías decirme donde está en baño?
-Sigue el pasillo y la segunda puerta de la derecha.
Me levanté y fui por le pasillo hasta el baño. Me miré en el espejo y pude ver que todavía tiene algunos pocos restos de la corrida de Manuel por mi cara. Pero lo que me sorprendió era ver que mi maquillaje estaba completamente corrido también. Aproveche para limpiarme un poco, volver a hacerme la raya de los ojos y me apliqué más rímel. Todo de color negro. Me había traído también un pintalabios negro y otro de color rojo pero no me terminaba de convencer el color de este último, tendría que preguntarle cual de los dos quería que usara.
Aproveché también para quitarme la ropa para evitar que se manchara más todavía. Me quede solo con el liguero, las braguitas y las medias. Fue en ese momento que me pude fijar y darme cuenta de una cosa. Tenía las braguitas completamente mojadas. No me había corrido pero podía sentir como mi pene estaba babeando.
Cuando guardé la ropa en el bolso que había traído, pude ver que dentro estaba también mi jaula de color rosa. Inmediatamente lo saqué y junto con los dos pintalabios me los llevé junto a Manuel.
-*silbido* vaya, vaya con la putita. No puedo esperar para poder reventarte tu culo -me dijo al verme llegar de nuevo al salón.
-Lo siento, pero vas a tener que esperar un poquito más -le respondí con una sonrisa-. ¿Que color te gusta más el rojo o el negro?
-Hmmm, el rojo por supuesto. Ese es el color que usar las guarras como tú.
-Muy bien… -respondí ruborizada-. ¿Y prefieres que use tenga mi pene libre o que lo meta en su jaula? -pregunté enseñando mi jaula rosa.
-¿No me habías dicho que eras una señorita? Pues que yo sepa, las señoritas no tienen pene. Así que estás tardando en meterlo en su jaula -sentenció.
Asentí con la cabeza y volví corriendo al baño. Me aplique el pintalabios rojo y esperé un momento para que se me bajará mi erección. En cuanto lo conseguí, metí mi penecito en su jaula y la cerré con llave.
Volví de nuevo al salón y Manuel movió su cabeza en señal de aprobación. Entonces se levantó y me cogió de la mano. Me llevó por el pasillo hacia su habitación, donde tenía una cama de matrimonio. Me echó sobre la cama y yo quedé boca-abajo con mi culo completamente ofrecido.
-Usa el lubricante y un condón, por favor… -le pedí.
-Por supuesto, pero ante de eso quiero jugar un poco con tu culito -respondió.
En ese momento, comenzó a lamer mi hoyito y yo respondí gimiendo. Estuvo lamiendo durante unos minutos y por sorpresa, parecía que el día iba a estar lleno de ellas, sentí el caliente líquido del bote de lubricante caer sobre mi culo.
Lo estuvo moviendo con sus dedos y también aprovechó la ocasión para meterme un dedo. Le respondí nuevamente con más gemidos y en cuanto vio que entraba sin problema, metió un segundo. Yo estaba en éxtasis pero me comenzaba a saber a poco sus juegos.
–Por favor, méteme tu polla. Ya no lo aguanto más~~~ –le rogué entre gemido.
-Humm ¿Estas segura de lo que pides? -contestó con una sonrisa en su rostro.
–¡SI! -respondí con todas mis fuerzas.
En ese momento sentí como sacaba sus dedos de mi interior y escuche como abría y se ponía el preservativo. En cuanto lo tuvo puesto, jugó con su rabo en la entrada de mi hoyo y cuando estuve a punto de rogarle nuevamente que me lo metiera, él lo introdujo de una vez.
Me quedé muda de la embestida y pude sentir como me corrí al momento. Él se quedó un momento quieto con toda su polla metida en mi interior. Solo abrió su boca para soltar una carcajada al ver que me había corrido y comenzó a follarme sin descanso.
Al sentir las embestidas volví a gemir muy alto y muy fuerte. Finalmente lo había conseguido, tenía una polla dentro de mi y me estaba llenado por completo. El sentimiento era indescriptible pero era muchísimo mejor que el que había tenido mientras me follaba con mi dildo.
Pocos minutos después, pude sentir como Manuel se detenía y apretaba sus manos alrededor de mi cintura. No mi di cuenta al momento pero se estaba corriendo dentro de mi.
Ambos jadeábamos y estábamos cansados, así que nos tomamos un momento para descansar. Yo quería seguir y estaba seguro que Manuel también, pero en ese momento me pudo la calentura nuevamente y le pedí que la próxima vez me follase sin condón. Quería sentir toda su lechita llenarme por completo para luego, sentir como chorreaba por mi culito.
Finalmente volvimos a la carga, pero esta vez él también se subió a la cama y yo me quedé mirando para la puerta de la habitación. Con los dos en una posición cómoda, Manuel comenzó a introducirme su miembro poco a poco. Cada centímetro era una gozada que se iba acumulando y para cuando la tuve toda dentro, yo ya estaba extasiada.
–¡No pares! -le grité-. ¡Quiero que me llenes con un semen de macho!
-No te preocupes, putita. Me aseguraré de que no puedas levantarte cuando termine de follarte el culo.
Cada palabra que salía de su boca hacía que me prendiera más y más. Yo ya solo me dejaba hacer y disfrutaba cada instante de esa situación. Volví a correrme antes de que él lo hiciera y para cuando lo hizo, pude sentir como me aplastaba con su peso.
-Aguanta…un poco más…puta… que te estoy preñando…
Con esa última frase hizo que mi corazón alcanza su máxima velocidad y yo me sentía verdaderamente putísima. De haber podido, le habría besado, pero estando boca-abajo y aguantando su peso solo pude quedarme con las ganas.
Cuando terminó de preñarme, él se echó sobre la cama y yo aproveche para recuperar mi aliento mientras jadeaba. Pero cuando pude enfocar mi vista y miré a la puerta, pude ver a su mujer. Yo me quedé de piedra y el pánico se apoderó de mi. Miré rápidamente a Manuel, pero él me respondió con una sonrisa.
-¿No te dije que íbamos a follar durante todo el fin de semana? Pues será mejor que te prepares…
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