De como me volví en Andrea III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Papillon13.
Después del encuentro anterior me quedo el cuerpo totalmente dolorido.
Pasó el sábado, domingo y llegó el Lunes.
Fui al colegio y en la hora de recreo me tope frente a frente con Don Benito.
Me dio verguenza, no sabía donde meterme y solo agache la cabeza pensando que me diría algo, pero no, solo pasó de frente como si nada, dejando en mi una sensación de alivio pero a la vez también de cierta desazón.
Llegó la hora de la salida y llegué a mi casa.
Como siempre no había nadie y tenía que calentarme la comida.
Que aburrido.
Cuando hube terminado de almorzar, fui a mi cuarto para jugar un rato con la computadora, pero como siempre pasaba, terminaba viendo porno y masturbandome por supuesto.
Y ese día no tenía porque ser diferente, solo que en esa oportunidad a diferencia de otras me masturbe recordando lo que sucedió el viernes pasado.
Los días pasaban y se acercaba nuevamente el viernes.
Finalmente llegó el ese día y esa misma tarde mientras miraba una peces en la gruta del colegio, se me acercó Don Benito y con voz baja m
e dijo: te espero.
No niego que me dio un poquito de miedo, pero también lo deseaba.
Llegó la hora de la salida y me escabullí hasta la casita de Don Benito.
Toqué la puerta, él la abrió y mirando de izquierda a derecha me hizo pasar.
Estaba igual de desordenada y sucia que la semana pasada.
Una vez dentro, me tomo del cuello y me dijo: sabría que vendrías por tu ración de leche.
Eso hizo que mis piernas de se doblaran y una sensación extraña revoloteó por mi estómago.
– Ven, mira te tengo unos regalitos.
Me dijo señalando la mesa en donde estaba un uniforme escolar de niña, una peluca y unos cosméticos.
– Arréglate mientras caliento algo para comer.
Hice lo mejor que pude.
Aunque ya había jugado maquillarme en mi casa, estaba muy nerviosa para hacerlo bien.
Sin embargo me gustó el resultado y el uniforme me quedaba regio.
Comimos y luego me llevó a su dormitorio.
Se sacó la camisa y estando al borde de su cama me dijo con su voz aguardientosa : VEN !!! Y SIENTATE EN MI PIERNA.
Obedecí.
Inmediatamente me tomo de la cintura y puso la otra en mis muslos.
Sonrió mirándome directamente a los ojos.
Otra ve no pude mantenerle mirada y me agache.
Parece que aquello disparó su lujuria y comenzó a besar mi rostro.
Me lamia como si fuera una paleta de caramelo, su mano en mi cintura me estrecho más hacia él, mientras con su otra mano no dejaba de acariciar mis muslos.
Se entretenia besando y mordiendo mi cuello y mi oreja alternativamente.
Yo solo me dejaba hacer, hasta que metió su mano entre mi entrepierna lo que hizo que mi cuerpo se sobresaltara y emita un leve quejido.
– Uhmmmm que rica, me dijo.
Tan suave, blanquita, tan tierna y toda mía.
Y no dejaba de repetir : toda mía.
Y eso quedo grabado en mi mente.
Sus tocamientos estaban haciendo efectos en mi.
Poco a poco mi cuerpo dejaba de obedecerme.
Don Benito intentó besarme en la boca.
A pesar de lo que estaba sintiendo en ese momento, el rostro de Don Benito no era precisamente agradable y no niego que sentí cierto asquito.
Pero a su insistencia y producto de sus tocamientos terminé correspondiendo a su beso.
Fue un beso húmedo, su lengua comenzó a jugar con la mia y pronto hice lo mismo.
Tenía un aliento pesado y desagradable, pero me daba igual.
Me estrechó aún más hacia él e instintivamente lleve mi brazo alrededor de su cuello y fui cayendo poco a poco a su cama.
Abrió mi blusa y comenzó a besar y lamer mi pecho.
Mi piel se erizaba al contacto con sus labios.
Era riquísimo.
Luego me volteo y comenzó besar mi espalda.
Mordió mis hombros y comenzó a bajar hasta llegar a mis nalgas.
Pronto estuvo besándolas y no paró hasta llegar a la entrada de mi ano.
No podía evitar gemir de placer y más aún cuando su lengua ingreso en mi orificio anal.
Un largo Ahhhhhhhhhhhhhhhhh!! salió desde el fondo de mi.
Me giró nuevamente y luego de besar mis muslos se prendió de mi pene.
Me sorprendió la forma como lo succionaba.
Yo estaba en las nubes, mi cuerpo ya no me obedecia y solo me arqueaba de placer.
Era totalmente suya.
Trepo por mi cuerpo y nuevamente me beso en la boca, me tomo del rostro abrió mi boca y escupió dentro.
– Tomatelo!! me ordenó.
Y así lo hice.
Fui un poco humillante, pero no niego que me gustó y resultó excitante.
Ahora te toca, me dijo y me puso su verga a la altura de mi boca.
Tenía nuevamente al frente aquella verga con la que me había masturbado durante toda la semana.
Era negra, gruesa , rodeada de venas aunque no muy grande, tal como la recordaba.
La tome con mi mano y la acerque a mi boca.
Estaba totalmente dura y emitía un aroma a orines y semen seco.
Estaba exitada totalmente lo que hacía que mi respiración se agitara y una leve electricidad inundara la parte frotal de mi cerebro.
Di un tímido beso al glande que hizo que el cuerpo de Don Benito se sobresalte.
Levante la mirada y ahí estaba aquel mofletudo rostro mirandome fijamente y sonriendo mientras besaba su pene.
Comence a lamer el tronco y recorrer con mi lengua las venas que lo rodeaban.
Don Benito tomo con fuerza mi cabeza y la apego contra su pubis, sobando su pene y sus testículos con mi rostro.
– No , no , no por favor.
Despacito, alcance a decir.
Y por fin pude alejar mi rostro.
– Chupamelo !! me grito.
Y obedecí nuevamente.
Su glande llenaba mi boca y con cierta dificultad podía sostener aquel pene dentro de mi boca y su sabor nuevamente inundaba mi boca.
Aprete mis labios alrededor del tronco y comencé a succionar aquel pene que en ese momento me parecía el manjar más delicioso del mundo.
Pronto tanta succión comenzó a dar sus efectos y un leve hilo de líquido preseminal comenzó a inundar mi boca que al mezclarse con mi saliva se formaba una pasta que chorreaba por la comisura de mis labios.
En ese momento todo mi mundo no era más que el sabor salino del semen, el olor del pene y el pubis de Don Benito que estaba delante mio.
No sé cuanto tiempo estuve así, pero seguramente hubiera terminado recibiendo el semen de don Benito en mi boca, pero él tenía otros planes y nuevamente tomandome de la cabeza, me dijo : para, que ahora viene lo bueno.
A duras penas solte su pene y mirandolo asentí con mi cabeza.
– Que rica que eres, me dijo.
Me gusta tu culito redondo, pero me gusta más tus grandes ojos que se parecen tanto a los de tu madre.
En ese momento no sabía porque tanto la mencionaba, pero luego sabría que ella le gustaba.
Lo cual no me extrañaba, pues mi madre es hermosa.
Y diciendo eso, me tomo con sus fuertes brazos y me puso en posición perrito.
Acaricio mis nalgas y mis muslos.
Unto su pene con una crema e hizo lo mismo con mi ano.
Preparando el camino metió uno de sus dedos y luego otro.
Yo solo relajaba mis nalgas y trataba de abrir ni ano para que su dedo se deslice sin mayor obstáculo.
Me dolía un poco, pero me gustaba.
Llegó el momento esperado.
Don Benito se puso detrás mio y me tomo de las caderas, acercando su pene a la entrada de mi ano.
Pude sentir la cabeza de su pene tratando de abrirse paso entre mis nalgas.
– Se ve que todavía estás apretadita.
Me dijo.
Y empujo con más fuerza, logrando meter un poco.
Me dolió incluso más que la vez pasada y no pude evitar lanzar un fuerte Ayyyyyyy!!!.
Me ardia un montón.
Pero Don Benito seguía empujando más y más, hasta que pudo meter gran parte de su pene dentro de mi cuerpo.
Y ahí se quedo.
Podía sentir su respiración agitada mientras sus manos apretaban con fuerza mis caderas y yo desfallecía de dolor.
Ese pene grueso que hace un momento lo tenía en mi boca, ahora lo tenía entre mis nalgas penetrándome.
Que delicioso era, pero también bastante doloroso.
Pronto Don Benito lentamente comenzó a sacar su pene lo cual hizo que un viento frio llenara aquel orificio que había dejado.
Agradecí aquella sensación de frescura que aliviaba por un momento el ardor que sentía.
Pero no duraría mucho, pronto nuevamente Don Benito volvería a introducir su pene dentro de mi.
Ugggggghhhhhhhhhhhhhh gemí.
Que rico papi, le dije.
Craso error, eso fue como un gatillo que disparó la lujuria de Don Benito y tomándome con más fuerza por las caderas, me estrujo y me hizo contra si, con suma violencia.
Grité e incluso lloré de dolor, pero era en vano.
Mis suplicas no servia de nada, Don Benito se habia convertido en una máquina y entraba y salía de mi cuerpo con suma violencia.
Mi cuerpo se movía de adelante hacia atrás siguiendo el movimiento de la penetración.
Don Benito gruñía de placer y por un momento por encima de mi hombro pude ver su rostro desencajado de placer y su cuerpo que brillaba por su sudor.
Me estaba destrozando.
Gritaba de dolor, pero servía de nada, por lo contrario parece que mis gemidos alimentaban más su placer y me bombeaba con mayor fuerza.
Por un momento Don Benito se detuvo.
Pensé que al fin había escuchado mis suplicas, pero estaba equivocada, solo fue una pausa que agradecí.
Pero no duraría mucho, pronto Don Benito comenzó a follarme nuevamente.
Mi rostro dio contra la cama, lo cual hizo que empinara mucho más mis nalgas.
– Asíiiii!! dijo él, mientras me embestía.
Ya no podía resistir tanto dolor, pero también sentía placer y mucho más cuando Don Benito metiendo una de sus manos por debajo de mi cuerpo comenzó a masturbarme.
Pronto eso daría efecto en mi y mi cuerpo comenzó a retorcerse de placer mientras era penetrada y tocada al mismo tiempo.
No pude más y grite : Que ricooooo papi!!! Quiero mássss!! Esa era la señal que Don Benito había triunfado sobre mi.
Ya no me importaba el dolor, solo quería ser penetrada y gozada por aquel macho.
Me vine y don Benito también lo haría.
De un momento a otro me tomo de los hombros y empujo con fuerza mientras que al mismo tiempo me jalaba contra él.
Lanzó un fuerte gruñido y pude sentir como su cuerpo se encabritaba de placer mientras su leche inundaba mi ano.
– Que ricoo papi!!! exclamé.
Él no dijo nada, solo me mantuvo pegada hacia él hasta que hubo terminado de lanzar su semen dentro de mi.
Y luego se dejo caer y yo hice lo mismo.
Me jalo hacia él y estrechándome contra su cuerpo me beso.
Mi cuerpo todavía temblaba por el placer recibido.
Sabes, me dijo.
Tu carita de niña me enferma y comenzó a lamer mi rostro.
Soy tuya le dije.
Y él como respuesta volvió a besarme.
Y nos quedamos así abrazados por un tiempo.
Era totalmente suya.
No había rincón de mi cuerpo que él no conozca o que no haya besado o lamido.
Me acurrucaba a su cuerpo para sentir su calor, mientras que él me besaba y me día que era su mujercita y mientras tanto yo le llamaba papi.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!