De entre tantos hombres me preñó el enano
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Gatitamewgay.
Por obvias razones no diré el nombre, pero digamos que estudio en una universidad de la Ciudad de México que tiene una alberca muy grande a la que pueden ir todos sus estudiantes.
Pues bien, en esas instalaciones hay vestidores con regaderas que tienen capacidad para mucha gente, y una vez, siendo como soy y sin mucho que hacer, se me ocurrió que podría ser un buen lugar para ir a ver hombres.
En esencia era una buena idea, no hay un mejor lugar para ver toda clase de varones desnudos con sus penes colgando descaradamente, de todos los tamaños y formas con sus bolas llenas de semen fresco; y siendo anatómicamente un hombre, mi presencia no causaba ningún problema.
La verdad es que el problema lo llevé yo misma: No me bastaba con ver, y comencé a fantasear con ser tomada ahí en esos vestidores, en las regaderas.
Si hubiera sido inteligente habría marcado un límite entre la fantasía y la realidad, pero algo dentro de mí me llevo a intentarlo, el algo que, la verdad, desde el primer instante me llevó ahí con la intención de que me cogieran.
Los nadadores eran atléticos y jóvenes, esculturales, y yo tenía la esperanza de pescar algo bueno, pero pasaba el tiempo y entre miradas e insinuaciones no conseguía nada.
Entonces un día hice algo de verdad tonto.
Al terminar un nado e ir a los vestidores, ya desnudo y bien depilado, comencé a vestirme lentamente, pero no con ropas normales, me tomé mi tiempo y me puse unas pantis rosas de niña asegurándome de que todos tuvieran tiempo de ver antes de que me pusiera encima mis pantalones.
No salió bien, todos me miraron cómo si les diera asco o risa y de ahí en adelante casi todos me evitaban y susurraban a mis espaldas.
Sólo un hombre pareció tener más interés en mí desde entonces, un señor no muy alto (medio enano), gordito, tal vez de 50 años, que iba a nadar porque se lo recomendó el doctor.
El señor desde entonces comenzó a insinuárseme muy directamente, pero me resultan muy poco atractivos los hombres menos altos que yo, y además su edad no lo ayudaba, sólo me hacía hacer el ridículo.
Trataba de hacerme la plática, eso era lindo, pero también comenzó a molestarme con otras cosas.
En la alberca buscaba acercarse y tocarme, yo no lo dejaba.
Un día estábamos jugando waterluchas entre muchos y él y yo quedamos en equipos contrarios, supuestamente él me estaba “cubriendo” en el juego, pero me acercaba su miembro cada vez que podía, y de verdad me harté como una chica acosada.
Pensé en reportarlo, pero me hubiera ido mal también si contaba lo de los vestidores,para mi pesar tuve que aguantarme y dejarlo restregar su cosa vieja contra mis nalgas.
En uno de esos “arrimones” me dijo una tontería vulgar: ”Amooor.
Yo lo tengo más grande que esos pendejos, a mí me mide 21 el palo, y mira, todito para ti” O dijo algo parecido a esas palabras.
A pesar de que nunca se la había visto porque no se quitaba el traje de baño en los vestidores, me pareció obvio que estaba mintiendo, sencillamente por estadística y anatomía.
Lo que más quería era quitármelo de encima, literal y metafóricamente, así que por primera vez en un tiempo le contesté, en base a su mentira y aprovechando que no había nadie muy cerca.
Le hable de mala gana.
“Te propongo un trato, tú me la enseñas y yo la mido.
Si de verdad te mide 21, me puedes coger ahí mismo, y no sólo eso, seré tu puta personal.
Pero si no te mide eso, te olvidas de mí, te guardas tu cosa, y dejas de molestarme.
” Lo miré cómo si le hubiera dado una cachetada, ruda, pero él sonreía.
Aceptó, y con tal de que me dejara en paz, sujetarle el miembro unos segundos y medírselo con una regla me parecía considerable.
Después del juego estuvo haciéndose tonto en los vestidores esperando a que todos se fueran ¡se la quería sacar ahí mismo el muy granuja! y yo tenía palabra, así que espere también hasta que nos quedamos casi solos en los enormes vestidores.
De hecho ya se había puesto algo de ropa, pero fue y se paró justo frente a la banquita donde yo estaba sentada, a centímetros de mí, yo con cara de idignada.
No miré su bulto, otra cosa llamó mi atención, un anillo que llevaba el dedo.
El muy perro estaba casado y aun así me quería tirar, me enojé más.
Suspiré resignadamente por lo incomodo del momento y saqué una reglita que tenía a la mano en mi mochila.
Nadie miraba,era el momento e iba a bajarle el traje de baño de una vez, pero me detuvo, quería que me pusiera de rodillas argumentando “para que lo midas con más precisión”, ya no me importaba, me arrodille, restregó su bulto contra mi cara, que para haber salido del agua hace poco olía mal.
Le bajé el traje de golpe para terminar con todo y su miembro duro se irguió disparado, rebotando un poco contra mi cara.
Lo miré inquisitivamente varios segundos, era gordo como su dueño, arrugado y muy venoso, pulsante.
parecía un pene experimentado.
Sus testículos estaban repletos y el izquierdo era más grande, recuerdo eso.
Restregó el glande contra mis labios antes de que pudiera acercar la regla, quité la cabeza rápido y lo miré desafiante.
La mirada con la que me topé estaba llena de seguridad, ego y un aire de victoria burlón.
Podía entender por qué, me tenía arrodillada ante él y su verga erecta, en el mismo lugar donde me vio usar mis pantis y comenzó a acosarme.
Casi me reí de mi misma por tonta, pero comprendí su posición completamente.
Posé la regla sobre su miembro, la acomodé bien y medí.
La regla decía 14 centímetros, pero no dije nada, me quedé pensando.
Él seguía mirándome y finalmente preguntó: ¿Cuánto mide?.
Pensé muchas cosas muy rápido, en su anillo, en la regla, en todos los días que pasó acosándome, en cómo llegué a ese lugar por la tontería de verle el pene a los hombres, en las pantis.
Volvió a preguntar, tragué saliva.
“Mide 21”dije fuerte y claro, y lo repetí para que pudiera escucharlo.
“Te mide 21…” No sé ni por qué lo dije, perdí, me ganó, pero me sentía bien con eso.
Ahí mismo se cogió mi garganta como nadie se la había cogido antes, bestial, no me resistí, ni siquiera sé si alguien nos vio.
Vació sus bolas en mi cara abundantemente y le agradecí, y me agradecí a mí misma por decir que le medía 21.
No me cogió de la otra manera ahí, no era algo prudente y de todas formas ya me tenía.
Cumplí mi promesa y fui su puta personal de muy buena gana, tierna y obediente, por dos largos meses hasta que se aburrió de mí.
Poseyó mi cuerpo tanto como quiso sin ninguna mesura, me dominó completamente y entre gritos de placer le pedí que me preñara.
Casi un error, como castigo me hizo caminar con él por la calle con una pelota amarrada a mi vientre con vendas y un vestido por encima, bien preñada.
Odio admitirlo, pero ese enano era un gran macho, y tuve suerte de ser su puta.
Esta historia me enseñó a ser más abierta de mente, de piernas, de boca y de culo.
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