Decidí ser mujer, y puta.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Gatitamewgay.
La primera pregunta es ¿Cómo empezar a contar esta breve historia? Puedo decir que desde joven tuve deseos algo diferentes.
No me consideraba a mí mismo como un homosexual, pero sí que me sentía profundamente identificado y maravillado con el sexo femenino.
Me explicaré: Su cuerpo, su forma de vestir y de hablar, su dulce ternura, su posición a veces sumisa, a veces seductora, y sobre todo la hermosa capacidad de embarazarse y ser madre, todas esas cualidades de una dama me fascinaban en extremo.
Y sí, un hombre normal piensa eso, pero mi forma de percibirlo era algo diferente… simplemente pensaba que hubiera sido lindo ser mujer, es todo.
Convertido en un adolescente sentí la necesidad de experimentar respecto a mis deseos, y en esa etapa de mi vida fue que por primera vez busqué rodearme de otros que compartieran intereses compatibles.
Así aproximadamente a los 15 años de edad yo ya era parte de un círculo de jóvenes de mi edad que buscaban dar rienda suelta a sus hormonas, un grupo pequeño de unos 12 individuos.
Hacíamos reuniones en las que nos contábamos todas nuestras fantasías, e inevitablemente nos estudiábamos como buscando de entre los presentes al indicado para cumplirlas.
Algunos de los miembros eran como yo, deseosos de conocer los placeres de ser una mujer o al menos con curiosidad al respecto, y otros tantos solo eran adolescentes lujuriosos que simplemente querían penetrar y eyacular en un hoyito caliente (con el perdón de la expresión), aunque fuera el de un muchacho como yo.
Se podría decir que nos complementábamos perfectamente, o al menos ese era el proyecto del grupo a mediano plazo (Sé que no es la historia más elegante).
En fin, entre charlas y fantasías no pasó mucho tiempo antes de que yo mismo ya tuviera un par de candidatos para entregarles mi cuerpo, jóvenes un poco mayores que yo y más masculinos, que se las arreglaron para seducirme en privado con charlas morbosas y promesas de placer.
Pero pronto todos en el grupo nos dimos cuenta de que, pese a que nuestro colegio era realmente grande, carecíamos de un lugar fiable donde convertir nuestras fantasías en realidades.
Estábamos muy metidos en el asunto y queríamos hacer más que contarnos nuestras fantasías, así que buscamos soluciones por todas partes, precipitados como buenos jóvenes, hasta que uno de los nuestros encontró una alternativa interesante.
Al sur de nuestro colegio había unos sanitarios en un edificio aparte que casi nadie ocupaba, por haber muchos otros en sitios más cercanos, y el conserje encargado tenia la costumbre de cerrarlo una o dos horas al día para limpiar.
En nuestra mente infantil eso sonaba como una gran solución, y hablando con el conserje nuestro amigo consiguió pactar, supuestamente, que ese sanitario se convertiría en nuestro cuartel privado por unas horas al día para hacer lo que quisiéramos.
No obstante el conserje puso una condición nada moderada para cumplírnoslo: que él podría tomar a cualquiera de las “mujercitas” del grupo siempre que él quisiera, ya fuera en ese baño o en su cubículo/habitación.
El precio era razonable comparado con el riesgo que representaba para el propio conserje, según él mismo explicaba, así que nuestro amigo aceptó sin cuestionarnos y el trato de selló, poco después nos explicó cuales habían sido las condiciones y las “mujercitas” del grupo aceptamos con resignación, preguntándonos si no se trataba de una broma o juego por parte del conserje.
Cabe mencionar que en ese punto yo aún no tenía ninguna clase de contacto sexual con nadie, ni experiencia real.
Según lo acordado las cinco “niñas” teníamos que entrevistarnos con el conserje para conocerlo antes de que el grupo tuviera acceso a su parte del trato, y aunque teníamos miedo no pasó mucho tiempo antes de que así lo hicimos.
Con discreción nos presentamos los cinco en su cubículo que era más bien una habitación espaciosa, su mini casa, puesto que también era velador.
Fuimos bienvenidos en una tarde agradable, nos sentamos en su cama y uno por uno le contamos los deseos que tantas veces habíamos compartido con el resto, según su petición.
El conserje era un hombre algo mayor, muy grande y robusto comparado con nosotros, simples niños…era de brazos anchos, manos toscas y piel oscura.
Tenía además un rostro serio y ciertamente duro, daba miedo.
Nos escuchó a todos atentamente desde una silla frente a la cama; pero con terror me percaté de que mostraba especial interés en mí.
Escrutó unos minutos hasta que finalmente se levantó de su silla y en efecto, fue hacia mí.
Posó su mano derecha en mi cabeza acariciando suavemente mis cabellos, luego mis mejillas con sus dedos rasposos y finalmente mis labios.
Me inspeccionó un rato, suspiró y dijo claramente:
-Tú vas a ser.
Señoritas, las otras ya se pueden ir.
Cuando los otros cuatro salieron de la habitación yo moría de miedo, nunca pensé que mi experimento me llevaría hasta esa situación.
El viejo siguió acariciándome y yo me preparé para lo peor, hasta que de repente se detuvo y me dio instrucciones muy claras.
Me dijo que tenía que inventar en mi casa que cierto día de esa semana pasaría la noche con un amigo para hacer una tarea, cuando en realidad volvería a su cubículo y esta vez me quedaría ahí con él… Accedí y me retiré, llevándome una pequeña nalgada de su parte mientras me iba, mi primera nalgada.
Aquí es donde mi historia dio un giro inesperado, porque en lugar de comenzar a vivir mi sexualidad experimentando con jóvenes de mi edad como había planeado, como es normal, mis actos me habían puesto directamente en las manos de un hombre maduro al que ni siquiera conocía, sin tener experiencia alguna ni estar seguro de mis decisiones y gustos.
Por supuesto estaba confundido y pensé no ir, como se imaginarán, pero al final decidí darle a los acontecimientos una oportunidad y vivir el momento.
Si no funcionaba, pensé, me las arreglaría para escapar aunque tuviera que pedir ayuda y confesar mis errores a todos.
Hice lo que me pidió al pie de la letra y al día indicado volví a su cuarto listo para cumplir con mis nuevas obligaciones maritales, pero más que nada listo para entregarme a esas tentaciones y dudas que tenía dentro de mí y llegar a una conclusión de una vez por todas.
Si tuvieron la paciencia de leer hasta esta parte muy bien, ya llegamos a la parte meramente sexual.
Al entrar miré al hombre a los ojos y le sonreí por un instante, para después bajar la mirada sumiso, con respeto.
Él se limitó a poner una mano en mis nalgas, oprimir un poco y empujarme con ella para caminar unos pasos, amasando, hasta que llegamos juntos a su cama.
Recuerdo que yo tuve una erección de inmediato, mi cuerpo no sabía cómo reaccionar a lo que estaba pasando.
Lo que vi sobre su cama realmente me sorprendió mucho, había varias bolsas de plástico abiertas que en su interior contenían un puñado prendas de mujer, de talla semejante a la mía… y al instante me permití concebir la idea de que esas prendas eran para mí.
Sinceramente no esperaba ni el más mínimo detalle de mi actual compañero forzado, así que me estremecí, ya que él había comprendido a la perfección lo que yo quería probar.
A pesar de mi fascinación por el sexo femenino yo jamás había tenido la oportunidad de vestirme como una mujer, principalmente por el dinero que implica y por no tener donde ocultar la ropa.
Era como un sueño hecho realidad y me inunde de una fantasía tras otra maravillado, se requirió una fuerte nalgada del conserje para regresarme a la realidad con un “¡ay!”.
-Tienes media hora para vestirte y arreglarte – me dijo- mientras yo voy a terminar de recoger los botes de basura, ponte linda ¿sí?
-Sí –contesté lo más tierna que pude, y de inmediato puse manos a la obra para convertirme en una señorita.
Tan pronto como él salió revisé cuidadosamente cada prenda e hice mi selección.
Yo soy delgado y quería lucirme, así que me puse una especie de vestidito blanco de una pieza, lo más estilo princesa que encontré, me llegaba hasta la mitad de mi muslo.
Usé ropa interior de niña, unos guantes blancos de algodón y unos zapatitos con tacón que realzaban mi parte posterior.
Me temblaban las manos mientras me vestía y de hecho fue complicado, pero al final me sentía bonita y muy emocionada, extrañamente feliz… tan solo hubiera querido tener un busto grande como una verdadera chica, y alguna peluca para que mi cabello luciera largo.
Me pareció prudente retirar el resto de las bolsas y mi propia ropa de la cama antes de que él regresara, acomodé todo en un rincón donde no estorbaba, y me dispuse a verme en un espejo de la pared, ya que por primera vez era una chica.
Me hubiera encantado tener algo con que maquillarme.
Cuando él entró yo aún estaba de espaldas a la puerta, nuestras miradas se cruzaron únicamente en el espejo.
Lo vi sonreír en señal de aprobación y cerrar la puerta con seguro sin decir una palabra, comenzó a desnudarse, y por medio del espejo seguí todo el proceso con gran atención, mi corazón latía muy rápido….
La verdad su cuerpo era impresionante, imponente, hasta el punto en que llegue a preguntarme porque él no estaba con una chica de verdad, me sentía extrañamente afortunada.
Lo que más me sorprendió y a la vez me avergonzó fue su pene, no estaba erecto pero claramente era mucho más grande que el mío y llamaba mis ojos como los imanes al metal.
Al ver eso, de algún modo sentí estar en lo correcto en el camino de chica, no podía competir en ningún sentido con un hombre como ese, en su lugar someterse parecía una opción más viable para alguien como yo, y solo de pensarlo regresó mi erección.
Di la vuelta y fui hacia ese hombre desnudo, peludo, robusto y gordo.
Besé su pecho, que era lo más alto que podía llegar con mi estatura, e inmediatamente después me puse de rodillas y mi cara quedó frente a su pene , que olía horrible.
Levante la mirada para verlo a los ojos, pero la baje de nuevo de inmediato en señal de respeto y besé el enorme miembro que estaba frente a mí, tal como se besa la mano de un rey.
Ahora yo estaba en mi lugar, después de años de espera, y el miembro frente a mi comenzaba a levantarse para reclamarme.
Lo tome suavemente con mis manos a través de los guantes de algodón, con el cuidado que se merecía, y comencé a frotarlo lentamente en toda su extensión, dando besos ocasionales en las áreas que quedaban descubiertas.
Si antes era grande ahora medía el doble y pulsaba vigorosamente frente a mí… ¡me sentí enamorada! Entonces mi hombre tomó con brusquedad mi pelo con ambas manos y llevo mi boca a la punta de esa enorme herramienta, antes de poder reaccionar ya había penetrado en mis labios, atravesado todo y tocaba la entrada de mi garganta.
¡Amé su sabor!, de verdad lo amé, quería que lo dejara ahí para degustarlo, pero él comenzó un violento mete-saca moviendo mi cabeza sin clemencia con sus manos, me hizo tener arcadas y sacar lágrimas por varios minutos, un costo que pague con gusto para dejarlo satisfecho….
no sin cierta dificultad.
Cuando terminó de cogerse mi boca y mi garganta como quiso yo estaba algo mareada y cansada, pero no confundida, sabía que él me estaba convirtiendo en mujer y eso lo valía todo.
Aunque era difícil seguirle el paso.
Traté de sonreír y quise mirarlo a los ojos de nuevo, pero su aun enorme pene me tenía hipnotizada y me decía que, para mi fortuna y tragedia, no habíamos terminado todavía.
Me levantó bruscamente tomando mi vestido y me arrojó sobre la cama como un trapo, yo estaba feliz porque sabía lo que significaba: esa cosa enorme iba a penetrarme.
A la vez me excitó esa demostración de que mi fuerza no era nada comparada con la suya y no podría rehusarme a nada de cualquier manera, estaba a su merced y lo mejor era cooperar.
Me acomodé como pude sin tener experiencia, con el dorso boca abajo sobre la cama, las rodillas en el piso y mi trasero al aire a su disposición, moviéndolo un poco de lado a lado.
Postura que pareció ser de su agrado, porque de inmediato levanto mi faldita y bajó mis primeras pantys hasta las rodillas, dejando todo lo mío a la vista, otra vez me puse nerviosa.
Sentí que escupió en mi rayita varias veces y después comenzó a estimular acariciando y amasando con sus manos toscas.
Para mi gusto se sentía rico y haca cosquillas, así que me deje querer durante todo el tratamiento y me relajé mucho.
La verdad es que estaba separando mis nalgas y lubricando un poco el camino para que su cosa entrara más fácil, pero para mí era como un masaje erótico romántico.
Nunca antes me sentí tan excitada como en el momento en que recargo su grueso pene en mi rayita, se sentía como una vara de metal caliente y pulsante, y yo me derretía como cera a su contacto.
Acomodó su miembro inmenso y se puso en posición, yo me preparé para lo que venía y separé mis nalgas con mis propias manos de buena gana, sin reparar en que él ni siquiera tenía puesto un condón.
En ese momento comenzó a empujar fuerte con la punta, y yo solo sentía una presión muy rica y cierta picazón, pero no me estaba penetrando, mi pequeño orificio no cedía ni un poco ¡yo anhelaba que cediera! y con mi mente y mi corazón se lo pedí a esa parte de mí.
Siguió insistiendo, reacomodando y empujado cada vez más, y yo abría con mis manos lo más que podía, hasta que la sensación se volvió diferente y mi cuerpo feminizado comenzó a ceder a su hombría.
Ese fue el instante.
Me avergüenza decir que en ese momento, cuando fui penetrada por primera vez y por semejante pedazo de hombre, no fui capaz de disfrutarlo.
Estaba excitada al máximo, pero sentí un dolor horrible cuando esa cosa gruesa atravesó mi ano sin clemencia y se clavó toda hasta adentro, un dolor punzante, desgarrador y prolongado.
Eyaculé, lloré y llegué a pensar que todo había sido un terrible error, que nada de eso debió pasar, pero al conserje no le importó y comenzó a martillarme con todas sus fuerzas, y así siguió y siguió sin importarle y cuanto me dolía, no sé cuánto tiempo pasó hasta que se corrió abundantemente en mi intestino y saco su enorme pene de mi cuerpo, fue un periodo que de verdad sufrí.
Subí bien a la cama y me recosté, mi anito estaba todo abierto y adolorido, sacando semen, mis piernas temblaban y sentí miedo.
Pero sabía cuál era mi lugar y me dispuse a reposar en silencio, sin queja alguna, bajo la suposición de que había terminado.
El conserje se recostó también, muy encimado conmigo, restregando su miembro flácido pero grande contra mi hoyito destruido, como en señal de victoria y morbo, ahora esa parte de mí era suya y su esperma aun brotaba como prueba.
No mencionamos una palabra, descansamos callados mientras yo pensaba en todo lo ocurrido y me preguntaba a mí mismo que sentía al respecto.
Tenía una idea muy clara, que si lo que deseaba era convertirme en mujer ya había pasado la peor parte… Obligué a mi cuerpo de hombre a ser femenino frente a un macho superior.
Me percaté de que el miembro del conserje se estaba poniendo duro de nuevo poco a poco, pidiéndome un poco más de lo que le di.
Me sentí atendidamente solicitada, como una señorita a la que sacan a bailar, y entonces tomé una determinación.
Me quite el vestido, los guantes, y con la fuerza que me quedaba en las piernas me acomode en cuatro patas sobre la cama, me ofrecí a que me cogiera otra vez, las veces que quisiera, y estoy orgullosa de eso.
Tomó mi palabra, una vez más rompió mi hoyito sin clemencia por varios minutos y se vino dentro de mí, ya no me importó tanto que me doliera, y cada vez dolía menos.
A grandes rasgos así fue mi primera noche de sexo como mujer, lo hicimos varias veces muy intenso, pero con descansos para que él recuperara su erección y mi anito volviera a cerrarse, y creo que hasta su última gota de semen fue vertida en mi vientre ese día.
Casi no dormimos, a la mañana siguiente me levantó de la cama sin previo aviso, como siempre con brusquedad y sin preguntarme nada, me llevó al baño de su cubículo tomada del brazo.
Íbamos desnudos y de repente me derribo sobre el piso en el área de la regadera, boca arriba y semi sentada.
No entendía, el seguía de pie ahí con la mano en su pene…yo adormilada, y entonces tras unos instantes entendí de repente, cuando un chorrito caliente salió de su miembro y comenzó a caer sobre mí.
¡Me estaba orinando! Mi vientre, mi pecho, mi cara, mis piernas, absolutamente toda.
Me estaba marcando como suya… de la manera que lo hacen los animales.
Supongo que en mi lugar cualquier mujer debía sentir alguna clase de asco o indignación, pero la triste verdad es que me gustó, y me hizo sentir excitada de una forma diferente, incluso me di la vuelta y me acomodé para que pudiera empapar también mi culito.
Cuando terminó de orinarse sobre mí y me dejó ahí en el suelo comprendí que no solo me había feminizado de toda manera y me había convertido en mujer, también me había convertido en una puta cualquiera.
Finalmente habíamos terminado, él ya no me hacía caso.
Me bañé ahí mismo, me vestí con mis ropas originales, me despedí con sumisión y me dispuse a retirarme.
Iba lento porque, aunque suene como una especie de chiste que arruina la historia, aun me dolía mucho mi culito al mover las piernas ¡mucho! Ya casi por salir de su cuarto él me detuvo un momento, con una mano sujetó mi musculo derecho y con la otra mi vientre por debajo de la camisa, sobándolo.
Entonces me dijo al oído:
-Tienes que bien a nuestro hijito, porque te deje bien preñadita amor, bien preñada.
Felicidades porque vas a ser mama como querías -Besó mi cuello, yo me derretía con sus palabras- Lo tienes que llevar hasta que crezca y luego parir.
Y le tienes que enseñar que sea un hombre de verdad como su padre, para que se coja a las putitas como tú y me dé nietos.
¿Va?
-¡Sí! –le dije
-¿Sí qué mi amor? ¿Cómo se dice?- replicó, yo me di la vuelta y lo abracé.
-¡Gracias! Sí, sí voy a ser la mama de tu hijo, lo voy a gestar, lo voy a parir con mucho gusto, y lo voy a cuida con amor cuando nazca.
Gracias por cogerme como se debe y hacerme mujer como yo quería, gracias por dejarme embarazada como una conejita, y por darme el gran honor de ser la madre de tu hijo…
Y así acabó el encuentro que me forjó.
Esa no fue la última vez que lo vi, pero si fue el final de la historia que me orientó a tomar mi decisión y a entregarme sin más duda a la feminidad.
Obviamente no parí, más por biología que por decisión (yo sí hubiera parido a su hijo si fuera posible, lo juro), pero a veces me gusta tocar mi vientre plano y pensar que estoy preñada de un verdadero macho, que soy una mama feliz que espera a su bebé… Otras veces, más desesperada, pienso que en realidad no quedé esa noche, y me muero de ganas de vestirme de gatita o conejita y salir a buscar a un macho que me deje preñada, hasta por fin encontrar a uno que me haga ver crecer mi vientre y parir a su hijo, aunque tengan que cogerme cien primero y llenarme toda con su esperma.
Quisiera ser tomada, quedar preñada y parir, así una y otra vez hasta que terminen mis días, esa sería mi yo perfecta.
¡Gracias por leer mi relato y perdón si fue muy largo! Sí son machos no olviden mandar su esperma para mi vientre fértil, donde será bien recibido.
¡Hasta pronto!
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