Diario de una mujer , felizmente casada Pt.- 2
Hoy te contaré tres de los sucesos de mi vida: una anécdota de mi escuela primaria, como sobreviví en el último grado de la educación secundaria y el día que perdí mi virginidad con un chico..
Estudié la primaria en una escuela mixta, pero donde los niños eran muy, muy, pocos. Yo hice amistad con las niñas de manera natural para mi. Estábamos ya en el quinto grado cuando hicimos un concurso de piernas bonitas e, increíblemente, lo gané. Le conté a mi madre y me contestó: Ay, hijito no sé bien que ocurrirá cuando crezcas.
Ser femenina me acarreó problema u oportunidades. Cursaba el último grado de la secundaria. Entré al baño de los varones y me encontré que tres chicos que se estaba masturbándose para establecer quién expulsaba más lejos su semen. Éramos varios los que observábamos, pero yo quedé muy impresionada y creo que se me notó en la cara. Fue increíble cuando sus fuentes expulsaron sus abundantes chorros de semen a gran altura y distancia. El ganador fue el jefe de la banda de chicos que dominaba al alumnado de la escuela.
Una unos días después, por la tarde, después de educación física y pocos alumnos, me encontré a los tres concursantes aquellos. Casi a rastras me llevaron a un baño donde me encerraron. El jefe dijo, nos vas a mamar la verga a los tres. Noté que te gustó lo que viste el día del concurso. Me aterroricé, no sabía que hacer, pero de pronto me di cuenta de que podría sacar ventaja de mi condición femenina. Me acerqué al que mandaba y le dije al oído: me gustas, no preferirías que sea tu novia, sola para ti. Has que se vallan tus amigos y te daré gusto. Los dos amigos protestaron, pero se impuso enérgicamente su jefe. Así sobreviví, bien protegida, el resto del año, al bullying de que ya me hacían víctima otros muchachos. Claro, por mi afeminamiento evidente.
Aunque mi padre había muerto, mi madre y yo vivíamos con deshago. Ella supo aprovechar la herencia de mi padre en el mercado inmobiliario. En la zona residencial donde vivíamos éramos vecinos de una familia amiga. Yo fui hija única y los vecinos tuvieron un varón y dos hermanas.
Crecimos juntos. Él es un poco más de un año mayor que yo, una hermana es de mi edad y la menor dos años menor. Convivíamos diariamente, jugábamos, íbamos a fiestas juntos y hasta las navidades eran compartidas. Yo me llevaba más con las hermanas que con el varón, Roberto, porque desde pequeño era deportista y tenía, en general, interese diferentes a los míos, pero los tres éramos muy cercanos.
Cuando casi cumplía 15 años llegué a mis actuales 1.65m y era muy delgada, por el contrario, Roberto casi llegaba a sus 1.80 con un cuerpo musculoso. Yo me veía delicado y femenino.
Un verano su familia salió de vacaciones durante un mes, pero él no pudo acompañarlos por cuestiones de la escuela y otros motivos que no recuerdo. Él era muy popular en su escuela y siempre andaba con sus amigos y amigas, pero yo estaba pendiente de cuando se quedaba solo en su casa para para acercármele y conversar, ver películas y pasar el tiempo. Llevaba de mi casa que comer con él, a sabiendas de que estaba sólo. Lo buscaba porque sentía como una necesidad de estar cerca de él como una admiradora. Me atraía mucho su personalidad varonil y su seguridad en sí mismo. En pocos días nos acostumbramos a divertirnos juntos después de la comida que hacíamos juntos en mi casa o en la de él.
Un fin de semana, era uno de esos domingos lánguidos y perezosos en que parece que no ocurrirá nada. Después de nadar y jugar en la alberca de su casa, donde algunos contactos físicos y roces me sobresaltaron, vimos una película que el seleccionó. La película era erótica, ambientada en la época de Calígula, con escenas de sexo bastante explícitas. A esa edad la curiosidad sexual es apremiante y veíamos con interés morboso la cinta aquella.
Estábamos sentados en un sofá con las piernas sobre una mesita de centro, todavía con los bañadores, comiendo golosinas y viendo la película. En cierto momento noté el contraste entre las piernas musculosas, peludas, morenas de sol y fuertes de Roberto y las mías blancas, torneadas y lampiñas. La verdad que me salieron algunos vellos que me rasuré desde la primera vez que los descubrí. Sentí su proximidad y hasta creí sentir el calor de su cuerpo. Fue cuando tuve claro que lo buscaba porque me gustaba como hombre. Comencé a desvivirme por atenderlo, le traía botanas, cervezas, servilletas y lo que me pidiera, lo hacía con naturalidad como si supiera que yo estaba dispuesta.
De pronto se levantó del sofá y pude ver claramente, debajo el traje de baño, que tenía el pene bien parado, me volteo a ver y se me fue encima. Con el peso de su cuerpo me tumbó en el sofá y comenzó a besarme y manosear las piernas y el pecho. Realmente me atemorizó, no esperaba de él esa acción. Yo anhelaba de él que me viera como yo lo veía a él, es decir, con deseo. Lo inesperado de la acción hizo que me resistiera, pero su fuerza y peso me lo impidieron. Me arrancó el calzón de baño y me puso boca abajo sobre el brazo del sofá y trató de penetrarme. Dejé de resistirme ante su superioridad. Pretendía meterse dentro de mi sin lubricación, cuando me penetró parte de la cabeza el dolor me hizo resistirme nuevamente y protestar y llorar. Fue en ese momento que eyaculó en mi culito virgen y eso sirvió de lubricante. Así que sin más me la clavó toda sin piedad y comenzó a entrar y salir con fuerza salvaje. Yo lloraba y gemía hasta que me fui acostumbrando y bajó el dolor. Entonces pensé que si lo que estaba ocurriendo era lo que yo quería, debía cooperar. Entonces aflojé los músculos de mi cuerpo y comencé a moverme tratando de acompasarme a su ritmo. Eyaculó de nuevo y me propuse soportar el sufrimiento que me causaban sus embestidas, pensé que, por amor, y de nuevo sin salir logró venirse una tercera vez. La tarde la pasamos dedicados al sexo, pero yo me las ingenié para satisfacerlo oralmente y con ayuda de mis manitas. Al entrar la noche no pude evitar que me penetrara de nuevo. Después de esa cuarta vez casi me sacó de su casa. Al caminar hacia mi casa el semen comenzó a escurrirse de mi culito adolorido y hasta con un poco de sangre. Al día siguiente y al otro yo no lo busqué ni el a mí. Al tercer día le hablé por teléfono y le pregunté que cómo estaba y si quería nadáramos es tarde. Lo hice con temor al rechazo, pero por el contrario dijo que pensó en hablarme y que me adelanté.
Durante el casi un mes en que su familia estuvo de viaje y todo ese verano, tuvimos sexo casi a diario. A él se le ocurrió que me vistiera con ropa de la hermana que es de mi complexión y hasta de su mamá que es menudita. También me hizo maquillarme. Durante tres meses sostuvimos el romance. Me enorgullece que durante ese tiempo no sintió necesidad de cortejar a ninguna otra chica.
Pero todo llega a su fin. Un día nos sorprendió una de sus hermanas cuando estábamos en su cama en plena acción. Ella abrió la puerta, nos vio y emitió un gritito de sorpresa. Cuando cerró la puerta tras de sí, Roberto continuó cogiéndome hasta terminar.
Fue un escándalo al interior de nuestras familias. La amistad impidió que la situación llegara a ser demasiado desagradable. Lo bueno es que nunca se planteó que yo o él fuera culpable o el pervertidor, ni a él se le reprochó la iniciativa. Y es verdad, a la edad que teníamos, 15 y 17 años, las hormonas impulsan la búsqueda de la satisfacción sexual y si se presenta la oportunidad ocurre lo que nos ocurrió. Estoy cierta de que nos amamos con intensidad, casi con desesperación.
La consecuencia fue que a Roberto lo enviaron a estudiar la preparatoria a una ciudad lejana.
Mi mamá me dijo muchas cosas consejos, amenazas y advertencias. Fue cuando le dije que si no se había dado cuenta que siempre fui femenina y no por que quisiera sino porque no lo pude evitar, soy así. Fue cuando ella se echó la culpa. Me dijo que desde los dos años me solía vestir de niña porque me veía muy bonita así y que no dijo nada cuando se percató de que a mis doce años comencé a ponerme su ropa. No creo que sea su culpa, ni la mía, ni la de Roberto. La naturaleza y la vida es así. Mi preferencia sexual no es antinatural, desde el inicio de los tiempos y hasta el fin de la vida existirá. No me siento pervertida, porque me gusta hacer el amor solo con los límites de la dignidad humana. Y esos límites son amplios.
Mi madre entendió y me aceptó. Me apoyo comprándome ropa de chica y tratándome como su hija. Lo conversamos ampliamente y acordamos consultar a un médico especialista en cambio de sexo. Para ello, nos trasladamos a la capital del país donde me hicieron análisis y consulté con un psiquiatra, como requisito previo al tratamiento hormonal. Por la comprensión y amor de mi madre estoy muy atenta a ella y la cuidaré hasta la muerte.
Nunca le había confesado a alguien, algunas de mis experiencias y sentimientos como mujer. A mis amigas que nacieron mujeres no puedo conversar de esas cosas porque desconocen mi condición de mujer trans y se incomodarían.
Con mis amigas converso de los novios, maridos y hasta amantes, los problemas del corazón, de asuntos domésticos, de enfermedades y niños, de la ropa, el maquillaje y los accesorios, lo que es satisfactorio. Por otra parte, con el hombre con el que se tiene una relación de pareja. es más difícil expresarle detalles de nuestras experiencias, aunque le confiemos nuestra historia en términos generales.
Compartir con otras mis intimidades sacadas de mi diario significa abrir mi corazón que, de otra manera, me haría vulnerable, pero que muy agradable. Estoy usando este medio para expresarte algunas ideas de cómo me veo a mi misma en relación con las demás personas y algunas intimidades que no he compartido. Hablar de mi a otro es una práctica psicoanalítica que, en este caso, me ahorra el costo de las consultas con el psiquiatra.
Por supuesto que el proceso de solo comunicar e identificar una situación emocional es gran parte de un proceso psicoanalítico, catártico y terapéutico a la vez. A los psiquiatras se les paga en gran parte solo por escuchar.
Hermosisimo relato, yo tengo soy una mujer en cuerpo de hombre también.