el Club de Jorgina. El sueño real.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola a tod@s. Mi nombre es Jorgina y me gustaría presentarme. Estoy entregada al sexo desde que nací. Cuando me voy a dormir, igual que cuando era pequeñita, sueño con toda la fantasía que mi sexualidad, cuando despierto a la mañana siguiente, sólo tengo que llevar a la realidad lo que deseo.
Y sé que puedo ser TODO lo que quiero.
Intentaré definirme para que podáis ubicarme, aunque creedme, será difícil.
Nací con una colita entre las piernas, pero siempre tuve mi mente de niña, integrando todo mi ser.
Me ponía las braguitas de mi vecinita con la que jugaba de pequeña y me prestaba sus vestidos, faldas y medias con las que iba al colegio y me dejaba ser una amiga como las demás.
A los quince años era más femenina que algunas chicas del instituto y no era difícil sentir las miradas lascivas y las manos de alguno de mis compañeros en mis piernas sin vello cuando llevaba pantaloncitos cortos. Tenía a esta edad unas incipientes tetitas que apenas podía disimular bajo la camiseta.
Cuando nos duchábamos, mi cuerpito delgadito dejaba resbalar el jabón por mi culito respingón y mi carita inocente y traviesa a la vez. Mas de uno de mis compañeros se rozó conmigo sin querer y su badajito se ponía tieso cerca de mí. no sin el consabido sonrojo del propietario.
Yo siempre sonreía, y siempre mis compañeros me parecieron encantadores. Si alguno se ponía pesado o chulo conmigo, tenía defensores que me apreciaban mucho y cuidaban de su nenita.
Unas vacaciones fuí con mis padres a Menorca, donde un matrimonio, amigos suyos, tenían un chalet y nos habían ofrecido pasar unos días con ellos.
Tenían una hija adolescente y un perro Husky, precioso. Ambos me caían muy bien y nos íbamos a la playa juntos y nos reíamos mucho.
Generalmente, nuestros padres se iban por un lado y nosotras por otro. Yo iba de chico porque mis padres no sabían nada de mis inclinaciones, o por lo menos mi padre, ya que mi madre intuía muchas cosas de mí.
Cierto día, nuestros padres se fueron todo el día a ver a otros amigos de la isla y nos dejaron a esta amiga y a mí, solas en la casa con el perro.
Serían las doce del mediodía y hacía calor, ambas nos pusimos a tomar el sol en la piscina, ella con un bikini precioso de flores y yo con un bañador rojo que más parecía la parte de abajo de un bikini que un bañador de chico.
No tengo una colita muy pronunciada y en aquél día menos, así que apenas se notaba el bultito.
Mi amiga estaba nadando en la piscina y yo estaba con los ojos cerrados totalmente estirada en el césped, cuando Husky el perrito, se acercó a mí jadeando y me empezó a lamer la cara. Primero me sobresalté, pero luego al ver que era él, me tranquilicé y me reí un poco,
Me lamía en toda la cara, en mis ojos y en el pelo, un poco largo y castaño, me llenó de babas toda la nariz y la boca. De pronto empezó a lamer la comisura de mi boca y yo la entreabrí sin casi darme cuenta de lo que hacía. Cerré los ojos y noté como su lengua mojada se introducía dentro de mi boca.
Lametazo a lametazo, fué metiéndose cada vez más adentro y yo necesité sacar mi lengua para que se encontrara con la suya. Me encantaba y comencé a soltar gemiditos, así que llamé sin querer la atención de mi amiga.
Mi amiga, que se llamaba Silvia, atisbó apoyándose en el borde de la piscina y me vió como mi colita iba creciendo.
Riéndose traviesamente, me insinuó que parecía una chica gimiendo así.
La verdad es que con ella no había tenido nunca ningún tipo de confianza todavía, pero me gustó este comentario.
Husky estaba excitado conmigo, fué llevando sus lamidas hacia mis hombros y después a mis tetitas. En este momento, Silvia, estaba junto a mí de pié sonriendo y mirándome con curiosidad, se fué a la cocina y trajo un spray de nata que divertida lo empezó a lanzar sobre mis pechitos y por todo mi cuerpo, incluso sobre el bañador, mis piernas y pies.
Husky excitadísimo, me lamía sin cesar y llegó al bañador, ella me sugirió que me lo quitara y así lo hice.
Me regó con más nata toda la entrepierna y el culito y yo ya no sabía si gritar, llorar o reir, del placer que me daba toda la situación.
Con todo este paroxismo, la polla del animal empezó a dejarse ver, roja como el amanecer y vibrante, soltando breves chorritos de pipí encima mío. Me lamía la pollita y Silvia estaba totalmente excitada mirando la situación, masturbándose a mi lado y tirando nata encima mio y un poco sobre ella también.
Mientras eso sucedía, la polla del perro estaba goteando hermosa y resplandeciente encima de mi cara y Silvia se la cogió y mirándome con complicidad me la ofreció para que la chupara.
Estaba tan excitada que no tuvo que insinuarlo dos veces. metí aquél rabo dentro de mi boca y noté como aún se hacía más grande si cabe. empezó a sacudirse y a agitarse hasta que eyaculó dentro de mi boca.
Silvia me dejó una toalla y me indicó la posibilidad de ducharnos juntos, a lo qiue accedí gustosa. Evidentemente ducharnos solo fué una excusa así que allí adentro nos lo pasamos de maravilla juntos, sin embargo al salir de la ducha, ella me dijo, – mira, me gustas mucho, pero creo que me gustas más como amiga que como amigo. ¿Te gustaría ser mi amiga?
Le dije que sí, con pasión y le confesé mi intima y femenina esencia. Ella me abrazó y me llevó hasta su habitación. Mis piernas me flaqueaban. Siempre quise tener una habitación de chica, pero lo más alucinante fué cuando abrió uno de los cajones de su armario y me mostró todos los tesoros de una chica, sus vestidos, su lenceria, sus zapatos…
Toma, -me dijo- Ponte esto. Y me alargó unas braguitas preciosas de color rosa de encaje y un sujetador del mismo color. Después me dejó una faldita de flores y una blusa blanca de seda. Tenía unos zapatitos de tacón no demasiado alto que al ver como los miraba se echó a reir y me dijo: – Pruébatelos, si te quedan bien te los regalaré.- Y me quedaron como si se hubieran hecho a medida para mí. Fueron mis primeros zapatos de tacón.
Me ayudó a maquillarme y al terminar me miró y con una sonrisa de aprobación me aconsejó que me miraba en el espejo. Ví una chica preciosa en el espejo y supe que era yo.
Era la tarde cuando llamaron por teléfono nuestros padres diciéndonos que volverían al día siguiente por la noche, así que podía estar todo el resto del día y mañana como una nenita, con mi amiga y nuestro perrito precioso.
Pero mis experiencias no habían hecho más que empezar. Silvia me insinuó que un poco más tarde vendrían unos amigos suyos para ir de fiesta a la discoteca y si quería ser presentada como su amiga de Barcelona. Ante esta perspectiva, asentí con entusiasmo y aunque un poco nerviosa por si me descubrían.
Ella me tranquilizó diciéndome que estaba preciosa, y lo cierto es que mirándonos las dos en el espejo, parecíamos hermanas. Ella era un poco más alta que yo y con más pecho, pero los rasgos faciales y el cuerpo eran muy parecidos. Ambas teníamos la nariz un poco respingona y los labios sabrosos, una piel suave y una sonrisa traviesa.
Sus amigos vinieron un poco más tarde. Eran cuatro chicos muy simpáticos y atractivos y dos amigas también muy divertidas y guapas.
Todos me aceptaron muy bien en el grupo, pero uno de los chicos no dejaba de mirarme y de seducirme.
Fuimos a la discoteca juntos y este chico que se llamaba Juan se enrolló conmigo…(continuará …)
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