El Principio
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Ely_tvcd.
Antes que nada les contare un poco de mi historia…
Empecé desde muy pequeña sintiendo curiosidad y atracción hacia las prendas de mi mama, en especial a las medias. Aprovechaba cuando ella salía al mandado y mi padre estaba en el trabajo para ir al cajón de su ropa interior, tomar unas medias y ponérmelas en el baño. En ese entonces no lo hacia por excitación ni nada, era puro placer. Poco después mis padres se separaron y me quede a vivir con mi madre. Ella trabajaba todo el día y yo tenía toda la tarde para pasearme por la casa con las medias puestas, intentando caminar lo más femeninamente posible. Luciendo ante el espejo mi pequeña cinturita y mi cuerpo delgado y afeminado.
Cuando entre a la secundaria nos tuvimos que cambiar de casa por problemas económicos. Era un casa de una sola habitación y teníamos que dormir los dos en el mismo cuarto, eso si, cada quien en su cama.
Uno de esos días que no tuve clases, me levante temprano y no había nadie en casa. Sentí ganas de “ponerme comoda” y me dirigí al cajón de la ropa interior de mi madre. Al parecer había hecho algunos cambios y además de las medias encontré un Baby Doll negro muy sensual. No lo pensé y me puse con unas medias negras y unas zapatillas del mismo color. Me sentí tan bien que me tome unas fotos (que aun tengo).
Fue así como empecé, cada vez probando con más cosas y atreviéndome a dar más pasos. Pero eso si, yo me consideraba totalmente hetero. Tenia novia e incluso en una ocasión dos a la vez.
Al año siguiente nuestra situación mejoro y volvimos a cambiar de casa, esta vez una un poco más grande y por fin con dos cuarto. Mi madre trabajaba prácticamente todos los días así que la mudanza me tocaba a mí. Y entre acomodar cosas y abrir cajas, encontré en una vieja caja un paquete nuevo de medias blancas. Solo de verlo sentí una tremenda excitación, deje lo que estaba haciendo y me lo probé. Me quedaban un poco chicas pero ese no era el problema. En las medias blancas se notaban mucho los bellos de mis piernas, y no lucían bien. Fui al baño, tome la espuma y el rastrillo que me había dejado mi padre. Recorrí centímetro a centímetro de mis piernas hasta dejarlas libre de bellos. Quede maravillado con la imagen de mis piernas; largas, torneadas y de un tacto tan suave. Quede tan fascinado que decidí quedarme con las medias.
A los tres días terminamos de desempacar todo y mi madre pregunto por las medias, actúe extrañado y le dije que yo también había perdido algunas cosas y que tal vez era culpa de los que nos ayudaron en dicha mudanza.
A la semana siguiente me levante para ir a la escuela, quería sentirme femenina y decidí ponerme las medias y una tanga bajo el pans de la escuela. Era una tanguita roja con encajes negros. La sensación fue muy placentera. Sentía en mis piernas tersas el tacto del pans con las medias, el roce de la tanga apretando mi culito. Todo era puro placer, hasta llegar a la escuela. Estaba convencido de que todos me miraban raro y que en cualquier momento me descubrirían, pero eran alucinaciones mías.
Ese día terminaron las clases antes de lo normal, así que invite a mi mejor amigo Enrique a la casa. Solíamos estar en la sala platicando y riéndonos de cualquier tontería. Y ahora que tenía cuarto propio podíamos hablar con mas comodidad o simplemente jugar a la play por horas y horas sin que nos molestaran.
Lo que paso esa tarde jamás lo olvidare. Marco un antes y un después en mi.
Estábamos sentados en la cama platicando cuando empezamos una de nuestras pelas de juego sin sentido alguno. El trataba de hacerme una llave y yo me safaba, me tiraba al piso y me aprisionaba con sus piernas y yo me levantaba. En ocasiones mi trasero quedaba ligeramente pegado a su vientre, poco mas arriba de su entrepierna. Después de estar jugando por al menos siete minutos me rendí.
-me rindo, tu ganas- le dije y me tire en la cama dándole la espalda y asiendo un gesto de estar exhausto. Y de hecho si lo estaba. El se acostó también sin decir palabras. Me eché un bostezo falso y sin pensarlo me hice el dormido.
Estaba acostado de lado con el cuerpo doblado y mi trasero apuntando hacia Enrique.
Hubo un silencio incomodo que debió durar algunos segundos y para mi fue eterno. Había olvidado que traía puesta la tanga y las medias. En la posición que estaba se podía marcar la diminuta tanga através de la tela de pans.
Me había dado cuenta muy tarde. La mano de mi mejor amigo estaba en mi espalda por encima de mi playera. Sentía como bajaba delicadamente por mi columna hasta que llegar al resorte del pans.
No sabia que pensar. Mi corazón latía como nunca, tenia miedo de lo que pudiera pasar, pero también estaba increíblemente excitado. De algún modo es lo que había buscado, quería sentirme cada vez más femenina y lo había conseguido.
Su mano se adentraba por el pans, se detuvo, tomo de mi tanga y jalo hacia el. El placer me hizo soltar un leve gemido. Soltó mi tanga y siguió bajando por mi raya. Sus dedos calientes jugaban con mi agujero, buscaban la manera de entrar en el. Mientras tanto coloco su otra mano sobre mi cadera. Acariciaba mi cinturita y subía por mi abdomen hasta llegar a mis tetas, las cuales apretaba y después jalaba. Los gemidos salían de mí por su propia voluntad.
La mano que estaba en mi culito trataba de apretar ambas nalgas a la vez, yo le empujaba mi trasero en señal de que me gustaba. Saco su mano y trato de quitarme el pans sin mucho éxito, instintivamente levante levemente la cadera, me deshice del pans dejando a la vista mis largas piernas vestidas por las medias blancas. La mano que trato de quitarme el pans estaba ahora recorriendo de arriba abajo mis piernas. Mi espalda se arqueo del placer, sentí en mi cuello su respiración y no tardo en besármelo. Deje de sentir ambas manos y pude oír como se bajaba el pantalón. Al volverlo a sentir puso su mano sobre mi cadera e indico que me pusiera boca abajo.
Todo ocurría tan lento. Todo mi cuerpo se sentía vivo y lleno de placer. Me era muy difícil pensar, solo me dedicaba a disfrutar y entregarme.
Ya estando boca abajo me tomo de la cintura con ambas manos y se puso sobre mi, poco a poco recargaba mas su cuerpo en el mío. Sentía sus piernas sobre las mías, sus manos recreándose en mi piel, su legua recorriendo mi cuello. De pronto sentí su pene sobre mi muslo. Estaba muy caliente y tremendamente duro. Su punta beso mi pierna dejando un líquido calido en ella.
La excitación me consumía, no podía más. La simple proximidad de nuestros cuerpos me llenaba de lujuria.
Levante un poco mis nalguitas en señal de entrega. Su miembro picoteaba sobre mi agujero. Trató de meterse en un intento inútil y doloroso. Apreté su brazo con una mano y entendió lo que le quise decir. Sin abandonar nuestra posición tomo su pene y lo coloco entre mis nalgas, formando un autentico hot dog. Empezó a mover su cadera de atrás hacia delante frotando toda su vigorosa arma contra mi culo. Los movimientos se fueron volviendo mas rápidos y la fricción hizo que el se viniera en un autentico chorro de leche, dejando mis nalgas y parte de mi espalda bañadas en su tibio néctar.
Sin separarse de mi, bajo una de sus manos a mi sexo y empezó a masajearlo en círculos, al poco tiempo me vine también. Quedamos verdaderamente exhaustos. Seguía encima de mí, pude sentir como su pene se volvía flácido hasta que ambos quedamos dormidos.
Debieron pasar algunos minutos hasta que sentí que se levanto, se dirigió al baño, regreso a darme un tierno beso en la mejilla y se fue.
Después de eso solo nos saludábamos en la escuela y platicábamos por no más de cinco minutos…
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