El señor de la renta I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Sandra24.
Hola, mi nombre es Sandra, tengo 24 años, y la experiencia que quiero relatarles me sucedió hace un par de meses.
Yo era un chico normal, hasta que un día me puse una tanga de mi madre color amarillo que hacía resaltar mi hermoso y gran culo moreno claro, y me quede tan excitado que supe que me gustaba vestir de mujer, y luego supe que me atraian las vergas.
Cada que mis papás salían de la ciudad yo aprovechaba para meterme al vestidor de mi madre y robarle su ropa.
Somos casi de la misma talla, auqneu no me da pena decir que yo lleno más la ropa.
Sus tangas me aprietan un poco, sus medias casi las reviento y sus faldas me hacen ver como una reina y a la vez como la mejor d elas putas.
Tengo un gran cuerpo, muy nalgona, soy delgada, y las piernas las tengo gruesas.
Recuerdo bien el día que cambió mi vida.
Mis padres salieron de casa, regresarían en dos semanas pues viajaron a un país de latinoamerica.
Mis hermanos ya no viven aquí, la casa iba a ser totalmente mía por dos semanas.
Podía vestirme todo lo que quería, tomarme fotos y contactar maduros por grupos de chat, aunque sabía que no me acostaria con nadie, aun no estaba lista.
Nunca me había vestido fuera de casa.
Desde el primer día salí a comprar algo de ropa, pues queria cosas nuevas, algo para mi.
Regresé, me duché y me depilé para poder estrenar a gusto.
Compre una botella de vino y comencé a tomar mientras me pintaba las uñas, manos y pies de color salmón, resaltaban mi tes morena clara.
Con la emocion de estar sola en casa habia olvidado que mis padres me habian dejado el dinero para pagar la renta a Don Octavio.
Era el último día para pagarle, me pidieron que por favor no lo olvidara ya que era un viejito gruñon que si nos pásabamos de un día nos cobraba más impuestos.
A mi me caía mal aquel hombre, pero me parecía muy varonil.
Era calvo, solo tenía cabello a los lados muy canoso.
Era moreno oscuro.
Siempre rasurado.
Usaba jeans con botas y una camisa siempre abierta que le dejaba ver algunos bellos en el pecho igualmente canosos.
Estaba por llegar a los 60 años aproximadamente.
Me probé mucha lencería ese día, pero también me compre vestidos ajustados al cuerpo que dejaban ver una gran figura y sobre todo un esplendido trasero.
Me dejé un vestido color salmón para que hiciera juego con mis uñas, una medias del mismo color pero mas claras, tacones negros, un collar y me perfumé toda como si fuera a salir.
Casi me terminaba la botella y estaba algo mareada y lista para comenzar a buscar hombres de mi agrado por el chat y quizá si tenía suerte, darles un pequeño baile por skype.
Encendia el computador cuando escucho que tocan el timbre.
Me puse algo nerviosa, me asomé por la ventana y vi a Don Octavio.
Maldcicion, no me acordaba.
Quise cambiarme rápido pero vi que el estaba subiendo a su camioneta para irse asi que abrí la ventana y le grite que esperara.
El yo creo que me confundió con mi madre así que bajó de la camioneta y se espero de nuevo en la puerta.
Aunque me parecía a mi madre un poco con todo ese nuevo look, él sin duda se daría cuenta.
No sabía que hacer.
Tomé el dinero de la renta y bajé.
Pensaba asomarme solo un poco y dárselo por la puerta sin que me viera, pero tenía que firmar el recibo.
Me armé de valor y abrí la puerta.
Eran más o menos las 8 de la noche, aún había un poco de sol pero no tardaba en oscurecer.
Cuando me vio se quedó boca abierto, yo me sonrojé mucho y le ofrecí el dinero.
– Buenas tardes, ¿quién eres tú? No sabía que Doña rosa tuviera hijas tan guapas
La mano me tamblaba mientras seguía con el dinero ofreciéndoselo.
No le respondí.
– pensándolo bien, no sabía que tuviera hijas, según yo solo tiene a.
¿Jorge? ¿Eres tú?
No podía con la verguénza, ni el alcohol había logrado que me desiniviera un poco.
El señor se avergonzó un poco y me preguntó si podía pasar.
Asentí con la cabeza y entramos a la sala.
Él era cristiano y pensé que quería pasar para hablar conmigo y darme un sermón, porque a pesar de que yo sabía que era un viejo verde, siempre trataba de sobrellevar sus principios religiosos.
Nos sentamos en la sala y se me quedó viendo por largo tiempo.
-La verdad es que estoy impresionado contigo, no sabía que te gustara vestir así, pero estoy más impresionado por el cuerpo que tienes, eres toda una mujercita.
¿Cómo te gusta que te llamen?
Seguía sin responder y con mucha verguenza, con ganas de llorar icreiblemente.
-Vamos, tranquila, no le diré nada a tus papás, pero dime
-Sandra, me llamo Sandra
-Qué lindo nombre, Sandra, de ahora en adelante te llamaré así para que no te sientas incómoda y tranquila que no pasa nada.
Estás en confianza.
De alguna manera había logrado tranquilizarme un poco con sus palabras.
Le dije que iría al baño a limpiarme las lágrimas y me levante del sillón.
Por el espejo que tenía en frente pude ver cómo me miraba el trasero con asombro mientras yo lo contoneaba como toda una damita.
Al llegar me miré al espejo y me di cuenta que era verdad, me veía como toda una mujer.
No tenía por qué avergonzarme, el alcohol comenzaba a hacer efecto y a calentarme el rostro.
Regresé y ya más tranquila me puse a charlar con él, y le conté toda mi historia.
-Mmm así que nunca has estado con un hombre Sandrita eh
-No Don Octavio, no me he atrevido
A esa hora ya estaba yo algo excitada por la manera comprensiva y morbosa con que me miraba.
Desde que volví del baño pude notar esa tremenda erección.
-Pues la verdad es que yo nunca he estado con una mujer como tú, pero a veces unno puede hacer excepciones.
Su mano se detuvo en mi rodilla y comenzó a sobarla.
Una mezcla de repulsión y a la vez una excitación gigante me inundó el cuerpo.
Pensé que no estaba lista, que no tenía escapatoria y sobre todo pensé que me moría de ganas de comerme su verga.
Como por impulso mi mano se colocó encima de su bulto y comencé a sovarlo mientras el se recargaba en el sillón y comenzaba a gemir.
-Uy que rico mami, que rico Sandrita, eres toda una mujer.
Aún le tenía algo de coraje a ese hombre, y más por haberme descubierto, pero le iba a demostrar lo que podía hacer con él.
Le bajé el pantalón, comencé a besarle sus muslos.
Lo tenía vuelto loco, le bajé su truza blanca y me metí sin más esa verga gorda y larga a la boca.
Había practicado muchas veces cómo chupar, sus gemidos me demostraban que le estaba encantando la felacion que le hacia.
-Qué rico mi amor, que rico, nunca me la había chupado así, cómetela toda Sandrita
no pasaron ni dos minutos cuando sentí que su verga comenzaba a palpitar y a lanzar chorros de esperma dentro de mi boca.
Estaba tan caliente que me los comí todos.
Don Octavio no paraba de darme las gracias y besarme la boca.
Me senté en sus piernas y me acarició por mucho tiempo.
Me dijo que tenía que irse, pero que no se iba a olvidar nunca de lo que había pasado.
Antes de subirse a su carro me dio el recibo y no me aceptó el dinero.
-Quédatelo y comprate más ropita, antes de que regresen tus papás voy a regresar por el pago completo, quiero que seas toda una puta privada para mí.
En el siguiente relato les contaré cómo fue mi primera vez con Don Octavio, espero que les haya gustado.
Saludos.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!