En el taller de bicicletas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ViriTVMx.
En fin, al día siguiente de la “violación” que me propino aquel rudo plomero yo aún seguía adolorida de mi colita, si bien es cierto ya había sentido la furia del sexo anal en otras ocasiones, esta vez había sido de una manera bastante más fuerte de lo anteriormente vivido. Trate de disimular un poco en presencia de mis padres, pero realmente me incomodaba el sentarme y el caminar mucho, por lo cual casi todo el día lo pase en mi recamara sin poder alejar de mi pensamiento la follada de la tarde anterior.
Un par de días después cuando venía caminando a unas tres calles para volver a casa, pude percatarme de que en la entrada de un pequeño callejón estaba mi victimario. Sin poder evitarlo camine hacia donde él se encontraba viendo interrumpido mi camino por su figura -¿Por qué tan seria?- temiendo que alguien escuchara que se dirigía a mi como una fémina me asegure primero para luego contestarle –voy a mi casa ha sido un día difícil, ando un poco cansado- a lo cual me respondió –mmm no te preocupes nenita, yo aquí tengo lo que necesitas para mejorar tu día- mientras se agarraba el bulto de su entrepierna –sabes, me dolió mucho lo que me hiciste el otro día, solo te vuelvo a pedir que no le cuentes a nadie, ok- a lo cual con un ceño más serio me dijo –bueno tú te lo buscaste, pero descuida, si me complaces hoy me mantendré calladito- y diciendo esto tuve que pensar que mi identidad secreta no podría ser revelada aun, por lo cual tuve que acceder.
Acerque mi mano cuidadosamente hacia su bulto sexual, pero él me interrumpió diciéndome –no, no que te pasa así como niño no me gustas- solo lo mire a sabiendas lo que él deseaba –mira, vente aquí como a las 8 ahí dentro (señalándome al interior de aquel pequeño callejón) está mi casa, toca la puerta negra 3 veces y sabré que eres tu- mirando hacia allí me percate que había dos puertas, una en el fondo, la negra, y otra que parecía conducir hacia un pequeño taller el cual estaba cerrado en ese momento. Asintiendo con la cabeza afirmando mi retorno, me tomo del brazo y me dijo –eh, pero ya tienes que venir vestidita, nada de ropa de niño, como la puta que eres- y sin poder responderle me complemento –si no vienes vestida como puta, te voy a acusar con tus papitos, así que tú sabes- sin más me soltó del brazo y me fui alejando poco a poco, sin voltear a verlo ¿Cómo iba a salir vestida como niña sin que me vieran mis padres o alguien conocido en alguna de esas calles?.
Llegando a casa estuve meditando aquella situación a la cual me tenía que enfrentar si no quería que mis padres se enteraran. Por supuesto que no podía salir vestida porque mis padres estarían en casa, igualmente si no estuvieran tampoco saldría por la impertinencia de algún vecino. Entonces si saldría como niño pero tenía que cambiarme antes de llegar a casa del plomero para evitar su “castigo”. ¿Pero dónde cambiarme? Mis padres conocen a un montón de gente en la colonia y a su vez ellos a mí, y quien sabe dónde pudiera encontrarme a alguien en pleno acto de “transformación”. Mientras seguía decidiendo cual sería mi “plan de ataque” me metí a la ducha para prepararme como se debe.
Aliste un vestido corto azul marino con florecitas blancas bastante ligerito, una tanguita azul marino igualmente y unas botas sin tacón de color beige (de esas botas bastante abundantes en invierno). Para el maquillaje tuve que pensarlo nuevamente ¿salir maquillada o maquillarme en alguna calle cercana al domicilio del plomero?, vaya dilema. Baje con mis padres, con mi vestido y tanga ya debajo de la ropa de niño, a decirles que saldría con unos amigos en la noche, un poco extrañados pero sin discusión, me otorgaron el permiso para salir.
Nuevamente arriba en mi cuarto, decidí que me maquillaría ahí mismo y que a toda costa evitaría el contacto con mis padres, que al parecer estaban ya dispuestos a preparar algo “especial en la cocina” (hay que decir que mi padre es mucho mejor cocinero que mi madre, por lo cual al parecer esa misma noche le enseñaría alguna receta o algo así a mi madre), después de saber esto, subí a mi cuarto a maquillarme de manera ligera pero que me ayudara a parecer más femenina. Me puse las botas y las oculte con el pantalón, prepare una pequeña mochila con condones, lubricante, papel higiénico, toallitas desmaquillantes y una navaja (digo, por si algo se pusiera feo). Asegurándome que mis padres ya se hallaban en la cocina, salí con 15 minutos de anticipación para buscar un lugar donde quitarme la ropa de niño sin que alguien me viera. Ya estaba oscuro cuando salí de casa por lo cual el maquillaje no tuve que ocultarlo de mi rostro, así que camine con rumbo a mi próxima experiencia esperando encontrar un lugar para quitarme la ropa quedando envuelta en mi vestidito azul. Los nervios se apoderaban de mí, mis piernas me temblaban de solo pensar que caminaría como niña en las calles circundantes a mi casa. A un par de calles antes de llegar vislumbre un predio vacío y ninguna ventana que pudiera espiar dicho predio. Observando que nadie estaba alrededor, me dispuse a quitarme el pantalón y la camiseta, revelándome como niña. Me quede ahí unos minutos reflexionando lo que estaba a punto de hacer. Sin duda era muy riesgoso, pero temía mucho más si aquel hombre me desenmascaraba con mis padres.
Ante tal riesgo de ser descubierta, me encamine nuevamente hacia el domicilio del plomero. Tratando de caminar lo más femenina posible, pude percibir lo delicioso de sentir el viento fresco chocando en mis desnudas piernas, me sentía bastante bien a pesar del nerviosismo constante en mi interior. Afortunadamente no encontré a nadie por las calles, por lo cual pude llegar a mi destino sin problema, o eso era lo que aparentaba, pues al llegar mire que el taller que estaba en la entrada del callejón estaba abierto. ¿Y ahora como demonios acercarme a la puerta del plomero sin que me vean en el taller?, yo estaba en la acera de enfrente a unas dos casas haciéndome esta pregunta cuando pude escuchar que pretendían salir de aquella casa de la cual yo obstruía la entrada. Sin pensarlo y por el susto, me decidí a caminar hacia el callejón sin ya pensar en si me verían o no en el taller. Al arribar a la entrada del callejón me topé con 2 hombres, un señor como de 50 años chaparrón y de barriga abundante y un tipo más joven como de 30 años, bastante flaco y feo la verdad, ambos sucios por su trabajo. Mientras el tipo flaco me veía de arriba abajo, el señor se limpiaba las manos con un trapo bastante oscurecido por la grasa cuando me dijo -¿A dónde tan solita y tan bonita?- yo solo pude decir nerviosamente –vengo con el señor plomero que vive ahí atrás- con una sonrisa pícara y ya con el tipo flaco caminando a mi alrededor sin dejar de mirarme me contesto –mmm, y que ¿te lo vienes a coger o qué?- sin saber que contestarle en ese momento pude ver que el plomero salió de la puerta negra, se acercó hacia nosotros y diciéndole al señor –¿qué pedo wey, ya acabaron?- a lo que el viejo contesto –si ya le vamos a cerrar- diciéndole esto el plomero se puso a lado mío y me dio un apretón en las nalgas diciéndome –muy bien putita, viniste como te dije-…-ven, vamos a pasarla muy rico-, y tomándome del brazo me llevo hasta la puerta del taller, la cual abrió el tipo flaco.
En serio, en ese momento me dio un poco de miedito, obvio no era una novata pero realmente la situación no me gustaba en aquel preciso instante, sabía que aquellos hombres que me habían interceptado interactuarían de alguna u otra forma conmigo. El tipo feo luego de abrirnos la puerta se dirigió a ayudar al señor a cerrar la cortina del taller, mientras el plomero me acompaño hacia un sillón en el rincón el cual estaba algo sucio.
La escena presentaba cuadros de bicicleta, ruedas, llaves, manubrios y todo lo necesario en aquel taller de bicicletas a tres calles de casa, un olor a grasa y a fierro algo fuerte y a un tipo que no espero ni un momento para empezar a manosearme las piernas, mientras los otros dos “desconocidos” cerraban el local. Mientras el lujurioso plomero me llenaba de caricias y besos me dijo –el viejo se llama Gabino, es mi compadre y el pinche flaco es el “calaca”, se llama Darío pero así le decimos de cariño- mientras sus manos seguían acariciándome mis piernas blancas y suaves prosiguió –la neta estos weyes querían tirarse a una travesti, pero les daba pena contratar una, les dije que a unas calles de aquí vivía una y que lo hacía por placer, y aquí estamos- no supe que decir la verdad, de pronto mi nerviosismo se tornó en placer al sentir como me hurgaban las manos de aquel perverso hombre.
Al estar por completo cerrada la cortina, ambos sucios mecánicos se acercaron hacia donde el plomero seguía dándose un agasajo con mis largas piernas, intentando no llegar más allá, pues al parecer quería que estuvieran los otros dos hombres para ver el resto de mi ser. Pude observar que ambos nos observaban con un deseo increíble, más aquel tipo flaco que en verdad tenía una mirada de loco pervertido. Ante tal hecho mi acompañante dijo –a ver pendejos, la traje para que la disfrutaran no para que solo la vieran, ¡órale!- ya diciendo esto, el primero que se puso a mi lado fue el tipo flaco. Su olor era bastante fuerte a grasa y sudor, se acercó para tratar de besarme pero me aleje al percibir un aliento poco agradable, para lo cual se limitó a besarme el cuello de manera acelerada. Sus manos igualmente comenzaron a manosearme las piernas con desenfreno, a veces interrumpiéndose con las manos del plomero que ya lo hacía de manera más calmada. En tanto el viejo panzón se fue quitando la camiseta sucia y semirota dejando ver un pecho apenas peludo y con una barriga prominente llena de sudor, vi cómo se acercó y con las mismas intenciones que los otros dos, comenzó a toquetearme. Estaba de pronto invadida por tres pares de manos por todo mí ser, desabotonaron el vestido revelando mi pecho “varonil” mientras mis piernas y mi bultito seguían siendo el objeto de placer de aquellos tipos. Era demasiado, el miedo se fue transformando en placer, con ambas manos me dedique a frotar por encima del pantalón al plomero y al “calaca”, mientras la manoseada era cada vez más placentera.
Me sentía como toda una puta, manoseada por todas partes por tres tipos lujuriosos dispuestos a brindarme una clase de placer distinta a la ya experimentada por una servidora. Mientras yo seguía acariciándoles la verga por encima del pantalón, vi como el viejo panzón me hacia un lado la tanga para sacar mi pene ya erecto por la intensa lujuria y sin más, se bajó para chupármelo. Con solo expresiones sonoras de lujuria y deseo al ver esto, el plomero se levantó del mugriento sillón para desabrocharse el pantalón y mostrarme esa verga que con furia había traspasado mi culo días antes. Sin descuidar el manoseo y los besos, Darío se liberó la verga, y obligo a poner mi mano en ella para masturbarla, mientras yo me encontraba ya abundada bucalmente por el pito del plomero.
Vaya momento, el olor y el ambiente sucio del taller solo prendieron en mí una lujuria impensada, me sentía muy bien estando a disposición de aquellos hombres. El sabor de la verga del plomero era bastante “normal” digamos, la tenía bastante dura para entonces, igual que yo, ya que el viejo parecía tener bastante pericia para aquello de mamar pene, en tanto la verga del tipo flaco parecía delgada y bastante larga y ya muy dura por la excitación. Enseguida, el “calaca” se levantó y jalándome del brazo en señal de que quería que yo hiciera lo mismo. Me desprendí de la verga del plomero y el viejo de la mía, mientras el tipo flaco me acomodo de pie y con las piernas abiertas, se dispuso a manosearme el culo.
Mientras Darío me escupía y lamia el culo, puede escuchar como el viejo se deshacía de sus pantalones, en tanto el plomero se puso de frente para que yo continuara con mi labor mamadora. Era riquísimo sentir como me ensalivaban el culo, sentía su lengua tratando de hurgar en el interior de mi hoyo que ya estaba muy caliente y húmedo, solo podía gemir deliciosamente mientras el plomero me cogía la boca con su delicioso pene. Por unos segundos me pude sacar aquel trozo de carne y aproveche para decirle al “calaca” –venga ya, métemela duro cabrón- luego proseguí con mi oral al plomero el cual repunto -¿ven cabrones?, esta pendeja es bien puta, vamos a darle lo que se merece-.
Ante mi sucia petición, el tipo flaco saco un condón de la bolsa de su pantalón que se encontraba ya en sus tobillos, termino de ponérselo y de quitarse los pantalones cuando me dio un último escupitajo que embarro con sus dedos. La lubricación que el “calaca” había hecho en mi ano fue suficiente como para que en un solo movimiento el tipo metiera su larga tranca en mi culito. Grite de placer ante tal situación, a lo que me hicieron callar con un bofetón y una metida de verga en la boca. Gabino se puso a sobre el sillón junto al plomero dispuesto a también recibir una buena mamada en su verga corta pero muy gruesa y cabezona. Al acércame a ella pude notar un olor como a orines y sudor, por un segundo me rehusé a chupárselo, pero como buen dueño de la situación, el plomero me cacheteo de nuevo, poniendo su mano en mi barbilla y obligándome a succionar aquel oloroso pene.
De pronto sentí asco al meterme aquel miembro en la boca, pero no pude retirarlo de mi pues el plomero me empujaba la cabeza para hacérselo más y más fuerte, en tanto, Darío comenzaba a embestirme más fuerte mientras gemía y me insultaba –estas bien apretada pinche puta-, -¡eres una perra puta!- -¡mueve tu culo perra, muévelo ahhh siii!- mis gemidos eran ahogados por la verga sucia de Gabino mientras el plomero me toqueteaba y me seguía obligando a mamarle el pene al viejo panzón.
Las embestidas del “calaca” se fueron transformando en duros movimientos que hacían que me doliera la colita, igualmente algunas lágrimas fueron inundando mis ojos, al percibir esto el plomero rio a carcajadas y le dijo al cabron flaco –siii, viola a la perra, le encanta que le rompan el culo a la zorra- solo bastaron estas palabras para que el tipo empezara a golpearme las nalgas, para que su embestidas fueran desaforadas y suficientemente fuertes como para hacerme morder la verga de Gabino -¡ayyy pinche puta!- vociferaba mientras un bofetón se impactaba en mi rostro –¿Qué te pasa perra de 3 pesos, no te gusta que te violen?- al mismo tiempo que dos, tres y hasta cuatro cachetadas del plomero me hicieran separarme de aquellos hombres. Respirando hondo conteniendo un poco el llanto, me quede parada ante los tres hombres que solo se reían de mí –jaja, tú tienes la culpa cabrón…te gusta vestirte de puta, pues te vamos a tratar como puta-.
La experiencia nuevamente se volvía incomoda, mi excitación aun parecía controlarme pero mi sentido común trataba de alertarme de que debía declinar en mi intento por obtener placer. Tuve solo un par de segundos para pensarlo antes de que el plomero me tomara por los hombros y me llevara hacia fuera del local. Abrió la puerta y corría un viento que me hizo temblar un poco, mi cuerpo prácticamente desnudo estaba a la vista de quien osara pasar por aquella acera que se convertiría en el siguiente escenario de mi posesión. Los tres hombres salieron ya desnudos al callejón, Darío se asomó sigilosamente hacia la calle previniendo la presencia de algún transeúnte, en tanto el plomero me obligo a poner las manos y cabeza en la pared mientras paraba mi culo para que me penetrara, mientras Gabino se puso debajo de mi para volverme a mamar mi pene que ya por la interrupción se había caído.
Con la cabeza inmóvil por la mano firme del plomero y sufriendo duras embestidas de su verga, no tenía más remedio que disfrutar aquel momento, el dolor volvía a mi trasero pero mi pene revelaba que la situación me excitaba pues se me había parado de nuevo lo cual fue celebrado por Gabino. Nalgadas a cada momento se sentían en la follada que me daba el plomero nuevamente, sentía su palo penetrarme muy en el fondo, sus huevos chocaban contra mi trasero de forma furica y yo empezaba a gemir como perrita en celo. Mi pene ya estaba duro completamente y era lamido con avidez por mi amante panzón mientras masajeaba mis bolas. Parecía que el flaco también tenía inquietud de mamarme, pues retiro a Gabino obligándolo a hacer el vigía mientras él me dio un buen jalón en la verga. Me chupeteaba con más desespero y atención que Gabino, parecía que se le iba la vida en ello, incluso era un poco doloroso la forma en que me la jalaba.
Me tenían gozando y sufriendo a la vez por mis dos costados, pero pronto sentí una sensación liquida al interior de mi culo, era caliente y abundante…era el plomero que sin condón me había llenado de semen la cola. Me soltó para internarse en el taller luego de haber conseguido su objetivo, en tanto Darío seguía su labor mamadora. Pude sentir como chorreaba el semen de mi abierto culito, en tanto el ligero viento que entraba y salía por el callejón soplaba para generar una sensación de adrenalina muy fuerte. Sentí como Gabino regreso hacia mí poniéndose detrás de mí me soltó una nalgada y se agacho para lamer el semen de mi culo.
El “calaca” decidió que ya no se sentía a gusto con estar ahí fuera y se levantó para meterse de nuevo al sucio taller, mientras Gabino seguía lamiéndome cada gota de semen que expulsaba mi ardiente cola. Yo aproveche para inclinarme sobre la pared, ofreciendo más levantadita mi colita con el vestido enrollado en mi cintura. Me masajeaba las nalgas mientras seguía lamiéndome, yo gemía al sentir sus lengüetazos tibios en el exterior de mi ano, incluso llego a meter su lengua en mi culito que aún estaba dilatado por la cogida del plomero. El tipo luego de acabarse a chupetones mi trasero, acaricio la espalda acercándose a mí con intenciones de penetrarme –ahora me toca a mí zorrita- diciéndome al oído mientras sentía su cabezona en la entrada de mi cola. Al meterme su hedionda verga con facilidad, procedió a rodear mi cintura poniendo sus manos en mi pene, estrujándolo nuevamente junto con mis bolas, en tanto su gran barriga frotaba mis nalgas con cada movimiento suyo. Lo tenía muy repegado a mí, me besaba y lamia la espalda dando movimientos lo más fuerte que podía pues su panza no le dejaba hacerlo cómodamente –siii, ahhh siii, métemela rico papacito, ¿te gusta mi culito?- -si nena, me encanta tu culito ahhh- -mmm, pues dame duro cariño, quiero que me llenes de mecos el culito- decíamos dejándonos llevar por el momento olvidándonos de donde estábamos y que había otros dos tipos del otro lado del muro.
Entre gemidos, lamidas y caricias pasaron unos minutos, el dolor ya no estaba y solo placer y lujuria eran dueños de mi cuerpecito. Sentí como Gabino saco su gruesa verga de mi culo, para comenzar a lamerlo de nuevo. Mientras hacía esto, escuchamos gemidos al interior del taller…con la curiosidad imperante, decidimos interrumpir nuestra actividad para ingresar al local; era el “calaca” que cabalgaba de frente la verga del plomero, mientras ambos estaban abrazados vi como Gabino comenzó a masturbarse sin apartar la vista de aquellos hombres fornicando. Pues parecía que la calentura del momento había orillado al plomero a hacer aquello, pues recuerdo bien que me dijo que “de niño no le gustaba” eso me hacía pensar que no le gustaban los hombres, pero en fin. Yo solo me remití a seguir observando cómo se follaban al flaco mientras el gemía bastante, casi gritaba. Entonces fue cuando Gabino se acercó a Darío para acariciarlo, parecía que ahora el humillado seria el feo flaco, en tanto yo pude aprovechar para irme de ahí…pero no quise, fue cuando tome mi mochila para ponerme un condón y sacar el lubricante, que derrame en el culo de Gabino que estaba de espaldas besando y acariciando a los dos amantes. Masturbando un poco mi pene para hacerlo endurecer, me acerque al ano del panzón si obtener algún tipo de reclamo o resistencia.
Bien lo había mencionado el plomero al inicio de la noche, estos tipos tenían ganas de una travesti quizá no solo para meterla, si no para que también se las metieran. Ambos tipos ahora eran presa nuestra, mi pene con trabajo ingreso al virgen culo de Gabino, en tanto parecía que la follada que le propinaba el plomero al “calaca” era fantástica, pues ya sus gritos eran incontenibles. Mi momento de “venganza” seria a costa del gordo trasero de Gabino, pues mientras se la metía lo más duro que podía también me encargaba de golpearle las nalgas con furia, en tanto le gritaba groserías ahora no con voz dulce de niña, pronto se me olvido que yo era la nena putita en esa “fiesta” y comencé a hablarle como hombre. ¡Era muy excitante el momento!, yo era victimario en vez de víctima, el gordo temblaba de las piernas mientras me lo follaba, en tanto la lujuria parecía enflacar más a Darío que sudaba copiosamente ante las duras cabalgadas que le daba a la dura tranca del plomero violador. Le jalaba el cabello y le gritaba obscenidades al feo flaco que parecía estar disfrutando ser la “nena” de aquel bruto, cosa que quería imitar con Gabino, al cual lo humille con golpes y tirones del cabello. Lo recargue contra el sillón apoyando mi mano fuertemente en su nuca me propuse metérselo más fuerte y nalgueándolo con rudeza escuchaba sus gemidos. El sudor en todos nosotros generaba un denso ambiente y el olor era penetrante pero la lujuria se encontraba desatada y nos importaba poco y nada aquel anti-higiénico lugar. Sudaba a mares en el culo peludo de Gabino, pero yo seguía ingresando mi verga en él, yo seguía dándole duro cuando vi que el “calaca” se desmonto del plomero. Gimiendo y sudando tembloroso, el feo me sorprendió diciendo –quítate el vestido y préstamelo, quiero ser puta igual que tu-, sin dudarlo lo hice, me quite el vestido y la tanga que solo estaba dejada de lado y quedando desnuda solo con las botas, vi como aquel sucio tipo se ponía mis ropas.
Con Gabino empinado y gimiendo, vi como el flaco se sentía toda una nena con mi vestido y mi tanga, en tanto el plomero no desaprovecho aquel panzón vulnerable y se acercó a él para también darle su dotación de verga. Eso decantaba que yo era el siguiente amo de la nueva “putita”, le jale de los cabellos y lo obligue a que se agachara a chuparme la verga. El tipo se subió el vestido y comenzó a masturbarse mientras con la otra mano se dispuso a jalonearme la tranca. Pronto me acariciaba las nalgas y las piernas a la vez que no soltaba su pene, me lamia las bolas como desaforado y yo solo atinaba a decir –miren a la nueva puta, le gusta la verga- -¿te gusta ser puta?- a lo que con un intento de voz más delgada el “calaca” contesto –sí, me encanta sentirme puta- recibiendo este comentario con una bofetada de mi parte, el tipo parecía disfrutar aquella situación.
Así nos entretuvimos unos minutos cuando decidí que también yo quería propinarle una buena follada al sucio culo de Darío. He de decir que yo soy una chica delgada y alta por lo cual se acentúa mi esbeltez vistiendo ropas femeninas, pero aquel tipo se veía bastante más delgado en mi atuendo. No importándome mucho aquello, decidí empinarlo contra la pared mientras se enrollaba el vestido en la cintura. El tipo ya olía cada vez peor, el sudor y la grasa del lugar no ayudaban a generar un ambiente muy sano pero había algo que lo hacía sumamente excitante. Mi pene comenzó el mete y saca de su dilatado culo, peludo y sudoroso. Los gritos de Gabino evidenciaban dolor y placer, parecía que el plomero lo volvía a hacer, una senda violación al panzón que lo tenía temblando de las piernas y los brazos. Notando esto, el “calaca” me dijo –siii, así viólame, dame así duro- obviamente mi pene no cumple las dimensiones de aquella verga violadora, pero hice mi mejor intento de provocarle dolor y placer al nuevo “travesti”.
Me apoye con ambas manos en sus nalgas para así comenzar a metérsela duro, todo lo que podía. Gemíamos ambos, el al sentir mi verga dura entrándole en el ano y yo por estar gozando de follarme a un tío sin pensármelo en un principio al llegar vestido como vil puta al recinto aquel. Los gritos de Gabino aunados a los gritos de Darío junto con nuestros gemidos eran quizá escuchados afuera del taller, pero no nos importaba, gozábamos de aquella follada maravillosa. Aproveche en abrazarme de la cintura del tipo flaco al cual le empecé a jalonear el pito de manera rápida, casi como queriéndosela arrancar. Cada vez se ponía más dura y larga, intensos jadeos salían de su boca al estármelo follando lo más duro posible, de vez en vez me aproveche en darle nalgadas y jalarle los cabellos, tirando su cabeza hacia atrás y luego regresándosela contra la pared, inclusive le daba manotazos a su pene duro.
Una vez que había pasado tiempo, pude sentir que el plomero se puso detrás mío, abriéndome las nalgas y ya con su pito bien duro se dispuso a follarme nuevamente mientras yo follaba al “calaca”, en tanto que Gabino se “bajo por los refrescos” en la verga larga de mi víctima. La noción del tiempo había sido extraviada con tanto sexo en esa noche, los cuerpos desnudos de dos hombres, una putita consagrada y una nueva putita naciente estaban perdidos en su lujuria. La sesión tuvo su culminación cuando el plomero se vino fuera derramando su espesa leche en mis nalgas, mientras a jaloneos y chupadas la verga de Darío tuvo su punto de éxtasis en la boca de Gabino, quien se había venido previamente cuando lo follaba el plomero. Yo solo atine a sentarme en el sillón, cansada, desnuda y sudorosa, mi piel blanca brillaba por la luz cálida al interior del taller. El plomero salió del taller para ir a su casa supongo, en tanto Gabino lucia casi dormido tirado en el suelo junto a la puerta y junto a Darío, que aun lucia enrollado mi vestido en su cintura, con una expresión de felicidad y cansancio.
Una vez pasaron minutos visualice un pequeño reloj en la pared que informaba que eran casi las 10:30, saque de mi mochila mi ropa de niño y me dispuse a regresar a mi hogar. De pronto Darío el “calaca” se pone de pie y me pide de favor que le obsequie la ropa, a lo cual no me opuse. Su rostro denotaba felicidad pues una nueva niña había surgido. Me desmaquille como pude y sin poder despedirme de los otros dos tipos, salí por la puerta del taller bastante agotada dispuesta a regresar a casa, en donde afortunadamente mis padres no percibieron mi llegada. Me duche y me fui a descansar de semejante noche llena de sexo, lujuria y desenfreno.
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