Fernanda en el colegio
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Primero sufrí.
Mis compañeros siempre se divertían de lo lindo cuando, luego de la clase de educación física, debíamos bañarnos en el gimnasio.
Al fin hombres, a cual más presumían el largo de su pene comparándolo con los otros.
En cambio mi miembrito era el hazme reír de esos pícaros por diminuto, casi oculto en el escroto.
Eso les provocaba carcajadas y se referían a él como " tu verruguita", " tu frijolito" y otros otros términos despectivos.
Eran una tortura para mi esos baños en grupo.
En ocasiones para evitar burlas trataba de vestirme rápido y salir antes que ellos.
Pero por la prisa, a veces me ponía los calzoncillos al revés.
Y era darles mas cuerda.
Al no encajar en esa jauría de libertinos, me apartaba y me refugiaba en los libros o con otros chicos tranquilos, evitando los juegos bruscos.
Mala idea.
Porque hasta el profesor de deportes me lanzaba balonazos para obligarme a jugar.
Y me gritaba autoritario: Órale señorita.
Es hora de jugar.
Pero como en los cuentos de Disney, vino mi héroe.
Un muchacho, alto y delgado, con un aire de poeta con pelo largo que salíó a mi defensa.
Gallardamente desafió a mis verdugos y me tomó bajo su protección, Fue mi consuelo.
Mi gratitud terminó en amor.
No me volví a separar de él.
Era feliz al encontrarlo y me aterrorizaba cuando no llegaba.
Siempre lo esperaba para entrar al salón y estar junto a el.
Le llevaba de casa un sandwich para dárselo en el descanso.
Al salir de clases me iba con él, y me ponía su chamarra como acto de pertenecerle.
Peleó por mi varias veces, y casi siempre vencía.
Acostumbrado al combate callejero, molía con golpes rápidos y precisos a sus contrarios.
Mientras mi hombre se batía en mi defensa, yo, su dama, sostenía sus libros y su chamarra.
Fue mi héroe durante meses.
Por eso me sentí orgullosa cuando lo masturbé con mi boca.
Fue en un autobús semi vacío de regreso a casa, cuando puse mis labios púberes, en su pene erecto, de piel trigueña suave, firme, rodeado de venas azuladas y palpitando por la carga contenida en la vena seminal.
Beber su leche fue como le demostré mi amor.
Y lo hice varias veces.
Pero la felicidad no duró.
Todavía me duele recordar el día que dejó la escuela.
Seguro que fue por problemas de adicción.
Yo lo notaba raro pero esa mañana lo vi pálido, con la mirada perdida.
Estaba muy sarcástico con los profesores tanto que a la maestra de inglés le preguntó, en plena clase, que cuántas veces a la semana tenia sexo con su esposo.
Claro que todos nos sorprendimos.
Y para rematar, le dijo al prefecto que podía meterse el reglamento donde le cupiera.
Fue un acto premeditado.
Seguro quería dejar la escuela.
Le supliqué que se retractara y pedí a los profesores que lo disculparan.
El me miró con desprecio, tomó sus libros y abandonó el salón.
No sirvieron mis lagrimas.
Para rematarme me dijo: Búscate otro padrote Fernanda.
Y eso hice.
Al verme desprotegido volvieron las burlas.
Pero vinieron otros caballeros a mi rescate.
Claro, todos porque, mi papel de damita, les provocaba morbo.
Y por supuesto, necesitaban desahogar su calentura.
Primero fue Javier, luego Raúl y luego Jonathan.
El primero me sedujo en el autobús con propuestas sin rodeos: "quiero cojerte Fernanda" y lo consiguió.
El segundo me llevó con engaños a un campo de futbol, donde me convenció de quitarme la ropa a base de repetirme "que bonita eres Fernanda".
Él me descargó varias tardes su leche adolescente.
El tercero me invitaba al cine y ahí probaba la calidez de mi boca, que servía de amplia y succionante vagina.
"Me encantas Fernanda" decía jadeando.
y viéndome lamer el dulce jugo de su caña.
El siguiente y por mas tiempo, fue el profesor de deportes, quien me citaba en su departamento con el pretexto de evaluarme.
A este hombre que tanto miedo le tenía, es al quien más extraño.
Lo vi desnudo por primera vez cuando nos llevó a una excursión a la montaña.
Se cambió de calzoncillos justo frente a mi.
Vi de lleno los músculos de su cuerpo atlético cubiertos de una vellosidad suave y también vi sus testículos de semental.
Aún en las noches de soledad añoro su poderoso cuerpo sobre el mio, frotándose en vaivenes y perforando delicada y profundamente mis entrañas.
Como puedes ver, la secundaria fue una gran "escuela" para mi.
A mis 16 años ya era una amante experta y venía lo mejor.
Fernanda estaba lista para la universidad.
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