Francisco
Un Año después .
De vuelta al colegio.
Al principio eché mucho de menos a Francisco, soñaba con él, me lo imaginaba acostado conmigo abrazándome, haciendome el amor.
En el colegio todo seguía igual, después de las horas de gimnasia, nos íbamos a las duchas. Veía a mis compañeros desnudos pero no me llamaban la atención, ninguno se comparaba a Francisco.
Era un niño más, sólo delante de Francisco me transformaba en niña, su niña.
Fin de año.
Llegó el verano y con él las vacaciones.
Nunca había saludado con tanta felicidad a los abuelos como ése año.
Ahora ya tenía 11 y Francisco debería tener 15 años.
Cómo se verá? Me preguntaba.
No fue hasta después que se fueron mis padres, se quedaban hasta la primera semana de enero.
El lunes en la tarde, estaba nerviosa, me había dejado el pelo más largo, tenía una melena que me llegaba a los hombros. También había crecido y los shorts de año pasado me quedaron chicos.
Me puse una polera de mamá, me quedaba más corta, apenas tapaban mis nalgas.
Me levanté la polera, me puse de lado y me miré al espejo. Mi potito también había crecido.
Aprovechando que la abuela dormía, salí de la casa sólo con la polera y slip.
Era muy temprano, así que me fui a la laguna, me desnudé y me bañé, salí y me tendí en el pasto.
El tiempo corría muy lento y el sol no bajaba.
Pensaba en mil cosas que podía contarle.
Al fin me vestí y me dirigí al granero, me acerqué lentamente, temiendo que no fuera. Qué sería de mí?
Entré al granero y ahí estaba, en la puerta del baño.
Corrí hacia él, lo abracé y lo llené de besos.
– Mi niña, qué hermosa que estás – me decía mientras me besaba y acariciaba por todos lados.
Me desnudó y me miró, hizo que me diera una vuelta.
– Estás preciosa – acariciando mis nalgas.
– Tú también estás muy guapo –
Estaba más varonil, los músculos del pecho más desarrollados, y su miembro también estaba más grande.
Aunque el había crecido en estatura, la diferencia era menor que el año pasado.
Si antes me pasaba por 10 centímetros, ahora lo hacía por sólo 5.
Lo que más me excitaba era el tamaño de su miembro. Entre 15 o 16 centímetros y unos 3 de diámetro, hacia qué se le viera muy largo.
– Te gusta ? – me preguntó mientras yo pasaba mis dedos por toda su extensión.
– Me encanta – le respondí.
– Quieres chuparlo? –
– Siii! – dije sentándome en la banca y metiendolo a mi boca.
– Con calma – me dijo acariciando mi cabeza.
Casi había olvidado su sabor, un año sin saborearlo. Se sentía más rico de lo que recordaba, también su largo traspasaba mi garganta.
– Ya, está bueno, date la vuelta –
Lo saqué de mi boca babeando, me di vuelta y me puse a su disposición.
Si, lo sentí, estaba más grande. Seria por el año sin tenerlo qué me dolió un poco al entrar, puse mi mano en su muslo para contenerlo.
– Respira hondo y relájate –
Se quedó un momento quieto. Hice lo que me dijo y sentí que el dolor disminuía.
Continuó con la penetración y a pesar de relajarme me seguía doliendo, hasta que topó con mis nalgas.
Ahí supe que lo tenía todo adentro.
Sus caricias sus besos y su mano acariciando mi erección hicieron que el dolor poco a poco fuera disminuyendo.
– Te amo mi niña – me decía mientras me daba unas estocadas profundas que sonaban como un aplauso en el silencio del granero.
Seria por la ansiedad que a los 5 minutos comencé a sentir algo que me recorría todo el cuerpo, desde los pies hasta mi año donde hizo explosión.
Una sensación tan agradable, tan relajante, tan dulce que no sé cómo describirlo.
Y el seguía con su movimiento, lo sentiste entrar y salir, el » clap, clap » de cada impacto de su pelvis con mis nalgas y la sensación de agrado iba aumentando su intensidad.
– Voy a acabar – dijo casi en un gruñido.
Los impactos fueron más fuertes más rápidos y más profundos, si es que se podía. Sus chorros calientes se sucedían uno tras otro y cada uno era una sensación de placer para mí.
Terminado el torbellino de amor, nos abrazamos y nos besamos dulcemente.
Su pene aún goteaba y mi año chorreaba por mis piernas, pero todo era rico, no podía ser mejor.
Nos metimos a la ducha, nos secamos y nos sentamos a conversar.
Lo mucho que me había echado de menos y lo mucho que sufrí yo.
Lo lindo que tenía mis pezones y lo que me había crecido mi pene.
– No te importa que tu niña tenga pene? – le pregunté al ver las ganas con que me lo tocaba.
Éso era yo, una niña con pene. Debería haber nacido con vagina en lugar de pene.
– Te amo así, toda entera, como eres –
– Y si tuviera vagina, no te gustaría más? –
– Te amo como eres, no importa si tienes pene o vagina, te amo igual –
Me dijo que me parara, en seguida tomó mi pene y lo metió a su boca y comenzó a chupar con tantas ganas que sentía en mi año cada chupada.
Me tomó de las nalgas, y mientras con una mano las abría, con la otra introducía dos dedos.
Eso casi me volvió loca de placer, en seguida me dió vuelta y afirmada contra la pared me volvió a coger, llenándome con sus jugos.
Nos quedamos abrazados así un rato.
– No me quiero ir – me dijo sin separarse de mi.
– No te vayas – dije echando mi cabeza hacia atrás y dándole un beso.
– Me convidarias con cama ? –
– Si, me encantaría, siempre soñé dormir contigo –
– Yo, también. Podríamos ser pareja y dormir juntos –
– Pero no podemos, dónde vamos a vivir? –
– Estarías dispuesta a irte conmigo a cualquier lugar? –
– A dónde me lleves, amor –
Más besos, más caricias, ya estaba comenzando con una erección y él ya la tenía adentro mío.
– Me tengo que ir – dijo suavemente mientras de daba unas clavadas profundas –
– No te vayas, quédate un poco más –
– Ya estoy atrasado, mi mamá me va a estar esperando –
– Está bien –
Sacó su largo miembro y nos lavamos en la ducha .
No vestimos y no despedimos como dos enamorados.
– Hasta mañana mi niña –
– Hasta mañana mi amor –
Lo vi caminar hasta el portón de entrada.
Me fui a la casa feliz, no me di cuenta que daba saltitos.
Esa noche dormí profundamente.
Al día siguiente, al despertar, sólo pedía que lo del dia anterior no haya sido sólo un sueño.
Me toqué mi ano suavemente, ahí estaba la marca de él.
Me levanté feliz, esperando que pasara rápido el día.
Y así pasaron mis días de vacaciones. Entre la laguna y el granero.
Todas los noches dormía feliz y relajada.
Ni siquiera me cuestioné si acaso era gay porque me gustaban los hombres.
Ni se me pasó por la cabeza. Yo no era gay, yo era mujer y tenía un novio que me amaba.
Se terminó el verano y tuve que regresar a mi casa.
Lloramos juntos después de hacer mucho el amor.
Tanto así que sentía mis piernas débiles.
Después que se fue, me quedé sentada un rato. Sentía como calambres en mis piernas. Sentía mi año hinchado, como caliente y entumecido.
Cuando pude ponerme en pie, me fui caminando lentamente. Llegando a la casa me acosté.
Luego llegaron mis papás y tuve que levantarme y fingir que no pasaba nada.
Después de saludarlos y besarlos no dirigimos a la casa.
– Qué te pasa hijo, te encuentro raro –
Mi mamá, como me conoce. Pensé.
– No sé, parece que algo que comí me cayó mal, debe haber sido un racimo de uva que comí – dije inventando algo.
– Pero la uva todavía está verde – dijo
El domingo iniciamos el viaje de regreso.
Un año más sin poder ver a Francisco.
Podré soportarlo?
No me gusta el final! No me gustan las separaciones cuando hay amor de por medio