Francisco
Sabina .
Mientras caminaba hacia el granero, pensaba en cómo estará Francisco.
Yo, vestida con una remera color naranja y una tanga blanca, toda ropa de mi mamá.
Francisco se veía muy guapo, varonil, musculoso, tostado por el sol.
Francisco debe medir 1.65 y yo a los 12 años estaba a la misma altura.
– Pero mírate! Lo hermosa que estás – me dijo después de abrazarnos y besarnos.
Me giré desnuda delante de él. Me abrazó me besó, chupó mis pezones, mis nalgas, mi erecto miembro.
– Te gusta? – me había crecido como dos centímetros pero seguía delgado. En cambio el de él no había crecido, mantenía sus 16 centímetros pero estaba más grueso.
– Si, me gusta como lo tienes ahora – masturbándome mientras me abrazaba.
– A mí también me gusta el tuyo – haciendo lo propio con él.
También sentí la diferencia cuando me penetró y me gustó el cambio.
Hacíamos el amor, me preguntaba cómo lo quería, si me gustaba más de una forma o de otra. Nos decíamos cosas morbosas, éso me excitaba más.
Y ahora, con mis 12 años tuve mi primer orgasmo anal. Mientras me penetraba mi pene iba de un lado a otro esparciendo sus jugos por todos lados. Una sensación de placer que no había sentido antes.
Él se dio cuenta y me atacó con más ganas, más fuerte y más rápido, disparando sus jugos en mi interior y se sentía delicioso.
– Quieres que te lo saque? –
– No, quédate así – afirmada contra la pared y mi trasero levantado.
– Qué lindas nalgas tienes – dijo acariciando mis nalgas y mis piernas, que las encontró hermosas.
Eduardo, un compañero me había dicho que tenía lindo trasero. La primera vez que nos bañamos juntos.
Después de la gimnasia le ayudamos al profe con los implementos y después nos fuimos a las duchas.
Es lo que hacíamos siempre todos los compañeros, después de la clase de gimnasia. La diferencia era que ahora estábamos solos, los dos.
En la ducha me preguntó si me masturbaba, le dije que no. Francisco me masturbaba, pero no le iba a contar.
Tomó su pene y comenzó a masturbarse. Yo lo miraba solamente, no tenía ningún interés en hacerlo. Entonces el tomó mi miembro y comenzó a masturbarme.
– Así se hace – me decía. Me acordé de Francisco y tuve una erección.
– Te gusta? – me preguntó
– Si – le contesté
– Ahora tú a mí – tomando mi mano y poniéndosela.
Sólo se lo había hecho a Francisco, pero tuve que hacerlo para no entrar en explicaciones.
– Qué lindo trasero – me dijo acariciando mis nalgas.
– Tenemos que ducharnos dije soltando su miembro.
– Espera un poco que voy a acabar – seguí haciéndolo y cuando lo vi eyacular, comencé a hacer lo mismo en la mano de Eduardo.
– Viste que rico – me dijo
– Si, estuvo rico – dije, aunque con Francisco era mejor. Pensé.
No quería tener nada con él, yo era fiel a Francisco.
Nos duchamos, nos vestimos y nos fuimos.
Su hermana, de unos 9 años estaba esperándolo.
– Tanto que te demoraste – dijo enojada.
– Es que el profe nos pidió ayuda con los implementos, juntar las colchonetas, los trampolines, los cajones, tu sabes como es éso –
Ella puso cara de disgusto y me miró. Yo la había visto antes, pero nunca le había prestado atención. Era una niña bonita, con chasquillas y lindos ojos.
– Hola – le dije antes que me retara.
– Hola, cómo te llamas ? – preguntó
– Erick – le respondí.
– Yo me llamo Sabina – dijo
– Mucho gusto – le dije estirando mi mano.
Se me quedó mirando, miró mi mano y me miró de nuevo.
– Mucho gusto – dijo estrechando mi mano y riéndose.
– Es que el Erick es muy formal – dijo Eduardo
Es la forma en que me enseñaron a saludar. Normalmente no saludo así, menos a compañeros o compañeras.
Caminamos juntos los tres varias cuadras, ellos iban de la mano.
Llegado una esquina, ellos iban a un lado y yo al otro.
A la otra semana lo mismo. Ahora se ofreció a ayudar, para hacer tiempo para estar solos en la ducha.
De nuevo él me masturbaba y yo a él. De nuevo acariciaba mi trasero y me decía que le gustaba.
Pero mi trasero tenía un dueño y el no lo sabía.
Para evitar problemas, comencé a ducharme con todos los demás.
– Estas enojado conmigo ? – me preguntó.
– No, pero no quiero que nos descubran porque va a ser un escándalo en el colegio – le dije.
– Tienes razón – me dijo. Lo que no impedía que me tocara el trasero a la menor oportunidad.
Un día tuvimos que hacer una tarea juntos. Le dije que fuéramos a mi casa, pero Sabina dijo que quería irse a su casa.
En la casa me llevó a su pieza y sacó su pene, él sacó también el mío y comenzamos a tocarnos hasta que tuvimos un orgasmo. El tenia papel higiénico en la mesita de noche.
Los trabajos comenzaron a repetirse y Sabina comenzó a entrar en sospechas por el tiempo en la pieza de Eduardo.
Un día que acostados de espaldas en la cama, nos masturbabamos mutuamente, se abrió la puerta y entró Sabina.
– Qué están haciendo? – preguntó en voz alta.
Sólo atiné a tapar mi erección con las dos manos, mientras Eduardo trataba de explicar algo que no tenía explicación.
Ella dio media vuelta y se marchó.
Yo me vestí, tomé mis cosas y me fui. Ni siquiera la miré.
Cómo te fue con Sabina? – le pregunté al otro dis.
– No hemos tocado el tema – dijo
Aunque caminábamos juntos todas cuadras lo hacíamos en silencio.
Un día me dijo ella:
-Asi que vas a ir a mi casa a estudiar? – me preguntó Sabina
No supe qué responder. Eduardo me había preguntado y le había dicho que no.
Eduardo me hizo una seña de afirmación, por lo que le dije que si.
Ella me tomó de la mano y caminamos juntos los tres hasta su casa.
Me llevó a su pieza, entramos y cerró con pestillos
– Ya! – dijo ella
Yo seguía sin entender. Su sonrisa desapareció y bajó la cabeza.
– Eduardo dijo que me ibas a dejar que te lo tocara –
Eduardo no me había dicho nada.
Me desabroché el pantalón, bajé el cierre, me bajé los pantalones, me senté en la cama, me eché para atrás y cerré los ojos.
Sentí sus dedos recorrer la piel de mi pelvis, luego la piel de mi pene, el que ya tenía su máxima expresión.
Sus apretones, el sube y baja me
Estaba llevando al clímax.
– No sigas que voy a acabar – le dije
– Bueno – dijo y siguió.
Mis jugos saltaron sobre mi pelvis , mi estómago y mi pecho.
Ella lo tomaba con los dedos y levantadolos.
Después trajo toallas de papel. Mi limpió y echó lo papeles en una bolsa plástica.
Me vestí, le dije que me iba. Levantó la cara y estiró los labios. La besé y me fui.
Un par de semanas después, ella me preguntó si iba a ir a su casa.
Ya Eduardo me había dicho que Sabina se lo había pedido.
Llegamos a su casa de la mano. Entramos s su pieza me desvesti y me acosté en la cama.
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