Francisco
Anita María 2°parte..
El durazno estaba jugoso, por lo que tenia que lavarse las manos y yo la boca porque me había convidado un mordisco.
– Vamos a un lugar secreto? –
– Un lugar secreto? –
– Si, te va a gustar –
– Vamos –
La tomé de la mano, algo pegajosa por el jugo del durazno, y la llevé por el sendero que sólo Yo conocía. Después de atravesar una arboleda y detrás de unos matorrales, pasando por entremedio, llegamos al claro.
– Qué lindo –
– Te gusta? –
– Si me encanta –
Corrimos hasta la pequeña laguna, ella se sacó las chalas, hice lo mismo. Metió los pies al agua y se lavó las manos.
– Que rica está el agua –
– Te quieres bañar? –
– Cómo? –
– Así, sin ropa – dije sacándome la polera.
– Desnudos ? –
– Bueno, si te quieres bañar con ropa… – dije sacándome los shorts y quedando en slip.
– Bueno, ayúdame – dijo dándome la espalda.
Solté el lazo y el nudo que ataba el vestido a su cintura. Enseguida desabroché los botones uno a uno. No sé si estaba nervioso al ver que aparecía su espalda desnuda botón tras botón, pero el último me costó.
Con su vestido a la cintura no le costó sacárselo, quedando en calzones y con sus incipientes pechos al desnudo.
– Ya estoy lista –
– No te vas a hacer los calzones? –
– No – dijo abriendo los ojos asustada.
– Bueno, se te van a mojar – dije dándome la vuelta y sacándome los slip caminé hacia el agua. Tenía una erección y mejor era que no me viera así.
A la mitad de la laguna me senté en el agua. Ella venía entrando al agua desnuda y con una mano tapaba su vulva. Con la otra hacía equilibrio por los que sus pequeños limoncitos se veían en todo su esplendor.
Eran más grandes que los de Sabina, se veía hermosa. Al llegar a mi lado le estiré la mano para que se afirmara, cogió mi mano dejándome ver sus labios prominentes y gorditos entre sus piernas.
Se sentó a mi lado sin decir nada. El agua le llegaba al cuello. Cada ves la encontraba más hermosa.
– Si quieres, te echas para atrás y dejas que el agua pase por encima tuyo –
– Me da miedo –
– Mira cómo lo hago Yo –
Me tapé la nariz con dos dedos y me sumergí en el agua echándome hacia atrás. Después de un minuto salí a la superficie limpiando mis ojos y escurriendo el agua de mi pelo.
– Ahora tú –
– Tengo miedo –
– Estoy a tu lado, dame tu mano –
Me pasó su mano, le dije que se tapara la nariz, que respirara hondo y cerrará los ojos. Se sumergió. Se veía hermosa, completamente desnuda a mi lado.
Se afirmó de mi mano para salir del agua. Se restregó los ojos y se echó el pelo hacia atrás.
– Cómo estuvo? –
– Bien, pero no lo hubiera echo sin tí –
– Estás bien o quieres salir? –
– Quiero salir –
Me levanté y me paré delante de ella. Por suerte el agua había terminado con mi ereccion. Así que no era un peligro para ella cuando le dí la mano para ayudarla a pararse.
Salimos del agua y nos acostamos en el pasto.
Me puse de lado apoyándome en el codo. Ella estaba de espaldas, para sus 10 años estaba bien formada, parecía una niña de doce.
– Qué hermosa que eres –
– Ya po’ no me mires tanto – dijo poniéndose roja.
– Te da vergüenza que te vea ? –
– Si –
– Bueno, no te miro más – dije acostándome de espaldas.
– No se trata de éso – dijo
– Entonces, de qué se trata? –
Ahora ella se volteó hacia mí apoyándose en su codo.
– No te molesta que te mire ? – me dijo.
– No, puedes mirar todo lo quieras –
– Porqué lo tienes así? – me preguntó acostándose de espaldas nuevamente.
– Tu lo pones así –
– Yo? Qué he hecho yo? –
– Eres la culpable de ser tan hermosa –
Me puse de lado apoyando mi cabeza en mi mano y el codo en el pasto.
– No me vas a hacer nada? – dijo mirándome hacía abajo.
– No, nada. No me tengas miedo – dije acariciando sus mejillas. Me hice hacía adelante y le dí un beso tierno en la frente. Ella hizo cómo un pequeño salto cuando mi glande rozó su pierna.
Tenía los ojos cerrados y sus brazos a lo largo de su cuerpo. Su mano a escasos centímetros de mi pene.
Rocé su mano con mi pene y ésta automáticamente se cerró alrededor de mi pene. Ella seguía con los ojos cerrados.
Con la yema de mis dedos comencé a acariciar sus pechos lentamente. Sus areolas y sus pezones.
Su mano me apretó como afirmandose. Puse mi mano sobre su mano y comencé a moverla de arriba a bajo, bajar y subir, volver a bajar y volver a subir.
Solté su mano para que siguiera ella sola. Y ella siguió sola el sube y baja.
Ahora la besé suavemente en sus labios. Me apretó fuertemente.
– No habías tocado a nadie así? – le pregunté.
Abrió los ojos y me miró.
– Perdona la pregunta tonta que, pero dime, te gusta? –
Movió la cabeza afirmativamente.
Comencé a bajar mis dedos por su pecho y su estómago, el que hizo una contracción.
Estaba tan exitado que con su movimiento de sube y baja sentí que iba a acabar. La besé en la boca al momento de descargarme en su pierna.
Después de recuperar el aliento le dije que fuéramos a bañarnos.
Le di la mano y la ayudé a parase. Caminamos hasta el agua de la mano. Me puse de rodillas y comencé a lavarle la pierna, las dos y la entrepiernas.
Se sentó y siguió lavándose mientras yo hacía lo mismo.
Al salir quiso vestirse, le dije que esperara a que nos secaramos.
Seguimos conversando sin darnos cuenta de la hora, hasta que ella dijo que Francisco ya debía estar por llegar.
Nos vestimos rápidamente, le abroché los botones, amarré la cinta con un lazo en la cintura,. Le di la mano y nos fuimos.
A poco de llegar nosotros, llegó Francisco. Se metió al baño del granero y se duchó.
– Cuándo vas a volver? –
– No sé – me dijo. Depende de Francisco.
Francisco salió bañado y vestido. La tomó de la mano y se la llevó casi sin despedirse.
Me quedé mirándolos. Los amaba a los dos.
Mañana le voy a preguntar a Francisco porqué estaba tan enojado conmigo.
Me fui pensando lo que le iba a preguntar al día siguiente.
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