Gracias Fernanda
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Quiero referir que, siempre había vivido así: de día era un muchacho normal y de noche, me gustaba sentirme mujer.
Me cuidaba como ellas: depilaba regularmente mi cuerpo, lo humectaba con cremas nutritivas.
Usaba sostenes, pantaletas, pantimedias, toallas femeninas y por supuesto prendas femeninas que conseguía en los mercados callejeros.
Me vine a esta ciudad porque en la mia, me molestaban demasiado por afeminado.
Acá me sentí mas libre.
Conseguí trabajo como dibujante y ganaba lo suficiente para vivir desahogadamente.
En el estudio donde laboraba mis compañeros respetaban mi condición aunque hacían bromas picaras que me divertían.
Mas de una vez me sugirieron que me "soltara el pelo" y que me vistiera de chica.
El jefe se enteró y los reprendió.
Y yo tuve que comportarme discreto para no perder mi empleo
En cierta ocasión uno de ellos,me invitó a salir y accedí.
Me ilusioné como una chica en su primera cita.
Pasamos una tarde linda: comimos en un parque, caminamos por diversas avenidas charlando y finalmente fuimos al cine.
A poco de empezada la película, sentí que tomó mi mano y la puso en su pene desnudo y duro.
No fue sorpresa para mi.
Así que me porté sumiso como si fuera su novia.
Dejé que guiara mi mano a su antojo y al final tomé la iniciativa y lo froté con tanta ternura que su semen caliente saltó con fuerza y me salpicó la cara.
Ví como se hundía en el asiento cansado de placer.
Cuando salimos pensé que me pediría ser su novia, pero no.
Sólo me usó y luego se avergonzó.
Se despidió ráoido y me dejó sola ahí.
Supongo que luego corrió la voz con mis compañeros porque desde ese día pasaban junto a mi y buscaban frotarse ya en mi trasero ya en mi mano.
El jefe también me contaba chistes obscenos y malintencionadamente.
Hasta que un dia le dije directo: ¿Me deja chupársela?
Eso lo frenó.
Me acostumbre a sus burlas y me divertían.
La noche en que ocurrió el suceso que mencioné al inicio, fue porque nos quedamos hasta tarde para terminar un trabajo.
Salimos pasada la media noche y llovía.
Por suerte llevaba ropa seca en mi carro.
Claro, ropa de mujer.
Antes de irme, como diario lo hacia, me puse un pantalón ajustado tipo pescador, un top, una blusita corta y sandalias de mujer, Conduje tranquilamente por la ciudad lluviosa a mi departamento sin sospechar lo que me sucedería al llegar.
Estacioné mi compacto, apague el motor, metí mis lentes y cartera a mi bolsa y miré alrededor.
Ni un alma.
Los árboles de la calle llenos de agua llenaban de sombra la banqueta.
Saqué mi paraguas, puse mis pies en el piso empapado y salí del auto, Caminé bajo el aguacero.
hasta la puerta del edificio.
Entré con los pies mojados y subí por las escaleras en penumbra.
al llegar a mi puerta me sorprendió ver a dos hombres sentados en los peldaños.
Uno el jardinero y otro el plomero del edificio del frente.
Señores cincuentones, fornidos y de aspecto rudo.
Me vieron y se sonrieron maliciosos.
Mira que ricura dijo uno.
El otro contestó: te estábamos esperando corazón.
Era obvio que me habían pescado infraganti.
Y no me iban a dejar pasar así como así.
Primero pedí permiso pero me advirtieron que si hacía escándalo despertarían al vecindario.
Mejor bajé la cabeza y los invité a pasar.
En cuanto estuvimos dentro, el plomero me sujetó con suavidad los hombros y me advirtió.
Mira chico, no tengas miedo.
Esto te va a gustar mas de lo que te imaginas.
El jardinero sacudió mi pelo con cariño y me dijo: te traigo unas ganas que no te imaginas "mijo".
Era notorio que habían bebido alcohol.
Pero lucían afeitados, con ropa limpia.
Olían a loción tipo lavanda añeja.
O sea iban decididos a seducirme.
Del susto pase a la calma y luego a la excitación.
Dejé mis sandalias y caminé descalza hacia mi recamara seguida de los dos machos en celo.
Ya en mi papel, voltee coqueta y le puse un dedo en la boca al plomero como indicándole silencio.
El sintió cuando mi mano bajaba el cierre de su bragueta.
y saltó un poco cuando introduje mis dedos y encontré su pene hinchado.
Lo aprisioné y jugué con él, mientras le sonreía viendolo a los ojos.
Mientras, el jardinero se mantuvo atento y vi de reojo que se bajó el zipper.
Entonces, cuando ambos tenían su virilidad de fuera, sujeté el pene del plomero con mi derecha y el del jardinero con mi izquierda.
Los froté suave aprentádolos con cariño y jalándolos traviesamente hacia mi.
Creo que nunca se imaginaron que fuera tan experta.
Seguí frotándolos y ellos empezaron a cerrar los ojos.
Ni siquiera se dieron cuenta cuando me agaché, hasta que empecé a succionarles el pene alternadamente.
Oí que el plomero decía.
Ay cabrona.
Ni mi vieja chupa tan rico.
Y el otro jadeando balbuceaba.
No inventes putito.
que rico mamas.
Los dejé prendidos pero cuidando que no eyacularan.
Me paré frente al jardinero y le dije coqueta: no soy putito.
Soy Fernanda.
Y lo besé chupándole los labios y dejándole el propio sabor de su pene.
De pronto sentí un jalón en mi cintura.
El otro hombre me bajó de un tirón el pantalón y el calzón.
Viendo esto el jardinero me abrió la blusa.
Uno me levantó del piso y me llevó abrazado hasta la cama.
el otro vino detrás.
Me acostó boca arriba y me sacó la tanga de encaje.
Se echaron a la suerte quien iba primero y les pedí que apagaran la luz y abrieran las persianas.
Quería ver la lluvia mientras me me poseían dos hombretones calientes.
No tengo idea si alguien vio lo que pasó en mi cama.
Si pudo ver cómo el jardinero me puso a gatas y me apuntó su falo erecto y puntiagudo.
Y me sujetó de las caderas y empezó a perforarar mi trasero.
Y por delante, el plomero me apuntó su miembro venoso y caliente a la boca.
Y así, esos dos obreros hicieron realidad mi deseo de verme como una mujer que complace a dos hombres.
Todavía siento los cuatro brazos velludos y las cuatro manos atenazándome la piel, explorándome, manoseándome.
Girando mi cuerpo a su antojo, Intercambiándose de lugar y diciéndome Fernanda, mi puta linda.
Que rica estás cabrona.
Quiero que seas mi puta.
Esos "cabrona" y puta dichos mientras sentía un pene en lo profundo de mi cola y otro en mi boca, me excitaban más.
Acabó el jardinero en mi trasero casi al tiempo que el plomero en mi boca.
Fue un manjar de semen caliente.
Con ese juego de alternarse mis entradas después de cada orgasmo todos gozamos.
Juntos los tres vimos la lluvia que golpeaba suave los cristales y los relámpagos del cielo que celebraban mi iniciación de cortesana que complace a dos machos.
Terminamos tendidos en mi cama viendo la brisa de la madrugada.
Mi boca sabia a coctel de alcohol y semen .
Mi trasero dilatado se sentía mojado y pegajoso, inundado de liquido espeso y lechoso.
Antes de amanecer se retiraron.
Me dejaron desnuda y rendida, con la sensación de pertenecerles.
Me besaron y dijeron con ternura mi nombre: Gracias Fernanda.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!