Historia de un hombre femenino
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Fui un niño demasiado guapo para ser niño y todo el mundo me tomaba por una niña. Tenia el pelo rubio y rizado y las facciones y el comportamiento, según me dijeron, de una niña. Mi madre tomo la decisión, y a mi padre no le pareció mal, de comprarme ropita de niña, braguitas, camisetas, camisitas para dormir, etc. Por lo tanto, mis primeros recuerdos van ligados a ropita femenina y a un tratamiento femenino en casa y a ropa interior femenina y externa masculina, así como a un tratamiento masculino, fuera de casa. Bueno, ropa de niña en casa cuando la temperatura lo exigia, porque cuando llegaba el buen tiempo, siempre iba desnudo, aunque hubiera visitas o llamara alguien a la puerta y yo fuera a abrir. Por esto el desnudo y la exhibicion forman parte de mi vida desde pequeño y el verano mi estacion favorita, iba desnudo a la playa y de vacaciones a un pueblo donde me conocian como niña. Lo único que me molestava, pero solo un poco, era que cuando ibamos a bañarnos al rio tenia que ponerme las braguitas de un biquini para ocultar la cosita (muy, muy, pero que muy pequeñita) propia de mi sexo. Braguitas que mi madre hacia mas pequeñas para que dejaran al descubierto la rajita del culete y mas ajustadas para ocultar mis huevecitos. Tambien me las tuve que poner a los 6 años en las playas de Barcelona porque increpaban a mis padres porque iba desnudo. En casa, me gustaba que después de cenar me desnudaran, si iba vestido, que me llevaran al sofá y allí me estiraban encima de ellos y me acariciaban todo el cuerpo. Un dia, en estos juegos, mi padre estaba desnudo y mi cara a la altura de su pene, y sin saber por qué me lo puse en la boca para chuparlo y al momento empezó a crecer y a ponerse duro. Mi padre se sorprendió y mi madre me pregunto si me gustaba chuparlo. Le dije que si.
Que me gustaba mucho. Entonces empezó a explicarme como tenia que hacerlo y que si lo hacia bien, de allí saldria una leche muy buena. Se ve que lo hice bien. A partir de aquel dia nuestros juegos fueron evolucionando. Mi madre tambien se desnudaba y yo chupaba sus tetas y su sexo depilado y yo les pedí que me chuparan mi cosita para que bevieran mi leche, Fuimos los tres a la cama y tuve mi primer orgasmo (sin leche, claro). A partir de aquí nuestros juegos secretos fueron claramente sexuales. Me impressionó ver como mi padre se follaba a mi madre, y el dia que le folló el culo le pedí que me follara a mi, pero me dijo que todavia era pequeño y que no le entraria en el agujerito. Como yo insistia, me metió un dedo. Así empezó mi dilatacion anal.
Nuestra vida continuó así, yo aprendiendo, hasta los doce años, en que empezaron a hincharse mis pezoncitos y mis aréolas poco a poco pero sin pausa y a continuacion mis tetitas. A los trece años tuve que ponerme la parte de arriba del biquini para ir a la playa y a los catorce a usar sujetador. En nuestros juegos, lo que mas me gustaba era que me mordieran los pezones, que me los estiraran y retorcieran todo lo que pudieran. En esto mi padre era un maestro. Así descubrieron que el dolor me excitaba y empezaron otro tipo de juegos. Mi padre me puso sobre sus rodillas y mientras mi madre me estiraba los pezones empezó a azotar mi culo con su mano hasta que me corrí. Otro dia me prepararon una sorpresa. Quando llegué a casa, mi madre me desnudó, me vendó los ojos, me llevó hasta una puerta de dos hojas, me hizo subie a un taburete, me levantó los brazos y me los ató. Luego retiró el taburete y quedé suspendido. Me puso unas pinzas en los pezones, cogió mi pequeñisima polla, tiró de la piel para atrás para dejar el capullito a la vista y le puso una goma gruesa alrededor. Cuando llegó mi padre mi encontó preparado para el.
Empezó a azotar mi culo con la mano hasta que estuvo rojo subido. Se untó los dedos con crema y los introdujo en mi agujerito hasta lubricarlo bien y luego untó bien un pepino y me lo metió hasta el fondo, pasados los esfinteres y con un látigo que se havia fabricado con unos cables eléctricos azotó hasta el último rincon de mi cuerpo. Mi madre arrancó de golpe las pinzas de los pezones y me retorcí de dolor, atrapó mis castigados pezones con dos horquillas del pelo y me los ató con unas gomas que junto a la de la polla no me podia quitar. Me descolgaron con todo el cuerpo marcado por las rayas del látigo me doblaron sobre un caballete y me ataron las manos y los pies con las piernas bien abiertas a las patas del caballete y entonces, todavia con el pepino dentro de mi, mi madre me puso unas pinzas para papel en los pezones, mientras mi padre me follava el culo. El dolor fue insoportable y a pesar de la goma de la polla me corrí como nunca. Fúe el regalo de mis quince años.
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