La cross empalada (1ª parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Todos saben que casi nunca se concreta nada en esos sitios; la gente entra solo para divertirse con la calentura propia y ajena. Esa noche (ya era tarde: serían las dos de la mañana, más o menos) él estaba muy caliente; quería mostrarse travestido y en el mejor de los casos mostrarle el culito a otro cibernauta, para que se pajee por cámara. Luego él se metería algo por detrás y se haría su propia paja, para irse a dormir contento. No obstante, una gran sorpresa lo aguardaba.
Inventó un nombre de fantasía: “Cross Muy Nena”; ingresó al chat gay y a los cinco minutos ya estaba en contacto con un tal “Busco Putita”. Es un juego, habrán pensado los dos. Pero lo era solo por el momento. Se dieron sus direcciones de skype, se agregaron y pusieron las cámaras. La primera sorpresa fue que “Busco Putita” (se llamaba Andrés) se mostraba con el torso desnudo. Era bastante bien parecido. “Cross Muy Nena” (Mariano, o mejor dicho Mariana) estaba con ropa interior femenina, putita y dispuesta a cualquier coqueteo con tal de calentar a su interlocutor. Empezaron a chatear, con una conversación cada vez más subida de tono. Hasta que él le propuso mostrarle la verga a cambio de que ella le mostrase el agujero del culo. La verdad es que ninguno de los dos se hizo esperar demasiado. Andrés enseguida peló una chota magnífica, gruesa y al palo; y Mariana se bajó la bombacha, se abrió de nalgas con ambas manos y le ofreció su ojete. Andrés se pajeaba y Mariana le tiraba besitos y le decía cochinadas. “¿Y de dónde sos?”, escribió Andrés. “De Palermo”, respondió Mariana. “Casualidad, yo también; estoy sobre Thames, a cuatro cuadras de Plaza Italia”. “¿Me estás cargando? Yo vivo en Thames a cuatro cuadras de Plaza Italia…” “Vereda par”, puso Andrés. “¡Boludo, estamos uno enfrente de otro…!”, replicó Mariana. Entonces Andrés, cuya habitación daba a la calle, tuvo una ocurrencia: prendió y apagó la luz de su cuarto varias veces seguidas, como dando una señal. Mariana, en la ventana de enfrente, se dio cuenta e hizo lo mismo. “¡No lo puedo creer! ¿Querés venir?”, le dijo Andrés; y le dio piso y número de departamento. Al rato la vio cruzar la calle vestida de mujercita, mirando nerviosamente por las dudas algún conocido pudiera observarla. Pero a esa hora no había nadie.
Sonó el timbre en casa de Andrés y él le abrió desde arriba. Al minuto sonaba en su propia puerta…
—Ho… Hola… Yo soy Mariana, je…
—En persona sos mucho más hermosa. Pasá.
Andrés la recibió en slip. Tenía 30 años; era grandote, fornido, y ese calzoncillo le marcaba un bulto interesante, con algo de vello asomándose.
—¿Querés tomar algo?
—No sé, lo que vos quieras…
—Ahí está la cocina, tomá de la heladera lo que gustes. Sobre la mesada hay vasos.
Mariana sacó del refrigerador una gaseosa y sirvió dos vasos; le ofreció uno a Andrés y brindaron con los brazos entrelazados. Bebieron y se dieron un beso de lengua. Siguieron besándose; ella lo abrazó por el cuello, y él le metió mano en la cola, palpándola.
—Vení, linda, vamos al living…
Continuaron con besos y manos en el sofá. Mariana estaba muy caliente agarrándole el bulto a Andrés, aunque también un poco asustada. Las caricias en su ojete le hacían unas cosquillitas que la electrizaban; ella dilataba un poquito su anillo de cuero, haciendo fuerza como para afuera, para que el otro le hiciera caricias que dieran mayor placer. Un buen rato estuvieron así, aumentando sus calenturas (la pija de Andrés parecía a punto de estallar dentro del slip, se marcaba como nunca); hasta que el macho tomó a su putito en brazos y lo llevó alzado, sin dejar de besarlo, hasta el dormitorio.
Lo tiró sobre la cama, lo acomdó culo hacia arriba y le bajó el pantaloncito. Mariana quedó en bombacha, con el orto abierto, ofreciéndoselo a su hombre, nerviosa por no saber cómo resistiría el primer vergazo. Sin embargo, lo que hizo Andrés fue otra cosa: bajó su rostro hasta ese agujero rosadito, y empezó a lamérselo. Meta lengua y más lengua, con unas chupadas de culo que enloquecían de gusto a Mariana, logrando una distensión ideal. Pero cuando estaba en lo mejor de esa lamida, Andrés se cambió de posición: se bajó el slip y le mostró su poronga fabulosa. Grandecita, gruesa, parada, con la cabeza pidiendo una mamada. Y las pelotas, como para acariciar hasta el cansancio. Mariana le agarró la verga, apretándosela con la mano, y empezó a pajearlo de arriba abajo.
—Está… Muy buena…
—¿Te gusta, mariconcita?
Por toda respuesta, el travita le levantó la pija y comenzó a besarle bien los huevos. Eso (creyó) lo haría sentir a su hombre más hombre todavía. Razón no le faltaba: Andrés gozaba como nunca. Ella se metía en la boca primero un testículo; lo sobaba bien, y luego seguía con el otro; una genial chupada de pelotas, que duró mucho. Hasta que pensó que ya era hora de mamarle la verga; con su boca llena de gusto a huevos de macho, le recorrió el palo hasta rodear con sus labios la cabeza de la poronga. Entonces, empezó a succionar. Aquel choto tenía un sabor y un olor estupendos, un total gusto a macho cogedor.
—Chupame la verga, maricona.
Al sentir que su hombre se lo pedía, ella chupaba con más entusiasmo todavía. No podía largar aquel pito de su boca; era como saborear un helado o, mejor dicho, como prenderse a un chupete de varón. Sentía lo hermoso de chuparle los huevos y la verga a un macho como ese, fuerte y calentón. Alrededor de la ingle el aire ya estaba viciado con un rico olor a pija.
—¿Te gusta chuparla, putita?
Mariana comprendió que la calentaba mucho que la humillasen de esa manera.
—Mmm… Me encanta chuparte la pija… Me gusta mucho…
Mientras decía esto, se la restregaba por su rostro, para llenarse de su olor.
—Seguí chupando, entonces… Chupala así… Así… ¡Aaah…! ¡No sabés con qué ganas que te voy a coger…!
Aquella regia mamada siguió mucho tiempo; hasta que él le dijo:
—Bueno, puta, ya me la chupaste mucho… Ahora sigo yo, jejeje…
Andrés le bajó del todo la bombacha, y recién ahí comprobó que Mariana tenía una pijita chica, cortita, finita y flácida, con dos bolas lampiñas. La travita le dijo muy mimosa:
—La tuya sí que es una poronga…
—Jajaja… Date vuelta, pelotuda…
Y otra vez empezó a chuparle el culo. Mariana se revolcaba de placer. Hicieron un sesenta y nueve: ella prendida de la verga, él succionándole el ojete. Cuando sintió que Mariana ya lo tenía bien dilatado, se acomodó para enchufársela. Mariana tembló un poquito.
Pero Andrés sabía cómo coger un putito así. Primero lo apoyó, como para que el trava sintiera el calor y la dureza de la pija en la entrada de su culo. Juguetearon un rato así, cachondeando. Ella ya estaba menos nerviosa. Era el momento de la empalada. Andrés tomó de la mesa de luz un lubricante, se lo pasó por su pija, le puso un poco del mismo a Mariana alrededor de su ojete (obviamente, aprovechó para meterle y sacarle el dedo varias veces), y entonces… ¡llegó la penetración!
Andrés insinuó la cabeza de su choto en el agujerito de Mariana. Ella gimió de puro mimosa: ardía de amor. Se la empujó un poco; costó que entrase. Pero por fin logró meterle la cabeza de la pija toda adentro del culo. Se quedó quieto: la idea era que su trava se acostumbrase a tener ese palo adentro. Cuando sintió que era el momento justo, siguió avanzando; dulcemente la fue penetrando, hasta que calzó del todo. Su poronga entraba justo.
—¡Vos sí que la tenés adentro…!
—¡Qué hijo de puta…! ¡Aaah…! ¡Cómo… Cómo la siento….!
—Te voy a dejar bien cogida, puta de mierda!
—Sí, cogeme… Cogeme mucho, dale… ¡Cómo me hacés gozar…!
Eran los dos quienes disfrutaban. Él, dominante, macho, cogedor, garchándose a ella, putito travesti de closet, femenino, humillado con una tremenda poronga adentro que se movía en delicioso vaivén, entrando y saliendo. Andrés, cada tanto, se la sacaba del todo, para volvérsela a meter en ese ojete de locura.
—Me encanta sentir el calorcito de tu culo… Putita…
—Y a mí, el de tu verga… Mi machote… Soy tu minita, forro…
Ella se abría de ojete para que la poronga entrase y saliese con mejor deslizamiento; cuando él sentía que Mariana distendía el ano, él se calentaba más y más. Nunca había sentido el pito tan hinchado y estirado. Cambiaban de posición, cogiendo de varias maneras diferentes, siempre buscando que la pija se metiese hasta el fondo de la mejor manera posible. ¿Cuánto habrán estado así? Meta coger y coger, meta decirse groserías, de besarse en la boca mientras él la empalaba por el culo. Ya eran más o menos las cinco de la mañana y ella seguía con la pija adentro, cuando Andrés le advirtió:
—¿Vos querías mi pija, no? Ahora preparate, boludita: voy a acabar bien adentro de tu lindo culito…
—¡Oooh, qué hijo de puta…! ¡Qué hombre…! Soy tu hembra… Tu puta…
—Jejeje, te voy a llenar el orto con mi leche…
—Dale… dale… Mi hombre… Aaah…
Mariana sintió que la pija de Andrés se inflaba un poco más alrededor de su ojete; era evidente que su macho iba a eyacular, y que iba a hacerlo adentro…
—Todo esto es para vos, puta de mierda… Tomá… Tomá… Aaah… Aaah…
¡Y entre espasmos de gozo, le largó un montón de semen caliente y espeso adentro del culo! Aquello era apoteótico.
—Toda mi guasca adentro tuyo… La puta que te remil parió, pedazo de puta… Aaah… ¡Qué acabada…! Nunca largué tanta leche, perra…
—¡Sos un hijo de puta, me llenaste de esperma…! ¡Gracias, mi amor, mi hombre, muchas gracias!
—Sí, ahora tenés el culo lleno de mi guasca… Para que cada vez que te laves el ojete en el bidet, te acuerdes de cómo te cogí…
—Aaah, qué hijo de puta… Me voy a acordar siempre, vos sí que me dejaste bien cogida… ¡Cómo me hiciste gozar, mi amor! Me llenaste de leche caliente…
—Y ahora te vas a quedar con toda la leche adentro, putita; quiero que te duermas conmigo, con mi guasca metida adentro tuyo, para que la lleves de recuerdo, ¿sabés?
—Sí, mi amor… Muchas gracias… Mi macho… Dejame la pija adentro un ratito más, quiero sentir cómo sale solita… Gracias, corazón…
Cuando por fin la poronga se deshinchó y zafó del orto de Mariana, ella se recostó a su lado y lo abrazó, muy mimosa y feliz.
—Mi macho cogedor…
—¿Te quedás a dormir conmigo?
—Sí, dale. Quiero estar al lado tuyo como una minita…
Y se durmió contenta, con toda la crema de su hombre adentro, soñando con despertarse y desayunar con leche y huevos…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!