La cross empalada (2ª parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Había que aprovechar la situación, y como ya había pasado la hora de desayunar y sentía hambre, Mariana optó por llevarse a la boca el pijón de su macho. Primero, una serie de muchos besos; luego, las lamidas; por fin, las chupadas. Naturalmente, Andrés se despertó.
Despertó poco antes de las once de la mañana y notó dos cosas: que su macho seguía durmiendo plácidamente, y que tenía la verga muy tiesa: una clásica erección matutina. Mariana, que aún llevaba dentro suyo toda la lechita de su hombre, se acurrucó con la cara cerca de aquel pijón grueso y hermoso, y comenzó a acariciarlo y a juguetear. Desplazaba el prepucio para dejar al descubierto la cabeza que tan bien la penetrara horas antes; le masajeaba los huevos, el tronco; todo con mucho cariño. Mariana era un putito fascinado por aquel chorizo estupendo, que a esa hora del día se encontraba parado y endurecido.
—Buen día, mi amor.
—Buen día, preciosa. ¡Aaah, qué lindo despertar así…!
—Te lo merecés…
Y siguió mamando amorosamente, con gusto y placer. El olor a pija la ponía cachonda y la hacía chupar con más entusiasmo. Verga y pelotas, no quedó un rincón sin chupar.
Prendida y succionando de la poronga de Andrés, Mariana deseaba sentir el sabor de la leche de ese hombre; su boca y su lengua actuaban de modo extraordinario, como una ventosa con tal de sacar todo de adentro. Un buen rato después, era tal la excitación de Andrés que ya no iba a poder estar mucho más así, sin acabar. Ella se dio cuenta.
—Quiero tomar tu lechita, amor.
—Aaah, me estás matando, puta de mierda; seguí chupando así, que ya me salta…
—Sí, chupo… Chupo… Mmm… Soy tu mina y te la chupo, hijo de puta…
—Ahí voy… Chupá… ¡Chupá…! ¡Oooh…! ¡Aaah…!
De la poronga de Andrés saltó un gran guascazo, al que siguió otro, otro, y otro más; y Mariana se los mamó todos, disfrutando del gusto y del olor.
—¡Cuánta leche, gracias!
—¿Te gusta, putita?
—Es una delicia…
—¿No tenés vergüenza, de tener la boca llena de leche?
—No seas malo, es leche tuya…
Mariana se saboreaba mientras tragaba el semen de Andrés y seguía succionando, en busca de la última gota de esperma.
—Me dejaste agotado, preciosa. Te tragaste todo.
—Todo, ¿viste?
—Vení, hembrita mía; vamos a bañarnos…
Fueron hasta el toilette. Primero, mearon juntos. El chotito de Mariana era chiquito y el de Andrés, aunque ya estaba fáccido, tenía un tamaño apreciablemente mayor; ambos comentaron eso y se rieron haciendo comparaciones entre sí. Acto seguido, fueron a la ducha.
Bajo el agua estaban muy contentos: largaban carcajadas recordando la cogida y la mamada, se decían picardías, etcétera. Estaban lavándose mutuamente. Mariana le agarró el pito y los huevos a Andrés y se los enjuagó primorosamente. Andrés, por su parte, puso de espaldas a su “mujercita” y le lavó el culito, abriéndole los cantos para que el agua discurriera por el ano rosadito que tanto placer le diera horas antes. Mariana notó que aquello, más que una lavada de culo, era un verdadero manoseo. Y distendió su orificio culón para dejarlo maniobrar. ¡Qué hermosa sensación!
—¿Te gusta mi culito?
—¿Y a vos qué te parece?
De pronto, la cross sintió que su hombre le apoyaba la cabeza del choto en la entrada…
—¡No, qué hijo de puta! ¿Otra vez me vas a coger? ¡No!
—Sí, mi cielo, otra vez…
Y el macho empujó para que entrase la cabeza de su pingo.
—¡Aaah, no podés ser tan malo…!
—¿Por qué? Tengo ganas de cogerte de nuevo, putito mío.
Andrés la apretó contra sí y Mariana fingió alguna resistencia, retorciéndose un poco entre los brazos de su hombre; pero en realidad era una mentirita: ¡bien que abría su ojete para tener otra vez adentro toda esa pija, y sentirse la mujer de su cogedor…!
Cuando estuvo totalmente penetrada, aflojó en su actitud y empezó a menearse para sentirla en su totalidad. Andrés aprovechó y le imprimió en el culo con su verga unos movimientos circulares muy bien calculados, que no hicieron sino abrirle mejor el orto a su “novia” (ella ya se consideraba así: una novia “porculizada” por su macho calentón). Era un hombre fuerte: bajo la ducha la sostenía con las manos, despegándola del suelo, con el culo abierto recibiendo su gran salchicha.
Él siguió culeándola y ella sentía que cada entrar y salir de ese palo en su ojete la elevaba hasta las nubes.
—¡Aaah…! ¡Aaah…! ¡Qué poronga que tenés! ¡Acabame adentro, por favor…!
—Sí, belleza… Te voy a largar mi guasca, maricona…
Hasta que, en determinado momento, Mariana sintió nuevamente un fuerte chorro de esperma inundándole el orto. ¡Era un puto enloquecido de gusto!
—¡Aaah…! ¡Cómo me hacés tu hembra, guacho…! ¡Cuánta leche…! ¡Me encanta ser tu mina…!
Tres grandes polvos había recibido la cross aquella jornada; el primer gran lechazo en la cama, el segundo en su boca, y el tercero ahora, de nuevo por el culo, bajo la ducha. Realmente había sido una secuencia inolvidable.
—¡Cómo se me va a agrandar el ojete con vos! ¡Gracias, muchas gracias!
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