La cross empalada (3ª parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era Andrés. Es claro: el portero había reconocido a este vecino de enfrente y lo había dejado entrar al edificio, sin necesidad de anunciarse por el timbre de entrada. Por eso, para Mariana fue una gran sorpresa escuchar el timbre directamente en su puerta. Se levantó y, preguntándose quién diablos podría ser, miró por la mirilla. Grande fue su alegría cuando vio que del otro lado estaba su varón. ¡Ella seguía en pelotas!
Abrió la puerta y lo hizo pasar rápidamente.
—¡Qué alegría, mi amor; qué bueno que viniste…!
Y se prendió a su cuello. ¡El putito, completamente desnudo y perfumado, con su pene chiquito y fofo, abrazando a su hombre como toda una noviecita!
—Es que no podía dejar de pensar en vos. Me moría de ganas por verte de nuevo.
—¡Yo también quería verte! ¡Gracias, mi cielo; gracias! ¡Qué linda sorpresa!
Y se dieron un largo beso; una apretada tremenda.
En el beso estaban, cuando sonó un trueno. Durante el día había hecho mucho calor y estaba próxima la tormenta. Enseguida desde una ventana llegó el resplandor de un relámpago, y a continuación sonó otro trueno, mucho más fuerte. Mariana se cobijó entre los brazos de Andrés. como escondiéndose.
—¿Qué te pasa, amor?
—Me dan miedo los rayos…
—No tenés que sentir miedo, dulce. Estoy acá. Soy tu hombre y yo te voy a proteger de cualquier cosa.
—Gracias, querido.
Mariana se acurrucó y se apretó contra el pecho de su “novio”, y otra vez se besaron largamente. Andrés sentía la suave y femenina piel del putito, y su aroma exquisito y penetrante. Dentro de su pantalón empezó a hinchársele la verga.
—Vení por acá —le dijo Mariana—, estemos juntos un rato en mi dormitorio…
Afuera, mientras tanto, la lluvia había comenzado y crecía en intensidad. Mariana se tiró en la cama.
—Abrazame…
Y continuaron con aquellos grandes besos de amor.
—¿Y por qué me querías ver? —le preguntó, enamorada.
—Porque me gustaste mucho, mucho; y quería tenerte a vos de nuevo. Hacerte el amor, cogerte.
—Sos un malo…
Andrés peló la chota de su pantalón. Un miembro erecto y agrandado.
—Y decime una cosa: ¿no tenés un novio?
—No… Tenía antes, pero era un boludo al lado tuyo… Nada que ver con vos…
—¿No te cogía bien?
—Qué sé yo… Me cogía, pero no como me cogés vos…
Así como estaban, acostados, Mariana ya estaba acariciándole la poronga.
—¿Qué, entonces no tenés un amante?
—Sí… Vos…
—Mmm… Chupame los huevos, entonces… Dale, corazón; que me gusta…
Andrés sacó todo afuera y Mariana, ya totalmente flechada, tras darle otro beso en la boca se aprestó a sobarle los testículos; aquellas pelotas de macho, de macho empomador. Andrés se fue desnudando a medida que su mujercita lo chupaba. Ella le chupó las bolas de forma espectacular. E intentó subir con su lengua por la banana…
—No, la pija no. Chupame bien las pelotas, putita, que me enloquece cómo lo hacés.
—Sí… Chupo… Mmm… Tus huevos… Mi hombre… Mmm…
La poronga de Andrés ya miraba al techo, parada como la primera vez que estuviera con su putito lindo. Hasta que le dijo:
—Aaah, preparate que te voy a coger…
—No: vos no me dejaste que te chupe la verga, así que ahora el que te va a coger soy yo.
Andrés no iba a dejarse penetrar por su novio cross, pero Mariana por “te cojo yo” entendía poner el culo y moverse como ella deseaba. Fue lo que hizo. Se colocó como si fuera a sentarse a la altura de la ingle de su empalador, se abrió de nalgas y de ojete, y se metió el palo varonil bien adentro; y empezó a cabalgar, disfrutando subiendo y bajando.
¡Aquello era una locura! La pija de Andrés entraba y salía gracias a los hábiles meneos del culo de Mariana, llenándose mutuamente de placer; hasta que Andrés decidió tomar al toro por las astas y lo asió de las piernas, apretándolo contra su cuerpo, metiéndole más adentro el chorizo y moviendo su cadera para penetrarlo más. La cabeza del pingo deslizándose por adentro del orto de Mariana la hacía gozar como una reverenda puta. Así se sentía ella: una verdadera hembrita, una reventada, culeada por su macho.
—Aaah… Aaah… Qué hijo de puta, qué bien que me cogés…
—Te lo merecés, boludita de mierda… Oooh… Te merecés que te garche…
Sonó otro trueno. El cuerpito penetrado de la cross se estremeció.
—Te dije que no tengas miedo, maricona de mierda. Yo estoy acá para cuidarte y culearte.
Y cuando Andrés sintió que le iba a explotar el pito, lo sacó del ojete de su traviesita Mariana y se reacomodó para ponérselo en la jeta. Mariana abrió la boca y sacó su lenguita…
¡Era el tan ansiado chorro de guasca caliente!
La cross se lo chupó todo, todo, todo; y todavía le quedaron ganas de lamer el glande de su maravilloso cogedor para dejárselo reluciente, sin una sola gotita de leche.
—Aaah, chupámela toda, conchuda de mierda; puta, culorroto, sacame toda la guasca de la pija… Oooh… La putísima madre que te remil parió, putita… Tragaleche…
Mariana tenía la boca llena de gusto a semen y olor a verga.
Satisfecha y contentísima, se recostó más abajo, le abrazó una pierna a su macho y se prendió con sus labios como una ventosa a la poronga que tanto placer le diera, durmiéndose tranquila con el “chupete” en la boca como una obediente putita reventada, con el anillo de cuero de su culito ya bien dilatado, completamente embargada de amor. ¡Qué feliz estaba!
Afuera seguía lloviendo.
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