La Librería
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por STARCOWBOY.
Había ido al centro a buscar un libro, no me esperaba ese día tener un encuentro sexual con una trava. Los heterosexuales a veces tenemos el conflicto de que no podemos platicar abiertamente de que también cogemos con trasvestis o transexuales. Independientemente de que se trata de una infidelidad, existe aquello que dicen algunas mujeres: engañame con otra mujer, pero nunca con otro hombre. Claro que con otro wey la cosa sería asunto gay, pero con una traviesa, espero que no. así que aprovecharé este espacio para platicar una experiencia memorable.
Al entrar a la librería me topé con mucha gente que estorbaba en los anaqueles, por lo que decidí mejor pedir el libro a una dependiente. Al primer momento no me fijé en ella, pero como platicamos varios minutos, poco a poco fui poniéndole atención. Era alta como de 1.70, de buen cuerpo, muy blanca y con el pelo teñido en púrpura con mechones y una parte rapada. Algo punk, vestía de negro, blusa y falda larga con tacones que la hacían llegar a mi estatura. Piercing en la nariz y bastante maquillaje en los ojos. Eran cafés. Su boca era un encanto, tenía lipstick color vino y se le hacían unos hoyuelos al reír.
Ni tenía el título completo ni el autor, así que ella tardó un poco en encontrar el libro. Cuando lo tuve en mis manos recordé que era ese libro preciso el que buscaba. Me acompañó a la caja para que pagara y antes de llegar me preguntó si era casado, me sorprendió un poco su pregunta, pero no hice mayor gesto. Le dije que sí. Pagué y me entretuve un poco al mirar otros libros, mientras trataba de buscarla con la mirada, eran casi las tres de la tarde. En eso estaba cuando oí una voz por detrás que me preguntó: ¿Todo bien? Asentí y la miré directo a los ojos. Me dijo: Ven a la bodega, tengo otros libros que te pueden interesar. De manera automática la seguí, su perfume era muy femenino.
Fuimos a una bodega donde apenas se podía caminar y luego salimos a un pequeño patio. Había una escalera angosta y empinada.
– ¿Subimos? me dijo con una sonrisa picara.
Íbamos subiendo cuando le pregunté: ¿Es lo que estoy pensando? Ella soltó una risita, mientras yo iba atrás repasando su cintura y su trasero.
Aquí es, me dijo. Era una habitación pequeña con una cama y varios libreros de pared atestados. Un póster muy grande con la foto de James Dean en blanco y negro.
– ¿Que me vas a enseñar?
– No sé, dijo mientras se desabotonaba la blusa.
No tuve sorpresa, sólo pensé que era mi día de suerte. Mi mano se fue directo a su boca para tocar sus labios y ella besó mi palma, mientras me miraba con mirada traviesa. La iba a besar cuando ella puso su mano entre nosotros.
– Espera.
– Lo que tu digas.
– Antes que otra cosa. ¿Si sabes que no soy mujer, verdad?
– Ah, caray.
– Pues no.
– Lo que yo veo es una mujer hermosa.
– ¿Te gusto?
– Que pregunta.
– Aquí nadie nos va a molestar.
Ya en confianza, terminé de quitarle la blusa. Un brassiere beige con buen busto saltó a mi vista. Ella se lo quitó, pero sus pechos no eran tan grandes.
– Rellenos, me dijo.
Sus pezones eran grandes y de color pálido. Los toqué apenas con las yemas de los dedos. Ella suspiró profusamente. Lo que siguió fueros besos salvajes y una gran prisa por quitarnos la ropa. Sin dejar de besarnos, nos quitamos lo necesario y nos ayudamos uno al otro. Abrazados y con las lenguas entrelazadas nos tiramos a la cama. Recorrí su cuello con mi boca y chupé sus senos, mientras ella trataba de sacar mi verga. Cuando lo logró, se dio cuenta que ya estaba excitada, pero que en pocos segundos se puso en verdad dura y se bajó directo a mamarla.
– Está rica
Yo estaba caliente, así que le quité la pantaleta y a primera vista sólo ví un poco de bello púbico. Entonces sacó su pene que tenía doblado hacía atrás entre las piernas. Lo toqué, era pequeño pero algo grueso, no estaba erecto.
Mientras me mamaba de manera espléndida la verga yo jugaba con su miembro. En eso estaba cuando dejó su trabajo y se acercó a mi oído.
– Cógeme ya.
Primero me bajé de la cama y le abrí las piernas, la jalé a la orilla y puse mi verga en la entrada del culo.
– ¡Cógeme ya!, repitió en un grito ahogado y con urgencia.
Traté de no lastimarla, Así que se la metí despacio. Una vez adentro, la miré y me reí.
– Ahí te voy.
– Cógeme cabrón.
Me gustó que empezáramos con palabrotas.
– Ahí te voy cabrona, le devolví.
– ¿Te gusto, verdad?
– Estas muy buena.
– Pero, ¿te gusto, verdad?
– Si putita.
– No, putita no, putita no, putota sí cabrón.
Comencé a bombear ese orificio tan estrecho y sentí que mi verga crecía un poco más.
– Así, así, así.
La recosté sin sacarle la verga, en una maniobra me puse atrás de ella.
Le besaba el cuello y levanté una de sus piernas para que la cogida fuera más profunda.
– No es tu primera vez, coges muy chingón, me dijo a especie de reconocimiento.
– No es difícil coger una vieja chingona como tú, le volví a revirar.
– Si, chingón, así, así.
Alcancé su boca, ella con el cuello torcido metió su lengua en la mía. Nos besábamos como dos náufragos sin sexo por años.
Ella comenzó a gemir más profundo, aunque trataba de no hacer tanto ruido. Se oía más el rechinar de la cama y los golpes de la cabecera contra la pared. Metí mi lengua en su oreja y lamí la parte rapada de su cabeza. Mordí su nuca, No dejaba de moverme despacio y luego rápido conforme el concierto de sus gemidos me indicaba su excitación o su dolor.
En un momento de espera, le saqué lentamente la verga.
– No me la saques, no seas malito.
– Mejor ven acá cabroncita.
El rechinido ya me había hartado. Me levanté y la paré contra la ventana. Hacía mucho calor y la ventana entreabierta permitía que una pequeña brisa de aire entrara. Ella se agarró del marco de la ventana y levantó el culo con las puntas de los pies. Tomé sus nalgas con ambas manos. Las abrí y le metí el fierro de un solo golpe. El cambio de posición había serenado un poco mi deseo de eyacular. Para calmarme un poco, le hablé al oído, mientras mi verga permanecía sin movimiento, pero hasta adentro de ella.
– Esas nalgas tuyas valen mucho dinero,
– ¿Tu crees?
– Claro, ¿por qué no las vendes?
– Eso quisiera, pero no tengo necesidad, sólo cojo con quien quiero.
Estiré mi mano y le tomé la verga para masturbarla, no se puso tan dura pero si tomó algo de volumen.
– ¿Te gusta? – Pregunté.
– Mucho
– ¿Coges con ella.?
– No, pero si me vengo.
– ¿Te quiere venir?
– Todavía no.
– Bueno, pues ahí te voy otra vez mi puta.
– ¡Sí, tu puta!
Me prendí totalmente, sabía que ya no iba a tardar mucho, así que mis movimientos tomaron aceleración, le sacaba la verga hasta dejar sólo la punta en su culo y le arremetía hasta donde podía. Ella gemía, yo bufaba.
Sentí que las piernas se me doblaban cuando me vine, sentí un hilillo de semen escurrir por mi pierna. Un gran suspiro salió de mi boca, traté de callarlo, pero fue inútil.
– No te salgas todavía.
Mis rodillas no me sostenía bien, pero me abracé a ella, mientras se sujetaba fuerte a la ventana. Por fin me dí cuenta que a través de la cortina se podía ver hacia afuera. Había mucha luz, avanzaba la tarde.
Le dije algunas cosas más al oído mientra mi verga recuperaba su tamaño normal. Ella sonreía, le gustaban mis adulaciones.Le dije que la cogida había sido super y que me gustaba su cara. Bueno, hasta le dije que me gustaba su pelo.
Me separé de ella y me tendí en la cama. Ella se sentó en la cama y recostó mi cabeza en sus piernas.
– ¿Y te llamas?
– Karen
No dije mi nombre, no hacía falta. Conversamos un poco acerca de su trabajo y los libros. Ya repuesto tomé su verga y comencé a masturbarla. Su verga se sentía muy especial, era como tomar una fruta algo resbalosa. Cuando ya tenía una buena erección, se levantó y se sentó encima de mí dándome la espalda. La seguí masturbando mientras la cogía. Más bien ella me cogía, porque yo estaba sentado y ella era la que se movía.
– Así me gusta, macho cabrón
– Tu verga también está rica. ¿Te vas a venir?
– Si papacito, sí por favor.
Con una mano me sostenía en la cama y con otra alcanzaba su verga. Aceleré el ritmo de mi mano, pero ella también llevó su mano a la verga y juntos hicimos que se viniera. Aquello parecía una gran explosión.
– Me vengo cabrón, me vengo.
– Vente mamacita, chorreate, vente más.
Muchos ruidos aunque poco semen. Solté la mano que me apoyaba en la cama y nos tendimos de espalda. Así estuvimos mientras su cuerpo latía como un corazón ardiente.
– Te toca.
Giró y se colocó sobre mí de frente. Su verga escurría un poco. Se fue clavando mi verga y comenzó a cabalgarme ya casi en silencio. Su propósito era que yo me viniera. Como iba a ser la segunda vez, iba a tardar más. Fue una cabalgata ya sin tanta palabra. La cosa era prepararme para eyacular y ella aguantar el roce en el culo. Y aguantamos los dos. Terminé con gran alivio, ella se dejó caer víctima del cansancio. Me besó despacio.
– Gracias papito.
– Cuando quieras mamacita, eres super.
Estuvimos un rato tendidos, cerré los ojos. Ya me estaba durmiendo, ví un reloj en la otra pared. Eran más de las seis. Nos vestimos y bajamos la escalera, pero en vez de entrar a la librería me llevó por un pasillo hasta una puerta que daba a la calle. Yo tiré del cerrojo y ella abrió. Había mucha gente en la calle, dí un paso afuera. Viré hacia ella, jalé su mano y traté de besarla, entonces ella, me jaló hacia adentro y cerró la puerta.
Espero les guste esta historia.
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