La mojigata me ayudó a solucionar el problema
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por chicochica.
Salí casi corriendo de casa de mi ahora exnovio, refunfuñando por lo sucedido, hasta que me di cuenta de mi situación: Chico vestido de chica y camina por las calles del pequeño pueblo, donde prácticamente odian a los homosexuales al grado de quererlos linchar; eso sin contar que si la noticia llegara a mis padres, seguro me medio matarían, para después reanimarme y volver a medio matarme 300,000 veces.
¿En qué estaba pensando?, ¡No!, mejor dicho: ¿Realmente estaba pensando?; estaba muy molesta por ver cómo mi hombre, que durante casi 3 años había sido tan macho, ahora quería jugar a invertir los roles; ¿cómo se le ocurrió tan "magnifica" idea?, de sobra sabía que yo solo soy pasivo, así fue como aprendí y así es la única forma en que puedo disfrutar de los placeres prodigados por alguien de mi mismo sexo.
Escondiéndome entre las sombras de coches y edificios llegué a un callejón solitario, me dirigí hasta el fondo y traté de recuperar la calma, caminando de una pared a otra y respirando profundamente.
Mi mente era un completo caos, imaginaba cómo se comportaría la gente conmigo el resto de mi vida, algunos me señalarían como "el pinche maricón", otros se burlarían de "la vestida esa", otros me violarían para que aprenda la lección y se me quite lo puto… de pronto, un nombre me vino a la memoria: Estela, sí, definitivamente ella podría ayudarme…
La conocí cuando entré a la prepa, era prima lejana de uno de mis compañeros, le faltaban solo dos semestres para terminar y, a decir de la gente, era una mojigata persignada, siempre tan bien portada, todos los días con el mismo peinado, sin rastros de maquillaje, evidenciando la necesidad de depilación facial y vistiendo ropas holgadas y largas con las que ocultaba el más mínimo encanto que pudiese tener, pero se trataba de probabilidades muy remotas.
Para ser sincero, la conocía solo de vista y por los dimes y diretes de todos los estudiantes de la escuela y por eso fue que me sorprendí mucho cuando 8 meses atrás nos encontramos en el centro comercial y me saludó; pero ahí no terminaba todo, hasta me invitó a tomar un café. Yo no tenía muchas ganas de que me vieran con ella, ¡arruinaría mi reputación!, pero me tomó de las manos y me dijo:
– Por favor, Alex, necesito de tu ayuda y consejos – su tono denotaba cierta ansiedad y desesperación
– Pero, ¿cómo podría ayudarte?, ni siquiera te conozco
– Pero yo a ti sí – respondió y su expresión cambió radicalmente, como si fuera una sádica sabiendo que hará sufrir a su interlocutor con su siguiente frase
– No lo creo – me liberé de sus manos y me disponía a retirarme
– Realmente te conozco LO-RE-NA – no levantó la voz, pero sí usó un tono muy convincente al resbalar por su lengua cada sílaba de mi "nombre artístico"
Por supuesto, quedé petrificado, congelado, ojos completamente abiertos, mandíbula desencajada y hasta creo recordar un hilillo de baba que inició su camino en la comisura de mis labios, siguiendo por la barbilla y llegando hasta mi zapato derecho y solo pude murmurar:
– Pero… ¿cómo…?
– Tranquilo – Dijo Estela en un tono más sosegado y volviendo a tomar mis manos – como dije antes, realmente necesito tu ayuda, regálame solo 5 minutos de tu tiempo, sin compromiso
Asentí, aún sin haberme recuperado del todo y nos dirigimos a la cafetería, pedimos nuestro frappé, que ella pagó, y fuimos a una mesa, que ella eligió, en lo más recóndito del lugar; afortundamente la música ambiental era suave y en un volumen que nos permitiría conversar sin tener que elevar la voz.
– Creo que lo primero será aclarar un poco las cosas – dijo "mi amiga"
– Ajá – fue lo único que pude decir, pero sonó como a un "sí, hazme el favor porque no salgo de mi asombro" (adelanto la traducción de los siguientes "ajá": "sí, continúa")
– Bueno, en semana santa del año pasado fuiste al restaurante del centro, acompañado de Javier; yo estaba ahí con mi primo Joel, compañero de ustedes, y otros familiares que no conoces
– Ajá – Volví a babear pensando que su primo también me vio
– No te preocupes, solo yo te reconocí y creo que le gustaste a Joel, porque cada 5 segundos volteaba a tu mesa; incluso, siguió a Javier al baño solo para preguntar por ti, tu novio le contó un poco de "su chica" y es por eso que sé tu nombre
– Ajá
– Yo te reconocí porque siempre andabas con Javier…
– ¿Solo por eso? – pregunté enfatizando el sentimiento de duda con la expresión de mi rostro
– No, bueno… este… – algo la hizo tartamudear – ¡Bueno, ya!… ¡la verdad!… desde la primera vez que te vi en la prepa me fijé en ti porque… porque me gustaste…
– ¡Ajá! – imaginen mi cara de "What?"
– Sí, me gustaste y me gustas mucho – dijo mirándome directo a los ojos y tomándome de las manos, yo hasta creí que me pediría matrimonio, pero luego agregó – tu bello rostro está grabado en mi cerebro y reconocería tu cabello aunque vayas a un salón de belleza a que te hagan un chongo
– Ajá – repuse sin dejar de pensar en "tengo que recordarle que soy puto", aunque, claro… ¡ella ya lo sabía!
– Ese día te vi aún más lindo – ¡Caramba, ahora me salió lesbiana! – y me sorprendió mucho que fui la única en reconocerte, ¡te veías hermosa!
– Ajá – mi miedo comenzaba a transformarse en desesperación por no saber a donde quería llegar Estela
– Créeme, dudé mucho para acercarme a ti, pero necesito un cambio urgente en mi vida
– ¿Y crees que podemos cambiar de cuerpo? – pregunté con sarcasmo – porque a mí me encantaría
– No -replicó Estela – quiero que me ayudes a transformarme en una bella mujer, así como tu te transformaste ese día
Por dentro pensaba "¡Ajá… y ese día andaba casual!, que si me ves cuando me pongo mis mejores garras me vas a confundir con una artista de cine y televisión"… pero algo me decía que me convenía más ser un tanto conservador y mantener la calma:
– Ajá – Yo siendo un tanto conservador
– De verdad, me gustaría que me ayudes, enseñándome a maquillarme, a peinarme, a elegir mi guardarropa…
– ¿O sea que seremos íntimas amigas y haremos piyamadas todos los viernes? – Desapareció el yo conservador para recuperar al yo sarcástico
– ¡Por favor, Alex! – suplicó – te juro que es en serio, si no vas a ayudarme, al menos no te burles de mí; por mi parte, te prometo que no voy a delatarte, sin importar cuál sea tu decisión
– De acuerdo – su sinceridad era evidente y nada perdía si la ayudaba – pero ¿cuál es el plan?
Realmente no había plan, las cosas se fueron dando poco a poco; la visitaba dos o tres veces por semana, le enseñé lo básico de maquillaje, a delinearse las cejas, a buscar videos de peinados en Youtube y "juntas" veíamos catálogos de ropa, calzado y accesorios, sugiriéndole lo que mejor combinaría de acuerdo a su color de piel, estatura y curvas de su cuerpo; es increíble cómo una puede volverse experta cuando alguien exalta tu belleza.
El resultado de esas sesiones fue altamente favorable, Estela ya no era la chica fea, un poco maquilaje, variación en los peinados y anteojos más modernos hicieron un casi milagro en su rostro; su cuerpo era más que apetecible para una chica delgada, de 1.65mts. de estatura, pechos medianos (34B), cadera bien definida, adornada por un hermoso trasero en forma de corazón y un lindo par de piernas, aunque no mejores que las mías.
A pesar del cambio, todavía no se atrevía a usar escotes pronunciados ni minifaldas y su falda más corta era 5cms. arriba de las rodillas, por lo que conservaba un poco de su esencia de mojigata, con la novedad que se trataba de una mojigata bonita y de buenas carnes; los pretendientes aparecieron como por arte de magia y no tardó en conseguirse un novio.
¿Confieso que a mí también me alborotaba las hormonas?, ¿o lo dejo para más adelante?. bueno, pues eso, mi masculinidad salía a flote gracias al nuevo look de mi "amiguis" y, todavía más, porque llegó la etapa donde le enseñé las delicias de usar ropa interior sexy y la necesidad de depilar su cuerpo y dar forma a los vellos de su entrepierna, pero eso es tema aparte.
Volviendo a la realidad, ahí seguía yo, recordando el inicio de esta relación y marcando el número de mi "best friend forever" cada 2 minutos sin obtener respuesta, ya estaba harto del mensaje "Buzón de voz, su llamada será cobrada al escuchar el tono siguiente"; decidí aventurarme a caminar a su casa, todo mi enojo con Javier había desaparecido, lo mismo el temor de ser reconocido, si Joel me vio en el día y no supo quién era, sería más difícil que alguien lo lograra de noche y con mi maquillaje ligeramente "muy exagerado".
Pensé que era el momento de cobrar el favor que le hice a Estela 3 meses atrás, cuando se apareció por mi casa, agitada, despeinada y con una cara de satisfacción que no dejaba lugar a dudas de que algo había hecho la muy zorra.
– Alex, por favor ayúdame – suplicó en cuanto abrí la puerta y noté que se veía rara, no solo por la falda más corta que la había visto usar, también por su blusa blanca semitransparente que permitía adivinar el tono azul de su brassiere, aparte de la voz entrecortada
– Pero… – esta chica tenía la habilidad de meterme en aprietos – no en mi casa, ¿qué te pasa?…
– Ahora es otra cosa, vamos a tu cuarto y te cuento
– ¿Quién es? – preguntó mi madre
– Es Estela, mamá -respondí – quiere que le ayude a prepararse para un examen de matemáticas, debieron ver la cara de satisfacción de mi madre pensando "Huy mi hijo es muy bueno porque no ha terminado la prepa y ayudará a una universitaria"
Invité a mi amiga a pasar, con un movimiento de mano le indiqué las escaleras y la guié hasta mi recámara, donde nos encerramos y comenzó a narrar su aventura:
Ella y unos compañeros tenían que realizar un trabajo sobre historia del arte y se reunieron en la biblioteca pública; el celoso de su novio los acompañó, no la dejaba ni a sol ni a sombra, a menos que no hubiera otro remedio. Los 5 estaban sentados en una mesa ubicada al centro del recinto, muy cerca de las estanterías.
En una mesa frente a ellos, entre la puerta de acceso y el mostrador, estaba un tipo rubio, muy bien vestido, de aproximadamente 35 años, ojos azules, barba de 3 días, fornido y, a pesar de estar sentado, bien podría decirse que era alto y sin intención de ocultar que se sentía atraido por mi amiga, no le quitaba la vista de encima.
Estela se levantó y se dirigió al fondo de uno de los pasillos, concentrada en buscar un libro para ampliar la información recolectada, revisando estante por estante los títulos disponibles; de pronto, sintió que un brazo fuerte rodeaba su cintura y una evidente erección se frotaba entre sus redondos y carnosos glúteos.
– ¿Ya sentiste cómo me tienes? – el brazo y el pene que la aprisionaban tenían voz que susurraba
– ¿De qué hablas? – preguntó ella también en un murmullo, no quería que la sorprendieran en tan incómoda (y, por cierto, excitante) situación
– Toda la tarde me has estado sonriendo y abriendo las piernas para dejarme ver tus calzones
– No… yo no…
– ¡No te hagas!, que ambos sabemos lo que estás buscando
– Sí, un libro – contestó tratando de no jadear al sentir como una mano se deslizaba lentamente bajo su falda
– Toma este – ordenó la voz – ve a tu lugar, haz como que te equivocaste y regresa aquí en dos minutos, pero no dejes tu celular en la mesa, tráelo contigo
Ahora estaba libre y se colocó cara a cara con su agresor, ¡sí, era el apuesto rubio!, ¡qué nervios!
– Anda, ¿qué esperas? – urgió el bello y autoritario macho
– Sí, ya voy…
Podría haber dicho a sus amigos lo que había pasado, contarles como fue atacada y llamar a la policía, pero ¡no!, llegó a la mesa, se sentó hojeó el libro y, tomando su teléfono dijo que era una tonta porque se equivocó y tenía que regresar para buscar el adecuado.
Nuevamente en el pasillo, buscó, pero no un libro, sino una persona que parecía haberse esfumado; justo cuando pensó que ya no lo encontraría, otra vez el brazo en la cintura y el pene en sus glúteos la hicieron prisionera; la mano libre del atacante tomó el celular, marcó un número y, casi al mismo tiempo, se escucharon los tonos de marcado y la vibración de otro aparato; el rubio canceló la llamada, devolvió el teléfono a mi amiga y su mano, traviesa, se deslizó por debajo de la falda, llegando a tocar la vulva por sobre la pataleta de encaje azul.
– Ya viste cómo me tienes y yo ya vi que estás muy mojadita, ambos sabemos cómo tiene que acabar esto
– ¿Cómo? – preguntó la chica jadeando
– Voy a esperarte afuera, termina lo que estás haciendo y llámame cuando salgas, pero no tardes más de 30 minutos, porque me iré
Ese guapo güerito desapareció rápidamente, dejándola con las piernas temblando y un calor insoportable recorriendo cada poro de su piel, deseaba… no sabía lo que deseaba… bueno, sí sabía… sabía que deseaba no tardar más de 30 minutos en zafarse del grupo y, de paso, deshacerse de su novio; nunca en su vida había estado tan excitada como en ese momento.
Afortunadamente, sus compañeros habían conseguido completar el trabajo y ya estaban recogiendo todo el material, devolviendo cada libro a su lugar y despidiéndose. Desafortunadamente, el novio no tenía interés en largarse, todo lo contrario, quería quedarse para buscar un lugar donde poder "echar un faje" con su linda noviecita.
No entendí muy bien cómo, pero Estela simuló recibir una llamada de su madre, quería que le comprara una faja, pantimedias, calcetas y toallas femeninas (¿para una señora de 55 años? ¡Ja!). Esta conversación imaginaria tuvo el efecto deseado: el novio desapareció como por arte de magia, bueno, no tanto, solo dijo que tenía prisa y se despidió, marchándose a la velocidad de la luz… y es que los hombres que son muy machos no deben ser vistos comprando cosas de mujeres.
Estelita, otrora mojigata persignada, marcó el número del rubio misterioso y recibió instrucciones de entrar al estacionamiento que está frente a la biblioteca, buscar la Ford Lobo negra aparcada en el fondo, con una portezuela abierta y subir. Pensó en no hacer caso e irse de ahí (yo no lo creo, pero así me lo contó) y terminó haciendo lo que se le había indicado, al pie de la letra.
– ¡Qué puta…! – interrumpí su narración
– ¿Perdón? – preguntó mirándome como si sus ojos fueran cuchillos y quisiera matarme
– No, digo que qué puta suerte, a mí nunca me pasan esas cosas – siempre es bueno saber inventar algo rápido
– ¡Ahhh! – exclamó mucho más tranquila – pero eso es porque no quieres salir del clóset, te aseguro que muchos querrían todo contigo
Siguió contando, en el momento en que se trepó a la camioneta el galán la saludó amorosamente:
– Bienvenida, putita, creí que nunca llegarías
– ¿Eh?, no, yo no soy pu… – quiso poner las cosas en claro, pero el guapetón ya le había levantado la falda y acariciándole una pierna
– Eso dices tú y, si realmente es cierto, no dejarás que mi mano siga haciendo lo que hace
– Es que no soy una cualquiera – contestó, pero sus palabras no fueron coherentes con sus acciones, porque tomó la mano del tipo, la quitó de su pierna y la llevó directamente al encaje de su pantaleta
No hubo necesidad de más palabras, él comprobó que ella estaba más mojada que hace media hora y ella verificó que la erección era mayor que cuando se conocieron en la biblioteca; se besaron apasionadamente, con intercambio de lenguas, choques de dientes y baba escurriendo de sus sedientas bocas.
Este güero guapetón parecía pulpo, porque Estela todo el tiempo sintió una mano en su entrepierna y, a la vez, sentía cómo le desabotonaba la blusa, acariciaba sus glúteos, quitaba el brassiere y masajeaba sus senos; ella solo alcanzaba a abrazarlo con una mano y, con la otra, a tratar de adivinar la longitud del erecto miembro aprisionabo bajo el pantalón y no tardó mucho en disipar su duda, casi sin darse cuenta, ya estaba admirando los 17 centímetros de ese gran miembro.
– Nunca había visto uno – dijo ella
– ¿En verdad?, porque me estás masturbando muy rico
Ni cuenta se había dado, pero, efectivamente, su mano ejecutaba movimientos arriba y abajo, en toda la extensión de ese delicioso pedazo de carne… espera… ¿delicioso?, eso habrá que comprobarlo y, efectivamente, se agachó para mirarlo más de cerca y hasta le dio un beso; le gustó la suavidad de la piel del glande, tanto como para repetir el beso, pero "de lengüita".
Sintió un poco de presión en su cabeza, pero era muy leve, solo para expresar un deseo, no como para obligarla y, hay que decirlo, ella no necesitaba que la obligaran, ya traía ganas; se remojó los labios, se aseguró de tener suficiente saliva y engulló ese perfecto pene. Más por instinto que por sabiduría, lo presionó con los labios y lo recorrió con ellos desde el glande hasta la base sin sentir arcadas, se lo sacó completamente haciendo un chasquido al liberar la cabecita, que lamió para ensalivarla y repetir todo desde el principio… ¡oh, dios!, ¡había nacido para mamar vergas!… ¡y le encantaba!
– Espera, voy a terminar – dijo el rubio
– ¡Mmmmfff! – fue lo único que pudo contestar Estela, porque no se puede hablar con la boca llena
Yo sé que el aviso era para evitarle a mi amiga un "mal trago", pero ella pensó que tenía que ayudarlo a terminar, por lo que aceleró los movimientos y la presión de sus labios; todo el esfuerzo fue recompensado: varios disparos de espeso semen fueron depositados en su boca, algunos fueron a parar en la garganta y, a pesar de las molestias que esto le ocasionó, no detuvo su labor oral; había probado la simiente del hombre, le había gustado y no pensaba detenerse hasta obtener más.
– Para, para, ¡ya fue! – suplicó el macho – el amiguito se pone muy sensible después de eyacular
– ¡Ahhh! – respondió la chica entre jadeos, con esa expresión de niña que debe bajarse del carrusel porque es hora de ir a casa y no tuvo mayor remedio que separarse de tan sabroso manjar
Hubo una breve pausa para retomar el aliento, bueno eso hizo él, ella se dedicó a observar y se dio cuenta que la erección no había desaparecido.
– Entonces – dijo él, como tratando de romper el hielo – ¿en verdad es la primera vez que…?
– Sí – ella se apresuró a contestar
– Pero si eres bien putilla
– ¡No, yo no soy eso!… y no me gusta que me digas así, nada más mi novio me toca y solo a veces
– Tu tan puta y el tan tonto que no aprovecha
– ¡Ya deja de llamarme así!
– De acuerdo, no eres puta
– Eso está mejor – las cosas parecían tranquilizarse
– Pero… – había que echarle más leña al fuego – ¿no vas a querer que te robe tu virginidad, cogiéndote, pero bien cogida?
– ¡Ay, bueno!… ¡sí soy puta!.. ¿y qué?
Con gran habilidad, el rubio le quitó la pantaleta, enrolló la falda en la cintura y cargó a la mojigata para abrirla de piernas y montarla sobre él. A partir de ahí, ella solo jadeaba y disfrutaba de lo que le hacían, en cuanto sus labios inferiores se abrieron para recibir el palpitante pene que se introdujo completamente en su vagina, sin problema, sin dolor, pero con inmenso placer.
Estela se quedó sentada un momento, disfrutando como su cuerpo se adaptaba perfectamente a ese, su primer intruso; nuevamente su instinto fue quien le sugirió lo que debía hacer: ¡Cabalgar!… primero lento, como si quisiera que el ojo del glande hiciera un recorrido turístico, reconociendo cada húmedo centímetro de su interior y arrebatándole suspiros cada que lo introducía completamente.
Poco a poco aumentó la velocidad de la cabalgata y no tardó en tener el primer orgasmo ¡DE SU VIDA!, lo disfrutó mucho y aceleró sus movimientos; realmente parecía estar montada sobre uno de esos toros mecánicos de rodeo: subía y bajaba velozmente, una mano al aire para mantener el equilibrio y la otra en la cabellera del tipo que, dicho sea de paso, chupaba sus pezones con singular alegría y la tenía tomada por las nalgas, como para evitar que se le escapara.
– ¡Ahhhh, sí… sí… sí… ahhhh! – Estela había alcanzado otro orgasmo
El ágil güerito recostó a su putita, le levantó las piernas, colocando los tobillos sobre sus hombros y desde ahí la penetró, tomándola por las manos para evitar que sus cuerpos se separaran y tratando de seguir el ritmo que tenían cuando ella llevaba las riendas. Ahí apareció otro orgasmo… ¿o fueron dos?
Después se separaron, Estela estaba poniendo cara de tristeza, la hizo hincarse sobre el asiento, más bien, la puso en cuatro y así le demostró como se hace "de perrito". De una sola estocada le volvió a meter el pene dentro de la vagina, la chica estaba feliz otra vez.
Las cosas se tornaron un poco salvajes, porque el rubio le apretaba y pellizcaba los senos, le propinaba alguna nalgada o la jalaba del cabello como si de una hembra equina se tratara; sobra decir que a ella no le importaba, disfrutaba tanto la desvirgada que no pensaba, solo disfrutaba, jadeaba y experimentaba otro orgasmo.
Lo mejor llegó cuando el tipo aceleró al máximo el mete-saca y ella sintió cómo su interior se llenaba con algo caliente, muy caliente que la hizo vibrar al máximo y lograr el mejor orgasmo de toda la tarde. Se separaron, él se sento y ella se recostó sobre su pecho, ambos estaban rendidos y muy satisfechos.
Las amigas le decían que su primera vez debería ser con alguien que amara, porque sería inolvidable; en ese momento Estela pensó que estaban muy equivocadas, tenían que hacerlo solo por placer y con alguien que tuviera experiencia… mucha experiencia… quizá algún día se los sugeriría.
Se vistieron y Marcelo, así se llamaba el afortunado desvirgador, abrió su billetera y tomó cuatro billetes de quinientos pesos, los colocó en el sostén de Estela y le dijo:
– Gracias, putita, el servicio es de alta calidad
– ¿Eh?, no, espera, esto no es necesario
– Claro que sí, ya quedamos en que eres puta y a las putas se les paga
– No, no, yo solo…
– Tranquila – la interrumpió – así es mejor, porque hacemos que esto sea solo placer, no mezclamos sentimientos y puedo sentirme con la libertad de buscarte para coger otra vez
– ¡Mmmm! – ella trató de analizar lo que escuchó y pensar lo que debía decir
– Créeme, es mejor así y, de verdad, quiero que se repita, pero eso pasará solo si te comportas como profesional y me cobras
– Bueno – asintió sin más porque descubrió que le gustaba mamar, le gustaba coger y también le gustaba el dinero, esto último ya lo sabía
– Pero cuídate, por favor, compra una píldora del día siguiente para que te la tomes mañana y, si lo haces con alguien más, siempre usa condón
– Sí, está bien – fin de la conversación y del encuentro
Se bajó de la camioneta y, luego de caminar dos cuadras, se dio cuenta que algo escurría por el interior de sus muslos, también vio su reflejo en un aparador y supo que no podía llegar así a su casa; debía hacer una escala visitando a su querida amiga Lorena, o sea: yo.
Mientras me contaba todo esto le sugerí ayudarla a limpiar todo lo que traía entre las piernas y en su vagina; obviamente, lo hice con la lengua y conseguí que experimentara otro orgasmo. Cuando terminó le presté una de mis tangas y fue al baño para asearse más apropiadamente y cambiarse. Luego se fue a su casa.
Mi padre estaba orgulloso de lo macho que era su hijo, después de haber hecho disfrutar así a una hembra mayor que él. Supuse que estuvo detrás de la puerta, escuchando los gemidos… ¡Ay, papá, si tú supieras lo maricón que salió tu hijo!
Como dije antes, esta chica tenía un extraño poder sobre mí, mientras caminaba a su casa y recordaba estas experiencias, tuve una erección muy dolorosa, porque a mí debían excitarme solo los hombres y, además, tenía el pene doblado entre la ropa interior para esconderlo.
Toqué el timbre y abrió César, su hermano:
– Ho-hola – titubeé un poco porque no sabía si mi voz parecería de chica – ¿se ecuentra Estela?
– Estela, te buscan – ni siquiera me dirigió la palabra, dejó la puerta abierta y se alejó
– Lorena – me saludó mi amiga – ¿lloraste, hermosa?
– Sí, termine con Javier – respondí
– Ay… a ver, espera – me llevó a la sala y vi que estaba con sus compañeros, Ernesto y Paco – chicos, tendrán que disculparme, mi amiga Lorena me necesita
Los muchachos se fueron, se despidieron de "nosotras" con beso en la mejilla y los mejores parabienes; fuimos a la habitación de mi amiga, mientras le contaba todo, me ayudó a desmaquillarme, peinarme como niño y me prestó ropa de su hermano; cuando ya estaba listo y de mejor humor:
– No te preocupes – trato de infundirme más ánimos – verás que pronto consigues "otra pareja"
– No, linda, me tomaré unas vacaciones sentimentales
– Pues, ya te digo – volvió a lo suyo – Paco se te quedó viendo con mucho interés, yo creo que por ahí se hace algo
Reímos a carcajadas y me fui a casa.
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