LAS ANDANZA DE WANDA (PRIMER SEXO EN LA VÍA PÚBLICA)
“¡Ah! ¡Oh! ¡Oh! ¡Ah! ¡Sí! ¡Así! ¡Cógeme! ¡Cógeme toda! ¡Sí! ¡Cógeme más! ¡Cógeme bien fuerte!” – Empecé a gritar, a pedir, a suplicar y a implorar. .
Sugiero leer el relato anterior (Las andanzas de Wanda – Primera salida en público), para continuar con el hilo de esta nueva experiencia, ciento por ciento real, tal como todo lo que he publicado.
Salimos de casa en el auto de Jorge y tomamos rumbo a una zona céntrica y, a poco de andar, yo ya comencé a notar como, no pocos hombres, inclusive aquellos que tenían su compañía femenina, empezaban a reparar en mí, merced a mi vestuario y mi producción “súper hot”.
Al detenerse algún vehículo junto al de Jorge, yo cruzaba mis piernas, dejando ver parte de mi bombacha e inclusive, luego de cruzar un par de miradas cómplices y de sonrisas pícaras y socarronas con el conductor (aún si llevaba compañía femenina), ponía mi mano sobre la entrepierna de mi amigo, para provocar la excitación del conductor (y el ceño fruncido de su acompañante).
Me sentía feliz y absolutamente realizada; me sentía mujer y como tal, quería experimentar la increíble sensación de excitar, de exhibirme, de mostrarme; de que todos observaran a ese “monumento a la feminidad” que andaba junto a Jorge, pero mucho más aún, quería despertar las lujuriosas y morbosas pasiones en el resto de los hombres.
Con cualquier excusa o pretexto, descendía del vehículo para mostrar mi cuerpo en público, hasta que mi estado de excitación (y también el de Jorge), ya estaba a punto de desbordar, por lo que le pedí a mi amigo, que fuéramos a una zona en la cual, parejas de toda índole (novios, matrimonios, amantes, etc.), concurrían para saciar su sed de sexo.
No se trataba de una “zona roja”, ni nada por el estilo, sino de un lugar, relativamente reservado, pero bastante céntrico, en el cual solían detenerse los vehículos, para que sus ocupantes, se dejen llevar por sus pasiones sexuales.
Allí solían aparcar quienes solo buscaban abrazarse, acariciarse y besarse, hasta quienes terminaban teniendo sexo oral e inclusive penetraciones de todo tipo y, la policía local, lo permitía, siempre y cuando no se produjeran alteraciones, desmanes o “exhibiciones que afectaran la moral” (cómo si el sexo fuese inmoral).
Jorge estacionó su vehículo muy cerca de otros y allí mismo comenzamos a besarnos, a tocarnos y a acariciarnos, merced al estado de excitación que ya llevábamos ambos, pero si bien yo estaba disfrutando y mucho de ello, quería algo más, deseaba algo más y, entre abrazos, besos, toqueteos y manoseos, me hacía un espacio como para observar el entorno y para comprobar cual era la reacción del resto de las personas.
El marco no podía ser más excitante y alucinante, ya que, quienes teníamos cierta cercanía con el resto, podíamos divisar lo que ocurría dentro de los vehículos, como, por ejemplo, si las parejas estaban en el asiento delantero o trasero, si el auto se movía mucho más de la cuenta, merced al fragor del “acto sexual” e inclusive hasta se podían oír algunos jadeos y gemidos de placer.
Yo estaba tan, pero tan excitada, que deseaba trasponer ese estado fuera del vehículo, así que le propuse a Jorge, que descendiéramos y que prosiguiésemos allí mismo, pero a la vista del resto y, por suerte para mí, mi amigo compartía mi mismo estado de “calentura”, así que, raudamente, bajamos del auto y nos apoyamos sobre la parte trasera “del carro”.
Parados en la parte posterior del vehículo, proseguimos con los abrazos, los besos, los toqueteos y los manoseos; Jorge levantaba mi falda y mi monumental culo quedaba a la vista de los demás y así continuamos durante un largo rato, concitando la atención de no pocos; inclusive llegué a observar a algunos hombres, reparar más en mi culo desnudo, que en sus eventuales parejas (las mujeres me miraban con recelo y ello me excitaba más aún).
Luego de un lapso bastante prolongado, me agaché, desabroché la cremallera del pantalón de Jorge, hasta dar con su entrepierna desnuda; hasta dar con su verga ya completamente erecta y a sus testículos cargados y a punto de estallar.
Mientras yo besaba, lamía, chupaba y comía esa hermosa y deliciosa pija, mantenía la falda de mi solera bien levantada, para que mi “culazo” quedara al aire libre; además, como la tira posterior de mi diminuta bombacha (una tanga “hilo dental), era literalmente “comida” por mis “carnosos cachetes”, a simple vista hacía parecer como si estuviese total y absolutamente desnuda, es decir, sin la prenda interior.
Al profundo gusto y hasta gusto desesperante que siempre he tenido (y tengo aún) hacia las entrepiernas masculinas, le agregué un exagerado sonido a aquella mamada, como para que fuera oída por los más cercanos; de ese modo, a mis gemidos, jadeos e inclusive gritos de placer, le sumé frases tales como “¡Por favor! ¡Qué rica pija! ¡Qué delicia! ¡Me encanta esta verga! ¡La voy a comer toda!” y otras por el estilo.
En ningún momento reparé en el hecho de que, tal vez, mi amigo Jorge no estuviera tan cómodo, exhibiéndose como lo estábamos haciendo, pero luego de subir levemente la mirada y constatar su rostro “lleno y pleno de placer”, continué besando, chupando, comiendo y mamando esa increíble entrepierna y lo seguí haciendo por un largo rato, hasta que comencé a sentir cierta incomodidad, sobre todo en mis piernas, que inclusive se tradujeron en un suave “calambre”, por lo que decidí cambiar de posición.
Me recosté sobre el baúl del auto, boca arriba y levanté y abrí mis piernas, merced a la gran flexibilidad que siempre he tenido, para que Jorge me “penetrara literalmente por delante” (obviamente él ya estaba con su pantalón y su calzoncillo, a la altura de las pantorrillas de sus piernas).
Aquella penetración resultó por demás increíble y Jorge comenzó a cogerme, suavemente al principio, pero frenéticamente al poco rato y si mi reciente mamada había concitado la atención de varios de los que allí estaban, también dejándose llevar por los placeres del sexo, este nuevo cuadro hizo que, directamente, no pocos se dedicaran a mirarnos sin reparo alguno.
A los jadeos, gemidos e inclusive gritos de placer, de gozo y de satisfacción sexual, se le sumó el sonido característico ese tipo de penetración, más el golpeteo de mi cuerpo sobre el baúl del auto.
“¡Ah! ¡Oh! ¡Oh! ¡Ah! ¡Sí! ¡Así! ¡Cógeme! ¡Cógeme toda! ¡Sí! ¡Cógeme más! ¡Cógeme bien fuerte!” – Empecé a gritar, a pedir, a suplicar y a implorar y Jorge no solo me hacía sentir su increíble verga moviéndose dentro de mí, sino que además de ello, se inclinaba sobre mi torso, para lamer y chupar mis tetitas e inclusive morder suavemente mis duros pezones.
¿Cómo coronamos aquello? Bajé del auto, volteé, me aferré contra el baúl, volví a abrir mis piernas, ofreciendo mi enorme, fenomenal, maravilloso, sublime y fuera de serie culo.
Si la anterior “penetración delantera”, había, como comenté anteriormente, concitado la atención y el interés y no pocos de quienes compartíamos ese espacio de lujuria sexual, esta nueva posición, sumada a más gemidos, jadeos y gritos, mas frases “sucias y subidas de tono” y el exagerado movimiento del vehículo, el que, de no haber tenido puesto el “freno de mano”, se habría deslizado, merced a aquel furioso y desmesurado “acto sexual”, esta nueva posición se asemejaba más a “una tribuna de sexo”.
Mientras yo alternaba entre la fabulosa y alucinante “cogida” que me estaba dando mi amigo Jorge y la atención descarada que ya provocaba todo ese cuadro; empecé a notar hasta un cierto fastidio, sobre todo por las mujeres, a raíz de mi exhibición pública y descarda, la que, inclusive, se tradujo en reproches por parte de ellas, hacia sus parejas masculinas.
Al finalizar, solo hubieran faltado los aplausos, pero si ello habría realmente sucedido, creo que allí sí, más de una pareja, habría tenido sus serias discusiones.
No puedo explicar la sensación que me invadía en ese momento, ya que había consumado un deseo, una fantasía y una necesidad que, solo poco tiempo antes, tal vez me habría resultado sumamente dificultoso hacerla realidad.
Antes de introducirnos al vehículo, me acomodé mis prendas, retoqué mi peinado y mi maquillaje, a esas alturas, bastante maltratado y descuidado y ya dentro del auto, bajé el vidrio de la ventanilla, mientras salíamos del lugar, para observar las miradas hacia mí, sobre todo las masculinas.
Si aquella primera salida sexual en público, había sido a todas luces, increíble y maravillosa, al dejarme Jorge en mi casa y punto de trasponer la puerta de ingreso, oí la bocina de otro auto y al voltear, observé, gratamente sorprendida, que quien trataba de llamar mi atención, era un hombre que me había estado observando, desde su vehículo y junto a otra mujer.
Me acerqué sigilosamente hacia él y mientras bajaba el vidrio de la ventanilla, me dijo, sin tapujos, sin preámbulo y sin titubeo alguno.
“¡Acabo de pelear con mi novia! ¡Hace meses le estoy pidiendo el culo y se niega sistemáticamente a prestármelo!” y agregó:
“¡Ya no doy más! ¡Quero satisfacer esa necesidad que tengo! ¡Me muero por ponerla en un culo! ¡Hasta pagaría por ello!” – Para finalizar preguntándome:
“¡Quiero tu culo! ¡Lo quiero! ¡Lo deseo y haría lo que quieras si me lo entregas, aunque más no fuera solo unos segundos! ¿Qué dices?”.
“¿Qué dije yo?” – Bueno, ello y lo que ocurrió con posterioridad, será tema para otro relato.
Mi correo es: [email protected]
Besitos a todos.
Hermoso y excitante relato como eres tu.
Muchas gracias. Eres un amor. Besitos.