LAS ANDANZAS DE WANDA (SEXO, INSULTOS Y VIOLENCIA)
“¡Bueno! ¡Qué semejante culazo! ¡Al menos lo vamos a pasar bien con este pedazo de culo!”.
Sugiero leer todos mis relatos de esta saga.
No todo es color de rosa en la vida de una persona andrógina, sobre todo cuando pretende, por razones de necesidad, sacar a la luz “su lado femenino”, pero esto no es a modo de queja, ni nada por el estilo, sino, simplemente, para reflejar una realidad que vivimos, aún hoy en día, los seres humanos como nosotr@s.
Mi adicción al sexo me hacía hacer, a veces, cosas que no son para nada recomendables y ello fue lo que ocurrió una noche en la que, hambrienta, excitada, caliente y deseosa a más no poder, Wanda se produjo como una muy buena prostituta y, sin conocer absolutamente nada del ambiente, salió a recorrer las calles.
Medias con calado en forma de rombo, porta ligas y una tanga hiper diminuta, todo en color negro; una falda por demás ajustada y super corta, que llegaba justo al límite entre el final de la pierna y el comiendo de la cola y, en la parte superior, un pequeño sostén, muy “hot” también y una blusa transparente al tono; acompañado todo con zapatos con un taco de 15 cm. y una cartera, que llevaba colgada sobre uno de mis hombros.
Ya en un primer acercamiento, fui literalmente corrida del lugar, por un grupo de prostitutas, quienes no querían ningún tipo de competencia, así que tuve, por obvias razones, que modificar el recorrido que tenía pensado de antemano y tomé rumbo hacia otra zona, muy poco transitada, por cierto.
Mi primer salida en búsqueda desesperada de sexo, estaba por fracasar rotundamente, hasta que, a punto de regresar a mi casa, más excitada, caliente y deseosa, se tuvo un automóvil a mi lado y el conductor, luego de bajar el vidrio de la ventanilla, me dijo:
“Hola linda ¿Cómo estás?” y antes de esperar mi respuesta, volvió a preguntarme:
“¿Sos travesti? ¿No?”
No estaba para una explicación acerca del significado de una persona andrógina, así que respondí en forma afirmativa y el hombre, dijo entonces:
“¿Cuánto cobrás?”
Yo no tenía la menor idea acerca de las “tarifas” en el mundo de la prostitución y era lo que menos me interesaba en ese momento, así que le respondí “que no era una puta y que había salido así, para buscar sexo”, motivo por el cual, el hombre, rápidamente, me invitó a subir al vehículo, invitación que acepté de muy buen grado.
“Vayamos a mi casa. Es un lugar muy tranquilo y reservado” – Dijo el hombre y al recibir respuesta afirmativa, por mi parte, a través de un cruce de miradas cómplices y una sonrisa pícara y socarrona, tomó rumbo hacia su domicilio, que, dicho sea de paso, distaba bastante del lugar por donde yo andaba deambulando.
Grandísima fue mi sorpresa, al ingresar al domicilio del hombre y encontrarme con dos personas más, allí adentro.
“¡Ah! ¡Pero que linda putita conseguiste! ¿No es menor de edad? Porque, sino, vamos a tener kilombo” – Dijo uno de los hombres, quien, al hablar, impregnó el ambiente con “aroma alcohólico”.
El hombre que me había “levantado” en su automóvil, se acercó y le respondió al oído.
“¡Bueno! ¡Habrá que comerse un culito entonces!” (intuí que se refería a mi condición de “mujer sin vagina”).
Sin que medie palabra alguna, los tres hombres me rodearon y comenzaron a toquetearme y a manosearme, el culo, los dos que estaban detrás de mí y mis tetitas, el que estaba por delante; a este último, me acerqué para intentar darle un beso en la boca, pero, a cambio, recibí una bofetada.
“¿Qué hacés, puta de mierda? – Dijo el hombre y agregó:
“¡Vaya uno a saber cuántas pijas te metiste en la boca y me querés besar!”
Luego de esa intempestiva reacción y en esos dichos un tanto agresivos, el hombre desabrochó los botones de mi blusa, sin nada de delicadeza, obviamente y al dar con mis pequeñísimos senos, volvió a decir:
“¡Vamos a pasar hambre con estas tetitas de mierda!”
Luego de esta última frase, el hombre, siempre con el mismo o casi nada de cuidados, rompió mi sostén al intentar quitármelo y comenzó a lamer y a chupar mis senos, dándole buenos mordiscos, tanto a mis areolas como a mis bien marcados y definidos pezones.
Si bien ello me resultaba bastante excitante, al cabo de dos o tres “chupadas”, ya había quedado las marcas características en mis “tetitas”, pero tomé aquello de bastante buen grado.
A todo esto, los otros dos hombres, sin dejar un segundo de tocarme y de manosearme el culo, me quitaron la falta y exclamaron a dúo:
“¡Bueno! ¡Qué semejante culazo! ¡Al menos lo vamos a pasar bien con este pedazo de culo!”
A los “chupones” en mis senos, le sucedieron otros tantos, pero en mi super culo, pero, estos últimos, lejos de producirme solo placer, me estaban causando bastante dolor, merced a la enorme sensibilidad que tenía (y tengo aún) en esa zona de mi cuerpo, por las “mordidas”, acompañadas, no de palmadas, sino de verdaderos golpes que estaba recibiendo sobre mis “carnosos cachetes”.
“¡Mirá lo que te vas a comer, pedazo de puta!” – Dijo el hombre que, a priori, estaba chupando mis senos, luego de haberse desabrochado la cremallera de su pantalón y teniendo en sus manos, su muy buen pedazo de pene y agregó:
“¡Dale! ¡Agachate y chupala!”
Me hinqué y comencé a comer esa entrepierna que, entre paréntesis, estaba realmente deliciosa.
“¡Ah! ¡Oh! ¡Ah! ¿Te gusta? ¡Oh! ¡Oh! ¡Ah! ¡Cómo se nota que sos puta! ¡Solo las putas como vos, la chupan así!” – Dijo el hombre y lo tomé como un halago, en lugar de un insulto o algo similar.
Mientras tanto y detrás de mí, ambos hombres comenzaron a quitarme la tanga y yo, inmediatamente, les facilité la tarea con el propósito de que no la rompieran, tal y como ya lo habían hecho con mi sostén.
“¡Ah! ¡Bueno! ¡Con razón te hiciste mujer y puta! ¡Mirá lo que tenés ahí!” – Exclamó uno de los hombres y agregó, además:
“¡Mi hijo de 8 años la tiene más grande que vos!”
Obviamente se estaba refiriendo a mi por demás diminuto pene y mis no menos pequeños testículos, para finalizar diciendo:
“¡Si yo llego a tener un hijo tan mariquita como vos y encime re-contra puto, no sé lo que hago, pero me parece que hasta lo mataría!”
“¡Es cierto! ¡Estas putas mariconas, son la deshonra de los hombres!” – Dijo el hombre que aún no había pronunciado palabra alguna y agregó, también:
“¡Bueno, pedazo de puta de mierda! ¡Vamos a cogerte el culo! ¡Por lo menos tenés un culo de la puta madre que lo parió!”.
“¡Sí! ¡Jajajaja! ¡Le creció el culo por todo lo que no le creció el pítito que tiene! ¡Jajajaja! – Dijo el otro de los hombres y acto seguido, me penetró de una y exclamó:
“¡Qué fácil te entró! ¡Se nota que ya estás re-contra re-cogida, puta de mierda!”
El cuadro era bastante particular y si no fuese por lo violento de la situación, habría sido realmente maravilloso, ya que tenía a uno de los hombres, cogiéndome muy fuertemente por el culo; a otro, introduciéndome su pija en mi boca y al restante, chupándome los senos.
“¡Tomá, puta, tomá!” – Gritaba el que estaba cogiéndome por el culo, mientras me golpeaba muy fuertemente contra su pelvis.
Uno a uno, fueron cogiéndome y golpeando mis “carnosos cachetes”, por un lado y por el otro, haciéndome chupar sus entrepiernas, aunque, en este último caso, presionaban muy fuertemente mi cabeza, con el fin de que no pueda quitarme las pijas de la boca y provocarme verdaderas arcadas.
“¿A dónde querés la lechita, puta? ¿La querés tomar o te llenamos el culo?” – Dijo uno de los hombres, pero nunca aguardó mi respuesta, ya que uno eyaculó abundantemente en mi boca y los otros dos, hicieron lo propio, pero dentro de mi culo.
“¡Tragala toda, putita! ¡Sino querés que te la haga tratar a la fuerza!” – Decía mientras esparcía hasta la última gota de su semen.
Cuándo ya a los tres hombres no les quedaba nada por eyacular e inclusive sus penes comenzaban a demostrar cierta flaccidez, empezaron a acomodar sus prendas, mientras yo trataba de hacer lo propio con las mías.
“¡Tomá, puta, aunque sea para comprarte otro sostén!” – Me dijo uno de los hombres, entregándome una suma de dinero, que yo guardé rápidamente y sin ni siquiera reparar en cuánto era.
El mismo hombre que me había levantado en su automóvil, me llevó de nuevo hasta mi casa y si bien no pronunció palabra alguna, durante todo el trayecto, el dejarme en la puerta de mi domicilio, dijo:
“¡No son malos, mis amigos! ¡Pero cuando toman un poco de más, se pierden y se les va la mano”
Aquello era en obvia alusión al maltrato recibido, tanto verbal como físicamente, ya que, una vez en casa y luego de quitarme toda la ropa, para darme un buen baño, el espejo me devolvió una imagen que yo, en el fragor de semejante “orgía sexual”, no había reparado; tenía marcas y moretones en mi cara, en mis senos, en mis piernas y por supuesto, en toda la superficie de mis “carnosos cachetes”.
Esa noche me costó bastante conciliar el sueño, por un lado, a causa del dolor que me habían producido todos aquellos golpes, sobre todo una vez que me había relajado por completo, pero, por otro lado, al tratar de entender el accionar de aquellos hombres, ya que, por una parte, me insultaron, criticaron y hasta golpearon, a causa de mi condición de gay super-ultra-hiper pasivo y por haberme transformado, momentáneamente, en mujer, pero, por otra parte, disfrutaron y vaya si lo hicieron, con esta Wanda y su fenomenal culo.
Qué contradicción, la de aquellos hombres ¿Verdad? ¿Qué creen ustedes al respecto?
Besitos a todos.
Mi correo es: [email protected]
A. mI gusto de los peores relatos que he leído en esta pagina parece copiado y pegado de diferentes relatos como colage.
Valoro todos los comentarios. Tengo 39 publicados y como siempre sostengo, pueden gustar o no, pero son experiencias de vida, ciento por ciento reales. Besitos.
Querida Wanda, esa contradicción no es otra cosa más que la etiquetada que la sociedad ha hecho de nosotras, para ellos somos peor que putas a las cuales se les puede hacer lo que ellos nunca harían a alguna mujer; muchas veces algunas de nosotras provocamos que se siga pensando que lo que somos es una mínima parte de lo que es una prostituta, yo no soporto la violencia ya que en alguna ocasión fui violentada y tarde mucho tiempo en recuperarme y mis agresores simplemente quedaron exentos de culpa, me inculparon e incluso estuve detenida unos días. Creo me trataron mejor los presos que los que quedaron fuera.
Muchas gracias por el comentario y es muy cierto todo ello. Yo, como siempre sostengo, escribo mis propias experiencias de vida, ciento por ciento reales y dentro de mis experiencias, esta fue una de ellas. Besitos.