LAS ANDAZAS DE WANDA (PRIMERA SALIDA EN PUBLICO)
La primera impresión no pudo ser mejor, ya que los hombres volteaban para observarme. .
A mis 20 años, si bien ya estaba trabajando y estudiando en la universidad, aún vivía en casa de mis padres y lo hacía como “hijo único”, ya que mis 3 hermanas mayores, se habían casado y convivían con sus respectivos esposos, incluso una de ellas, fuera de la ciudad, pero por suerte, para mí, habían dejado en casa muchísimas de sus prendas y de sus artículos de uso personal, tales como maquillaje, delineadores, rímel, lápiz labial, esmalte para uñas, etc.
Cada vez que me quedaba solo, aprovechaba la oportunidad para transformarme en “Wanda”, merced, precisamente, a todo aquello que mis hermanas mayores habían dejado en casa. El haber nacido “andrógino”, me permitía, con un ligero cambio de ropas y un suave maquillaje, convertirme en una hermosa, sensual y por demás apetecible mujer y las imágenes que me devolvía el espejo, así lo confirmaban.
Si bien la mayor parte del día, sobre todo en mis actividades fuera de casa, yo debía ser “Marcos” y comportarme como tal; puertas adentro, ya era “Wanda” y mi deseo y necesidad de exhibirme, de mostrarse y de darme conocer, en mi condición de mujer, se acrecentaban día a día; fue así como comencé, de manera muy sigilosa, a urdir, organizar y planificar algunos intentos, que me permitieran hacer realidad aquel íntimo deseo.
Ya con 22 años de edad, mis ingresos, producto de mi actividad laboral, me permitieron independizarme y pude rentar una casa, que reunía las condiciones necesarias para que yo comenzara a dedicar mi vida, por completo, a satisfacer mis necesidades sexuales y allí mismo, empezó “un antes y un después”, puesto que, con todas las precauciones y reservas, como para no alterar en demasía al vecindario, mi casa se convirtió en un “antro de placer”.
Fiestas sexuales de todo tipo tenían lugar en mi casa y Wanda ya era la anfitriona, pero yo aún tenía la necesidad de salir, de exhibirme y de mostrarme en público; quería comprobar cual sería la reacción de la gente, sobre todo en una época en la cual no existía Internet, redes sociales, telefonía celular, ni nada de los avances en materia de tecnología, comunicaciones, etc., que hay hoy en día y al alcance de todo el mundo.
No voy a negar que dar aquel primer paso, me generó toda una seria de emociones encontradas, pero yo ya había tomado la firme decisión y determinación y ya no había vuelta atrás, así que mi amigo Jorge, fue mi “partenaire”; fue quien me apoyó desde un principio y tuvo el suficiente coraje como para acompañarme y fue así que, una tarde de verano, Wanda, salió por primera vez a la calle.
Piel exageradamente blanca, tersa, suave y aterciopelada; ojos claros, cabello rubio, largo y ondulado; una sensual y provocativa bombacha “hilo dental”, medias caladas y porta ligas, un diminuto y muy “hot” sostén, como prendas interiores y una hermosa solera estampada, fue mi vestuario elegido; ello, sumado a un suave maquillaje; sombra en los ojos, delineador, rímel, un lápiz labial rojo carmesí, esmalte al todo en uñas y una exquisita fragancia femenina.
Tanto el espejo, como mi amigo Jorge, me decían que estaba “hermosa, bella, alucinante” y demás adjetivos calificativos, que no hacían más de alimentar mi ego y hacerme sentir total y absolutamente realizada, así que solo restaba “abrir la puerta y salir” y ello fue lo que hicimos en ese preciso instante y créanme, mis queridos, estimados y adorados lectores, que fue aquel uno de los días más importantes a lo largo de toda mi vida.
La primera impresión no pudo ser mejor, ya que los hombres volteaban para observarme y, como no podía ser de otra manera, fue mi enorme, voluptuoso, generoso y maravilloso “trasero”, quien se llevó todas las miradas masculinas; me sentía total y absolutamente feliz y realizada; me sentía sensual, deseada, apetecible y a sabiendas de que, de soltarme y de dejarme ir, mi amigo Jorge, no pocos hombres, me abordarían y se abalanzarían sobre mí.
Mi felicidad y mi enorme satisfacción personal, era compartida por mi amigo Jorge, ya que él también podía percibir una cierta envidia hacia él, por parte de los hombres; ambos y por distintos motivos, resultamos receptores de todas las miradas y ello no hacía más que subir y acrecentar nuestro estado de excitación y tanto él como yo, supimos inmediatamente que solo había una manera de calmar y de saciar esa sed de sexo.
Yo quería que aquella, la primera salida de Wanda, sea completa así que le pedí a Jorge, que fuéramos, en el auto, a una zona en la cual “las parejas de toda índole” (novios, amantes, de trampa, etc.), solían ir para satisfacer sus necesidades sexuales, sin tener que acudir a hoteles, albergues transitorios y todas aquellas instalaciones que tienen esa finalidad. Obviamente, mi amigo aceptó y allí nos dirigimos raudamente, pero ello será motivo del próximo relato.
Por supuesto, todos los comentarios son muy bien recibidos e inclusive aquellos que deseen hacerlos de manera personal, a mi correo: [email protected]
Besitos a todos.
Vamos Marcos-Wanda necesitamos sexo, eso 😉
Muchas gracias por el comentario. En breve, comenzaré a escribir más de mis experiencias de vida y todas como «Las andanzas de Wanda». Besitos.
Hola, que excelente relatos, ya estoy deseoso de la continuación. ( espero que haya)