Las chicas de Ambrose. Cap 1 Francesca
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era el quaterback del equipo de la universidad nada menos. Oyo un ruido, y vio que había llegado Ambrose Le Teme, un francesito que estaba en el equipo por contactos. Le despreciaba y no disimulaba en demostrarlo. Mientras fingía ignorarle, bebía un poco de agua.
Poco a poco empezó el dolor de cabeza. Después las nauseas. Y entumecimiento del cuerpo. Ambrose le miraba divertido.
-¿Te sientes bien?- Preguntó con ironía, con una sonrisa en la boca.
Todavía él no se puede creer su transformación. Pero vio en el espejo del vestuario como sus músculos perdían volumen, también perdió corpulencia e incluso altura. El pelo se volvió negro azabache y empezó a crecer, hasta llegarle en la cintura. Mientras su cuerpo se volvió esbelto, sin masa muscular ni tampoco una pizca de grasa. El estomago se volvió liso y notaba como su trasero se volvía orondo y suave, sin perder firmeza. Sus piernas se volvieron largas y delgadas. El pecho creció hasta tener un buen par de tetas, no muy grandes, pero perfectas en su cuerpo.
Sí, se había convertido en una chica. Preciosa por cierto. Sin dudas estaba ante él una de las mujeres más bellas de la universidad. Se fijo que sus ropas también habían cambiado. Su uniforme deportivo para el entrenamiento había cambiado al uniforme de animadora, con una minifalda cortísima y una blusa que dejaba su ombligo al aire. Sorprendentemente se sentía bien, poco a poco empezó a sentirse bien con su cuerpo tras el estupor inicial. Se sorprendió que le inundaban recuerdos de otra vida, que suplantaban su vida anterior, de la que solo quedaban rasgos generales sin detallar. Su nueva identidad era Francesca, de origen italiano. Era una estudiante de química, brillante, considerada además como la más bella de la universidad. Además era cheerleader. Y aunque nadie lo sospechaba, ya que lo lograba disimular, un poco putilla.
Ambrose, que la miraba con satisfacción, se sacó la polla. Ella tras unas dudas iniciales, se agachó y empezó a chupar. Dios que bien mamaba. Lo hacía de forma delicada, sin dolor, solo daba placer. Las manos de Ambrose se dirigieron a sus pechos, sacándole la pequeña blusa. Ella gimió. Nunca había gozado como hombre con el sexo de esa manera. Y todavía no había llegado lo mejor.
Las manos del francesito, que no estaban quietas, manoseaban su cuerpo. Ahora estaban en su culo, que estrujaba, y daba palmadas. Le levantó la falda y aparto el tanga. Y sin más miramientos, le metió su trozo de carne, por su nuevo coño. Ella botaba y gritaba de placer. Ahora sabía lo que se perdían los hombres.
Ese polvo fue el precedente de muchos polvos. Ambrose la dejo por otra, aunque más de una vez la acosaba y se le insinuaba. Ella, que era una mujer de orgullo, le rechazaba con más o menos firmeza. Ahora tiene un nuevo novio, Simmon, rubio, bien parecido, aunque un poco ingenuo, aunque le trataba como una princesa y la adoraba como una diosa.
Se graduó, se caso con Simmon y tuvo una buena vida, no exenta de lujos y sexo.
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