Marcelo en la pasarela
Con Marcelo me inicie sexualmenmte como travesti. Este relato cuenta cuando ya llevabamos 4 meses de relacion…..
MSN Messenger
Isamarce says: Hola
Isamarce says: Hola
Isamarce says: Hola poh!
Marcelo says: Hola
Isamarce says: Ya saliste?
Marcelo says: Si ya voy camino a mi casa
Isamarce says: Vas a venir?
Marcelo says: Obvio
Isamarce says: Nos juntamos donde la Fran
Marcelo says: Mmmmmm
Isamarce says: Ya poh, de ahi nos vamos a otro lado
Marcelo says: Bueno ya
Isamarce says: Genial!!
Soy Isabel, una travesti de closet. Mi nombre legal es Chris
Quiero contarles de una historia para mi muy especial, la que he querido compartir con ustedes, vivida en el maravilloso puerto de Valparaíso.
A la fecha de este relato conocía a Marcelo hace unos 6 meses, a través del sitio Yahoo Groups
Marcelo es un amigo especial, con el que salía habitualmente y teníamos una relación de ya 4 meses.
Siempre nos juntábamos dónde la Fran, una flaca travesti mucho menor que yo, pero teníamos muy buenas migas.
Ella me prestaba su casa para guardar mi closet y tener mis citas intimas con Marcelo o simplemente para travestirme y salir camuflada hacia lugares solitarios donde poder disfrutar de caminar al aire libre vestida de chica.
Con Marcelo me inicie en este tipo de relaciones tan especiales. No me considero gay. Pero me atrae tener sexo con hombres desde mi rol de chica.
Parecía que nunca me separaría de él. Habíamos logrado una sintonía tal, que nos veíamos muy seguido. Ya éramos una pareja de amantes
Marcelo era muy tímido, se cohibía fácilmente, así que cualquier locura que se me ocurriera, él casi se escandalizaba. Pero mi oferta siempre lo seducía.
Después de muchos tira y afloja, logre que aceptara mi Isabel y olvidara mi Chris o por lo menos no lo nombrara.
Esa tarde de viernes podía llegar más tarde a mi casa porque tenía una supuesta junta de amigos del trabajo.
Después de la oficina me fui directamente donde la Fran. Pase a comprar esos sandwichs gigantes de carne con queso que tanto nos gustan, Barros Luco, bebidas y cervezas
Después de comer hicimos la hora probándonos ropa, como era casi habitual, para esperar que bajara la luz del día y poder salir como los seres nocturnos que éramos.
Me prepare con mucho detalle. Me rasure mis piernas, glúteos, rebaje, cavado y axilas, luego de la ducha, aplique cremas en todo mi cuerpo. La Fran me maquilló ligeramente y me convidó unas gotitas de su perfume híper caro para aplicar detrás de mis orejas. Era una ocasión especial porque quería estrenar un corsé con ligas que me había comprado durante la semana.
Comenzamos el ritual de la ropa desembalando la nueva adquisición. Era precioso. Negro con aplicaciones en rosa, tirantes finitos, buen ajuste en cintura. Bello!!! Las correspondientes medias liga y una tanga que se ataba a ambos lados de la cadera, para sentirme aún más sexy.
Sobre eso, un mini vestido de la Fran color azul con diseños blancos estampados, abotonado en el frente hasta ruedo del vestido y mis sandalias de taco medio para más comodidad, que las guarde en mi bolso de lona verde musgo, ya casi blanco de tanto uso.
Sobre toda esa ropa me puse una chaqueta tipo corta viento multicolor y un pantalón holgado elasticado en la cintura y tobillos. La producción estaba lista.
Al rato llego Marcelo, como siempre, muy ordenadito y perfumado. Le cargaba ir donde la Fran. Ella era muy extrovertida y eso lo incomodaba. Además, creo que Marcelo tenía rechazo a las travestis, excepto a mí.
Ya llegando quería que nos fuéramos. Así que lo complací y nos fuimos muy luego.
Caminamos lentamente y en silencio hacia la Av. Brasil, buscando la penumbra del lugar.
Yo no hablaba porque mi mente estaba ocupada en chequear cada detalle de mi plan para esa noche. Además, en esas salidas las palabras sobraban. Solo quería ese abrazo poderoso y esos besos incendiarios que Marcelo me daba. Ansiaba sentir su deseo en mi cuerpo queriendo traspasar mi ropa para hacerme suya. Me sentía sexualmente muy enamorada de esas emociones. Y todo eso podía suceder llegando a la penumbra de Av. Brasil.
Cabeza gacha, mirando al suelo, con mis manos en los bolsillos, contando los pasos, piernas temblorosas, respirar agitado, casi sin poder sacar el habla. Nerviosa, emocionada y ansiosa.
Asi iba, asi ibamos.
Ya poh, di algo!! Me dice Marcelo
¿Qué quieres que te diga? le respondo apretada de guata y garganta
No se poh, algo. Me dice con tono de molesto
Te ves lindo así. Le dije
Ya sabía yo como salir del paso de esas situaciones tensas con él. Me sentía muy poderosa en esta relación. Sería porque percibía que Marcelo me quería mucho.
7 exactos minutos y llegamos a la Av. Brasil.
De inmediato nos cubrió la sombra de unos de esos gomeros gigantes que durante décadas han sido refugio de amores de todos los colores y formas.
Ahí me relaje y tome su mano, ya no importaba la multitud que deambulaba alrededor.
Caminamos unos minutos mas y nos detuvimos.
Me pare frente a el y le pedí un beso.
¿Me das un besito? Le dije
¿Te lo mereces? Me pregunto, haciéndose el importante.
¡Por supuesto!!, le dije. Mira que linda estoy, solo para ti y tengo mas sorpresas.
¡¡Ay no, Isa!! ¿¿Que se te ocurrió ahora?? Me pregunta sonriendo.
Dame mi beso y te cuento, le digo, echando mis brazos a su cuello y ofreciéndole mis labios.
Malcriada!! Solo eso alcanzo a decir.
Me pegue a su boca con mis labios entreabiertos y automáticamente su lengua de apropio de mi boca.
Fue un beso húmedo y dulce, apasionado y sereno, ardiente y excitante, adornado de gemidos y caricias profundas. Mi cuerpo pegado al de él, buscando sentir como su sexo tomaba vigor según encendía su deseo. Me hacía feliz sentirme deseada y querida.
El sonido de nuestros labios al succionar nuestras lenguas empapadas en saliva, nuestra respiración agitada y nuestros pubis pegados restregándose mutuamente, abría la puerta al deseo contenido de poseernos ahí mismo, tentaba al cambio de planes, tentaba dejar toda la magia de un encuentro romántico por el placer del sexo consumado con urgencia.
Busque su sexo con mi mano y Marcelo me detuvo suave y dulcemente.
Sigamos caminando, me dice. ¿Dónde me vas a llevar?
Aterrice rápidamente. Lo abrace escondiendo mi cara en su pecho y le digo con tono de queja y resignación. Estaba tan rico!!! Ya, vamos.
Caminamos tomados de la mano por la penumbra del parque, alumbrado por faroles con grandes bolas de vidrio empavonado de luces amarillentas y frondosos arboles.
En la parte más solitaria cruzamos la calle hacia la línea de ferrocarril y seguimos caminando por la penumbra.
Esa ruta nos llevaba a un sector conocido como el cementerio de trenes, restos de lo que fuera una pujante actividad comercial, hoy olvidada hasta por la historia.
Una vez que llegamos al recinto de la maestranza abandonada, le pedí que nos detuviéramos.
¿Que pasa? me pregunta
Nada, nada, solo quiero terminar de arreglarme, le digo.
Saco mis aros del bolsillo interior del bolso verde, saco una gargantilla, saco un labial y mis chalas.
Marcelo me miraba curioso, nunca habíamos estado en esto antes. Habitualmente lo hacía con la Fran. Pero no es lo mismo hacerlo con una amiga que con tu «novio».
Retoqué mis labios, me puse los aros y para ponerme la gargantilla abrí mi chaqueta y apareció mi ropa de chica. Hubiera querido grabar la expresión de sorpresa, o mas bien de estupor, que puso Marcelo mientras me la sacaba.
Andai con esa ropa debajo!!!! exclamo desconcertado, pero que onda???
Tenme esto, le digo yo, serena, dominando la situación, sin engancharme con su reacción, mientras le paso bolso.
Ayúdame! le digo, mientras trato se sacar un pie del pantalón y le extiendo mi mano buscando apoyo.
Finalmente, ya con mis chalas puestas y escarmenado mi pelo para darle volumen, abro mis brazos mostrando me entera y le pregunto, ¿¿¿Cómo me veo???
Marcelo se toma la cabeza con una de sus manos y me dice, Soi muy loca!!!
¡¡¡Ay, oye!! esto lo hago siempre con la Fran y ahora quería hacerlo contigo. Dime que me veo linda, sí?
Marcelo lanzó una risotada y asintió con su cabeza. Sí, te ves linda, me dijo. ¿Contenta? me pregunto.
¡¡¡Feliz!!! Le dije, y le tomé la mano para seguir caminando.
Llegamos a la tornamesa, una maquinaria circular que permitía ubicar las locomotoras en sus hangares, aparentemente para su mantención.
Ahora solo había vagones abandonados que servían de nidos de amor temporales. Y ahí estábamos, buscando nuestro nido de amor. Al fin hayamos uno mas o menos aseado y vacío.
Subimos y nos sentamos en uno de los asientos del centro del vagón y donde no llegaba la luz de las luminarias.
Nos sentamos uno frente al otro. Crucé mis piernas y le di una mirada coqueta. ¿Te gusto? le pregunte.
¿Tu que crees? me contra preguntó. Ya sabía que haría eso
No lo sé, le dije. Solo se que tu me gustas y quiero estar contigo, agregué.
Dicho esto, casi de un salto, me senté sobre sus piernas, frente a el, y comencé a besarlo
Besos y mas besos, caricias profundas, jadeos y temblores llenos de deseo se desbordaron libres de pudor.
Marcelo buscaba mi piel bajo mi ropa. Sus manos enormes, me envolvían, me sentía segura bajo el manto de sus manos. Buscaba mi sexo con sus dedos, mientras su sexo enorme, guiado por mis manos, se asomaba brillante, empapado de liquido pre seminal, por sobre la pretina de su pantalón. Marcelo era bien dotado, sin ser algo exagerado, pero muy por sobre la media.
Baje hasta el, lo libere de su atadura y lo atrape con mi boca. El quejido de Marcelo y el temblor de su cuerpo me encendieron aun mas.
Bese, lamí y chupe su sexo con la fija intención de regalarle un orgasmo inolvidable. Amaba ser objeto de su placer y su deseo. Amaba el sabor de sus fluidos. Amaba sus formas. Su tungencia.
Baje completamente su prepucio con mi boca, recorrí con mi lengua y labios todo su erecto cuerpo, lo empape de mi saliva. Mi lengua se entretuvo con su glande y su frenillo.
Restregué mi rostro en su pene buscando nuevas sensaciones, sentirme lascivamente sucia, llevarme su olor pegado en mi.
Una y otra vez entro y salió de mi boca. Mis movimientos, ya perfeccionados, lo llevaron al limite de su resistencia. Su mano presionando sobre mi cabeza me decía que no parara. Los estertores de sus caderas me decían que ya venia. Hasta que las palpitaciones de su sexo me avisaron que estaba llegando.
Un largo chorro de semen, seguido de varios mas pequeños y ese quejido casi agonico llenaron mi boca y mi ser de placer, placer de dar placer. Miraba su rostro desfigurado por las sensaciones del orgasmo. Sus ojos apretados, su cuerpo tenso, mientras seguía recibiendo en mi boca su leche tibia, fueron cambiando a una expresión de paz y relajo.
Yo saboree cada gota que trague, pensando que luego vendría mi recompensa.
Mientras Marcelo continuaba en su relajo, yo seguía en mi faena, succionando hasta la ultima gota posible, para luego, tomar su miembro fláccido y guardarlo limpio bajo su ropa. .
Listo mi caballero, le dije. ¡¡¡Aquí no ha pasado nada!!! ¿Como me va a pagar? Le pregunte coqueta. Yo aun seguía encendida y ganosa.
¡¡¡Ay, la cagaste!!! ¡¡Te pasaste!! ¡¡¡Fue muy, pero muy rico!!! Sorry, no atine a nada, me deje llevar, me dijo.
Esa era la idea, le dije, pero aun no hemos terminado.
Me senté a su lado, con mis piernas cruzadas, apoyando mi espalda sobre su pecho, dejando que retomara fuerzas.
Hablamos sobre lo que habíamos hecho y nos reímos mucho porque no se lo esperaba.
Luego de un rato continuamos caminando, y de tanto en tanto nos deteníamos a besarnos de manera lasciva y desinhibida, acariciándonos desvergonzadamente, en donde Marcelo terminaba con su pantalón semi abajo y yo con mi vestido casi en la cintura.
Nos prodigábamos caricias intensas y profundas sin atinar a consumar nuestro deseo, a pesar de la soledad y la penumbra.
Fue un larguísimo juego previo, que me tenia excitadísima, dispuesta a todo con tal de que me hiciera suya. Pero Marcelo, se aterrorizaba de solo pensar en que nos sorprendiera alguien, en un lugar donde no había nadie.
Amor, le decía. Te deseo mucho, me tienes loca. Hagámoslo aquí.
Nuestras manos corrían locas por nuestros cuerpos, hasta los rincones mas íntimos. Nuestra ropa casi no existía.
Ay amor, házmelo aquí, soy tuya, házmelo aquí, le imploraba.
No poh Isa, puede venir alguien, respondía.
Continuamos así hasta el borde la autopista que corría fuera del recinto ferroviario.
Le propuse salir a la calle. En ese sector habitualmente no hay gente. Quería de alguna manera bajar mi libido, pues asumía que mi plan para esa noche había fracasado.
Marcelo acepto y subimos la escalera de empedrado hasta el borde de la vereda de la autopista. El me ayudaba a subir tirándome de la mano pues mis tacos de enredaban en los escalones casi derruidos, con trozos de menos.
Ya arriba, ordenamos nuestra ropa y caminamos como una pareja mas, mirando el mar que nos acompañaba silencioso.
De pronto me detuve, y le digo, Vámonos por ahí??? y le señalo la pasarela que comunicaba nuestro lado de la vereda con un bandejón central.
Y para donde quieres ir? me pregunta.
Quiero mirar los autos pasar, le respondo.
Bueno, vamos, me dice.
Nos devolvimos unos metros y comenzamos a subir los escalones de metal.
Mis tacos sonaban estridentes en cada paso que daba, frustrando todo intento de sigilo y discreción. Me divertía la situación, pues Marcelo se complicaba con el sonido de mis tacos.
Le pedí que nos ubicáramos justo en el centro de la pasarela. Desde esa altura se podía ver gran parte de las luces costeras de la ciudad vecina. La brisa veraniega se sentía exquisita, moviendo mi pelo y colándose bajo mi vestido por entre mis piernas. Deje mi bolso en el suelo y abrí mis brazos para sentirla en todo mi cuerpo.
Estuvimos ahí un rato, no se cuanto, parados uno al lado del otro, sin hablar. Yo miraba al infinito, perdida en mis pasamientos. Marcelo, no se.
La pasarela tenia a cada lado un tubo que la recorría a lo largo, a modo de pasamanos y estaba cerrada por una reja que evitaba cualquier caída.
Comencé a mirar los autos pasar, casi sin sentido, totalmente absorta en mis pensamientos, moviendo mi cuerpo hacia adelante cada vez que pasaba uno que me gustara, apoyada en el pasamanos y mis manos en la reja.
Pensaba que quizás sería bueno irnos, total, ya la magia se había esfumado y mi plan de hacer el amor con Marcelo en el cementerio de trenes había fracasado.
En eso estaba, cuando Marcelo me toma de las caderas, desde atrás, y se apega a mi.
Enderece mi cuerpo y apoye mi espalda en su pecho.
En que pensabas, me pregunto.
En nada, le dije.
Mírame, me ordena.
Me voltee hacia el y le miro curiosa.
Que pasa, le pregunto.
Tu me gustas mucho, me dice. Y te quiero mucho, agrega, mientras me abraza desde la cintura.
Yo te amo, le digo risueña, mientras apoyo mis manos en su pecho.
Tu amas mi sexo, me dice.
Siiii, le respondo mientras me rio bajito y escondo mi cabeza en su pecho.
Mmmm, que rico perfume, exclama. No lo había sentido.
¿Te gusta? Es de la Fran, le digo.
Mmmm, siii, es rico, como tú, me dice.
Wow! Pensé. Nunca me había dicho eso antes!!
Yaa, le dije riéndome nerviosa.
Tu sabi que me gustai, y sabi que soy rica, si no, no estaría contigo aquí, me dijo amorosamente.
Uff, pensé. Que le digo?
Bueno, ya. Si es un piropo, gracias, le dije algo descolocada e incrédula
No es un piropo, es la verdad, me responde. Tu personalidad me enloquece, me descontrola. Siempre doblas mi voluntad, es como si me embrujaras. Y sales con cada locura!!!
Tu me tenias una sorpresa, me dijo.
Ah, si. La quieres ver, le pregunte.
Si poh, me dice.
Aléjate, le digo con renovado entusiasmo.
El retrocede un paso y me mira expectante.
Yo lo miro sonriendo, apoyada con mi trasero en el pasamanos, cruzo levemente mis rodillas y comienzo a desabotonar mi vestido, desde arriba hacia abajo, lenta y sugestivamente, sin dejar de mirarlo y sonreír coqueta, dejando sólo el botón del centro sin soltar, cuidando de no mostrar mi ropa interior.
Una vez que terminé, sujetando el vestido con mis manos, le pregunto, ¿Estas listo?
Marcelo echa su cabeza hacia atrás riéndose y me dice, No lo puedo creer! Si, estoy listo, riendo sin poder parar.
Suelto el ultimo botón y abro mi vestido exhibiendo todo lo que había preparado para el.
Nooo, la cagaste! ¡¡¡¡Te vei súper sexy!!!! me dice sorprendido.
Eso me envalentona y lo llamo hacia mi con mi dedo índice.
Se acerca coqueto y me toma por la cintura. Si mediar palabra, le ofrezco mis labios con mi lengua apenas asomada.
Irresistible para el, acerca su cara y comienza a juguetear con mi lengua y su lengua, sin llegar a rozar sus labios.
De pronto, con su rudeza habitual, introduce su lengua en mi boca, en un beso bestial, goloso, imponente y dominante, absolutamente posesivo, que me deja casi si poder respirar, y somete mi voluntad, y me lleva, y me dejo llevar, porque mi mente se nubla en el placer de sentirme dominada por la fuerza de un hombre y la expectativa de entregarme a su deseo.
Siento su olor, siento sus manos que me apegan a el con fuerza casi desmedida, mientras despliego toda mi femineidad, leve y firme en mis caricias por su pelo, por su espalda, por nuestras manos y dedos entrecruzados.
Y aparece el, creciendo impetuoso bajo su ropa, y mis fantasías y deseos se desbocan, y asoman los primeros jadeos empujados por las primeras sensaciones de placer y excitación, porque me siento deseada y yo también lo deseo.
De un envión me subió al pasamanos obligándome a abrir mis piernas para pegarse a mi.
Creo que ya no razonábamos. Una vez más, solo seguíamos nuestros instintos, nuestro deseo.
De pronto no lo reconocía, no había temor, no había pudor, era otro Marcelo, decidido a todo, o tal vez, ya lo había planeado así.
Sus manos comenzaron a recorrer mi intimidad. Al no encontrar libre paso, me empujo hacia la reja y levanto mis piernas. Sus dedos hurgaron en mi sexo hasta abrirse paso.
Primero una, luego dos, y finalmente tres gruesas falanges me hicieron gemir de placer.
De pronto, siento su arqueo de espalda y de una veloz embestida entra en mi, el amo de mi placer mas profundo y esperado, invasor impetuoso en mis entrañas.
Un leve quejido, mezcla de dolor y placer, se me escapo en ese momento, pero no fue tema.
Marcelo estaba decidido a hacerme suya ahí, y la verdad, eso me excitaba más aún.
Un segundo de lucidez me dio cuenta de que estábamos en una pasarela, al aire libre, a la vista de casi cualquiera, con autos pasando por debajo, y sin protección. Pero nada me importo. La fuerza y el ímpetu de Marcelo me enloquecían y ya solo quería disfrutar de ese placer enajenante.
La verdad es que busco palabras para describir mis sensaciones y como que no alcanzan.
Sentir su deseo sexual por mi, sus ganas de acabar dentro mío, como si fuera un acto de toma de propiedad, de marcar territorio, tan animal, me produce placer psicológico y físico indescriptible. Me emociona hasta las lagrimas y me enamoro de ese momento.
Marcelo me penetraba una y otra vez, y a cada embestida respondía con un gemido de placer, susurros posesos. ¡Ah!, mi amor!, ay amor!, amor! Ah,ah,ah…. interminables.
Ya no había besos, ambos encorvados concentrados en nuestro coito, ambos con la vista fija en nuestra unión intima, contemplando extasiados el ir y venir de la pelvis de Marcelo, como su sexo aparecía y luego desaparecía dentro de mi, como esperando el desenlace de una trama.
Los gemidos de Marcelo fueron aumentando, los cambios de ritmo y sus estertores pélvicos se hacían mas seguidos, hasta que ya, casi a viva voz, anunciaba su clímax.
Los cambios de volumen y saltitos involuntarios de su sexo, era el aviso que ya venia. Un sonido gutural acompañó su bombeo dentro de mi. Vacío su esperma en medio de embestidas largas y profundas, una y otra vez hasta que ya no había mas que entregar.
Continuo sus embestidas, mas suaves, pero no menos placenteras y para mi sorpresa, toma mi sexo y me estimula para mi orgasmo, en un acto cómplice y amoroso, que me emociono hasta las lágrimas. Fue instantáneo. Casi un minuto y mi mente y mi cuerpo se borraron en un orgasmo liquido y eterno, nunca antes experimentado. Mi llanto de felicidad se confundio con mis gemidos de placer.
Literalmente, uno echado en el otro, recuperando el aliento, comenzamos a reír, extasiados del placer experimentado y de la locura consumada. Como siempre, Marcelo esperaba que nuestros cuerpos se liberaran solos. Nuestra risa ayudaba a que Marcelo saliera de mi lentamente. Esa sensacion era exquista. Sentir su miembro deslizarse suavemente fuera de mi cuerpo, sin forzarlo, era algo que me provocaba emociones encontradas. Placer y sensacion de perdida. Tenerlo tan mío y luego perderlo sin saber si sería mío de nuevo.
Una vez separados, empapada en mis fluidos y los de Marcelo, me incorporé como pude. Mis piernas temblorosas apenas me sostenían. En eso me fijo que una de mis sandalias había caído al suelo sin darme cuenta. Marcelo, con su miembro a la vista, aun semi erecto, apoyado de manos en el pasamanos de la pasarela, mirando hacia el suelo.
Alcance mi bolso salvavidas y comenzamos reponernos. Marcelo, amorosamente, ordeno mi ropa, mi pelo, y abotono mi vestido.
Me sentí tan cuidada en ese momento, que me eche en a sus brazos y lo abrace cálidamente.
Lo miro hacia arriba y le digo, Eres exquisito!
Y tu deliciosa, me responde.
Me estaré enamorando de ti? le pregunto, O es solo calentura?
Tu sabes que lo nuestro es solo sexual, me dice, no te confundas. A mi también me pasa que siento cosas, pero después de unos días se me pasa, o no?
Es verdad, le digo. También me quedo pegada contigo un rato. Me cuesta volver a tocar a mi mujer después de estar contigo, pero luego se me pasa. Ay, que locura!! Exclamo suspirando.
Igual, me dice, nunca imagine que me iba a gustar tanto una mujer.
Una enorme sonrisa fue mi respuesta a tal declaración. El sabía que sus palabras me hacían feliz. Ambos conocíamos nuestro juego de simulación. La idea era hacernos felices mutuamente.
Ay, Marcelo! le digo. Amigo mío. Amigo y amante exquisito, no se si eres tu o soy yo, pero jamás había sentido en mi vida lo que siento contigo haciendo el amor.
Marcelo me abraza en silencio. Luego me dice, te gustó mi sorpresa?
Uf, supongo que si, no estoy muy segura de cual era tu sorpresa, le respondo.
Pero Isa, me dice, jamás imaginaste que haríamos el amor acá, o si?
La verdad, no, le conteste. Incluso pensé en irnos.
Te sorprendí, verdad?
Si, es verdad, me sorprendiste.
Continuamos hablando de nosotros por un rato largo, ahí, abrazados, mientras la brisa del mar y los autos seguían su curso como si nada hubiera pasado.
Felicitaciones a la autora de set magnifico, cálido, sensual, delicado y muy erótico relato, bendita seas
Gracias Angie. Eres muy generosa en tus conceptos. Besitos
Me encanto tu relato, tambien soy chileno y me atraen las chicas TV, saludos
Gracias por tu comentario. Este relato esta basado en un hecho real. Es mi historia con Marcelo. Tu opinion incentiva y ayuda a mejorar. Abrazo