me cojio mi vecino feo
a veces no fijamos en el físico de la gente y no en sus maneras de ser.
Soy travestí de closet, mido 1.80 m de estatura, soy gordita aunque dicen que me veo bonita cuando me visto de nena, tengo 42 años, unas buenas piernas y creo que también buenas nalgas, vivo a dos casas de la esquina y más adelante, vive un vecino nada agraciado, es alto, como de 1.90 m de estatura, gordo, calculo que pesa sobre 130 o 140 kg, feo de rostro, moreno pero es muy amable y tiene sobre 50 años.
Resultó que me quedé solita, ya que mi esposa salió varios días a su pueblo de visita a su familia, así que desde el jueves y hasta el domingo, aproveché para vestirme de nena después del trabajo pero el sábado, no podía dormir, hacía calor y como a las 12 de la noche, mi teléfono celular se estaba descargando y recordé que mi cargador lo había dejado en mi auto, así que decidí salir a buscarlo, para poder seguir chateando en Facebook. Como mi auto se queda en la calle, me asomé con cuidado y no vi a alguien cerca, además las luces de las casas cercanas estaba apagadas en su mayoría, sólo alguna de las casas más lejanas se notaban encendidas.
Así pues, salí excitada sonando mis tacones en la acera, abrí mi auto y me agaché buscando mi cargador, en eso escuché un auto encenderse en la calle que cruzaba en la esquina, luego encendió las luces y arrancó. Cuando quise reaccionar, mi vecino, que se llama Armando, se acercaba de la esquina hacia su casa y su camino forzoso era pasar frente a mi casa; al pasar y verme de espaldas, sólo vio a una mujer y me saludó “buenas noches, vecina” y sin saber qué hacer, apenas contesté, tratando de suavizar la voz, esperando que siguiera su camino. Amable como siempre lo ha sido, se acercó provocándome un gran nervio y me preguntó “¿puedo ayudarla en algo?” y sin poder evitarlo, se me acercó más, preguntándome “¿le ayudo, vecina?”.
Ya nerviosa, lo único que pude hacer fue decirle “ya, gracias”, saliendo de mi auto y pasando junto a él, entonces me dirigí al interior de mi casa pero al pasar tan cerca, sintió su aliento alcohólico, luego entré a mi casa temblando pero sentí que él venía detrás de mí, pasando hasta el interior y ya con la luz ahí, me vio completa y tomando valor, le dije “ya, vecino”, con la voz quebrada. Antes de poder decir algo más, se me acercó sonriente, exclamando “¡wow!, con lo que me gustan las niñas como tú”. Yo no sabía qué decir y me quedé quieta, quería correrlo pero a la vez, me sentía excitada y nerviosa, muchas veces soñé con el momento en que un hombre me viera así y me dijera cosas lindas pero debía estar segura.
Así pues, le contesté “gracias”, luego me pidió “¿puedo verte más?, date la vuelta, por favor” y me sorprendió que aún tomado, seguía siendo tan amable y tan educado, entonces comencé a girar lentamente, tratando de verme femenina en mis movimientos. Cuando terminé de dar la vuelta, él estaba muy cerca de mí, tanto que sentí su aliento alcohólico nuevamente acariciándome mi nariz y me preguntó “¿puedo?”, extendiendo sus manos en dirección a mi cintura, bueno, ahí donde debería tenerla, je, je, je, sólo asentí con la cabeza.
Entonces, él me abrazó oliéndome mi cabello suavemente, que estaba recién lavado y agachándose un poco, buscó mi boca y me dio un beso suave, al momento sentí placer explotarlo y me dispuse a gozar, percibiendo su aroma a limpio, a jabón mezclado con su aliento. Después, me besó más apasionadamente, embriagándome con su aroma a alcohol y subí mis brazos a su cuello, correspondiéndole, ya era de sentir nuestras lenguas acariciarse mientras sus manos bajaban a mis nalgas y me las acariciaban. Poco a poco, sentí como iba subiéndome la minifalda rosita hasta mi cintura, colocando sus grandes manos en ellas y apretármelas deliciosamente buscando suavemente mi raja que dividía mis nalgas, donde me jalaba el hilo de mi tanga y me lo estiraba, luego soltándolo provocándome algunos ligeros y suaves golpes en mi raya central.
También me pasaba sus uñas acariciándome mi entrada trasera y con la otra mano, me acariciaba mi pene duro atrapado en la tanga hasta que se me separó un momento y afirmó “mi amor, ¡qué rica estás!, me encantas”, entonces le pregunté “¿de verdad te gusto?”, me respondió “claro, mami, eres hermosa” y volvió a besarme. Posteriormente, bajé mis manos y las dirigí a su verga, pudiendo sentir un trozo de muy buen tamaño y duro, pujando por salir de su escondite y como en estos casos, lo que más me gusta es mamar verga, le desabroché su cinturón, luego su pantalón y él lo entendió, retirándose un poco y me empujó hacia abajo, sin forzarme, ya que no lo necesitaba. Llegué a su verga aún atrapada en su calzoncillo, que tenía un claro aroma a suavizante y un leve olor a orín, aunque nada exagerado.
Al instante, se lo mordí y se lo chupé aún sobre la tela de su calzoncillo, sintiendo la humedad expedida de su verga y que ya mojaba la tela, ahí me di cuenta que estaba muy bien armado, pues al fin liberé esa verga negra y velluda, de unos 20 cm de largo y gruesa. Sin más y habiendo pasado anteriormente la prueba de haberme comido una similar, abrí mi boca, introduciéndomela y mamándosela, tomándome de sus grandes nalgas velludas para jalarlo y me la metía y me la sacaba de mi boca, bueno, no toda porque no me cabía más de la mitad. Al mismo tiempo, Armando me agarraba mi cabeza y dirigía la velocidad de la penetración hasta que me dijo “ya, mami porque me harás terminar, amor”.
Entonces, me hizo levantarme y colocándome en cuatro, me abrió mis nalgas y me comenzó a dar una mamada deliciosa mientras me acariciaba mi verga mojada con una mano y con la otra, mis piernas enfundadas en unas medias de red negras. Pronto, sentí uno de sus enormes dedos abriéndose paso en mi culo, arrancándome un gemido de placer, luego sentí dos dedos entrando a una velocidad medianamente rápida hasta que de golpe, me los sacó y sentí cómo se acomodó atrás de mí, embarrándome los jugos que le escurrían de su verga a lo largo de mi raja, deteniéndose en momentos en la entrada de mi culo, dándome unos empujoncitos y retirándomelo, siguiendo su camino de arriba abajo. De pronto, en una de esas, me metió la cabeza de un empujón, provocándome un dolor fuerte y provocándome lanzar un doloroso y placentero gemido de placer y de dolor.
Enseguida, Armando me preguntó “¿te dolió, reina?”, le contesté “sí, papi” y esperando un momento, lo que permitió que mi esfínter se acostumbrara y me la fue dejando ir toda suavemente; una vez que sentí sus vellos y sus huevos acariciándome mis nalgas, metí mi mano entre mis piernas y le toqué sus bolas, que estaban totalmente unidas a mí, dándome cuenta que toda su vega estaba alojada en mi recto. Tomándome de la cintura, comenzó a cogerme, primero despacio y luego más rápido, provocándome que tocara el fondo de mi interior en cada penetración, lastimándome pero por ningún motivo deseaba que dejara de hacerlo.
Así continuamos por varios minutos hasta que me hizo girarme, colocándose mis piernas en sus hombros y me metió todo su pene de un solo golpe mientras seguía cogiéndome y dejaba caer su pesada humanidad sobre mí, buscando mis labios y besándome casi con violencia, estaba totalmente a su disposición. Después, me hizo montarme en él, cabalgándolo mientras me jalaba tomándome de la cintura, metiéndome toda su verga y estaba loca de placer, ya que a pesar de cómo me lo hacía, siempre se portó como un caballero, cachondo pero caballero. Pasados unos minutos, me recostó boca abajo, me colocó cojines en mi vientre y así, sin más, recostándose sobre mi espalda, me la dejó ir toda, penetrándome violentamente mientras me besaba mis hombros y mi espalda hasta que lanzando un fuerte gemido, comenzó a rellenarme mi culo con su leche, empujándose con fuerza, como si deseara que su verga se me saliera por mi ombligo.
Una vez que se vacío todo, se dejó caer de lado y pasando sus manos por adelante, me abrazó con una y me masturbaba con la otra hasta que le vacié todo mi semen, pues no tardó mucho en salir, por lo excitada que me sentía. Después, se quedó quieto un rato hasta que lo escuché roncar y su verga se me salía poco a poco de mi culo, luego me levanté a limpiarme y noté en el papel, algunos restos de su semen con manchas de sangre y de heces, además me dolía pero el placer que aún sentía por mi culo abierto era más. Terminé de limpiarme y me fui a recostar junto a él, quedándome dormida hasta que desperté cuando sentí su lengua acariciándome mi culo, viendo que empezaba a amanecer.
Ahí noté su verga en todo su esplendor, enseguida se la mamé y colocándolo boca arriba, me monté penetrándome yo solita, sintiendo un poco de ardor en el culo pero era más mi placer hasta que la tuve toda adentro. Luego, levantándome un poco de las nalgas, él comenzó a mover sus caderas penetrándome pero ya no duró mucho y volvió a vaciarse dentro de mi culo al poco rato, quedándome sentada sobre él, moviéndome suavemente en círculos mientras me masturbaba y escupía mi semen en su panza, que es de buen tamaño. Después, me jaló hacia él y me besaba deliciosamente hasta que abrazándome, me dijo “me tengo que ir, reina, ya está amaneciendo y no he llegado a mi casa”, le respondí “sí, papi, como tú digas”, enseguida se levantó empujándome delicadamente para que me bajara de él, sintiendo cómo su verga se me salía del culo, dejando escapar su semen.
Luego, él se fue al baño, ahí se limpió y salió ya vestido y arreglado, entonces me abrazó así semidesnuda como estaba, me besó un rato y apretándome mis nalgas, me dijo “cuídalas, mamacita, quiero que sean solo mías”, le contesté “sí, papi, solo tuyas”. Posteriormente, se salió de mi casa y me fui a recostar, acariciándome mi culo y provocándome que mi verga se me volviera a endurecer, masturbándome hasta que me vacié mi semen y me quedé dormida, en medio de mis sábanas húmedas de nuestras leches.
Que riiico relato