Me hicieron mujer
La historia de cómo me convirtieron en mujer en todo sentido.
Soy Sara, una chica CD de closet que vive en granada, España.
Mido 1´70, tengo un cuerpo atlético y un culito algo pequeño pero firme, y les voy a contar como fue la primera vez que un chico me hizo suya.
Tenía 20 años e iba a la universidad de Granada, me había ido de casa con 18 años para iniciar mis estudios y por ese entonces vivía en un pequeño piso con otro compañero (Pedro), el cual era bastante comprensivo y respetaba mi gusto por vestirme y maquillarme, y no le importaba que lo hiciese cuando él estaba en casa, de hecho, era tan bueno que cuando me veía vestida me llamaba por mi nombre de chica y me trataba como a una amiga más (Lo cual a mi me daba mucha rabia porque estaba bastante colada de él).
Un día, él me dijo que se tenía que ir ese fin de semana porque había lío con su familia, y todos mis amigos estaban de exámenes y no podían salir, así que la perspectiva era la de pasar un fin de semana de lo más aburrido y sin planes.
Llegó el viernes, él se fue y yo me quedé más sola que la una, así qe me hice la cena temprano, me puse una peli y me fuí a dormir pronto. El sábado, tras levantarme tarde, decidí que me iba a dar el día de chica en la intimidad que me merecía, así que me dí una ducha, me depilé entera y al salir me apliqué bastante cremita hidratante para que mi piel estuviese lo más suave posible.
Tras salir de la ducha, me dispuse a elegir que outfit me pondría. Como iba a ser un día de chica en casa, elegí una blusita cómoda con un poco de escote, una minifalda suelta de flores y medias de liguero y tanga a juego para sentirme sexy, aunque no me fuese a ver nadie.
Una vez vestida, me fui a mi cuarto dispuesta a maquillarme. Tenía la idea de un maquillaje sencillo, pero, una vez estuve liada, no pude evitar ponerme bien puta. Una base de mi color, colorete para realzar los pómulos, una sombra de ojos púrpura ahumada a juego con la blusa con el eyeliner bien largo y un pintalabios marrón para realzar ligeramente la sonrisa y centrar la atención en los ojos.
Cuando me puse mi peluca morena y me miré en el espejo no lo podía negar, estaba preciosa.
Tenía ganas de jugar, por lo que cogí un consolador, el ubricante y el portátil y me fui al salón dispuesta a tener alguna que otra conversación caliente y pasar una tarde con el consolador.
Justo al llegar al salón me encuentro a un desconocido saliendo de la cocina que se me queda mirando con la boca abierta y una mirada de asombro impresionante mientras que yo me quedo paralizada en el acto, sin poder moverme, completamente asustada y con ganas de llorar.
Él reaccionó antes:
– Ostia, Pedro me había dicho que tenía un compañero de piso y que le gustaba maquillarse, pero no me esperaba esto.
-¿Quién eres?- Le pregunté, conteniendo las lágrimas de miedo y vergüenza.- ¿Qué coño haces aquí?
-Eh eh tranquila, soy Jose, un amigo de Pedro del pueblo que necesitaba un sitio para dormir esta noche y Pedro me ofreció su piso. Me dijo que te avisaría.
Justo ahí caí en la cuenta de que no habíamirado el móvil en toda la mañana, y al cogerlo y mirar, efectivamente, ahí estaban los mensajes de Pedro, lo que confirmaba su historia, incluso me había mandado una foto de Jose para que supiese exactamente quien era.
-¿Ibas a pasar una tarde divertida no?- Me dijo Jose con un tono de voz un tanto juguetón mientras yo estaba todavía alelada mirando el móvil y muriendo de la vergüenza.
Alcé la vista, sin entender a que se refería porque tenía la mente en blanco, y lo veo con mi consolador en la mano y jugando con él.
-Eso no es asunto tuyo.- Le solté, indignada pero más tranquila al saber que era amigo de Pedro.
-Tranquila gatita, no hace falta que saques las garras, no pienso ni reirme de ti ni hacerte nada, de hecho, a mi me pareces bastante guapa. Me encantaría besarte.
A mi pesar, su comentario me había gustado, y al fijarme más atentamente en él ya me había dado cuenta de que era bastante guapo y se le veía un cuerpo musculoso y el bulto de su pantalon era de lo más seductor.
-Pues ven.- contesté, intentando sonar seductora aunque por dentro era un manojo de nervios. ¡Nunca había besado a un chico antes!
Se acercó a mi muy lentamente, mirandome a los ojos, me puso las manos en la cintura y se acercó muy lentamente.
En cuanto noté sus labios sobre los míos pintados creí morir, dejé de pensar y salió de mi algun tipo de instinto de mujer que no sabía que estaba ahí.
Rodeé su cuello con mis brazos y mi boca se abrió para recibir su lengua impaciente. Le cogí las manos y las puse en mi culo, noté como me apretaban las nalgas y eso me hizo estar incluso más cachonda de lo que ya estaba. Sentía su polla atrapada en su pantalón presionando contra mi vientre y empecé a acariciarla por encima de la tela, y me reí escuchando sus gemidos en mi oreja.
Sabía lo que tenía que hacer, sabía que mi misión era complacer a mi hombre y que estaba ahí para ser su fuente de placer, así que me puse de rodillas delante de él, le desabroché lentamente el pantalón y le bajé los calzoncillos sin dejar de mirarlo a los ojos y me enfrenté a su pene.
Era un buen pene, de unos 18 cm y grueso. El olor me estaba volviendo loca y el líquido que le salía de la punta me hacía salivar.
Empecé a masturbarlo lentamente, disfrutándolo. Con una mano acariciaba su pene y con la otra sus huevos. Me tenían fascinaba su pene, su huevos y sus gemidos.
Cuando ya no me pude resistir más me lo metí en la boca. Empecé chupando la punta con la lengua muy despacio y poco a poco lo fui chupando entero para lubricarlo. Lo recorría de arriba a abajo con la lengua, sin olvidarme de sus huevos claro, y cuando ya lo tuve bastante lubricado empecé a tragarme aquella polla, aquel regalo que me estaba haciendo mi hombre.
Me la tragaba todo lo profundo que podía, notando y disfrutando su sabor salado y aquel olor a hombre que me llenaba por dentro. Sus gemidos eran una delicia, y su mano sobre mi cabeza, dirigiendo el movimiento me tenia a mil.
– Para, para que me corro.- Me dijo.
– Pues córrete.- Le contesté, toda puta y con hambre de semen.
-Tú confía en mi.
Me llevó hasta el sofá, me puso contra él y empezó a recorrer mi culo con su lengua, despacio al principio y cada vez más rápido, lubricando bien mi agujero.
Empezóa a meterme un dedo, pero me dolía a horrores, así que fui en un momento a mi habitación a por lubricante, con el cual le llené todos los dedos. Me volví a poner contra el sofá y me abrí de piernas, ofreciéndome a él.
Noté su dedo entrar y jugar con mi culo y conmigo, el placer me desbordaba, no podía evitar gemir muerta de envidia, luego metió otro dedo, y luego otro.
Cuando ya había metido tres dedos dentro de mi culo, los sacó y se sentó en el sofá a mi lado.
-Cabálgame. Mi polla te está esperando.
Y no dudé. Ahí estaba yo, con mi blusa, el tanga echado a un lado y mi falda, con el culo a punto de ser abierto y con ganas y ganas de semen, así que, poniendome de frente a él, me subí sobre su polla y la dirigí hacia mi interior, hacía allí donde nunca había estado nadie.
Estaba tan cachonda y tan dilatada que no le costó nada entrar y apenas sentí dolor. En cuanto la noté dentro entera dentro de mi empecé a subir y a bajar, despacio al principio y cada vez más rápido, sintiendo como me empalaba y me recorrían olas y olas de placer cada vez más fuertes.
Tras un rato así, él me dió la vuelta y me puso contra el sofá a cuatro patas, me la volvió a meter y empecó a follarme muy muy fuerte. Yo estaba a mil, notaba como los huevos de mi hombre chocaban contra mis cachetes, notaba sus duras embestidas llenando mis entrañas y le oía gemir y gruñir tras de mi mientras que me follaba duro.
De repente, empecé a notar las embestidas cada vez más rápidas, hasta que de repente:
-¡Pon la cara que me voy a correr!
Me puse de rodillas rápido delante de él, abrí la boca, cerré los ojos y empecé a recibir su corrida por toda mi cara, mi bautizo como mujer, mi gloria. Yo había hecho eso, era mi premio, y pensaba disfrutarlo.
Cuando dejó de correrse, empezó a restregarme la corrida por toda la cara con su polla mientras no paraba de reir, pero yo no iba a permitir que eso acabase así, así que cuando empezó a retirarse, le cogí del pene, lo acerqué a mi y se lo limpié hasta dejarlo completamente limpio y disfrutaba del sabor de su rico semen.
Pasaron más cosas, y aunque él se iba a quedar aquella noche a dormir, ys os aseguro yo que no durmió demasiado jaja ;”)
Si os ha gustado y sois de Granada (Sobre todo chicas CD que busco amigas y que me puedan dar algunos consejos) podeis escribirme a [email protected]
¡Espero vuestros mensajes con ganas!
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