Mercado de esclavos. La compra de Montsum (IV)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Ricardo.
Dedicado a montse, inspiradora de toda esta fantasía
Montsum sabia su hora cercana. El señor se acercó al lugar que ocupaba la esclava. En su mano, portaba la cadena con la que conducía a una hermosa sirviente de unos veinticinco años. La misma edad de nuestra desgraciada protagonista. La cadena iba de la mano a la argolla que la bella criatura ostentaba en la nariz. Este adorno, además de potenciar el salvajismo de la tenencia de la joven, ponía de manifiesto en el lenguaje de marcas de la época, las capacidades anales de la joven esclava. Al ser ya propiedad, de un amo, esta vestía una hermosa capa que cubría gran parte de su cuerpo. Por ello, los espectadores de la escena, suponían que la criatura portaría en los pezones y en la vagina dos pares de anillas. Las primeras, por ser costumbre de los amos decorar a sus propiedades de esta forma, y las segundas por que con toda seguridad la chica había sido educada en todo tipo de artes sáficas, y en la devoción al sexo masculino.
Montsum comenzó a recibir las acometidas del amo que se le había acercado. El hombre mordió los pezones de la perra, que prácticamente ni se inmutó. Palmeo violentamente sus nalgas a fin de comprobar la dureza y resistencia de las mismas. Situándose a las espaldas de la esclava, rozo su abultado paquete contra las nalgas de la dócil perra, aprovechando para acariciar los anillados pezones. La esclava atada permanecía quieta y sosegada. Concentrada en no hacer el espantoso ridículo que su compañero había protagonizado minutos antes. De pronto Montsum oyó al señor ordenar a la esclava que le acompañaba: "quiero que tires de las anillas de sus pezones hasta el máximo. Quiero ver cuan elásticos son ". Montsum se estremeció. Sus pezones habían sido sometidos a todo tipo de suplicios en la escuela: pinzas, hielos, pesas, azotes… y sabia que podía aguantar todo tipo de tensión… pero su dignidad no le permitía confiarse.
La tortura duró unos cinco minutos. Quizás fuera la vez que Montsum mas sufriera de todas aquellas en las que sus pezones habían sido castigados. Pero la bella puta resistió sin el más mínimo bufido. La esclava que había acometido la acción se sorprendió de la capacidad de resistencia del animal maniatado. Además el amo, había mantenido durante el feroz castigo, un enérgico masaje sobre el clítoris de la sufrida esclava que aparentemente, tan solo había llevado a Montsum a tensar las piernas y los brazos. El sufrimiento era escondido en el corazón de la pobre esclava, no sin grandes esfuerzos.
En el fondo, la esclava en venta sufría como nunca lo había hecho. No soportaba la humillación de ser manoseada por quien le apeteciera, aunque sabia que esa era su obligación. No había sido educada en la superación de ese sentimiento de humillación sino, que muy al contrario, se lo habían potenciado en la escuela de doma… Por eso lo peor era ser contemplada y usada delante de tantas personas, y en la presencia de otros esclavos situados en aquel entarimado. La excitación, por todo ello, era muy superior a la que antes hubiera sentido en cualquier momento de su vida. Comprendió, por ello, la miserable actuación del desgraciado esclavo que se había corrido en publico, momentos antes.
Lo que sí sabían los protagonistas de aquella manipulación ( el amo y la esclava que tironeaba de aquellos fantásticos pezones) era el grado de excitación que se traslucía en los regueros de humedad que bajaban por las piernas de Montsum. El liquido que salía de su coño era abundante, dada la excitación que padecía nuestra joven perra, regando el interior de las pantorrillas. Deseaba correrse. Siempre deseaba correrse. Su vida era una larga cabalgada a la búsqueda de un orgasmo que, normalmente no merecía a juicio de sus cuidadores y educadores. Esta situación potenció la capacidad de entrega de la puta.
El amo, de nombre Ricard, entusiasmado ante la resistencia y belleza de la esclava, decidió probarla con mayor profundidad y detalle. Para ello, solicitó que Montsum fuera llevada fuera de la vista del publico, a uno de los reservados que el mercado tenía, para la cata mas detallada de las mercancías en venta.
Era costumbre que en estos reservados, junto con el cliente y la venta, pudiera estar un inspector de la empresa, que verificaba que eran cumplidas las normas del establecimiento. A saber: que la esclava no fuera penetrada por delante o por detrás, que no se manchara la mercancía con ninguna sustancia (semen, orín o incluso saliva), y que los castigos de prueba a aplicar no dejaran marcas.
Montsum fue desenganchada del techo, las argollas de los pies abiertas sus muñecas desencadenadas Inmediatamente fue obligada, mediante dos fuertes tirones simultáneos en los aretes de los pezones, a colocarse a cuatro patas como un perro. En esa humillante posición, y sin mediar palabra, fue conducida mediante fustazos al reservado. El camino sirvió a la indecente esclava para lucir, consciente o inconscientemente, las ilimitadas bellezas de su grupa que movía majestuosamente con cada pequeño avance de su cuerpo. Ricard parecía embobado con los suaves movimientos del animal, que se sabia observado y admirado. La esclava, como siempre iba absolutamente desnuda, lo que acrecentaba aun más la humillante sensación de no ser nada. Aún no había podido ver el rostro del señor que tanto interés mostraba por ella, dado que al ir en la postura a que había sido obligada, solo vislumbraba sus pies. De la esclava acompañante si pudo ver el final de la capa, los suaves y descalzos pies de la que, probablemente, sería su compañera de cautiverio.
Los reservados eran temidos por todos los esclavos en venta. Eran lugares en donde cabía la realización de muchas mas atrocidades que en la tarima, pero a la vez, se permanecía alejado de las miradas publicas que tanto atemorizaban a Montsum. Allí, un cliente podía hacer en la intimidad lo que quisiera con ella, siempre que no se transgredieran las normas.
Ricard ordeno a la esclava de su propiedad quitarse la capa. Aparecieron entonces unas maravillosas tetas decoradas con anillas y una cadena que unían ambos pezones. Se observaban en ellas numerosas marcas de dientes, fruto de la desatada pasión de la boca de su amo o de la de cualquier otra persona a la que la perra hubiera sido cedida. Tras quitarse la capa, tan solo quedaba sobre ella unas pequeñas braguitas negras que tan solo cubrían la remarcada raja de la esclava. Su culo, fenomenal, estaba embutido en las braguitas gracias al elástico que las cerraban a lo largo del nalgatorio. Así se vislumbraba perfectamente la letra "R" marcada en su culo a hierro candente, que ponía de manifiesto la ganadería a que esclavo o esclava pertenecía a partir de su compra. Esa misma letra, era exhibida por la sumisa en el pecho derecho.
Montsum seguía a cuatro patas con la mirada hacia el suelo, obediente, sumisa y nerviosa. Si se lo hubieran ordenado se hubiera tocado como una posesa para intentar calmar su alucinante deseo de follar. Pero sabia que eso aun no era posible.
La habitación se encontraba decorada con correajes, cadenas, fustas y látigos que pendían de techos y paredes. Un largo y ancho sofá era el lugar en donde Ricard, el amo, descansaba observando el increíble salvajismo de la humillante escena: una esclava desnuda, anillada, y sin marcar a cuatro patas en la estancia. La falta de pelo en el cuerpo de Montsum acrecentaba el exotismo de la escena. Su esclava, luciendo orgullosa la "R" que la determinaba como su propiedad, ataviada con una escueta braga y una cadena que unía las anillas de sus pezones. El mismo añadía el toque de dominación que resultaba imprescindible. El silencio era insoportable para Montsum. La esclava de Ricard sonreía segura del rato de diversión que su amo le iba a permitir con la novata.
No se equivocaba. Ricard ordeno a su esclava que atara de nuevo las muñecas de Montsum, esta vez a la espalda. Por primera vez ordeno como la voz de su potencial amo se dirigía a ella: "!Esclava – le gritó- veamos que tipo de educación te han dado!. Montsum sintió esa extraña mezcla de sensaciones para la que haba sido adiestrada: miedo y excitación redoblada se concentraban en su cerebro y en todo sus agujeros.
Fue obligada a permanecer sobre las plantas de los pies, con las piernas abiertas y sin apoyarse en las manos, de esa forma que tan dignamente embellecía la figura de una esclava. A una señal de Ricard, la otra esclava se sentó en un banco alto, que permitía que llegase con sus pies a la boca de la postrada mercancía en venta.
El amo exclamo: "Empecemos por lo más sencillo; veamos que tal puedes cumplir una sencilla tarea de limpieza "·. Los pies fueron inmediatamente lamidos con pasión por la esclava Montsum. Era realmente delicioso comprobar lo útil de la lengua de aquel ser. Bastó sentir la proximidad de los dedos de la otra esclava para que Montsum se lanzara libidinosa a relamer las extremidades inferiores de su domina ocasional.
Era su primera acción de entrega a un cliente, y tal y como se lo habían indicado en la escuela, deseaba dejar la mejor de las impresiones en el sentir de aquel amo. Además, Montsum estaba ansiosa de sexo. Necesita humillarse sin contemplaciones y satisfacer esa parte de ella que la llevaba al auto castigo y la humillación. Lamía y lamía. Chupaba entre los dedos de aquellos pies como si fuera el último rastro de piel humana al que fuera acceder en su vida.
La otra esclava, sorprendida por la efusividad, acarició la cabeza de Montsum a la que se le escuchó un leve pero sincero "gracias", tal y como había sido enseñada, para continuar inmediatamente con la tarea asignada. Con las manos a la espalda y apoyada solo sobre el empeine de los pies era difícil aplicarse mucho mas en aquella tarea sin caerse al suelo, lo que ocurrió a los pocos minutos de iniciada. Los pies, para aquel momento, habían sido completamente lamidos por su planta y dedos, generando en la afortunada esclava una reparadora sensación de frescura.
"Eres una completa cerda", exclamaba el amo excitado ante la visión de tanta sumisión. Entusiasmado, decidió pasar a otra fase de la diversión, ordenando a su esclava que sentándose sobre una silla que se encontraba próxima, colocara a Montsum sobre su regazo. No era necesario decirle que debía hacer con ella. Feliz de poder gozar con aquel culo, la esclava inicio una larga tanda de duros azotes en las nalgas de la desafortunada Montsum que, sin embargo, volvía a tener conciencia de su humillante función. El culo tardó en enrojecerse, a pesar del entusiasmo con que los golpes eran descargados. Montsum permaneció todo el tiempo callada y serena, sin mostrar ni la más mínima inquietud, a pesar de la insoportable excitación que se derramaba desde su coño. El amo, satisfecho reía, e insultaba a la puta de su propiedad.: "Cerda, – que era el nombre de pila de la esclava- golpea mas fuerte ese culo, es imposible que resista tanto".
A los primeros moratones, y a pesar de la excitación que los tres sufrían, debió cesar la increíble sesión de castigo, de conformidad con las normas existentes.
El amo se extrajo su voluminoso pene ya inflado por la lujuria que le proporcionaba la escena que había organizado entre las dos esclavas. Cerda también estaba perfectamente educada, y ante la visión de la polla de su amo, dejo de azotar el culo de Montsum, tirándola al suelo y postrándose ante su amo de rodillas. Estaba instruida para que, ante la visión de un pene, su reacción primigenia fuera arrodillarse y chupar con lujuria. Aquello, como en cualquier buena esclava, era una reacción inconsciente, forjada tras años de castigos.
Sin embargo, cual seria su sorpresa cuando de una sonora bofetada en la cara, cerda fue apartada de la polla de su amo. Ricard le dijo: "Puta, aguanta tus ganas. Desata las manos de esta esclava. Deseo probarla mas cómodamente". Cerda obedeció y Montsum se agitó como nunca. A sabiendas que no podría correrse, ni ser penetrada, la posibilidad de ser recibir algo distinto al dolor la emocionaba. Sobre todo si se trataba de una hermosa polla de las que tanto hacia que no disfrutaba. El amo, además, parecía cada vez más interesado en ella. ¿Podría por fin ser propiedad de alguien?
Montsum fue colocada de nuevo de rodillas, frente al falo del amo. Siguiendo su entrenamiento empezó por intentar lamer las pelotas y los huevos del señor. Un fustazo, de los que no dejaban marcas, advirtió a Montsum de su error, e impuso la necesidad de pasar a otra acción distinta, a fin de intentar la satisfacción de aquel hombre. Se esforzó intentando lamer su culo, pero cuando comenzaba a gatear hacia la trasera del señor recibió un doble fustazo en las nalgas. Estaba claro que este señor hacia uso de la técnica del crecimiento exponencial de los castigos: el próximo error lo pagaría con cuatro golpes de la fusta.
En aquellas circunstancias, muchas veces, se volvía medio loca al pensar que su entrenador no buscara ninguna gratificación en especial sino tan solo su sufrimiento, lo cual era posible e incluso, a sus entrenados ojos, necesario. Esta técnica era utilizada con las esclavas más jóvenes, con la finalidad de separar en sus cabezas la idea de gratificación sexual y castigo. Otras técnicas eran utilizadas precisamente para lo contrario, y en algunas ocasiones llevaban a una especie de locura a la zorra en formación, que tenía que adivinar en cada caso que buscaba el entrenador en esa concreta doma.
El amo reía al ver los nervios de la esclava arrodillada. "Debe ser terrible encontrarse en una situación como esta " pensó excitado. Montsum corrió de nuevo hacia el lugar desde el que se podía acceder de rodillas al cipote del amo. Colocó sus preciosas tetas alrededor del miembro, y comenzó furiosamente a agitarlas alrededor de ellas. En su subconsciente sintió los esperados cuatro golpes de fusta, pero al pasar algunos segundos sin oír la música del instrumento de tortura, vislumbró el acierto de su acción. También la satisfacción del amo, que acompaño los movimientos de esos pechos con los de su polla.
Montsum, acuclillada, masajeaba el miembro con todo el ardor que su cuerpo y sus veinticinco años le permitían. Se sentía plena al ser usada de esa forma por un amo, después de tanto tiempo sin poder desahogarse. También se sentía agradecida, e interiormente sonreía.
Otro golpe cayo, en esta ocasión, sobre su espalda, poniendo fin a la satisfacción que experimentaba. Significaba cambio de acción, en el lenguaje mudo de las putas como ella. Pensó ilusionada que la acción deseada podía ser la de succionar el pene que tenia enfrente y al que tan poco faltaba para que se derramara. La felicidad le embargaba, fantaseando con la posibilidad de que el amo le impregnara de semen cualquier parte de su cuerpo, y especialmente su boca y su rostro. La acción de mamar fue acertada y no sufrió ningún castigo por equivocarse.
La esclava llamada cerda asistía impávida a la acción, sorprendida por la glotonería de Montsum, que engullía la totalidad de la polla del amo, hasta sus mismísimas amígdalas.
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Cerda se preocupaba por la atención que el amo prestaba a la, mas que seguramente, nueva adquisición, y por el cuestionamiento que ello pudiera suponer de su posición de favorita en el castillo en el que convivía con otros cincuenta esclavos y esclavas, bajo la autoridad de Ricard.
La pequeña Montsum, ajena a esas maldades cumplía con su función apurando la polla del hombre, ensalivándola como si se tratara de un caramelo, acariciando los acogedores testículos del amo, y advirtiendo sorprendida la proximidad de la corrida que ella sabia que no podría gozar. El amo se agitaba dentro de su boca, gritando procacidades que incrementaban el grado de excitación de nuestra protagonista: "!Puta, mueve esa lengua, vamos, lastima que no te puedas tragar esto, te ahogarías mas que con mi polla en esa boca de furcia·", le gritaba. La cara congestionada de Montsum era un autentico y bello espectáculo que enardecía aun mas la fiereza de las embestidas de Ricard en su boca. Este ordeno a cerda que se acercara con un gesto, con otro indico que acariciara con toda fiereza el clítoris de Montsum. Deseaba llevarla al limite y presenciar el indecible sufrimiento de la chiquilla. Cerda sabia que su proximidad obedecía a otra causa añadida.
Montsum hacia extraordinarios esfuerzos para contenerse. No sabia si podría resistir mucho tiempo mas. El pollón la asfixiaba, lo que la ayudaba a no emitir jadeo alguno, los huevos del amo rozaban su barbilla y los dedos de la otra esclava, se aplicaban inmisericordes sobre su humedecido botón, a la espera de poder vencer la resistencia de la puta, y conseguir que su amo se desencantara del animal.
En esas circunstancias tan dramáticas para Montsum, Ricard gritó saco su pija de la boca de la novicia y la dirigió a la de cerda, con la finalidad de no que se desperdiciara ni una sola gota de semen en el suelo. Cerda, feliz de ocupar su posición habitual trago hasta el último rastro de la lefa de su dueño, como si se tratara del mejor manjar que degustar pudiera. Con una mano retiro de sus mejillas los restos del blanco producto, introduciéndolos en su boca.
Entretanto Montsum, se sentía una vez mas frustrada en su sumisión al no haber podido apurar la polla que le había sido ofrecida, y presenciar como una esclava con amo tragaba la carga que ella tanto deseaba.
Satisfecho de los servicios recibidos, presencio como Montsum agachaba humildemente la cabeza y quedaba arrodillada a la espera de la siguiente orden. Sin embargo, el amo se vistió, ordenando a cerda que hiciera lo mismo. Tiroteando de la cadena de esta última, salió de la estancia sin mediar palabra.
Montsum en la humildad y sumisión en que había sido educada, entendió que Ricard no había quedado satisfecho, por lo que se sintió triste y amargada. Ella creía haberse entregado plenamente al posible comprador, tal y como le habían enseñado en la escuela de doma. Pero le embargó la sensación de haber fracasado sin saber por que.
Eso creía ella. A los pocos minutos apareció de nuevo Ricard, ya sin cerda que había sido dejada atada en el abrevadero de esclavos. Su voz sonó en la estancia: "Amber de pie". Montsum extrañada pensó que en la habitación había entrado otra esclava, que ella no había visto, la cual que permanecía arrodillada o algo así, y que era obligada a alzarse.
El fuerte guantazo que recibió en la cara le hizo salir de su error, permitiéndole sentir una profunda alegría al comprender su error.. Estaba claro, Ricard la había comprado, y había hecho uso del derecho, y de la tradición de cambiar el nombre de la res. Una profunda satisfacción recorrió el cuerpo y el alma de la esclava. Por fin Montsum, la educada esclava, la perra lujuriosa, la más puta alumna de la escuela de doma del norte, podría dormir pensando en que era propiedad de un amo.
Montsum se levantó convertida en la esclava amber, a partir de ese momento. Amber dejaría su pasado, entraría en una profunda despersonalización que le llevaría a convertirse en una propiedad mas de Ricard, en patrimonio al servicio de esa noble casa.
Nunca mas vería al resto de animales que habían pertenecido con ella a la escuela, y entraría en una nueva fase de su servil vida. La satisfacción de amber empezaba, desconocedora todavía, de la dura y cruel vida que le esperaba.
El amo, plenamente satisfecho de Montsum, decidió aprovechar la intima ceremonia de marcado al fuego, que esa misma tarde se celebraría con todas las bestias que se hubieran transmitido en aquella jornada.
Se agradecen sugerencias e ideas, en general sobre este relato y sobre los del resto de la serie. En particular, puedes sugerir ideas sobre la evolución del personaje de la esclava protagonista, en el sentido que más te apetezca. Ricardo ( xxman24@hotmail.com)
Mi intención es crear nuevos ciclos sobre esta esclava y sobre otros personajes secundarios.
Animo, os espero
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