Mi amiga me transformó de Felipe en Fabiana
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Relato: Mi amiga me transforma de Felipe en Fabiana
Estaba de visita en casa de una vieja amiga.
Sentados en su living, frente a frente, ella en el sillón grande y yo en uno individual.
Vestía una corta pollera de jean celeste, blusa blanca con breteles escotada, que al agacharse dejaba ver un corpiño rosa con bordes rosa fuerte, Igual que los breteles, que se trenzaban con los de la blusa.
Estaba sentada frente a mí, sin cruzar las piernas, abriéndolas lo suficiente para que aparecieran ante mis ojos temerosos sus bombachas rosas que hacían juego con su corpiño.
Es decir con todo el contorno rosa fuerte.
Aunque trataba de no mirar, mis ojos, con voluntad propia, se clavaban una y otra vez en sus piernas, en su bombacha, en su escote.
De pronto me descubre mirándola y me reprocha enojada: ¡Felipe, somos amigos desde chicos y me estás mirando descaradamente las piernas!
Si, no puedo evitarlo, disculpame, contesté avergonzado.
Dejame sentar a tu lado para no tentarme más, porque no lo puedo evitar.
Pero no pasa nada, solo que me sorprende que me mires, con cierta morbosidad, siendo que nos conocemos desde hace años.
Pero te voy a confesar algo que te va a quitar las ganas de mirarme las piernas: Soy lesbiana.
Y muy activa.
No entiendo que tiene que ver eso con tus lindas piernas contesté.
Ya sabía tu secreto, o me lo imaginaba, pero eso no cambia ni el aprecio que te tengo, ni mi debilidad de mirarte cuando te sentás así.
¡ Pero qué cosa se despierta en vos cuando me mirás! (abre más las piernas para que se vean más sus bombachas)
Me imagino arrodillado, delante tuyo, mirando impunemente tus piernas, y recorriéndolas con mi boca, hasta ponerme debajo de tu falda, haciéndote cosquillas con mi nariz en tu bombacha.
No sé cómo, ni de donde, saqué esas palabras.
Me puse colorado, y le pedí disculpas, pero ella pareció excitarse y decidió también ser sincera conmigo.
Felipe, mi gusto por las mujeres empezó a causa de una anomalía en mi vagina, que tiene tejidos muy rígidos.
Toda relación sexual, con hombres termina mal, porque no soporto el dolor que me causa la penetración.
Por eso, empecé en mi adolescencia, primero como un juego, y luego como placer inmenso, la relación con chicas que me atraían.
Y una de las cosas que hago con mis novias, es justamente lo que acabás de decir.
lástima que sos hombre.
aunque no muy mujeriego.
Te he conocido pocas novias.
Si soy muy tímido con las mujeres, porque he tenido malas experiencias.
pero esas historias ya pasaron y para qué recordarlas.
¿Pero qué malas experiencias? ¿Te han engañado? ¿Te han largado sin explicaciones? ¿Qué te han hecho?
Más o menos todo eso.
¿Pero porqué? Algo estás haciendo mal.
Es que.
tengo un problema.
un problema pequeño.
¿Me entendés?
Pensó un rato y recién cayó.
¡Ah! Lo que no les gusta, es lo que me gustaría a mí( Sonreía, pero a la vez se notaba que maquinaba algo.
) ¿Te puedo pedir algo? Sé que es difícil, pero me has estado desnudando con tus ojos toda la tarde, y creo que merezco una compensación: Mostrame tu pene.
¡No! ¡Cómo podés pedirme eso!
¿Te acordás cuando éramos chicos y jugábamos a la maestra.
Me gustaba ponerte mi guardapolvo, y te decía "alumna".
Te levantaba la falda del delantal, para inspeccionar el aseo, y muchas veces te rozaba tu bultito.
Creo que a los dos nos encantaba.
Si me mostrás, te dejo cumplir tu fantasía, de besarme las piernas de rodillas.
Me quedé mudo un rato.
Lo de nuestros juegos de niños me avergonzaba, porque ella siempre trataba de darme roles de niñas.
Me resistía, pero siempre jugábamos.
Pero esto ahora era distinto.
Estaba parado, sin poder articular palabra, cuando ella rápidamente bajó el cierre de mi pantalón y pese a mi resistencia sacó hacia afuera mi pequeño pene.
Me avergonzás, y me humillás.
Vas a acabar con nuestra amistad, grité.
Sí, nuestra amistad será diferente.
Siempre me daba morbo hacerte jugar como mujercita, ahora quiero que seas mi mujercita.
cambiaremos de roles.
arrodillate al bordel sillón.
¡Ya! Ordenó.
Yo me subí de nuevo el cierre, y obedecí.
Tenía sobre mí, desde siempre una influencia total.
Se sentó delante mío y puede mirar impunemente sus piernas, su bombacha, su vagina marcada tras la fina tela, y hasta los pelos de su pubis.
Estaba de rodillas frente a ella, y comencé a obedecer sus órdenes: Debía comenzar besando y lamiendo sus pies, para luego muy despacio subir por sus piernas.
Mientras lo hacía, ella comenzó con quejidos de placer.
Pero me inquietaba que decía: Bien nena, así me gusta.
Me trataba como mujer, y ella asumía el rol masculino.
Lo que me inquietaba era que me producía un extraño placer.
Lo que siguió fue desnudarnos.
Aunque ella se quedó rápidamente en bombachas y corpiño, a mi me fue sacando la ropa lentamente.
Me llevó al dormitorio, me tiró en la cama y al sacarme el calzoncillo, dijo: Te estoy sacando la bombacha, ya sos mía.
Y poniéndose arriba mío se quitó el sujetador para ordenarme que le chupe las tetas.
Se fue subiendo a caballito de mi cuerpo hasta dejar su vagina ya sin bombacha en mi boca, sentada en mi pecho.
Comencé a pasar la lengua, despacio como me lo ordenaba, rodeando el clítoris, y debí estirar mi lengua todo lo posible hacia atrás del clítoris.
Fue entonces que se agitó y comenzó a gemir más fuerte.
Entonces siempre arriba mío, se recostó sobre mi cuerpo y me ordenó: Abrí las piernas, te voy a coger.
Se acomodó, entre mis piernas, tomo mi pene, totalmente parado, que así mide unos 12 cm.
Se lo fue introduciendo lentamente en su vagina, mientras decía: Yo te estoy penetrando, yo te la pongo, vos sos la mujercita acá, y bien abierta de piernas.
Yo me retorcí de placer.
Ella empezó a bombear como un hombre, me mordía las orejas, me besaba el cuello, me decía ¿te gusta nena?, te voy a hacer bien putita, así perra, así.
Y yo comencé a gemir como mujer, me gustaba todo lo que me hacía, me retorcía, le pedía más.
Me hacía repetir que yo era su mujercita, su nena.
También me decía al oído que era su perra, su puta, y yo contestaba que sí que era suya, que era su esclava, que me usara para gozar.
Cuando terminamos, me llevó al baño.
Y me dijo te voy depilar entera.
No me gustan las nenas peludas.
También tiró mi pantalón y mi calzoncillo a la pileta de lavar, junto con sus bombachas y blusa.
Terminás de bañarte y lavás la ropa.
¿Pero que me pongo, si me mojaste el pantalón? Contesté.
Ya te voy a dar ropita, pero ahora a sacar el pelo de ese cuerpo.
Me depiló, causándome mucho dolor.
Ella se reía.
"Aprendé a ser mujercita", decía cuando me quejaba.
Finalmente me sequé y pude observar mi cuerpo totalmente despajado de pelos.
Me gustó.
Me dio una salida baño de ella, que era mucho más baja que yo.
Ah! Qué puta que te estás poniendo, mirá como mostrás el culo.
Tomá ponete esta bombachita.
Obedecí.
Estaba disfrutando esa inesperada relación con Silvia.
Me ordenó que lavara toda la ropa, mientras ella salía un momentito.
Cuando volvió ya tenía hecha mi tarea y estaba sentado en living, con una salida baño femenina y corta, y abajo una bombacha roja.
Cuando entró, me retó : No te sentés nunca así.
Cruzá la piernas.
No quiero que se te vean las bombachas.
Pareces una vulgar buscona.
Vamos perrita, te traje ropita.
Vamos a empezar la transformación de Felipe, en en Fabiana
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Cuando Silvia me vistió de mujer, ese primer día, en que nos sinceramos, me di cuenta que ese placer lo tenía reprimido, desde que jugábamos a la maestra, cuando me decía “alumna”, y me estremecía.
Nos transformamos en pareja.
Yo era la mujer, y ella el hombre.
Me hizo hacer una liposucción para quitar la pancita que tenía, y luego vino una operación de implante en las nalgas, que de paso me las levantó.
Me quedó un culo hermoso, redondito.
Poco a poco me fui transformando de tiempo completo.
Me hizo renunciar al trabajo, y me fui a vivir con ella.
Pero no le bastaba con tener sexo como hombre, también me empezó a meter vibradores en mi “conchita” como le decía ella a mi culo.
Como tenía buenos pectorales, todavía no pensaba en hacerme lolas, pero ella me tenía dominada, y me transformaba cada día en más femenina.
El maquillaje, la ropa, los modales, el caminar con tacos, faldas cortas pero no escandalosas, salvo los disfraces que me compraba para jugar en la casa.
Una tarde en que me había vestido de mucamita, tocaron el timbre.
Me fui urgente a esconder, pero ella con su voz mandona me dijo: Atendé, si vos sos la mucama.
Me dio pánico, pero sus órdenes eran para cumplirse.
Atendí.
Era Oscar, un amigo y compañero de trabajo de Silvia.
Lo hice pasar, y me dijo:” Tiene razón Silvia, sos muy linda”.
Yo sabía que sería bueno conocerte.
Silvia me ordenó que le sirva una copa, mientras terminaba de arreglarse.
Ni preguntó quien había venido.
Ya lo sabía.
Era otra trampa de su lujuriosa cabeza.
Oscar se sentó en el sofá grande, y cuando le traje la copa, me incliné para dejarla en la mesita.
Ahí aprovechó para meterme una mano en el culo, por debajo de la falda.
Me hizo estremecer, aunque me hice la enojada.
Pero él se dió cuenta sobre todo porque me arrancó un suspiro y se paró, me abrazó por detrás, tocándome las tetas y apoyando su bulto en mi culo.
Yo estaba sorprendida y no atinaba a hacer nada por sacármelo de encima.
Me besó en el cuello, y me hizo suspirar de nuevo.
Estaba disfrutando de estar en los brazos de un hombre.
Me encantaba ese franeleo.
¡Aia, aia! Dije.
Dejame, que ya viene Silvia.
Pero quería seguir sintiendo sus manos recorriendo mi cuerpo.
Me soltó a tiempo, y apareció Silvia.
Le dijo a Oscar que la esperase una hora, ya que debía hacer un trámite, ¿Podés esperar?, disculpame soy tan colgada que me olvidé de decirte que vinieras más tarde.
Perl te quedás con Fabiana.
Cualquier cosa que quieras le pedís, dijo sonriendo.
Y a mí me dijo: “ Ya sabés, se juiciosa con la visita, atendelo lo mejor posible, y me guiñó el ojo.
Me estaba entregando, y la verdad me gustaba.
Ni bien se fue Silvia, Oscar se abalanzó sobre mí, me arrinconó contra la pared, y yo lo abracé por el cuello.
Sus manos me apretaban las nalgas.
Me empezó a desvestir, y su boca luego de chuponear mi cuello, buscó mi boca.
Metió su lengua, y me hizo subir a las nubes.
Me llevó a la habitación y me hizo subir a la cama, allí me puso de rodillas.
Se sacó el pantalón y apareció su pija parada, esperando un boca golosa.
Por supuesto que la encontró.
Era mi primera mamada, pero me esmeré como una veterana.
Después me puso en cuatro, me ordenó que me abriera bien de piernas, Luego de lubricarme bien, me la puso despacio, hasta clavármela toda.
Empezó el bombeo, mientras me manoseaba.
Yo estaba en la gloria.
Me cogió en diferentes posiciones, hasta que sentí que se corría.
La sacó, y me tiró su leche en cara.
Yo me estaba corriendo del placer que me dio mi primer hombre.
Cuando llegó Silvia, y me vio cambiada y con la cabeza mojada, me dijo:”Veo que fuiste juiciosa”.
Si mi vida, contesté muy juiciosa.
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