Mi experiencia con el conserje.
Luego de que la mayoría de sus compañeros de clase, así como algunos maestros lo penetraron, le tocó el turno al conserje..
Cuando acudí a la cita con el conserje, me encontraba bastante contento, ignorando por completo lo que estaba por recibir, y como lo recibiría.
Así que apenas llegué a la puerta del depósito de materiales, salió el conserje a mi encuentro, me dejó pasar a ese lugar, sin decir palabra lo seguí por todo ese lugar, que en realidad era un terreno que usaban para depósito de chatarra, y que separaba al instituto del lugar al que nos dirigíamos, pasamos junto a varios vagos, los que saludaron al conserje.
Después de caminar un corto trecho llegamos a una vieja casucha de madera, en la que después supe que vivía él, pero antes de entrar a la casucha salió a nuestro encuentro un enorme perro de lo más fiero, de raza pastor alemán, sus fuertes ladridos y bruscos movimientos me asustaron tanto que el mismo conserje se dio cuenta de ello, y me dijo. “No te preocupes, este es mi Rin-tintín, deja que te conozca, y no volverá a ladrarte.”
La verdad es que el perro me olfateo la mano, mientras el conserje le decía. “Quieto Rin ti él es mi amigo.” refiriéndose a mí. Después de eso, Genaro que es como se llama el conserje. me abrió la puerta de la casucha, y me invitó a entrar. Ya dentro, yo me sentía algo preocupado, porque quizás no sabía qué era lo que me esperaba.
Genaro de lo más despreocupado, me invitó a sentarme en una vieja silla, mientras que hablaba arreglaba su cama, pero apenas terminó me dijo de manera alegre, que me pusiera más cómodo, mientras él le daba de comer a su perro.
De inmediato me quité toda mi ropa, y saqué de mi morral las prendas femeninas que ya había planificado ponerme para ese encuentro, por lo que apenas él entró nuevamente, me encontró maquillándome, pero completamente vestidito de nena.
Al principio se sorprendió un poco, pero después de observarme detenidamente, se me acercó, me tomo entre sus peludos y fuertes brazos, y me ha plantado un tremendo beso. Después de eso me invitó a que me acostase en su cama, pero indicó que lo hiciera boca abajo, lo que hice, y apenas me acosté Genaro mientras seguía hablándome de manera continua, al punto que ni me di cuenta cuando me sujetó las manos a los tubos de su cama, y para cuando me di cuenta ya sujetaba mis piernas contra los otros tubos de su cama.
Para cuando terminó, yo bastante asustado, aunque sabía de sobra lo que me esperaba, comencé a preguntarle qué era lo que me pensaba hacer. Hasta que sin decir palabra se comenzó a desnudar, y fue cuando vi su tremenda herramienta. El susto que me llevé fue tremendo, jamás pensé que algo así existiera. En pocas palabras les diré que era una gran verga, que tenía a un pequeño hombre pegado tras ella. Les juro que de no ser porque me sujetó firmemente a los postes de la cama, hubiera salido corriendo, sin importarme que estaba vestido de mujer.
A medida que lo fui sintiendo que se subía sobre la cama, llorando le pedí que no metiera esa cosa dentro de mi culo, que me lo iba a reventar. Sin hacerme el menor caso, subió la falda que tenía puesta, luego suavemente me bajó los pantis casi hasta mis rodillas, y luego sus manos comenzaron a recorrer mis nalgas, y con algunos de sus dedos embadurnados en vaselina, comenzó a introducirlos entre mis nalgas. Por un largo rato sentí como casi todos sus dedos, entraban y salían por completo de mi culo, sin producirme malestar, o dolor alguno realmente, todo lo contrario, sentía un gran placer a medida que Genaro empujaba sus dedos, y creo que parte de una de sus manos dentro de mí.
Yo comencé a mover mi trasero, y hasta me había olvidado de lo grande de su verga, cuando comencé a sentirla, inmediatamente después de que sacó totalmente sus dedos de mi cuerpo. Yo me quedé en suspenso, como esperando el dolor para ponerme a gritar como una loca, pero, aunque sentía ese buen trozo de carne deslizándose entre mis nalgas, el dolor no era mayor al que podía soportar cuando Pepe, o alguno de mis compañeros de clase me lo metían. Lentamente comenzó a poner todo su cuerpo sobre el mío, mientras que sus manos me tomaban por las caderas y sin mucha presión continuaba enterrándome toda su gran verga.
Después de esos minutos iníciales, la verdad es que todo se desarrolló dentro de lo normal, disfruté de una tremenda relación anal, Genaro me hizo sentir la persona más feliz en esos momentos. Solo que a diferencia de los demás, al conserje le dio justo en el momento de venirse, de sacar toda su inmensa verga de mi culo, y regar toda su leche sobre mi abierto hueco y nalgas.
Al terminar, mientras me desataba, me preguntó si me había gustado a lo que honradamente le respondí que sí, aunque de manera bien coqueta, también le dije que al principio me asustó bastante, y hasta en tono de broma le dije que, de no haberme sujetado a su cama, de seguro hubiera salido corriendo.
Yo me incorporé y cuando le pregunté dónde podía lavarme, abriendo la puerta me señaló una manguera, que estaba fuera de la casa. Le pregunté qué pasaría si alguien me veía así vestidito de nena lavándome el culo, y me respondió que no me preocupase por eso, que por todo eso no vivía ninguna persona, salvo los vagos de la entrada, y ellos no se metían en su vida, por lo que sin mayor cuidado me dirigí a la manguera.
Pasé por el lado del perro que ni se molestó en ladrarme, al llegar al lugar donde estaba la llave del agua, me agaché y con la punta de la manguera lavé todo mi culo tanto por dentro como por fuera. Al terminar regresé a la casa, mientras que Genaro se dirigió a la llave del agua para lavar bien su verga.
Al él regresar a la casucha, me preguntó por qué no me había vuelto a cambiar de ropa, a lo que acercándome lentamente, y agachándome frente a él, tomé su vergota entre mis dedos y mientras le sonreía comencé a lamérsela completamente, desde sus arrugadas bolas hasta su inmensa cabezota.
Después de un corto rato comencé a sentir como toda mi boca se llenaba por completo. A duras penas y se la podía seguir mamando debido a su tamaño, el que entrase y saliera de mi boca era ya de por si un gran logro.
Yo realmente me esforzaba en mamar toda su verga, mientras que Genaro, me observaba de lo más tranquilo, hasta que decidió colocar sus manos sobre mi cabeza, y casi ahogándome finalmente se volvió a venir, pero ya casi dentro de mi garganta.
Al igual que con Pepe y con la mayoría de mis compañeros de clase, cada vez que podía visitaba a Genaro. Su perro ni caso me hacía cuando yo lo visitaba, en ocasiones me las arreglaba para llevar en mi bulto, algunas prendas de mi mamá, o de las que había comenzado a robarles a algunas de nuestras vecinas.
Las que luego me ponía, para acostarme con cualquiera de ellos. Pero un fin de semana en que pase por donde Pepe, y el señor de la tienda de al lado me dijo que Pepe había salido de viaje durante el fin de semana. A ninguno de mis compañeros de clase, los pude encontrar en su casa, y ya me estaba comenzando a desesperar por tener una buena verga dentro de mis nalgas.
Fue cuando se me ocurrió ir donde Genaro, así que entrando por el terreno baldío tras el instituto llegué hasta su casucha, para darme cuenta de que él no estaba por todo eso.
Ya estaba por marcharme, cuando me di cuenta de que era observado por varios de aquellos vagos que se la pasaban recogiendo chatarra. Por un momento pensé en marcharme, cuando no sé cómo se me ocurrió, pasar a la parte trasera de la casucha, y tras desnudarme, me volví a vestir, pero de nena, con la ropa que llevaba en el morral.
Luego haciéndome la tonta, comencé a caminar entre la chatarra que se encontraba regada por aquel terreno, hasta que aquellos tres tipos, me los encontré de frente. Ya había comenzado a caer la noche, y ellos se quedaron viéndome, hasta que uno de ellos, al parecer me reconoció, les dijo a los otros dos, algo así como que yo era el chico que visitaba a Genaro.
Lentamente se me acercaron, caminaron a mi alrededor, y uno de ellos me preguntó directamente que estaba buscando. Yo pensaba decirles que, a Genaro, pero el que me reconoció dijo. “El mariconcito esté lo que busca que los tres le comamos su lindo culito.”
En parte me sentí humillado, al escucharlo referirse a mí de esa manera tan vulgar. Pero casi al mismo tiempo otro de ellos metió la mano bajo la corta falda que estaba usando, y me agarró las nalgas, diciendo. “Sí es eso lo que deseas, te aseguro que te vamos a complacer.”
No hizo falta que dijera nada, los tres me condujeron hasta un viejo auto todo destartalado, y tras abrir sus puertas sin que me dijeran nada, me recosté sobre el asiento trasero, casi de inmediato me bajaron las pantaletas que me había puesto, y subieron la corta falda dejando mis nalguitas al aire, yo separé mis piernas, y comencé a sentir de inmediato como era penetrado por uno de ellos, mientras que otro tras abrir la otra puerta, sacó su verga del pantalón, y colocándola frente a mi boca, yo comencé a mamársela.
Mientras el tercero nos observaba sin decir nada. Lo cierto es que pasé un muy buen rato, hasta que el que me daba por el culo se vino, y casi me ahogo por culpa del tipo al que yo se lo estaba mamando.
Ya que me agarró por la cabeza y me apretó contra su cuerpo con fuerza, hasta que terminó de venirse. Apenas los dos se retiraron el que nos observaba me dijo anda lavarte, y como la única llave de agua que yo conocía por todo eso era la que usaba en casa de Genaro, le dije que me acompañase.
Tras lavarme, y expulsar lo que tenía dentro, ahí mismo el me clavó su verga. Yo chillaba de placer como una verdadera loca, a medida que ese tipo me lo metía, y sacaba divinamente, cuando me encontré de pie con Genaro frente a mí, tenía ya su verga entre las manos y tomándome por el cabello, sin más ni más, me obligó a que se la mamase.
En ese momento el otro tipo salió corriendo, mientras que Genaro hasta me cacheteó la cara con su verga en repetidas ocasiones, al momento de venirse. Regando todo su semen por gran parte de mi rostro y cuerpo.
Después me dijo bastante bravo conmigo, que no deseaba verme más, sus palabras me dolieron, y casi llorando, así como estaba casi desnudo, chorreando el semen de aquel otro tipo por mi culo, y el del por toda mi cara, le pedí que me perdonase, que no volvería hacerlo más, que yo haría todo lo que él quisiera.
Genaro me observó detenidamente y después me dijo. “Está bien, te perdono, pero de ahora en adelante cada vez que te lo ordene harás lo que te diga.”
De esa manera de compañero ocasional de Genaro, por buen tiempo me convertí en su esclavo sexual. Pero de eso, y de cómo terminé con él les hablaré en otro momento.
Que rico relató
Megusta