Mi mujer y yo, 2 putas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Había pensado tanto los últimos días de diciembre con la idea de que el año 2018 me la pasaría con tantos y cuantos chicos pudiera.
Era tanta mi calentura que continuamente me ponía mis calzoncitos de hilo dental o de encaje; así como mis medias y ligueros para sentirlos a través de mis pantalones normales de hombre.
Esto porque nunca he salido vestida a la calle.
El 29 de diciembre mi esposa me invitó a un bar como despedida de año y estuvimos los dos solos disfrutando de la música y las bebidas.
Me encanta que vaya bien cachonda con sus zapatillas y vestido o falda corta para que la vean; y me encanta cuando ella coquetea con los machos que también yo los disfruto ver.
Me pregunto si a veces desea a un hombre que también yo lo desee y que esté justo en ese lugar.
Siempre le pregunto ¿te agrada alguien?, en espera de que me conteste afirmativamente y me diga quién es para decirle si también a mi me agrada.
Ese día, pensando en mis propósitos para este año estaba bien caliente y decidí llevar una ropa interior con encajes y mis ligueros, ambos en color azul, los cuales con el rose de mis pantalones sentía una vibración en todo mi cuerpo.
Fui al baño con el propósito de sentir que me estaban viendo, deseaba que me miraran los chicos, que aunque no habían muchos, eran suficientes para mantenerme en mis pensamientos.
Quería que me miraran como la nena que soy y aunque seguramente no lo hacían pues no había nada que me descubriera como mujer, pero yo sentía que me miraban.
Quería sentirme deseada y la ropa que llevaba puesta me prendía aun más.
Me sentía excitada pero lo disimulaba porque no quería decirle a mi esposa cómo iba vestida, quería que ella me descubriera, pero por más que pasaba sus manos en mis piernas y me acariciaba, no pudo hacerlo y al final nos fuimos a casa, donde descubrió como iba vestida y le encantó tanto que terminamos satisfaciendo nuestros cuerpos, diciéndole que estaba muy caliente y que quería un macho para mí.
El 4 de enero pude contactar a un chico de una ciudad que queda a dos horas y media de camino en vehículo, al cual iríamos porque teníamos que hacer con mi esposa y fue así que quedé de verme con él a las siete de la noche.
La tarde del viernes 5 de enero, con mi esposa, estábamos llegando a la ciudad y me contacté con el chico quien me dijo que vivía a escasos kilómetros de ahí y que se disponía a salir de su casa para ir a nuestro encuentro.
Me sentí nerviosa, como siempre me pasa en estos casos, pero me daba gusto porque iba a verme con mi chico.
A las ocho de la noche nos vimos, se subió al coche y nos perdimos en la ciudad hasta llegar a un auto hotel en las afueras.
Yo tengo 45 años y mi chico tenía 19.
-¿como te sientes?- pregunté
-muy nervioso, nunca he estado con un hombre
-pero has estado con mujeres
-Sí, claro, pero con un hombre nunca.
-¿Quiéres que continuemos?-susurré
-Sí, ya se me pasará.
-Iremos fuera de la ciudad, no te preocupes.
-Esta bien, si quieres puedes secuestrarme- me dijo con una sonrisa, señal de que ya estaba entrando en confianza.
Se trataba de un chico con cuerpo normal y con señales de que hace ejercicio por lo fuerte de sus brazos y por los pectorales que saltaban a la vista.
Atractivo para mi gusto y, además, guapo.
Me sentí feliz de llevar conmigo a mi hombre, el que me penetraría justo en unos momentos, sentía un cosquilleo en mi cuerpo.
Quería comérmelo ya, pero había que esperar hasta estar dentro de nuestra habitación.
Llegamos y le dije que se pusiera cómodo.
me fui a darme un baño y a empezar con mi evento de transformación, de mi bolsa saqué una blusa negra, una falda corta con vivos verdes, una panti roja y ligueros negros, un brasier negro y una peluca corta al cuello en color negro.
Me puse las zapatillas y el labial rojo y salí para que me viera mi macho.
-Te ves bien bonita-cambiaste de hombre a mujer.
Realmente en ese momento me sentía transformada por completo.
Estaba vestida como me gusta vestirme y ante la mirada fija de mi hombre.
-¿Te gusto?- le dije en espera de que me admirara como yo quería y que me dijera algo que me hiciera sentir halagada de lo que había hecho, vestirme para él.
-Si, mucho.
-Ven aquí- le dije al tiempo que se sentó en un sofá donde yo estaba y empecé a acariciar su cuerpo, a pasar mis manos sobre su hombro, su espalda y su pecho, enseguida bajé mi mano derecha a su pene cubierto por un short, lo froté delicadamente y vi como respondía a mis caricias manuales poniéndose erguido.
Lo trasladé a la cama y le quite el boxer, mismo que no cedía por el bloqueo que hacía ese miembro que apuntaba hacia el frente, resistiéndose a dar paso al boxer, el cual finalmente cedió.
Él me tocaba las piernas y pasaba sus manos por mis pechos, por mis nalgas y enseguida se incorporó para besarme los pezones, sintiendo un placer indescriptible que me hizo gemir de placer.
Estaba siendo excitada por mi macho.
Lentamente le acaricié su miembro, el cuál estaba duro y erguido, pero con cierta curvatura que me agradaba y con mi boca y lengua empecé a acariciarle las piernas, luego los testículos, en forma lenta, sin dejar un centímetro de su piel sin besar.
Llegue a sus testículos y los metí a mi boca uno a uno enjugándolos de saliva.
Yo estaba excitadísima y él también.
Sabía lo que venía.
Me metí ese trozo de carne a mi boca, lentamente desde los testículos hasta la punta, volvía a hacerlo una y otra vez y después lo metí en toda mi boca, sintiendo como llegaba hasta la campanilla y haciendo una que otra arcada.
Era un ritual por demás espectacular, que me hacía vibrar en todo mi ser y que me hacía sentir como una verdadera niña, que estaba ahí vestida y lista para disfrutar a mi chico.
Sintiendo que la excitación ya no se soportaba y que había que darle toda la satisfacción a mi cuerpo me dispuse a desenvolver el preservativo, el cual lo coloqué en mi boca y como si se tratara de una profesional lo fui desenrollando en el miembro de mi chico, sin utilizar mis manos, me sentía plena haciendo ese artilugio, sentía el material de látex en mi boca y cómo iba abrazando ese trozo de carne que palpitaba excitado y que podía sentir con mi lengua.
Jamás había hecho eso y me excitaba sobremanera.
Cuando al fin terminé de enfundar ese mástil que en ese momento me pertenecía, me puse lubricante en mi agujero, me senté sobre él y empecé a introducirlo con movimientos lentos a fin de que se facilitara su entrada.
En verdad estaba tan excitadísima que no sentí dolor profundo, aunque sí sentí como entraba aprisionando las paredes de mi ano, el cual poco a poco cedía más hasta que sentí tenerla toda adentro.
La habitación tenía espejos en los laterales y en el techo y él podía ver, recostado como estaba, todo lo que estaba pasando a través del espejo del techo, mientras que yo lo veía a él de frente porque estaba cabalgando sobre su vientre con su miembro dentro de mí.
Era un placer inmenso.
Después me dejó caer en la cama y él me colocó los pies sobre su hombro, yo los flexioné lo más que pude para que no se sintiera aprisionado y pudiera penetrarme con las patas al hombro.
Ahora sí estaba yo a su merced y me metió todo su miembro en forma intempestiva, que para ese momento mi colita ya cedía como él quisiera.
Aceleró su ritmo y yo gemía de placer.
-Así.
así.
quería un macho como tú- le decía.
-Quiero que siempre me penetres, las veces que quieras seré tuya.
-Las veces que quieras te lo haré- contestó.
-Te gusta- le pregunté
-Sí, me encantas- me dijo, al tiempo que fuertemente me embestía, chocando parte de su pelvis con mis nalgas, haciendo un ruido constante que significaba que cada embate su pene llegaba hasta el fondo de mi ser.
Aceleró su ritmo como signo de que estaba llegando al clímax.
-Así papi, más, dame duro.
quiero tu leche, quiero tu leche- le decía, en tanto él estaba como en un shock concentrado en sus movimientos y perdiéndose en el éxtasis, hasta que sentí que se venia.
Lo aparté de mí y le dije que me echara toda la leche en el vientre y así lo hizo, de su falo viviente expulso los chorros de leche y en ese justo instante me levanté lo suficiente para poner mi boca en su miembro el cual me depositaba todo el líquido seminal y que hacía escurrir por la comisura de mis labios.
Disfrutaba de ese sabor a hierro del semen.
Seguí succionando hasta que no quedó una gota más.
Extasiada como estaba me recosté junto a él y permanecimos por unos minutos en la cama.
Yo junto a él como sumisa sobre su cuerpo y él como imponente y seguro como el macho que era.
-Quieres que repitamos- le dije
-Sí, me gusto, las veces que quieras.
-Te avisaré con tiempo para que estemos juntos más temprano que hoy, -que para eso ya eran las 10 de la noche.
Le conté a mi esposa detalle a detalle y se excito sobre mi grata experiencia.
No he subido nunca una historia.
Espero les haya agradado.
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