Mi peluquero travesti me cortó en dos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Había viajado a otra ciudad a radicar ahí por trabajo. Luego de un mes de estancia había llegado la hora de cortarme el cabello. Averigüé por donde podría encontrar dicho servicio y me encaminé en mi moto a la desconocida zona.
Era un área cerca del mercado, sin pista, la tierra del suelo seca y con malos olores diversos. Ví varias peluquerías juntas, pero todas de travestis, y como no quería problemas con que a alguno se le cayera el peine (te sueltan el peine en tus piernas y mientras lo buscan te tocan el paquete de lo lindo), seguí de frente hasta que vi a una señora de vestido floreado, de espaldas a mí, terminando el peinado de una señora joven y guapa. Cuando entré me crucé en la puerta estrecha aunque de doble hoja con ella y me guiñó un ojo y sonrió, al tiempo que cuando pasó me rozó con sus senos mi pecho, a lo que respondí con una sonrisa y mi falo comenzó a golpear contra mi bragueta.
Saludé a la dependienta, y ella se volteó, pero para mi sorpresa no era ella, sino él. Era un travesti muy blanco, de pelo hasta poco antes de los hombros, rojizo natural, grueso, con unas manos y pantorrillas que parecía estibador y con unos senos de silicona exageradamente grandes. Quise regresar sobre mis pasos pero ya estaba adentro, ya no había marcha atrás, me dijo un pase joven, muy delicado y serio y me señaló la silla pero mirando mi entrepierna recientemente abultada.
Ya sentado me dijo que cerraría la puerta porque el sol moría en los espejos del recinto cegándonos. Luego se fue para una especie de trastienda sin puerta que adiviné sería el baño y trajo un atomizador con el cual empezó a mojarme el cabello, pero producto del trayecto en moto sin casco mi pelo estaba duro por el polvo. Me dijo algo molesto que mejor me lavaba el cabello, me dio una toalla y me señaló la trastienda autoritariamente. Sin decir nada por sentirme en falta, entré y vi un recinto elegante que constaba de un lavabo con un taburete delante y varios espejos, supongo que la gente se sentaba de espaldas a él, echaba su cabeza hacia atrás y él le lavaba.
Pensé en cómo accedería al caño para lavarme solo, y la única opción era arrodillarme en el taburete y agacharme hacia adelante. Así lo hice, estaba lavándome cuando sentí una mano por atrás que con todos sus dedos acariciaban mis huevos y con el pulgar mi ano. Salté de la impresión y me di tal golpe con el caño que me adormecí, perdiendo el sentido.
Cuando desperté, estaba en una habitación semioscura, totalmente desnudo, echado encima de mi peluquero frente a frente, con las piernas y los brazos a ambos lados de su voluminoso cuerpo. Apenas me vio recuperar la conciencia me preguntó si estaba bien. Respondí que sí con un halo de confusión. Me acarició la frente y el cabello y me dio varios besos en las mejillas, los ojos, la frente y finalmente la boca. Todo me parecía surrealista pero aún así intenté levantarme con poca fuerza, por lo que abrazándome le fue fácil retenerme, jalándome hacia su pecho amplio de varón fuerte pero acolchado con sus dos siliconas inmensas, que parecían pelotas de fútbol.
Acarició mi espalda, estando yo inmovilizado con mi mejilla en su hombro. Luego bajó sus manos a mis nalgas y las acarició y me dijo que seguramente necesitaba algo de ayuda para parar mi falo. Entonces me hizo sentar sobre su pecho, colocó mi verga entre sus montes y comenzó a mamármela, la que no respondía por nada del mundo, por lo que me devolvió a mi lugar anterior. De repente quieres otra cosa, dijo, comenzando a juguetear con mis nalgas, poco a poco adentrándose más, ahora acariciando mi cuevita, la que comenzó a ceder con el jugueteo de sus dedos y la lubricación que le daba un líquido viscoso que tenía a mano, alguna pensé, pero me volví y vi de reojo que el lubricante era nada menos que sus propios jugos preseminales.
Ya con dos dedos adentro, dijo a ver vamos a ver, levantó su pelvis y me encajó suavemente en un objeto ancho, terso pero firme, jabonoso pero sólido, que comenzó a resbalar al no encontrar ingreso. Luego de varias tentativas, sentí un dolor inmenso que me trajo de regreso de mi adormecimiento. El objeto aquel estaba resbalando pero ahora hacia adentro de mi estrecha tubería, traté de zafarme pero me sujetó con sus fuertes brazos. Y me empujó hacia abajo, para sentarme en ese cilindro acolchado, que ganaba centímetros dentro de mí hasta llegar a un tope de una parte desconocida de mis adentros. Noté que la mitad de ese objeto se quedó afuera.
Luego me levantó un poquito y comenzó a acelerar su pubis contra el mío, sin llegar jamás a juntarse, mientras yo le mordisqueaba las tetas. Luego se quedó quieto y sorprendentemente era yo quien se movía ahora, abrazando toda la circunferencia de la cosa con mi ano que se me hundía, desapareciendo hasta el límite que me permitía el dolor.
Después de dejarme hacer me cargó y sin salir me volteó echándome de espaldas a su cama, me puso mis piernas en sus hombros y bajó repetidas veces en forma suave, entrando cada vez más hasta que sentí sus bolas sobre mis nalgas, había entrado toditito, y apenas me fastidiaba un poco. Entonces fue que empezó a bombardear mi orto con toda su fuerza, ahí si fue que me quejé, pero se movía más y más rápido, más y más fuerte, dejándose caer de golpe, cual gavilán a la paloma, ajeno a mis quejas opté por rogar y luego por llorar, las lágrimas se saltaban de mis ojos y empapaban mis mejillas, él se acercaba y las lamía, diciéndome que por favor aguantara un poquito. Pero no fue un poquito, sino diez minutos en ese transe, en que yo ni lágrimas tenía que botar ya que me encontraba deshidratado por el sudor de la faena.
Posteriormente me puso en cuatro patas, también sin salir, como quien maneja una marioneta. Se quedó quieto y ahora me jalaba hacia él con ambas manos en la cadera, marcando el ritmo que le gustaba. Justo cuando mis nalgas chocaban con sus huevos, me empujaba tratando de entrar más, si era posible. Alternaba este movimiento con salidas totales, y sus consecuentes ingresos bestiales que, a pesar de mi dilatación anal, encontraban resistencia de mi parte abusada, y a juzgar por sus gemidos, le enloquecía.
Estando tanto tiempo así me logró ensanchar mi puerta trasera de modo que ya no había resistencia, por lo que me dijo que frunciera mi ingreso, explicándome lo que tenía que hacer. Así lo hice, y por primera vez sentí que estaba en mis manos (o mejor dicho en mi orto) el dar placer a un macho y, en agradecimiento por la lección, cuando la metía relajaba y cuando salía apretaba mi obediente esfínter, prácticamente ordeñándole su manguera.
Llegó a un punto en que el bombeo se me hizo insoportable, era ya demasiado para mí, entonces tomé la iniciativa, le hice sentar en la cama, me senté encima de él mirándole y abrazando su cuello, entonces empecé a subir y bajar rápidamente, sintiendo el resbalón de su tranca correr dentro de mí abarcándolo todo, producto de lo cual la naturaleza hizo lo suyo y explotamos ambos al mismo tiempo como un géiser, yo manchándole sus opulentos pechos y él bañándome interiormente. Me quedé sentado con su verga adentro hasta que se hizo débil, me abandonó como reptil que sale de su madriguera, dejándome un vacío físico y moral, pero deseando que viniera el próximo mes rápidamente para ir a cortarme el cabello.
Comentarios a aceroduro@hotmail.com (Lima, Perú)
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