Mi primera vez como chica.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi nombre es Lana Mora, -al menos es el nombre que elegí para mí- y tengo una historia que contar sobre hace algunos días.
Desde mi infancia noté que me llamaba la atención la ropa femenina, los vestidos cortos son mi fantasía; el infranqueable límite entre las piernas y lo que la falda cubre es mi mayor deseo, pero no un deseo de poseerlo ni de que me pertenezca; quiero decir que no es que yo quisiera ser mujer o que solo pienso en lo que oculta una pelvis femenina, más bien encuentro la figura de una mujer y su vestimenta como algo que roza lo artístico, la frágil belleza fusionándose con el morbo y los colores de cada una de las prendas que ellas gozan usar.
Yo empecé a vestirme de chica alrededor de los doce años, me atraían los tacones altos y finos, abiertos que muestran los dedos y la pierna como un pilar de vicios cargados en un fino punto y una plataforma corta.
Poco a poco fui aceptando que lo que sentía, si bien no era lo normalmente aceptado, no era algo malo y como no era malo no había necesidad de sentirme culpable por usar dicha ropa.
Ésta se apodera de mí cuando visto de chica, el depilarme, maquillarme y buscar qué es lo que se ve mejor con mi cabello o mis ojos es para mí una experiencia más que exótica, es magnífica.
Lástima que las mujeres han tomado esto como lo más normal que les sucede, es algo realmente bonito.
He aprendido a vivir sin tapujos, sin complejos y sin una ética que me sobreponga, sin un “deberías ser chico y usar solo pantalones” o “los hombres no usan falda”.
Afortunadamente vivo en una ciudad donde hay gran diversidad de gustos, personas, conductas y criterios, por lo que puedo salir vestido de mujer y mejor aún, Dios –si es que existe- me bendijo con un cuerpo hermosamente torneado haciendo que me vea bien como chico delgado y como chica delgada sin mucho esfuerzo.
En mi ciudad he podido conocer chicas que se sienten atraídas por mi pseudohermafroditismo, para una lesbiana –supongo- no puede haber algo mejor que un chico con apariencia de chica pero con pene de…, pues chico.
Experiencias así me han ayudado a sentirme mejor conmigo mismo y conmigo misma, a tal grado de meterme también con hombres.
Pero esta historia que están por leer es la primera vez que me enredé en los brazos de un hombre, catalogado por él mismo como heterosexual y creo, podría seguir considerado así debido a que en mi primera vez me entregué por completo en el papel más pasivo que se podía, en el de una chica pura y santa, fue realmente mi primera vez y no una más pero con otro cuerpo.
A partir de aquí bien puedo referirme con el femenino gramatical para mayor placer de quien me lee.
Estaba yo en la placita de mi pueblo en una tarde de domingo, como siempre, cabello negro y quebrado, muy largo por mi gran ímpetu metalera pero bien cuidado y limpio gracias a mi actitud femenina y fina, presumiendo piernas largas y claras con una falda monocromática de color negro a cinco dedos de la rodilla y claro, un pene bien escondido en las bragas suavecitas, cintura marcada por la genética y pecho delgado aunque fácilmente disimulado con un sostén con relleno y una blusa pegada de color azul pastel, ese día estaba con un “maquillaje natural” -por muy irónico que suene eso- y una bufanda delgada, color roja que me venía bien al atuendo y al otoño que se vivía en mis diecisiete cortos años.
En la plaza, las bancas se encuentran de frente a una distancia de unos seis a ocho metros.
De frente a mí estaba un joven de veintidós años recién cumplidos, un hombre de tez no tan blanca como un alemán sino más bien como un español promedio, ojos grandes y verdes, barba mal acomodada pero estética en el caos de sus vellos cortos y largos.
Podría asegurar que al gimnasio no faltaba desde unos años atrás.
Él estaba sentado ahí por casualidad pues yo llegué para relajarme de los días de trabajo y escuchar un poco de Kwoon y Sigur Rós al ver caminar a las personas –después de todo soy fanática de todo lo que puede volverse arte-.
Él me miró y yo lo miré, siendo mujer me sentí desde deseada hasta acosada como le puede pasar a muchas chicas; como hombre pude ver en él una mirada que yo usaría: lasciva, devorándome con la mirada y como un jaguar encima de su presa, cayendo con su kilataje para abrazarme como su próxima comida.
Eventualmente me sentí cada vez más cómoda con sus miradas y su media sonrisa que soltaba cuando se rozaban nuestras miradas, cualquiera que me vería pensaría que en efecto, soy una chica y no un hombre y él no fue la excepción y cayó también en las redes de mis deseos y apariencia.
Se acercó a mí decidido, tal parece que él quería sacarme el nombre y teléfono lo más rápido posible y yo, esta vez, pensaba dejarme llevar también, no sería difícil que me entregara de cualquier modo.
No tardó mucho para interceptarme con su voz muy varonil.
– -Él dijo- Hola, he notado que me estás volteando a ver desde hace rato.
– -Con la voz lo más femenino que pude le conteste- No lo sé, yo solo noté que tú me empezaste a ver, solamente respondí a esas miradas para saber si eran hacia mí.
– Bueno, en realidad sí, te noté desde hace rato, ¿por qué te encuentras sola?
– -Sonreí- Estaba aquí, sentada esperando a que alguien llegara.
– ¿Y soy yo a quien esperabas?
– Puede ser, ¿lo eres?
La charla siguió tan armónica que me sentí más cómoda que nunca con un hombre, llegado el punto que él me dijo que realmente era muy bonita y que si quería ir a su casa.
Con el miedo que siente toda mujer al salir con un hombre a su casa, acepté pues bien puedo defenderme o al menos, pensé, se llevaría una sorpresa de diecisiete centímetros debajo de mi ropa interior.
Subimos a su carro, llegamos a su casa y no era nada fuera de lo común, pero al menos era una casa de un solo habitante.
De soltero.
Me llevó a su habitación y ahí él me preguntó a qué sabía mi boca.
Con un labial sin color pero sí con sabor a durazno, le dije que si quería averiguarlo, pero antes tenía que contarle algo, algo muy importante “Tengo pene”.
A lo que él me respondió de la manera más amable que podía –y de la manera más caballerosa que ni siquiera a mí se me había ocurrido- “Entonces estás vestida así, si tú eres chica, aquí estoy y podemos hacer lo que desees, si solamente eres chico entonces puedo llevarte a casa y tranquila, no pasa nada”… él me encontró como una chica, no bastó más de eso para lanzarme a su rostro con mis labios directo a los suyos.
Me tomó con fuerza de la cintura y fácilmente me levantó, me dio tantos besos en la boca, mejillas y cuello que no podía contarlos, luego combinaba sus besos con lamidas desde donde la blusa le permitía hasta tocar a la mía.
Ardía en llamas y gemía sin más, yo había besado a chicas de esa manera, pero las chicas no besan con la intensidad que besaba él, me comía y aún no me desvestía.
Yo empecé a frotar su entrepierna y sentí como se llenaba de calor mi palma y su pantalón, como endurecía su largo y ancho pene, fácil medía veinte centímetros de largo y cuatro centímetros de placer a lo ancho.
Rápidamente empecé a quitarle el cinturón pero él llevó sus manos a mi espalda baja y a mi pierna y así con ropa me llevó a la cama, se subió encima de mí y empezó a hacer presión en mi entrepierna con su rodilla, acariciaba mis piernas y me mordía el cuello con suaves y constantes pesos.
Cuando terminé de quitarle el pantalón me topé con su pene, nunca antes probé uno hasta ese momento, pero bien sé qué es lo que el hombre desea y me lo llevé a la boca.
Su pene estaba duro y palpitando, se notaba en sus venas y yo empecé a besarle desde sus testículos hasta la punta del glande, muchos besos repetidos y lengüetazos en el glande, solo lo veía temblar cada vez que terminaba mi lengua en su glande goteando líquido preseminal.
Lo tomé con las dos manos, él estaba acostado en vertical y yo a gatas en horizontal chupando su rico pene.
Se levantó y se sentó y me metió un dedo en mi ano mientras yo le masturbaba y mamaba como loca a tal grado que no pude evitar gemir fuerte y él se rio –más no se burló- de mi acción, eso me enamoró.
Me sentó en la cama y se hincó frente a mí y comenzó a besarme las piernas, me levantaba una pierna y besaba hasta llegar a mi entrepierna y luego cambiaba a la otra pierna, yo me moría de calor pues no me había desnudado y mi corazón latía muy rápido.
Ya no podía más, quería que su pene me atravesara por completo, que me partiera en dos y decidí tomar el rol de alumna en minifalda “Profesor, he sido una chica mala, no hice la tarea, ¿qué va a hacer con esa regla?” y él rápidamente se adaptó y me contestó “Has cometido un error, tendré que usar esta regla para castigarte”, tomó su pene y escupí la punta y con mi lengua lubriqué todo, pues quería todo dentro de mí.
Me metió su pene y sentí dolor al principio, nunca había tenido algo tan grande dentro de mí y no quería que solo fuera esa vez.
Empezó a moverse lentamente y yo lo tomé de los hombros hasta que pude abrazarlo y empezó a gemir también.
Mientras me lo metía yo le sobaba los testículos cada que podía y le besaba el pecho y él me jalaba el pelo y me partía en dos.
Luego me pidió que me pusiera en cuatro, siempre quise que me tuvieran así, me nalgueaba fuerte mientras me penetraba y yo no paraba de querer más, insaciable e imparable, me volví la puta que me sentía cuando estaba a solas y él sabía exactamente qué hacer, jalarme el cabello hecho nudo y tratarme como zorra.
Me dijo luego de unos diez minutos de intensidad que estaba por acabar y le pedí que lo hiciera en mi cara, él como todo hombre, no pudo resistir la oferta y yo saqué la lengua mientras él de pie se masturbaba y yo esperaba todo lo que tuviera.
Acabó un chorro y todo quedó en mi cara, su sabor era similar al olor del cloro y sal, yo le limpié su pene luego de que terminara y él frotaba su pene regándome todo el semen en la cara.
Pero no era todo, seguía duro y me abofeteaba con su pene, nunca me sentí tan vulgar y feliz que esa vez.
Luego de bañarnos, nos acostamos juntos hasta que se durmió y me retiré porque estaba tan satisfecha que quería irme como la puta que fui y que soy.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!